La caída de la Dama de Cobre.

Cerré los ojos un breve instante, divertida, ante que todos me instaran a que explicara el motivo de la reunión. Me pasé ambas manos por el pelo, acariciandolo desde las raíces hasta las puntas, mientras me acercaba a una de las ventanas y me sentaba en el alféizar para observar el paisaje... El mar revuelto con los truenos cayendo sobre él.

- Are, are... Está bien...-accedí, mientras creaba un pequeño e inofensivo tornado entre los dedos de mi mano, enfundada en un guante que no cubría los dedos-. He conocido a alguien... Alguien que encarna la Oscuridad, alguien que nos ayudará en nuestros propósitos personales-por el momento, no dije cuál era mi plan principal, ya se sabría en su momento...-Así como destruir las organizaciones humanas, o echar abajo tantos monumentos se requieran...-fuí echando una mirada a aquellos cuyos deseos iba nombrando-. Él nos dará el poder que deseamos para hacer lo que queramos, cuando queramos, y como queramos. Nadie se interpondrá en nuestro camino mientras le sigamos a él...

Mi rostro estaba serio, para que se dieran cuenta de que no estaba diciendo ninguna broma o despropósito. Eso era lo que yo pensaba hacer, y estaría bien si no se me querían unir... Pero pobre del que intentara detenerme.

- Su nombre es Vladimir-alcé la barbilla, dispuesta a hablar de nuestro solicitante oscuro-. Y está encerrado en algún lugar. Quiero liberarlo lo más pronto posible, él les dará a los que le sigan un poder con el que jamás podrían llegar a soñar...-enmudecí un momento, mirando fijamente a los presentes, con un brillo letal en los ojos plateados-. ¿Quién está dispuesto a unírse a la causa?

Mientras esperaba cualquier respuesta por parte de ellos, saqué una cajetilla de tabaco del bolsillo de la chaqueta y me encendí un cigarro. Luego eché el humo hacia un fuera de la ventana, por si molestaba a alguno de los de dentro.

Escuché con detención lo que la pelirroja iba diciendo, que, en resumidas cuentas, se trataba de querer liberar a un ser terrible como pocos. -Si tú dices eso,- empecé a decir para que todos entiendan. -debe ser alguien que va más allá de la simple perversión y corrupción del mundo.- dije finalmente, con un tono de preocupación. Preocupación porque era algo muy arriesgado si es cierto lo que dijo Zayyn.

-Mientras no interfiera en mis planes, todo bien.- le terminé contestando a la única mujer aquí presente. Miré al cielo tormentoso de allí afuera y me puse a pensar que pasaría si este "Vladimir" era más peligroso de lo que Zayyn sabía. Tal vez necesitaría un plan de respaldo. Luego me volví a ver a Zerker, para ver que hacía.

Seguía aún de pie en la estancia de la torre, donde la pelirroja nos empezó a hablar de alguien cuyo poder era superior hasta a ella misma y ella quería liberarlo, este ser llama ''Vladimir'', nos brindaría un poco de su poder y nos daría ayuda para poder tirar si quisiéramos el mundo abajo, pero... Sabes muy bien que Crow y yo no somos de trabajar mucho en equipo- dije mirando a la chica y luego a mi hermano, era un sueño muy anhelado poder tirar todos los gobiernos del mundo abajo, que nación se levante sobre nación y reino contra reino, ya podía presenciar un apocalipsis, la tan anhelada sonata del tercer cuerno.

-Ahora bien, digamos que mi hermano y yo te apoyemos y el tipo sea liberado, ¿quien nos asegura que este tipo no nos quiera joder después de haber sido liberado si es tan grande el poder que tiene?- dije a la pelirroja aún ignorando a los demás que estaban en la sala.

Escucho atentamente lo que la mujer de cabellos rojos tiene que decir, mientras observo fijamente a su Digimon igualmente rojo, pensaba en como obtener una muestra de ADN de el para poder evolucionar a esa forma, ciertamente era un Digimon muy poderoso que porta un poder que quiero bajo mi control. Cuando la pelirroja menciona el nombre del ente de maldad y oscuridad, Vladimir, yo inmediatamente volteo la cabeza para ver a la chica y finjo una expresión de sorpresa -¡Por supuesto! El amo del mal y la oscuridad, el señor de todo lo corrupto, mensajero de la muerte y demonio humano ¡ Vladimir!... no tengo idea de quien es- Digo mientras que sobreactuó algunas gesticulaciones para ambientar mi discurso para luego volver a mirar al AeroVeedramon rojo para quiñarle un ojo, quería incomodarlo un poco de ser posible. -Se escucha como un buen plan ciertamente ¿Qué hay que hacer?... ¿Debemos reunir las siete esferas del mal, decir las palabras mágicas y el señor de toda la maldad nos concederá un deseo?... y si es asi, solo escucha tus palabras- Hago una pausa para sacar un cigarrillo de uno de mis bolsillo para ponerlo en mi boca -¿Que te hace pensar que después de liberarlo, esta “encarnación de la oscuridad”?- Hago la mímica de las comillas con los dedos -¿No nos tratara como sirvientes y perritos falderos si es que nos deja vivir después de usarnos como un preservativo...? … no debí usar ese ejemplo… como sea, se escucha como un buen plan, me apunto- Digo antes de encender mi cigarrillo para ponerme a fumar a la vez que me empiezo a acercar cada vez mas al AeroVeedramon rojo que tanto llamo mi atención.

Torcí levemente el gesto. Todos me pedían explicaciones, sobre todo para saber si podían mantener su integridad física y psicológica a salvo. Notaba el temor de todos ante cualquier imprevisto que ocurriera, pero muchos de ellos se unían sin dudarlo. Espere a que todos mostraran sus dudas, sus preguntas, para poder resolverlas todas de una al final, aunque algunas de ellas, ni yo estaba segura de su real respuesta, pero trataría de responder con la mayor sinceridad posible.

- Veamos… Mercer, ya he dicho quién es Vladimir… Es un ser que fue encerrado por su poder. Según lo que he ido investigando, él liberó a los Demon Lords, él casi destruye el digimundo por eso… No se a ciencia cierta quién lo encerró, la verdad, pero no nos será difícil liberarlo, él mismo nos irá dando las indicaciones, cuando los portadores de los Digieggs del Deseo, la Tenacidad y el Orgullo, estemos reunidos. Si alguno piensa que puede conseguir alguno de ellos, que se ponga en marcha, cuando estemos los tres portadores, liberaremos a Vladimir-miré a Crow y a Bakura-. Imagino que lo habréis pensado, pero ¿quién sería tan tonto como para patear a aquellos que le han liberado? Sin duda seremos recomensados, podréis hacer cuanto os dé la gana, si eso no se interpone en el camino de Vladimir. Pero si aun así no os convence la propuesta, entonces, yo responderé por vosotros.

Me bajé del alféizar, y estiré mis brazos, hacia arriba, mientras cerraba un ojo y sonreía de manera felina.

- Bueno… si todos estáis de acuerdo, entonces creo que es hora de tumbar una estatua, ¿verdad, chicos?

Seguía escuchando con detenimiento lo que aquella maldita desgraciada tenía para decir sobre "El Oscuro", lo cual no me terminó de convencer, pero igual decidí seguir adelante con todo esto. Sabía que debía pensar en un plan de emergencia, en caso de que este "Vladimir" se saliera de control. Quizás necesitaría la mente del escocés para esto.

Luego observé cuando la pelirroja se bajó del alféizar y dio incentivos para destruir la estatua. En ese momento me acerqué a la ventana y me monté arriba de Dorugreymon. Una vez sobre ella, ésta se apartó, demostrando estar listo para poder tirar la Estatua de la Libertad.

- ¿Por qué derribar la estatua?-solté una risita-. Es evidente. Para demostrarles a los humanos que su querida libertad tiene los días contados...

Busqué a Rukriel con la mirada, dando un silbido. Este acudió a mi lado, y con en el digivice le obligué a digievolucionar, una vez estuvo fuera. Observé cómo todos salían al exterior mientras me terminaba el cigarrillo y lo tiraba al suelo. Solté una risa seca y me asomé a la ventana... para dejarme caer al vacío.

Cualquiera que me viera, seguramente pensaría que estaba loca (no muy lejos de la realidad), o que era una suicida (no de nuevo), pero la realidad era muy distinta. Mientras soltaba un grito de júbilo al sentir la velocidad pegarme en la cara, un a maraña de sombras me envolvió, y el disfraz que había ocultado mi actual apariencia digital desapareció, mostrando a un digimon demoníaco, negro, y con ligeras vetas de lava recorriendo el cuerpo.

Spoiler:

La pregunta estaba obligada. ¿Cómo podía usar mis poderes estando en forma humana? ¿Cómo me había transformado tan deprisa en Aeirmon? La respuesta era simple: siempre había sido Aeirmon, solo que había usado mi propia apariencia humana para ocultarme, gracias al Digimental del Deseo. Si no, ¿cómo habría podido matar de manera tan sencilla a los humanos que habían estado en la isla?

Di un rodeo a la estatua, y me detuve en mitad del aire, a una prudente distancia de la enorme figura de cobre. Miré a Rukriel, él se había aposentado a mi lado, pero comprendió rápidamente lo que quería decirle.

- Si, Master...-accedió, luego de eso se acercó de nuevo a la estatua, con su pecho brillante, y tras dar un rugido ensordecedor, el rayo en forma de V salió despedido de su cuerpo para colisionar con fuerza en la estatua...

Sonreí de manera divertida, observando como la Estatua de la Libertad, el símbolo de ese país, comenzaba a ser destrozada, a derrumbarse ante los ataques de Rukriel y los demás digimons allí arrejuntados... Era un espectáculo hermoso.

Me dediqué a observar como iban saliendo todos y cada uno de los que participamos, incluyendo a esos dos amigos de Zayyn, que estaban transformados en un Arresterdramon uno y el peliblanco en un stingmon, ambos con un color distinto. Luego de verlos haber salido, doy un pequeño salto para que mi camarada evolucionase a la etapa Mega.

Una vez ya preparado todo, y todos a salvo fuera de la futura ruina, Dorugoramon lanzó su Brave Metal hacia la cabeza de la estatua, más precisamente en su rostro. -Tiremos esto lentamente, pero sin perder mucho tiempo,- comencé a decir seriamente mientras la enorme esfera de energía golpeaba la cara. -ya que tendremos más obstáculos si nos tardamos demasiado, y aún no es tiempo para que sepan de nuestro rostro.- les expliqué de la manera más breve que pude.

Alex pego un salto saliendo del interior de la estatua, en su mano cargaba su Digivice y en la otra su Digisoul emanaba, el cual era de un color morado siniestro, introdujo el Digisoul en el interior de su Digivice para luego Digievolucionar en su etapa Campeón.

Su apariencia había cambiado, era muy parecida a la de un mago, su nombre era Wizardmon. El Digimon Hombre Demonio empuñaba su báculo el cual tenia forma de sol, apunto hacia la estatua preparándose para atacar.

—Magic Game.—Wizardmon libero un relámpago azul que provenía de su báculo, dicho ataque impacto en el brazo de la estatua, donde estaba la antorcha, derribándole sin ningún problema alguno.

No obstante aquel sujeto que era acompañado de la Dorugoramon, empezó a derribaran la estatua lentamente pero sin perder demasiado tiempo ya que tendrían mas obstáculos si se tardaban mucho en tirarla abajo.

Off::

Desde mi posición observé como todos se disponían a ayudar Rukriel a destruir la estatua. Primero, el digimon de Johno lanzó una esfera de energía altamente destructiva; después, Mercer, evolucionado en un simple Wizardmon, atacó usando rayos -no era un ataque muy poderoso, pero igual servía-; mientras que Zerker, evolucionado en su etapa mega, mandó dos ráfagas luminosas y filosas contra la estatua... Debo decir que fue una mierda de ataque, pero en fin... sería suficiente.

Me alcé en el aire, extendiendo los brazos hacia los lados, reuniendo todo mi poder en ellos mientras invocaba una tormenta de viento muy peligrosa, violenta y cortante, que rajó como si fuera mantequilla a la Dama de Cobre en numerosas partes... Fue el incentivo que necesitaba la estatua para comenzar a derrumbarse del todo. Su cabeza cayó, precipitádose hasta chocar contra el suelo y romperse en miles de fragmentos, quedando de su corona simples trozos de roca. La antorcha y el libro tuvieron un destino muy similar: fueron destruídas en menos de lo que canta un gallo, incluso antes de caer al suelo.

A los pocos minutos, ya nada quedaba de la enorme mujer de la libertad, todos sus pedazos reposaban sobre el suelo, provocando fuertes temblores a la caida de los trozos de cobre.

- Ahí está vuestra libertad, humanos... Disfrutadla mientras podáis-susurré sonriendo ampliamente, con los brillos de los rayos y de la luna reflejados en mis ojos. Extendí los brazos hacia los lados-. ¡Lo hemos hecho! ¡Ya nada podrá detenernos!

Al ver que reducimos la enorme estatua, símbolo de libertad y esperanza para los que llegan a esta tierra, en tan solo minutos, me di cuenta lo frágil que este mundo era. Era algo desesperanzador ver que, uno de los monumentos más valioso en todos los aspectos, sea solo ruinas ahora. Miré a todos los participantes, al Wizardmon, al extraño digimon en el que se convirtió Zerker, probablemente de nivel Mega, y a la pelirroja en su forma digimon.

-¡Que todo el mundo vea y escuche lo ha pasado aquí y desesperen!- empecé a decir de manera fríbola, mirando los restos de la Dama. -¡Ésta es solo una fracción de nuestro poder!- dije y pronto mi emblema comenzó a brillar. Al mismo tiempo, aprovechando el incremento de poder que éste provocó a mi camarada, ella lanzó una esfera de energía notablemente más poderosa que la anterior en dirección a los restos.

La Dama de Cobre por fin había sido destruida en mil pedazos, o eso era hasta que la camarada del sujeto lanzo otro de sus ataques hacia los restos de la estatua dejando un gran cráter en la zona. Wizardmon miro a la pelirroja en su forma Digimon, esperando nuevas ordenes ya que habían terminado por completo con la Dama de Cobre.

—Y ahora, ¿que haremos?—El Digimon Hombre Demonio fijando su mirada en la pelirroja esperando alguna respuesta de esta. Luego desvió su mirada en la Dorugoramon ya que le había impresionado el inmenso poder que tenia, luego observo al extraño y asombroso Digimon en el que había Digievolucionado aquel sujeto de cabellos grises, tenia la apariencia de un Dragón Ancestral.

Mi sonrisa era amplia, contenta de haber demostrado tal poder, me sentía con fuerzas de hacer cualquier cosa, por muy dificil que fuera. Pero no por ello debía dejarme llevar, porque entonces llamaría demasiado la atención, y de momento era más sensato actuar desde las sombras, sin que nadie nos pillara...

- Ahora... Es hora de replegarnos. Por el momento nos retiraremos, pero pronto volverán a saber de nosotros...-murmuré mirando los restos del monumento, con un brillo calculador en los ojos. Luego alcé la mirada hacia mis supuestos aliados-. Nos volveremos a reunir pronto, buscad a los demás portadores de los digieggs de la Tenacidad y el Orgullo... Y suerte, "compañeros".

Le hice un gesto con la cabeza a Rukriel, y ambos comenzamos a alejarnos de ese lugar, sobrevolando por la ciudad, oscura y de noche, pero esperaba que nuestra velocidad fuera suficiente como para que nadie nos viera...

-Me parece lo mejor.- estuve de a cuerdo con la pelrroja, pensando que por el momento era mejor evitar el enfrentamiento directo. Asi que con Dorugoramon nos dirigíamos a tierra, así me bajaba momentáneamente al suelo mientras ella regresaba a su forma de Campeón, ocupando un tamaño menor.

-También deberíamos dispersarnos, haciéndonos más difíciles derastrear.- terminé agregando, mientras me volví a subir al lomo de Dorugamon. Una vez arriba, nos alejamos por el lado de afuera de Brooklyn.