El Destino Alrededor de una Cuerda

Me encontraba en la ciudad de Tokio o saliendo de esta mejor dicho, había ido para comprar comida, cuchillos de cocina, una espada de madera y un paraguas por que sorpresivamente empezó a llover hace poco. Amaneció casi despejado, solo unas pocas nubes estaban en el cielo, pero ahora en la tarde el cielo se hizo gris y comenzó la lluvia.
Puroromon se quedo en mi casa, posiblemente durmiendo ya que la pequeña criatura casi nunca madruga, de todos modos aunque lo hiciera no lo traería con migo, los viajes a la ciudad son largos y agotadores y en este caso en especifico, fríos y mojados; sin mencionar que no quiero exponerlo a otras personas que no puedan entender lo que es.
Llevaba puesta un abrigo color azul, en mi espalda llevo mi espada y la espada de madera, con una mano sostengo las bolsas de las compras que no son muchas y en la otra el paraguas con motivos de gatos ya que era el único disponible en la tienda.
Ya estoy a pasos de adentrarme a uno de los tantos bosques que rodean al Monte Fuji, para ir directamente a mi hogar, anteriormente marque varios árboles con cintas rojas atadas a unas ramas por si me perdía algún día y mas vale no hacerlo, el bosque es peligroso, puedes toparte con algo o alguien indeseable o con otro bosque muy oscuro.

El cielo estaba igual que mi humor: mojado, gris y deprimente. Acababa de llegar a Tokio, queriendo alejarme lo más posible de cualquiera que me conociera para que no trataran de detenerme. Acabé en un bosque practicamente pegado al Monte Fuji, el más importante de la ciudad. Era posible que hubiera gente cerca de allí, haciendo montañismo, paseando, o yo que sé... Pero me daba igual.

Mis pies me llevaron por el lugar repleto de árboles, arrastrándose, como si no tuvieran ganas de avanzar ni un metro más. Mis hombros estaban hundidos, y mi cabeza gacha, mirando al suelo con una mueca de amargura en el rostro. << Cobarde... >>dijo Aeirmon en mi mente, frustrada y enrabietada. Sabía que la última palabra en las decisiones la tenía yo, y esta vez no me iba a retractar de ellas. Acabaría con esto de una vez por todas.

Suspiré, y me detuve frente a un árbol bastante grande, pero que me servía perfectamente. Descolgué la mochila de mi hombro, dejandola caer en el suelo, y comencé a sacar dos de las pocas cosas que me había traído: una caja que me podría servir como taburete... y una cuerda.

Sé lo que estáis pensando. ¿Por qué ahora Zayyn, la que ha pasado por tantas cosas, decide suicidarse? Os lo dire: Cansancio. Puro cansancio y remordimientos. Había hecho mucho daño a los demás durante toda mi vida, y aunque de eso no me arrepentía, sí que habría querido evitar hacerle daño a la única persona que me había aceptado como era y que tanto amor me había dado. Ahora ella me odiaba, y no era de extrañar. Había sido una grandísima hija de puta con ella, con todas las letras, y no podía soportar recordar su rostro, descompuesto por el dolor y el sentimiento de traición cuando la encerré en el sótano.

<< No volverá a suceder... >>pensé, al terminar de preparar la soga, atarla a una raíz y pasarla por una de las ramas. Después, con una mueca de dolor, me subí al taburete y pasé la soga alrededor del cuello.

Me adentraba mas y mas en el bosque, siguiendo el camino de los listones rojos, aunque la verdad no me hacían falta. A pesar de que los árboles ofrecen cierto grado de protección de la lluvia, este no se nota, aun debo tener el paraguas abierto. Pero fuera de los árboles, listones y agua, es otra cosa la que llama mi atención, pisadas, puedo ver pisadas en el piso que se ha ablandecido con la lluvia, cuando alguien se adentra tanto en un bosque no siempre son buenas noticias, con suerte serán solo unos deportistas que poco y nada le interesa el clima o quizás sea alguien perdido. Empiezo a seguir las pisadas, me alejo cuidadosamente de mi camino para no acabar perdido yo también y entonces veo a la persona, una chica pelirroja apunto de colgarse de un árbol, una suicida.
Dejo caer las bolsas y el paraguas, rápidamente empiezo a buscar la caja de cuchillos de cocina que compre en la ciudad, la abro y saco el cuchillo de carnicero, el cuchillo mas grande que tenia y aunque no es un cuchillo arrojadizo cumplirá bien la función. Me acerco mas a la chica con el cuchillo en manos y entonces lanzo el arma blanca hacia la cuerda para cortarla. El cuchillo certeramente corta gran parte de la cuerda y se clava en el árbol, solo quedo una fibra de la cuerda intacta, pero esta se romperá inmediatamente en cuando la chica se deje caer para colgarse ya que no podrá aguantar su peso, pudo ser un lanzamiento perfecto, pero era solo un cuchillo de cocina, solo espero que la chica no se dañe mucho con la caída y el apretón en el cuello.

Inspiré hondo y miré una última vez al cielo, con un único pensamiento para Natasha. Gesticulé un "lo siento" con los labios, al tiempo que una lágrima se escapaba del ojo cicatrizado, hasta quedar suspendida de la barbilla, apunto de suicidarse. Como yo.

Sin un gesto más, retrasé uno de los pies y pateé el  taburete con fuerza, haciendome caer a mí, pero no  aterricé en el suelo, sino que, como había esperado, quedé suspendida en el aire.

Suicidarse de esa forma, no es tan fácil como pintan en las películas. Era algo horrible tener la sensación de no poder respirar, de no poder llevar el oxígeno necesario a los pulmones y sentir un quemazón insoportable en la garganta. Ya de por sí, el tirón de estar colgada era una agonía, como para sumarle la sensación de que te morías.

Sin embargo, cuando empezaba a verlo todo borroso, algo sucedió. Sentí como caía al suelo, y como daba con mis rodillas en él. Caí de rodillas, tosiendo con fuerza, y parpadeando para tratar de ver por qué el universo quería seguir teniéndome torturada. Encontré frente a mí a un chico, posiblemente de mi misma edad, al que miré con frustración y rabia. ¿Por qué no me dejaba morir en paz? ¿No veía que eso era lo que yo quería?

- ¿Qué... te crees que estás... haciendo...?-dije entre jadeo y jadeo. Carraspeé, antes de añadir-: ¿quién te ha dado permiso para meterte en donde no te llaman?

De haber estado mejor, posiblemente me hubiera levantado y golpeado, pero dadas las circunstancias, no lo iba a poder hacer.

En cuanto veo a al pelirroja caer al suelo, me aproximo unos pasos hacia ella, pero me detengo en cuanto veo su mirada iracunda a la vez que me sorprendo de que aun pueda hablar después de estarse asfixiando hace un rato. La miro serio yo no dejare que ella vuelva a intentar matarse, soy japonés y un samurai, el suicidio esta siempre a mi alrededor, es algo que no me gusta, espero poder convencer a esta chica de seguir viviendo. -El nudo esta mal hecho, son siete vueltas y además la cuerda debe ser mas gruesa… no se si mencionarlo pero además el ahorcarse no es sofocarse hasta la muerte, es un calculo complejo de peso, largo de la cuerda y distancia de caída para así romperte el cuello al caer y así no mueres lentamente… pero de todos modos ¿Por qué lo haces?- Digo serio a la chica, mientras le alejo nuevamente de ella para recoger mis bolsas y paraguas.

Tosí de nuevo, frotándome el cuello con cuidado. Me había querido suicidar, pero eso no significaba que quisiera seguir sintiendo el dolor de la cuerda, puesto que normalmente si alguien se suicida, es para no tener que sufrir más. Miré al chico con cara de mala leche y me incorporé, buscando la soga para intentar de nuevo quitarme la vida, pero resultó que ese rubio la había cogido para inspeccionarla... Espera, what? ¿Me estaba dando lecciones sobre como suicidarse? What? Mi cara al escucharle fue épica, con la boca a medio abrir y los ojos entornados, sin entender qué cojones estaba sucediendo.

- Un momento... ¡¿Detienes mi suicidio para decirme que lo estaba haciendo mal?!-apreté los dientes, visiblemente molesta-. ¿Pero tu eres tonto o qué te pasa? Lárgate de aquí si no quieres que te mate. ¡Suficiente tengo ya con oír voces en mi cabeza como para tener que aguantar a un estúpido humano!

Seguí farfullando insultos, mientras le arrebataba de un tirón la cuerda de las manos y me daba la vuelta. ¿Quién se había creído que era, primero para hablarme tan tranquilamente, y después para darme lecciones? ¡Yo ya sabía qué tenía que hacer! No necesitaba la ayuda de nadie.

La reacción de la chica me la esperaba y aunque lo que dijo no tanto, también era una posibilidad, “escuchar voces en mi cabeza” y además me llamo humano, posiblemente ella sufra de esquizofrenia, si ese es el caso entonces ella esta mas allá de cualquier cosa que pueda hacer, pero al menos quizás pueda estabilizarla y convencerla de ir a un hospital. -Soy japonés, se de suicidios… y tu… no te ves de estas tierras, ¿por que estas aquí para acabar con tu vida?- Le pregunto para ver si me responde o que me responde, quiero estudiarla bien para ver como poder ayudarla.

Definitivamente, ese humano me hastiaba. ¿Y a mi qué que fuera japones y que supiera de esas cosas? No le había preguntado eso, ni siquiera me importaba lo que me dijese. Yo solo quería morirme en paz y  dejar de sufrir. Inspiré hondo y apreté los puños, tratando, en vano de tranquilizarme.

- Me da igual de donde seas, como si has venido de la Luna...-le dije, hablando lentamente para ver si así lo entendía mejor-. Los motivos por los que quiero quitarme la vida son sólo míos, y no te interesan, ¿entiendes?

Sacudí la cabeza, molesta, y puse los ojos en blanco. Claramente, aquel humano era idiota, y un metomentodo. ¿No sería más sencillo para él (digo yo) dejarme allí y seguir su camino? Podría ahorrar tiempo, y además, se libraba de hacerme enfadar. Y como consecuente, de que le atacara. Pero, a pesar de todo, él seguía ahí, mirándome, lo que me fastidio.

- ¿A qué esperas? Largo de mi vista.

Existía la posibilidad de que no dijese nada, pero aun asi me esta hablando, una gran señal, he visto y sabido de suicidas que apenas se mueven, no hablan y el único esfuerzo físico que hacen es para pararse frente a un automóvil, cortarse las venas o tragar pastillas. Además, me llama la atención de que la chica quiera colgarse en este lugar, en medio de la nada teniendo a Aokigahara relativamente cerca, esto me hace pensar que lo que ella hace es mas un impulso a un problema mental. Camino hacia el árbol, tomo una rama del suelo y la uso para golpear el cuchillo que lance para cortar la cuerda y asi recuperarlo, ya que me costo bastante como para dejarlo en un árbol. -Esa cuerda ya no te servirá… además de que esta cortada y se esta deshilachando… no te servirá si esta mojada- Digo antes de alejarme para recoger del suelo mis bolsas de compras y mi paraguas, para luego regresar donde la chica para poner el paraguas sobre ella para protegerla un poco de la lluvia. -¿Realmente no tienen ninguna razón para vivir, ninguna, ni la mas mínima?- Le pregunto sin quitarle la mirada de encima.

Me estaba resultando muy dificil no golpearle en toda la cara, y su comportamiento de "te jodo tu plan de suicidio, y además te muestro cómo se debe hacer", no ayudaba. Parecía que no me había escuchado, y yo, oh, encantada de repetírselo una y otra vez, como no tengo otra cosa mejor que hacer, ¿verdad?

- Que me da igual como se haga, la próxima vez me hago el Harakiri para no tener que soportar tus explicaciones-¿No era japones? Pues seguro que entendía lo que eso significaba-. Ahora si me disculpas, voy a intentar suicidarme en otro sitio.

Gruñí, y tras guardar todas mis cosas, me colgué la mochila al hombro, dispuesta para irme. ¿Peligrosos los bosques? Me la reflanflinfaba bastante, puedo transformarme... aunque también podía servirme como una vía adicional y rápida. Y si me perdía... total, me iba a morir de todas formas.

Sin embargo, la pregunta que hizo al final, me hizo detenerme. ¿Razones para vivir? No tenía ninguna. Natasha me odiaba, no tenía un trabajo o una familia, no tenía amigos... Inspiré hondo, gesticulando nuevamente una leve expresión de dolor, pero rápidamente volví a mirarle a él.

- No me queda nada, todo lo que apreciaba se ha esfumado y nunca volverá-respondí, mirando para otro lado.

-Seppuku… es Harakiri es una manera vulgar de llamar al suicidio ritual, y aunque la hicieras no contaría, no eres un samurai- Digo apenas la chica termina de hablar, quien parecio llamarle la atención mi ultima pregunta. a mi me enseñaron todo acerca del Sepukku en su tiempo, bajo el contexto de una una clase de historia claro esta, ya no esta permitido y ya no es requerido, tampoco entraría en mas detalles con ella para evitar molestarla mas de la cuenta. Basado en mis propias experiencias, evito preguntarle acerca de su familia, pero entonces una idea viene a mi mente. -El Seppuku lo hacia un samurai si este era capturado en batalla, cometía algún crimen o falta o si lo ordenaba su señor, entre otras cosas… es una forma de conservar el honor y el respeto… yo no puedo ofrecerte un Seppuku de antaño pero si algo muy parecido… antes de morir, has algo bueno por alguien, asi te iras con algo bueno en mente y asi no terminaras como un triste saco de carne colgado de una rama… ¿y por que no? Te mataras de todas formas, que importa un postergarlo un poco mas y hasta incluso puedas cambiar de opinión, mi punto es… trabajaras para mi, me ayudaras en mi trabajo y si en una semana sigues pensando de la misma manera… yo mismo haré el nudo de tu cuerda y… bueno estoy seguro de que no sabes esto, pero ahora mismo estamos en el suroeste del Monte Fuji, al noreste del monte hay un bosque llamado Aokigahara… también conocido como el bosque del suicidio… tengo cuerdas, cuchillos, químicos y pastillas… todos a tu disposición si aun quieres usarlos después de una semana…- Digo con una tono autoritario a la vez que permanezco en guardia ante cualquier agresión de la pelirroja quien cada vez esta mas enojada, al mismo tiempo que espero una respuesta positiva.

Pude sentir como me surgían venitas de cabreo en la nuca cuando volvió a hacer de pedante sabelotodo. ¿Y si en vez de intentar explicarme inútilmente los métodos de suicidio me dejaba tranquila y se iba? Todos ganábamos, él se iba por ahí y yo recuperaba mi ansiada soledad.

Le miré mal, muy mal, y de verdad que casi me abalanzo sobre él para hacerlo callar. Iba a ir al infierno de todos modos, así que por una muerte más, no pasaba nada. Pero entonces, él propuso algo. Me propuso hacer algo bueno, ir a trabajar para él, ayudarle en su trabajo. Me lo quedé mirando fijamente, buscando cualquier trampa que pudiera haber escondida, pero sus ojos reflejaban determinación, y estaba segura de que no dejaría que me negara.

- ...-fruncí el ceño, desconfiada. Podría hacerlo o no, seguramente yo era mucho más fuerte que él, y fácilmente podría quitármelo de en medio. Pero la verdad es que en esos momentos no tenía ganas de pelear-. No me vas a dejar en paz hasta que acepte, ¿verdad?-suspiré resignada y lo miré, con algo de pena brillando en los ojos-. Está bien, mi opinión no cambiará en una semana, así que no tengo nada que perder...

Me coloqué bien la mochila, cansada de tener que discutir. Si aceptar su propuesta significaba que después me dejaría en paz, pues entonces aceptaba.

Acepto, el hecho de que accedió a vivir un poco mas, me demuestra que puedo hacerla cambiar de opinión, acabo de hacerlo ahora mismo de hecho. -Yo ya hice mi apuesta…- Respondo a lo que dice la pelirroja antes de empezar a quitarme el abrigo para ponerlo sobre los hombros de la chica para que entre en calor ya que debe estar congelándose por la lluvia. -Sígueme, no vivo muy lejos de aquí…- Digo mientras empiezo a caminar junto a la chica, a quien además protejo de la lluvia con el paraguas, no me importaba mojarme.
Regreso a mi camino de los árboles con los listones en las ramas y después de un tiempo corto caminando, llegamos a una pequeño claro en el bosque, en el que hay una cabaña rodeada de cajas apiladas que alguien quien sepa lo que son podrá identificarlas como colmenas. Además la casa esta rodeada de lo que parecen cultivos, donde hay algunas flores de invierno. Apenas llegamos a ese sitio, la lluvia parece detenerse, pero entonces es reemplazada por copos de nieve que caen del cielo, esta empezando a nevar.

Me encogí de hombros, sin cambiar de opinión al respecto de que en una semana estaría igual que en esos momentos: con ganas de quitarme la vida para dejar de sufrir y de hacer daño a las personas a las que quería. Dejé que colocara sobre mis hombros su abrigo, pues era verdad que tenía frío, pero no musité agradecimiento alguno. Me protegió de la lluvia con un paraguas, y comenzó a llevarme a donde fuera que vivía. En todo el trayecto, no dije ni mu, andaba en mis oscuros pensamientos, cargando con la mochila y preguntándome en dónde estaría y qué haría en esos momentos Beelkomon. La última vez que la vi fue en el laboratorio de Kira, justo después de que ese estúpido se ensañara conmigo a golpes. Una suerte para él que en esos momentos quisiera irme para el otro barrio, de esa forma, no tendría que temer el que en cualquier momento decidiera molestarlo o borrarlo del mapa.

En fin, al cabo de unos minutos, el bosque dio paso a un amplio claro con una casa de madera en el centro. Era un lugar en apariencia agradable, tenía un bonito jardín y unas extrañas cajas apiladas en el exterior. No tuve tiempo de preguntarme qué guardaban en su interior, pues de repente vi pequeñas motitas blancas caer del cielo. Lo que faltaba... ahora encima caía nieve... La nieve me recordaba demasiado a ella.

Camino hacia la puerta de mi casa, abro la puerta e inmediatamente se siente un fuerte olor a miel proveniente de mi hogar. La puerta de acceso a la habitación principal de la casa, en la que el piso y paredes son de madera, salvo una pequeña porción en la entrada para dejar los zapatos al entrar. La habitación principal esta llena de repisas que están llenas de frascos con miel y macetas con arreglos florales y una pequeña repisa con libros y algunas fotografías de mi familia, en una pared hay una enorme bandera color blanco con un dibujo en el centro, tres hexágonos ordenados en modo de pirámide, los hexágonos inferiores tienen una flor de loto en el centro y el hexágono superior tiene el dibujo de una abeja. En el centro de la sala hay una mesa y no muy lejos hay un mueble con ruedas en donde se encuentra la televisión. La habitación principal tiene las puertas de acceso a las demás habitaciones de la casa, mi habitación, el baño, la cocina y una que da acceso a mi pequeña sala de entrenamientos.
-Ya llegue Plutón- Digo mientras me quito los zapatos para poder entrar a mi casa. -¡E etaba epedando!- Dice una vocecilla infantil proveniente de la cocina, al mismo tiempo que se escucha que se caen algunas cosas. -¿Cuantas veces te he dicho que no juegues en la cocina?- Digo tras oír el ruido de las ollas cayéndose. -¡Muchas!- Responde la voz infantil, quien al juzgar por el sonido, pertenece a un niño de unos tres años mas o menos.

El chico me dejó pasar a su casa, y en cuanto lo hice arrugué la nariz, molesta por el repentino cambio de olor. Toda la casa tenía un fuerte perfume dulzón, y al ver varias estanterías con flores y tarros de miel, me imaginé que aquel humano era adicto a los dulces o algo por el estilo. Al verle pasar a la sala siguiente del hall, procedí a quitarme las botas, pues sabía que en la cultura japonesa era algo habitual andar descalzo por la casa. Así que, una vez con los pies desnudos, le seguía a lo que parecía ser un salón, con mesa y televisión. Pero sin duda, lo más característico de allí, era la enorme bandera de la pared que tenía ilustrados unos paneles hexagonales y una abeja.

- ...Se ve que te gustan las abejas-comenté, sarcástica. Iba a añadir algo más, cuando descubrí que al parecer, aquel rubito no vivía solo en casa... y que el otro habitante parecía ser un niño-. No me jodas, ¿voy a tener que cuidar a un crío?

Resoplé. Se notaba que no me gustaban los niños, a pesar de tener un hijo, ¿verdad?

-Ven a saludar, tenemos una invitada- Digo sin responder aun a las preguntas de la pelirroja, entonces, de la cocina sale una criatura amarilla, con forma de insecto, alada y del tamaño de una pelota de football mas o menos, se acerca a la chica y le mira fijamente. -Hoda- Dice el Digimon con su vocecilla infantil. -Tu me ayudaras con las colmenas, soy apicultor, por eso tengo tantas… cosas de abejas… las cajas que viste afuera son colmenas… encenderé la estufa, tu ponte cómoda- Digo mientras camino a una pequeña estufa salamandra a la que empiezo a poner un par de troncos que tenia apilado a un lado y entonces empiezo a encender el fuego.
-Me damo Plutón, so u Puroromon… ¿como e llamas?- Pregunta a la chica el pequeño Digimon quien mira sonriente a la pelirroja.

El humano me ignoró al principio, por lo que fruncí el ceño, molesta. Sin embargo, no tuve tiempo a decir nada, porque llamó al niño. Me había esperado escuchar unos pasos precipitados, característicos de un crío, pero, en vez de eso, escuché un revoloteo y (juro que mi cara fue un poema) entonces, entró una abeja en el salón. Sí, una puta abeja, pero esta era mucho más grande que las que había visto, y encima hablaba. Por lo que solo podía haber una explicación para ello: era un digimon.

Retrocedí un paso, alarmada, pero sabía que aquella criatura era más débil que yo, posiblemente estaba en su etapa bebé. Pero no podía confiarme, quizás ya pudiera evolucionar en algo mucho más grande.

- Un digimon-murmuré, mirándolo con cautela. Entonces pensé que ese chico, el rubio, no era un humano normal y corriente. ¿Coincidencia, o no coincidencia? Era algo que me mosqueaba bastante-. Una colmena... tengo que ayudarte en una colmena-solté una breve risotada-. Mira, chico abeja. Espero por tu bien, que esto sea una simple coincidencia, y que no lo hayas planeado de antes, sería muy sospechoso si así fuera.

Me senté en el suelo, junto a la estufa, y acerqué las manos para calentarlas, mientras miraba con algo de cautela al bebé digimon que se había acercado a mí. Parecía inocente, y tenía cierta voz adorable que no llegaba a decir bien las palabras. Casi parecía un bebé humano.

- Me llamo Zayyn.

-Lo es, la verdad me alegro de que conozcas a los Digimon, eso me ahorra las explicaciones y no, no me ayudaras en una colmena, tengo mas de doscientas colmenas aquí, asi que… prepárate, pero no te preocupes, te enseñare lo que tienes que hacer… ¿quieres algo de comer o beber? ¿Un te quizás?- Digo mientras camino hacia la cocina para empezar a hervir agua en la tetera. -Dormirás en mi habitación, solo déjame entrar antes para sacar un futón para que duerma yo aquí- Digo antes de entrar a mi habitación para hacer lo ya mencionado.
Mientras tanto, Puroromon desciende al suelo y camina hacia Zayyn, luego empieza a tocarle un pie usando sus pequeñas manitas.

Resoplé cuando dijo que me preparara para el trabajo. Vamos, era una colmena, no podía ser tan difícil, sobretodo si me daba un traje de esos que usan los apicultores. Por ello resoplé, algo molesta, pero no dije nada. Mientras me calentaba un poco más, noté al digimon bebé acercárseme y tocarme los pies con sus patitas. Al principio, al tocarme, me hizo cosquillas, por lo que retiré un poco el pie, pero después le dejé hacer.

- Ahora mismo no tengo ganas de tomar nada, "gracias"-repliqué, molesta.

Dejo el futón enrollado en una esquina, luego regreso a la cocina para prepararme un te de menta para después regresar a la habitación principal y sentarme junto a la mesa para empezar a beber el te. -¿Zayyn verdad?... me llamo Kenshi Haibu y… bueno, Plutón ya se presento… ¿de donde eres?- Pregunto entre sorbos.
Mientras tanto, Puroromon empieza a volar otra vez y se acerca a la cabeza de Zayyn y mira curioso su cabello. -Dojo… e guta- Dice el Digimon bebe entes de acercar una de sus patitas para tocas el cabello de Zayyn.

La luz de la estufa iluminaba mi rostro con un suave color anaranjado, y hacía que poco a poco el frío remitiera y que las ropas se me secaran... pero si no me las quitaba, acabaría cogiendo un constipado.

- De Los Ángeles...-respondí con simpleza. Podría decirse que había nacido allí, pero aún no lo consideraba como mi hogar.

En ese momento en el que pensaba en pedirle al chico algo de ropa, el digimon bebé revoloteó sobre a mí, y con curiosidad comenzó a toquetear mi pelo rojo. Alcé una mano para espantarlo, pero entonces recordé en cómo había tratado yo misma a BlackGatomon, y además, el Puroromon era un bebé todavía... Así que bajé la mano y permití que siguiera jugando con mi pelo.

- ¿Podrías dejarme algo de ropa? Esto no se va a secar en la vida y me voy a morir de frío-me quejé, aunque sonriendo con ironía. Otra forma de morir apuntada en la lista.

-Americana… hiciste un largo viaje- Comento antes de dar otro sorbo al te, pero en cuanto escucho la pregunta de la chica, dejo la taza en la mesa y me levanto. -Puedes usar la ducha también o el secador de pelo- Digo antes de entrar a mi habitación para salir después con una camiseta, un pantalón, un chaleco, un pantalón y un cinturón en manos y luego entrego lo ya mencionado a la chica. -Te quedara grande, usa el cinturón- Le digo mientras le entrego la ropa para luego regresar a beber mi te.

Me volví para mirar al tal Kenshi, mientras la abejita seguía inspeccionando mi pelo. Le miré fijamente, y me encogí de hombros cuando comentó que había hecho un largo viaje.

- Tengo mis métodos para viajar-dije simplemente, que lo relacionara como quisiera, no le iba a dar detalles sobre mí de manera tan gratuita.

Me levanté al mismo tiempo que él, y le seguí para tomar después la ropa que me tendió en las manos. Di un leve asentimiento cuando me mostró la ducha, y allí fuí. Sin decir nada más, me encerré en el baño, me desvestí y me duché, tratando de rozar lo menos posible las cicatrices del costado y de la espalda. No dolían, si uno no las rozaba demasiado, pero eran grandes y se veían bastante. Comparadas con ellas, la fina línea que recorría mi ojo izquierdo era apenas un hilo rojo. Por suerte, el tatuaje tribal lo tenía en el otro costado. Así, si por un casual (lo dudaba bastante porque ya estaba curada, pero bueno) volvía a darme guerra la cicatriz que me hizo la tal Mashury, la tinta no se introduciría en mi cuerpo y no me envenenaría.

Cuando terminé de darme una ducha calentita y reparadora, salí, sequé los largos cabellos rojizos, y me vestí con la ropa de Kenshi. Me daba algo de vergüenza tener que usar ropa de un desconocido, pero no tenía nada mejor. Al cabo de un rato, ya volvía al salón, con mi ropa colgada de un hombro, y haciéndome una coleta con una goma del pelo.

- Me queda grande-confirmé, señalando la camiseta, que me quedaba algo holgada-, pero me servirá.

Con un suspiro, volví a sentarme en el suelo, dejando mi ropa a un lado y mirando el paisaje nevado por la ventana.

Mientras la chica se esta bañando, aprovecho el tiempo para arreglar mi habitación para que ella duerma ahí y además saco unos postres de mi refrigerador para ponerlo sobre la mesa, son postres tradicionales de Japón, bolas de arroz y unas masas dulces entre otras. A Puroromon le sirvo un picadillo de frutas con miel las que come con gusto y luego de eso me siento frente al televisor, viendo una película.
Apenas la chica sale del baño y me confirma que la ropa le queda grande, yo señalo la mesa con la comida pero al parecer ella no me ve ya que se sienta para ver la nieve por la ventana. Puede verse una capa blanca que cubre toda superficie, a pesar de lo frío que debe ser estar ahí afuera, se ve calmo, apacible.

Seguía nevando, y eso provocó que mi humor empeorara. La nieve, por alguna razón, me recordaba a Natasha... Aun podía sentir el frío que había notado cuando la toqué en Los Ángeles y la encontré helada... Por unos instantes, pensé que había conseguido matarse a sí misma, y el saber que había sido por mi culpa seguramente me hubiera vuelto loca. Podía aceptar que me odiara, y que no quisiera volver a verme. Pero que quisiera suicidarse por lo que le había hecho...

Fruncí el ceño, en un gesto de dolor, y aparté la mirada de la ventana para clavarla en la mesa, en donde Kenshi había colocado algo de comida. Mis ojos brillaron al yo oler el arroz y los dulces, y sin pedir permiso o dar gracias, cogí una de las bolas de arroz y le pegué un mordisco. Estaba hambrienta, hacía por lo menos un día que no había probado bocado, y en esos momentos cualquier cosa me parecía gratamente comestible. Tragué casi con ansia, y pronto ya me había terminado la bola de arroz de una segunda mordida. Si un humano tenía hambre después de no haber comido nada en un día, yo, un biohybrido, posiblemente tendría el doble de necesidad por comer. Cosas de tener que alimentar un cuerpo más fuerte y que quemaba más calorías.

-Puedo cocinar algo mas contundente si tienes mucha hambre- Le digo a la chica después de verla comerse esa bola de arroz con ansias. Apenas digo eso, Puroromon levanta la mirada y vuela hacia la chica a quien mira con la cara llena de trozos de fruta y miel. -¿Qué te e paso e ojo?- Pregunta el Digimon mirando la cicatriz en el ojo de Zayyn. Yo ya había notado su cicatriz peor no pregunte nada a pesar de que siento curiosidad al respecto, “las cicatrices son los trofeos de un guerrero” era algo que siempre me decían y quería saber el origen de esa cicatriz.

Emití un gruñido de asentimiento cuando me ofreció comida más abundante y que alimentara más, porque dudaba mucho que con solo un par de bolas de arroz y algunos dulces llenara mi estómago al completo. A pesar de ello, cogí otra bola de arroz, y procedí a devorarla de la misma forma que su antecesora. Miré a la abeja cuando me miró fijamente y preguntó por cicatriz, y tragué saliva, retirando un momento lo que quedaba de la esfera blanca.

- Me la hizo una espada, antes de matar a mi antigua yo...-contesté, sombría y misteriosa. Todavía no recordaba nada, y dudaba bastante que algún día recuperara la memoria, pues ya me había acostumbrado a esta "nueva vida", si se le podía llamar así, y si se le podía llamar vida a eso. Porque lo único que había hecho después de despertar, había sido secuestrar a Samuel y convertirle en biohybrido, y traicionar a Natasha...

Mi rostro volvió a ensombrecerse al recordarlo todo de nuevo con total claridad de detalles.

Puroromon ladea la cabeza tras recibir la respuesta. -¿Y omo edad antes?- Vuelve a preguntar el pequeño, pero yo noto la mirada de Zayyn, el tema de su cicatriz no era algo sencillo. -Plutón, termina tu comida- Le digo al Digimon bebe. -¡Si papi!- Responde Puroromon quien regresa velozmente a acabar su comida. -Es muy curioso…- Digo antes de levantarme para ir a la cocina y empezar a cocinar un trozo de carne con algunas verduras.

Alcé la mirada hacia el digimon, al cual Kenshi había llamado... ¿Plutón? Algo así, creo. Tampoco le di mucha importancia, pero sí que me pregunté si por un casual Beelkomon tendría nombre propio, ajeno al que tenía por ser de una línea evolutiva. Si los planes de Kenshi resultaban fallidos, nunca llegaría a preguntárselo. Parpadeé un par de veces, aún con mis ojos verdes clavados en Plutón, y procedí a contestarle, de manera simple:

- No lo recuerdo.

Lo miré con más curiosidad cuando, al ordenarle Kenshi que siguiera comiendo, la abejita lo llamó "papi", como si realmente fuera su padre. Curioso, el pequeño se pensaba que tenía una relación de consaguineidad con el humano... en mi caso, Beelko y yo éramos (o más bien lo habíamos sido) hermanas. No de sangre, sino políticas, o algo así.

Suspiré, y retomé la comida para no seguir hablando y pensando de esas cosas, pero el rubito musitó algo que me escamó.

- ¿Qué es curioso?

-Lo que dijiste… lo de que murió tu antiguo tu…- Respondo mientras pongo la carne en el horno. -Hay que esperar un poco… como decía, eso que dijiste… ¿que quiere decir?- Vuelvo a preguntar mientras regreso a la habitación principal de la casa. Mientras espero la respuesta, descuelgo mi espada y la espada de madera que llevo en la espalda, la espada de madera la dejo recostada en una esquina y mi espada, la que desenvuelvo cuidadosamente ya que la tenia envuelta en una tela para “ocultarla” las veces que voy a la ciudad y la dejo sobre un pedestal que esta arriba de un mueble.

No respondí enseguida, más que nada, porque no era fácil hacerlo, y menos ante un desconocido que no entendía por qué intentaba salvarme la vida. ¿Por qué un acto tan desinteresado? Él no era nada para mí, y yo no era nada para él. Eramos dos personas diferentes y que se habían topado por casualidad. Entonces, ¿por qué?

Pensativa en esto, le observé depositar la espada de madera contra la pared y colgar la otra que tenía, que era un arma de filo de metal, en una vitrina de un mueble. Automáticamente, mi mirada se clavó en mi mochila, en donde debían de estar las mías, mis dos preciosas espadas gemelas. Las tenía mucho aprecio, aunque últimamente apenas las utilizaba. Pero no porque no quisiera, sino porque no encontraba a nadie en quien usarlas.

Volví a mirar al rubito y suspiré. No quería hablar de eso, pero yo había empezado preguntando.

- Hace aproximadamente un mes perdí la memoria, a manos del que me hizo esta cicatriz-respondí finalmente, señalando la línea roja del ojo con el pulgar-. A partir de entonces, no han sucedido más que desgracias.-concluí, sin ánimo.

Perdió la memoria y desde entonces solo a vivido cosas malas, con razón esta tan mal, esta en una situación muy deprimente. -Todo guerrero pasa por momentos malos, en los que esta acabado y derrotado… debe hacer un gran camino para recuperarse y llegar a la cima nuevamente, para tener lo que antes pedio y eso es lo que realmente importa y hará que todo el dolor pase… mi padre solía decirme eso cuando estaba triste o perdía una pelea, es una frase muy antigua de un miembro muy importante de mi familia… mi padre también me decía que las cicatrices son los trofeos de un gran guerrero ya sea la marca de una victoria o una derrota ya que es el testimonio de tus habilidades y batallas- Digo mientras miro hacia la bandera blanca que esta en la habitación, bandera con el símbolo de mi clan.

Sobrevino un tenso silencio, en el cual, Kenshi parecía recopilar esa información. Miré de nuevo hacia la ventana. A pesar de no querer escuchar sobre ese tema, creo que en el fondo quería hablarlo con alguien, alguien objetivo que pudiera darme su punto de vista. Me pregunté si el humano podría ser ese alguien, o si por el contrario se quedaría callado sin decir nada. Fuera lo que fuera, al final me sorprendió.

Me dio un pequeño discurso, unas palabras que me hicieron clavar la mirada en él, fijamente, mirando a través de ellas para entender su significado. Me parecieron... palabras muy puras, demasiadas para provenir de un humano normal, y me sorprendí a mí misma cuando me percaté de que le estaba mirando con expectación.

- Tu padre era alguien sabio-respondí-. Pero, ¿te dijo algo alguna vez algo de guerreros malvados que solo saben hacer daño a los que los rodean?

Le eché una breve mirada a la bandera, algo hastiada, pero enseguida volví a prestar atención a la comida que había sobre la mesa. A los dulces para ser más exactos.

Desvió la mirada de la bandera y comienzo a caminar hacia donde se encuentra la espada de madera. -Un guerrero es bueno o malo dependiendo de donde se le vea… un verdadero guerrero evita las peleas no las hace y solo pelea en cuanto el conflicto es inevitable… aunque claro… estos son reglas antiguas de la epoca en la que los guerreros tenían jefes y ellos solo seguían sus ordenes…- Digo antes de recoger la espada de madera del suelo y tras hacerlo empiezo a caminar hacia la puerta que da a mi sala de entrenamientos. -Un pariente mío, Shinzo Haibu, dijo que un guerrero debe actuar acorde a las abejas, por que las abejas sacrifican sus vidas y trabajan a favor de la colmena y su reina… la colmena podría traducirse como tu familia o clan y la reina son tus objetivos o jefe… eso tiene muchas interpretaciones a decir verdad- Hago una pausa para abrir las puerta, dejando a descubierto mi habitación de entrenamientos, llena de maquinas de ejercicio, maniquíes y armas de madera. -Aunque un guerrero no colabore en la colmena, seguirá siendo fiel a su reina, que podrían ser sus objetivos y sueños y si eso implica dañar a los que le rodean, el no es considerado alguien malo… a pesar de todo… y si ese guerrero no tiene ni colmena o reina, ese hombre solo es alguien con una espada… la verdad es un concepto algo confuso cuando lo escuchas por primera vez- Digo antes de entrar a la habitación para colocar la espada junto a las demás armas de madera.

Nuevamente mi rostro se volvió sombrío. Un buen guerrero evita los conflictos, ¿eh? Eso significaba que, para él, no sería una buena guerrera. La mayor parte de las peleas las había empezado yo, y sin ningún motivo realmente importante, solo por aburrimiento o por venganza. Sacudí con la cabeza, y después, seguí a Kenshi con la mirada, vigilando cada movimiento que hacía. Mientras él cogía su espada y la llevaba a otra habitación, me levanté para seguirle, con un dulce en la mano. Me resultaba curioso el matiz que estaba tomando la conversación.

- Entonces, según tú, no soy buena guerrera, ¿no?-inquirí, apoyandome con mi hombro en el marco de la puerta de lo que parecía ser una sala de entrenamiento-. Muchas veces he comenzado yo atacando, sin ningún motivo.

Mientras él estaba de espaldas y seguía hablando, miré de reojo una de las espadas de madera que había en la sala; seguidamente desvié la mirada hacia el chico, y con un brillo calculador en la mirada y de manera silenciosa, me acerqué a una de las espadas y la enpuñé.

- ¿Y qué pasa cuando una abeja traiciona a su reina?-inquirí acercando el filo de madera a su garganta, desde atrás, sin llegar a rozarlo. Sabía que, si de verdad entrenaba con todas esas armas, detectaría mi movimiento. Mi objetivo no era hacerle daño ni matarle, sino solo probar si era tan bueno como parecía, y para escuchar su respuesta-. ¿Lo ves? No me tendrías que haber salvado, solo sé hacer daño a los de mi alrededor...

Aunque no la veo, se exactamente que ella se esta acercando lentamente y que también toma una espada de madera la que luego acerca a mi cuello, quizás como una prueba a mis habilidades, no pienso responder inmediatamente, mas que nada por que intento buscar una manera de mostrarle mis habilidades sin hacerle daño. -No te conozco, no puedo decir si eres una mala o buena guerrera y a decir verdad tu tampoco te conoces del todo, aun no te recuperas de tu amnesia… una abeja reina no siempre es una persona física, a veces es un ideal, un sueño o un objetivo… si tus acciones van acorde a ese objetivo, entonces seguirás siendo un guerrero… cuando una abeja deja atrás su colmena y su reina tendrá solo dos destinos… muerta a manos de un depredador o para encontrar otra colmena con otra reina…- Digo tranquilamente, pero apenas acabo la frase, con una mano tomo por la muñeca la mano con la que la chica sostiene la espada de madera, luego giro sobre mi mismo para quedar cara a cara de ella y luego sostengo su otra manos con mi mano libre. -Tu estas en un estado en el que aun no encuentras tu nueva colmena y tu nueva reina… y eso puede ser cualquier cosa que llames hogar o familia- Termino diciendo sin dejar de mirar a la chica, con un rostro serio pero al mismo tiempo sereno, estar serio es mi expresión facial por defecto.

Sujeté con firmeza el arma, sin retirarla en ningún momento y sin permitir que el brazo me temblara. La espada no me parecía pesada; después de haber manejado durante tanto tiempo un arma de metal, la madera era menos que una pluma. Escuché lo que dijo, con curiosidad, y lo cierto era que me sorprendió. Me di cuenta de que tenía razón en algunas cosas, aún no llegaba a conocerme a mí misma, y no sabía muy bien qué hacer con mi vida en esos momentos. Quizás... quizás tuviera razón, lo de buscar una "colmena" a la que proteger, una reina a la que seguir, podía ser un objetivo marcado, un sueño. ¿Pero cual era mi sueño? Ladeé la cabeza, y cuando me cogió de la mano y se dio la vuelta, le dejé hacer, sin oponer resistencia, hasta que con la otra mano, cogió la que yo tenía libre. Le miré a los ojos de manera intensa, algo anonadada por esas palabras tan profundas, pero me obligué segundos después a apartar la mirada y a carraspear al no poder mantener más esa mirada.

- Espero que eso sea cierto, chico abeja. Ya sabes que a mi ya no me importa morir-respondí, alejándome un poco de él para dejar de nuevo la espada de madera en su sitio.

-Aun quedan siete días para ver eso… así que ponte cómoda- Digo mientras la veo regresar la espada, estoy algo mas feliz por sus palabras, al parecer no será tan difícil hacerla cambiar de opinión después de todo. -Todos podemos perder el camino en cualquier momento… incluyéndome y se lo difícil que es regresar… la comida esta lista- Digo eso ultimo notando que la casa empieza a llenarse lentamente con un olor a carne asada, por lo que salgo de la sala de entrenamientos y entro a la cocina para empezar a servir los platos los que después pongo sobre la mesa. Carne asada con papas, cebolla y arroz. Puroromon no come carne por lo que a el le sirvo otro plato de picadillo de frutas con miel.

Salí de la habitación tras él, sonriendo levemente sin darme cuenta, pero pronto volví a mi expresión normal y me senté otra vez en el suelo junto a la mesa del salón. Me miré un momento a mí misma observando distraídamente la ropa que Kenshi me había prestado, y fue en ese instante, en el cual un sabroso y tentador olorcillo inundo mis fosas nasales. Inspiré hondo, alimentándome con el olor, y sintiendo como la boca se me hacía agua con solo imaginarme a mí misma comiendo la carne que olía tan bien.

Tampoco tuve que esperar mucho, Kenshi se metió en la cocina y comenzó a prepararlo todo para comer. No me levanté a ayudarle, estaba demasiado ocupada en alimentar a mi estómago con el aroma de la carne que había suspendido en el aire, como si fuera un hilillo de humo procedente de la cocina. El estómago me rugió mas fuertemente que antes, lo que hizo que adquiriera un leve sonrojo de la vergüenza en las mejillas.

Pongo dos platos de la carne sobre la mesa, la carne que estaba cortada en trocitos pequeños, iba acompañada con papas, cebolla y arroz. A Zayyn le entrego su plato junto a un cuchillo y un tenedor mientras que yo usare los tradicionales palillos. Por su parte, Puroromon se abalanza contra el plato de frutas con miel que le serví. -Tengo una idea… para que nos conozcamos mejor… es simple, quizás incluso pueda saber si eres un guerrero… tu preguntas algo sobre mi y yo pregunto algo sobre ti y debemos responder con la verdad- Hago una corta pausa para comer un trozo de carne. -No es necesario que lo hagas ahora mismo… puedes hacerlo cuando quieras… en el transcurso de la semana- Termino diciendo bebiendo un poco de te.

Miré la comida como si no hubiera comido en un año; a punto estaba de que se me resbalara una babilla del hambre, pero por suerte cerré la boca a tiempo. Cuando depositó los platos en la mesa no dudé, agarré el cuchillo y el tenedor y comencé a comer, tratando a la vez de no parecer ansiosa y desesperada, porque eso significaba que realmente necesitaba la ayuda de alguien, y eso era algo que me negaba a admitir.

En cuanto me llevé un trozo de carne y tragué, una sonrisa de alivio e aposentó en mi rostro, y comencé a sentirme mejor que antes, menos débil y quizá con algo más de ánimo. Además, estaba bastante buena la carne, Kenshi realmente era un buen cocinero... Eso me hizo recordar a Beelko, ella también cocinaba como si tuviera manos divinas... ¿Qué estaría haciendo en esos momentos?, me pregunté.

Tomé un vaso de agua después de tragar y carraspeé. Apoyé los codos en la mesa y puse la barbilla sobre las manos entrelazadas.

- Como quieras... Empieza tú si lo deseas, yo por el momento no tengo preguntas-No había demasiado que descubrir. Él vivía solo en esa casa con Plutón, y aparte de ser apicultor, parecía pertenecer a una especie de clan de esos japoneses... posiblemente un clan de más chicos abejas.

Doy otro sorbo a mi te antes de formular una pregunta, era una pregunta sencilla ya que quería dejar las preguntas mas importantes mas a futuro según avanzaba la semana. -¿Cuál es tu conexión con los Digimon? ¿También tienes un compañero?- Pregunto calmadamente para luego continuar comiendo la carne con arroz, la verdad no estaba muy curioso por saber la respuesta si no por la pregunta que ella me haría después, si es que hace una ahora.

Parpadeé un par de veces cuando me hizo la primera pregunta, la más obvia a mi parecer, pero no contesté en seguida, sino que suspiré y me levanté para darme más movimiento al agitar el brazo y sacar el digivice de la manga. Lo agarré con firmeza y se lo mostré durante unos segundos.

- Tengo digimon, pero eso no es importante. Ni sé dónde está ahora ni me interesa...

Me mordí el labio unos segundos, pero después me puse mi abrigo, que para qué negarlo, allí no abrigaba una mierda, y salí al exterior, indicándole a Kenshi que me siguiera con un gesto de la mano. ¿Quería saber qué relación tenía con los digimons? Pues bien, la iba a saber. Afuera, caminé a paso ligero, pisando la nieve, y me detuve frente a uno de los árboles del linde del bosque. Lo evalué con la mirada, y deduje que no sería dificil mostrarle lo que quería al humano, más que nada, para que viera a quien estaba hospedando en su casa.

Apreté los puños, y dejé que el digisoul que hasta entonces había estado conteniendo saliera a flote de nuevo. Antes este había sido rojo como la sangre, pero en esos momentos había derivado a un negro muy denso, provocado por mi actual humor. Lo que hice después, fue simplemente golpear el tronco del árbol con fuerza, con toda mi fuerza, descargando en él toda mi rabia, odio y dolor. He de decirlo, fue bastante agradable deshacerme de toda esa tensión que había ido acumulando, pero dudaba que se hubiera ido toda por completo.

Miré los puños, estos estaban intactos... quizás un poco magullados, pero apenas una raspadura. En cambio, el árbol golpeado, había sido arrancado del suelo, y había empujado al siguiente, doblándolo a su vez, pero sin sacar del todo sus raíces. Me di la vuelta, y miré a Kenshi -si es que este había decidido salir a ver qué quería mostrarle- para juzgar la cara que habría puesto por mi demostración de poder.

Me extraña la respuesta y actitud de la chica, por unos instantes creí haber preguntado algo malo, pero pronto me doy cuenta de que quería mostrarme algo. La sigo hasta afuera donde veo como ella de un golpe derriba un árbol, quedo impresionado ante el gran poder que demuestra e intento quedarme serio lo mas posible. -Impresionante…- Digo mientras comienzo a aproximarme al árbol, para cuando estoy al lado de este, meto una mano en mi bolsillo para así tocar mi Digivice y activar el Digisoul, rápidamente una serie de partículas amarillas me rodean y entonces con una sola mano arranco una rama gruesa del árbol caído para después partirla en dos. -Yo no tengo tanto poder… pero mientras mas entreno mas fuerte me hago y por mas tiempo puedo mantenerlo- Digo antes de que mi Digisoul desaparezca a la vez que dejo caer los trozos de madera al suelo. -Aun así tu Digivice no es igual al mío… pero será para después… te toca preguntar- Vuelvo a decir a la chica antes de agacharme para recoger un poco de nieve y hacerla bola.

Sus palabras fueron las que había esperado, había quedado impresionado, pero había pensado que al menos su rostro se hubiera torcido en una mueca de sorpresa. Ese chico debía de ser bastante serio normalmente, de ahí que no lo hubiera visto sonreir todavía.

Le observé con atención cuando él decidió darme la pista de qué tipo de tamer era, un saver a juzgar por su digivice y por el aura amarilla de datos. Curiosamente, me dio la sensación de que no había entendido del todo el secreto me rodeaba, pero lo dejé estar.

- Uhm...-mis ojos brillaron con curiosidad cuando Kenshi partió la rama en dos-. No lo haces mal para ser un novato...

Empecé a pensar en algo. Él me había dejado quedarme en su casa y me había "salvado" de una muerte segura. ¿Qué iba a hacer yo por él? ¿Solo trabajar con sus colmenas? Podría hacerlo, pero entonces le debería un favor más, así que a lo mejor podría ayudarle a manejar su digisoul... Una ráfaga de aire gélido me hizo estremecer, así que, sin avisar y sin pensar más en ello, empecé a caminar de nuevo hacia la casa.

- No era una pregunta demasiado comprometedora, así que la mía tampoco lo será... ¿Cómo conociste a Plutón?

Me decepciona un poco su pregunta, creí que preguntaría algo mas personal, pero creo que lo hará mas adelante. -Fue en este mismo sitio, una noche en la que un gran estruendo me despertó, salí de mi casa y entonces vi una enorme criatura amarilla tirada en el suelo, arrastrándose hacia mi… a su lado había otra criatura que se fue rápidamente, dejando al Digimon amarillo quien luego se deshizo en luz dejando atrás un huevo y mi Digivice… unos días después el Digimon que mato al Digimon amarillo me ataco el quería el digihuevo… por suerte había otra persona con un Digimon cerca que me ayudo en ese momento aunque esa persona también quería robarse el huevo… un tiempo después otro Digimon mercenario apareció con la misma misión de llevarse el huevo y bueno… otro Digimon me ayudo y esa noche Plutón nació… esa es la historia- Digo mientras sigo haciendo bolas de nieve las que luego dejo caer al suelo para ponerme a hacer otra.

Me detuve a escasos metros de la casa, mirando a ver si me seguía de nuevo adentro, pero como no le vi dispuesto a entrar, yo tampoco lo hice. A ver, era su casa, yo podía ser a veces impertinente y grosera, pero no tenía muchos ánimos en esos momentos, y lo acababa de conocer. No había tantas confianzas, así que sólo le miré de lejos coger bolas de nieve y tirarlas de nuevo al suelo. Fruncí el ceño, ¿qué estaba haciendo? Afuera se quedaba uno helado.

- ...-puse mala cara, mientras comenzaba a castañear un poco, y al mirar la nieve que iba acumulando, se me fue ocurriendo una idea. Sonreí de manera un poco maliciosa y aproveché que él estaba ocupado con su nieve para preparar yo una pelota blanca y tirársela-. Yo no he sido-respondería en cuanto él se diera la vuelta para ver quién le había atacado.

Repentinamente siento un golpe frió, Zayyn fue aunque diga lo contrario. -Lamento si mi historia te aburrió- Empiezo a caminar hacia mi casa, pero a medio camino, me agacho rápidamente, recojo un puñado de nieve, la aprieto y se la lanzo a Zayyn. -Iniciaste una guerra fría que no podrás ganar- Digo antes de recoger mas nieve y me preparo para lanzársela a la chica si es que me lanza nieve otra vez.

Evité sonreír al ver su cara de desconcierto, aunque luego me pareció con sus palabras que se había molestado. Mantuve la expresión neutral mientras le miraba caminar hacia la casa, esperando a ir tras él para lanzarle otra por la espalda. Comencé a coger más nieve, sonriendo de manera pícara mientras le miraba... Pero entonces, de repente, él se dio la vuelta rápidamente y me lanzó a mí una bola a la cara.

Caí al suelo de espaldas por la sorpresa, con la ara roja, fría y mojada. Le miré, sorprendida, cuando dijo que eso sería una guerra fría, pero enseguida sonreí maliciosamente y me levanté, preparando de nuevo la bola de nieve.

- Ah, ¿sí?-inquirí-. Es bueno saberlo, nadie me ha vencido desde que desperté de nuevo...

Retrasé el brazo, y cubriéndome la cara con el otro, le lancé la bola de nieve.