El peor descubrimiento familiar.

- ¡Me vale bien poco las palabras de tu madre!-Rugí, fastidiada de que hubiera esquivado mi sablazo. Me di la vuelta, y salté hacia él-. Oh, vamos... Será rápido... Apenas te dolerá...

Hice girar la daga entre mis dedos, sonriente, mientras continuaba acercándome a él a medida que retrocedia. No respondí a ninguna de sus palabras, pero me molestaba que estuviera acertando en todo respecto a mi madre... Que de verdad se llamara Erin, y que de verdad tuviera un digimon rojo llamado Rukriel. Gruñi, enseñándole los dientes, cuando insinuó que podría destrozar la base si seguía en ese estado.

- Oh, podemos ir afuera, si lo prefieres. Allí no habrá mobiliario que pueda destrozar...-Di un paso hacia él, dispuesta a agarrarle de la nuca y tirar de él hacia el exterior, pero antes de que pudiera tocarle siquiera, mi estómago rugió con violencia, y mi piel palideció visiblemente-. Mierda, no...

Apreté los labios, y me llevé una mano a la boca. Mis mofletes se hincharon, y mis ojos se movieron nerviosamente en busca de algun recipiente o similar para echar la pota. Pero como no lo encontré, todo el vómito salió de golpe, esparciéndose por el suelo. Fue una suerte que ningún mueble o alfombra se manchara.

- ¡Bleeeeeegh! ¡Aaagh! ¡Coff! ¡Coff!-Me sujeté a una columna para no perder el equilibrio, pues de repente todo mi cuerpo había comenzado a temblar violentamente.

Jadeé violentamente, mientras veía los restos de la cena del día anterior esparcidos por el suelo. El asqueroso olor volvió a darme náuseas del asco, pero por suerte ya no tenía nada que echar afuera. No obstante, eso no hacía que me sintiese mejor, pues mis rodillas temblaban y mis manos y mi frente estaban sudorosas. Y por si fuera poco, el estúpido de Zerker se acercó a mí y me agarró del brazo para "ayudarme".

- Suéltame, joder...-gruñí, empujándole con fastidio y mirándole mal. Sin embargo, el malestar no pude evitar que el albino continuara agarrándome y que me llevara a la cocina-. Dije que me soltaras, estúpido. No necesito tu ayuda...

Me senté en la silla que me tendía, preguntándome por qué cojones trataba de manera tan insistente de ayudarme a que me encontrara bien. ¿No me odiaba? ¿No había disfrutado al haberme "asesinado", y al haberme golpeado otras veces? ¿A santo de qué venía ahora a ayudarme, como si se preocupara por mí? Le miré con desconfianza, y rechacé el vaso de agua que me tendió y la basura que dejó junto a mí por si volvían a darme náuseas.

- No me toques-le volví a sisear-. No soy tan gilipollas como para creer que de verdad estás preocupado por mí. Te he golpeado, te he torturado; tu me has borrado la memoria y te ensañaste conmigo en el laboratorio de Kira... Nos odiamos mutuamente.

Me abracé el estómago, angustiada todavía, y evité mirarle a la cara en todo lo posible. Mis ganas de verle y de tenerle cerca eran las mismas que de querer... No sé... ¿perdonarle la vida a Yamato, por ejemplo?

Clavé la mirada en el suelo, esperando fervientemente que Zerker decidiera irse y me dejara allí tranquila, pero no parecía que el albino estuviera para la labor ese día… Seguía empecinado en ayudarme y en preocuparse por mí. Realmente no llegaba a creérmelo, es decir. Éramos enemigos, le había hecho mucho daño a él, y a algunos de sus amigos, y él me lo había hecho a mí… ¿Por qué pues trataba de ayudarme? ¿Para redimirse? ¿Se arrepentía de sus actos?

- Si quieres te agradezco también la cicatriz-murmuré, sarcástica, mientras ponía los ojos en blanco-. ¿Caernos bien? No sabes lo que estás diciendo-resoplé, indignada.

Entrelacé las piernas sobre la silla, y comencé a esperar pacientemente a que se marchara. Sin embargo, el chico seguía allí, y yo cada vez me impacientaba más. ¿Es que no se cansaba? Por un momento estuve tentada de levantarme y echarle yo misma a patadas si era necesario, pero entonces él siguió hablando. No supe a ciencia cierta si estaba siendo sincero, o se lo estaba inventando todo para acercarse a mí, pero igualmente en cierta manera me sorprendió, y acabé mirándole con la cabeza ladeada y el ceño fruncido.

- ¿Qué estás diciendo? ¿Estás hablando de que no has hecho suficientes acciones buenas? Decidiste unirte a Chaos, decidiste seguirme a mí y a Vladimir… ¿Y ahora te arrepientes?-alcé la cabeza para mirarle de manera severa-. Ahora no nos traiciones, Zerker.

Solté un gruñido de molestia cuando dijo que encima era una bonita marca mi cicatriz, aunque no se lo iba a negar. Esa roja línea vertical le daba a mi rostro cierto aspecto torvo y duro, algo que sin duda ayudaba cuando me proponía intimidar a otras personas para mi beneficio... Quizás si que debiera de agradecerle habérmela hecho. De hecho, Kenshi me dijo una vez que las cicatrices eran trofeos de guerra, y que debían llevarse con orgullo.

Me mantuve en silencio por un rato, el tiempo necesario para saber que no iba a sufrir már arcadas, pues no me apetecía vomitarle encima al albino, y que luego se estuviera una hora quejando con su molesta voz... Eso supondría un dolor de cabeza para mí, el tener que aguantarle. En ese tiempo, el chico tuvo suficiente para explicar que había malentendido sus palabras... Pero si se arrepentía de haber hecho cosas malas, ¿qué narices hacía en Chaos? Es decir, nuestro grupo se dedicaba a sembrar el terror y la destrucción... ¿Con qué me vebía ahora diciendo que quería obrar bien? Solté un resoplido, sus motivos cada vez me parecían más estúpidos y sobretodo, incoherentes. Ayudarme a mí, y a la vez hacer buenas acciones... Menuda estupidez.

- Yo no entendí mal... Simplemente tú te explicas como el culo, tío. Perteneces a un grupo que se dedica a sembrar el caos y el miedo, y sin embargo quieres hacer buenas acciones... Perdona, pero desde mi punto de vista, eso es un ataque de bipolarismo muy serio-suspiré-. Como sea, si no nos traicionas, no tendré que matarte...

Casi con resignación, finalmente acepté el vaso de agua, llevándolo a mis labios y bebiendo con avidez después de haber perdido la comida digerida de hace unas horas.

Al terminar el vaso de agua y dejarlo sobre la encimera carraspeé, y le dirigí una mirada de irritación al albino. Me levanté, y salí de la cocina mientras pensaba en lo que me estaba pidiendo. ¿No asesinar a personas? Si, claro, cómo no...

- Destruíste un monumento aquella noche en Nueva York... Creo que lo que pides está fuera de lugar, pero haz lo que quieras... Tráeme más soldados si eso te hace feliz, porque los vamos a necesitar-asumí, de mala gana, mientras me cruzaba de brazos y me acercaba a una ventana para observar el paisaje.

Me mantuve en silencio durante un rato, sin responderle a su última pregunta. ¿Qué hacer? ¿Contárselo o no contárselo? ¿Me traicionaría? ¿Se iría de la lengua? ¿O quizás lo usaría en mi contra? Demasiadas preguntas sin ninguna respuesta, y encima se estaba poniendo muy pesado para saber qué era lo que ocurría. Podría contárselo, o podría mentir... Pero eso significaría que no estaría confiando en él, aunque quizás podría darle el beneficio de la duda, pero estaría muy pendiente de lo que hacía o decía.

Finalmente, me volteé, y le miré fijamente, sin expresión alguna en mi rostro.

- Estoy embarazada.

Las diferentes reacciones de Zerker ante la nueva noticia me hicieron alzar una ceja. Claramente estaba muy sorprendido, pues seguro que aquella respuesta había sido lo que menos había esperado. Pensé que debía de sentirse medianamente agradecido, acababa de confiarle una importante noticia, un cambio en mi vida, que haría que Kenshi y yo formáramos una familia.

- Sí, embarazada-respondí simplemente.Aunque al escuchar su petición de ser el tío me hizo tensar el cuerpo y mirarle de manera agresiva-. ¡¿Qué has dicho?!-me encorvé, como si fuera un animal a punto de saltar sobre su presa. Quizás fuera una actitud extremista el ponerme tensa solo por haber insinuado tal cosa, pero ya se sabe que en los embarazos, la mujer sufre graves cambios de humor. Por eso mismo, cuando cambió de tema, volví a recuperar la calma, pero aún mirándole con algo de enfado-. No estoy indefensa. Todavía me quedan meses para necesitar una mínima ayuda. En ese tiempo puedo movilizarlo todo rápidamente.

Me di la vuelta, y comencé a caminar por la casa para no tener que mirarle mientras hablaba. No me gustaba tenerle cerca ahora que sabía acerca de mi embarazo, pueso podía confiar un poco en él, pero aún quedaría mucho para que confiara plenamente en él. No en vano, habíamos sido enemigos durante mucho tiempo. Salí de la habitación con un par de zancadas, y subí las escaleras hasta la azotea de la casa, desde la cual podía verse todo el paisaje que rodeaba a la mansión por completo. Seguramente Zerker me siguiera, pero no se lo iba a impedir... Podía caminar con libertad por la casa.

Solté una leve risa, divertida por que me estuviera considerando débil incluso en el embarazo. Me volví hacia él, y le sonreí de manera algo inquietante.

- Estamos hablando de mí, no voy a necesitar ayuda hasta que la tripa sea bien grande... Y cuando eso pase tendré a Beelkomon, a Rukriel y a Fenrir-suspiré-. Sabes, resulta molesto que me subestimes de esa forma.

Le di la espalda, y me puse a mirar fijamente el mar, de manera tranquila y pensativa, mientras que, sin molestarme por su última e inesperada petición, cavilaba la respuesta. Lo cierto es que, después de haberle convertido en un biohybrido, el chico no tenía pinta de haber pisado mucho su casa. Su apariencia había cambiado completamente a la de antes, y sus facultades ahora eran mayores.

- ¿Quedarte aquí?-le miré largamente, algo desconfiada, pero suspiré-. Como quieras, pero no le hables de mi embarazo a nadie, o te arrancaré la cabeza... Sé que en un momento ocultar el enorme barrigón va a ser imposible, pero hasta entonces quiero silencio y discreción. ¿Me has oído?-Mis ojos verdes se clavaron en los heterocromáticos de él. Sin ninguna maldad, solo transmitía seriedad a la par que seguridad.

- Dios, qué inútil eres...-puse los ojos en blanco y me di la vuelta para enseñarle su habitación. La verdad es que había varias, pero cualquiera podría valerle a él, mientras no necesitara nada más allá de lo esencial.

Bajé las escaleras de nuevo, y me detuve en el tercer piso. Recorrí el pasillo, y fui mirando puerta por puerta para descubrir que había en el interior de las habitaciones. Finalmente, descubrí una que casi estaba vacía, a excepción de la cama un cuarto de baño privado y un par de muebles. Me introduje allí y me crucé de brazos.

- No se si esta te servirá, aunque imagino que es mejor que la habitación que te dio Kira en su laboratorio-me encogí de hombros, y después salí al pasillo-. Ah... Una última advertencia... En esta mansión no solo vivo yo... También está mi novio, es un rubiales de ojos azules. Y... bueno, tu me has pedido vivir aquí con todas las consecuencias, no me hago responsable de futuros traumas por escuchar lo que no se debe.

Esbocé una sonrisa burlona, antes de alejarme de allí para volver al piso inferior y abrir la nevera para prepararme algo.