[Valdivia] Buscando a alguien que no sé quien es.

Un precioso paraje natural encajado entre las montañas, donde un salubre bosque lo cubría todo. No había nada que la vista abarcara que no fuese el verde de las hojas, el azul del cielo o el gris de las montañas, allí donde no había vegetación que lo cubriera. Todo ello, obviamente iluminado por la luz del astro rey.
Un lugar que para cualquiera le parecería precioso y sobre todo muy revigorizante, más si estabas de descanso allí. Pero para la albina no era más que una pequeña tortura, la luz destrozaba su delicada piel, por no decir que cegaba sus orbes rojos como la sangre. Así que, bajo una capa de varios centímetros de crema solar y unas oscuras gafas de Sol, se encontraba esperando a que apareciera la motera. Habían quedado en ir allí, tras encontrarse en NY y haberlas pedido ayuda -a ella y a Gatomon- de encontrar a su humana.

- ¿Sabes cuánto le queda para llegar? Le dije a Luddy que estaría para la hora de comer con él en el hotel.

Sí, se había traído a su hermano pequeño al viaje. Pero porque no quería dejarle solo en su casa, y menos ahora que necesitaba toda la comprensión posible. Lo de tener que eliminar a su compañera para que sus datos fuesen purificados, no la gustaba nada, por ello, el tiempo que estuvo de nuevo en Alemania, se lo había pasado de manera apática, aunque eso sí, con explosiones de ira contra otras personas. Sin sus habituales saltos de egocentrismo, sino más bien, como un alma en pena que no le importaba nada ni nadie. Sólo Ludwig podía sacarla de ese estado, de ahí, que se lo hubiese traído.

- No sé- nya~ Hace años que no la veo, así que, no me acuerdo si era puntual o impuntual. Y por favor, si puedes hoy no tengas uno de tus ataques de ira.
- Haré lo que quiera. A fin de cuentas, no vas a estar ahí para controlarme.- reprochó la humana.

Desde su regreso de NY las dos habían tenido una relación bastante tensa. La una intentando seguir como antes, y la otra haciendo lo que quería y usando el reproche de que no vas a estar. Podía notarse bastante tensión acumulada entre las dos, por lo que la gata movía el rabo de un lado a otro de manera bastante brusca; mientras que la humana, lanzaba miradas hoscas -además de tener esa expresión en el rostro- que quedaban ocultas por los cristales opacos de las gafas.

El bosque se había visto en un pacífico y nada tenso silencio hasta su llegada. Primero se escuchó un gruñido lejano, aunque a medida que pasaban los segundos, aquel sonido rugiente se fue haciendo más intenso. Los animales del bosque se escondieron en sus madrigueras y nidos cuando una estructura con ruedas salió de detrás de una zona elevada del suelo, dando un salto. La extraña figura, una especie de vehículo negro y alargado que se movía a bastante velocidad, y que no parecía importarle pisar las hojas o a pequeños animales a su paso. Lo montaba una figura sinuosa, vestida de cuero negro, de largos cabellos rubios, y de ojos rosados que miraban a través de los agujeros del casco azul que hacía más intimidante su aspecto. Beelkomon era su nombre, ya se sabía, y había acudido a ese país nuevamente, tras haber estado buscando con rabia y odio a los responsables de la muerte de su humana, Zayyn. Pero gracias a un familiar al que no había visto desde hacía casi cien años, descubrió que muy posiblemente la pelirroja seguía viva.

Pronto percibió el olor a humano y a digimon, sus dos aliadas, su hermana pequeña y la humana de esta. No tardó en hacer frenar la motocicleta frente a ellas, levantando una leve capa de polvo. Las miró, y con un movimiento de cabeza las saludó.

- Hermana... Julchen...-murmuró, mirándolas al tiempo que las nombraba-. ¿Habéis visto algo extraño?

Tras un buen rato de espera, obviamente en un tenso silencio, por fin llegó la motera. Aunque eso sí, llenándolas a las dos de polvo del comienzo del sendero al bosque. Lo que obviamente causo una mirada aún más torva en el rostro de la albina. Estaba ya cerca de ese punto en el que las miradas de te voy a matar parece que realmente lo iban a hacer. Gatomon, sólo pudo suspirar ante eso, ya sabía lo que iba a pasar, no iba a haber nadie que soportara a la albina hasta que volviera a ver a su hermano pequeño.

- ¿Algo raro? ¡Ah, sí! - dijo con toda la intención de ilusionar a la motera antes de hacer su comentario malhumorado.- A una tía que nos ha dejado llenas de polvo. ¡Espera! Esa eras tú

Tas un gruñido de rabia, a pesar de que no había sido mucha la cantidad de polvo levantada -cualquier excusa era buena para ponerse de peor humor- la albina comenzó a ascender por el sendero sin mirar si las dos la seguían, la sobrepasaban en la moto, o lo que fuera. No la importaba ninguna de esas dos cosas, lo único que había en la mente de la albina eran pensamientos cíclicos no demasiado alegres, y las ganas de volver con su hermano.

Gatomon negó con la cabeza cuando su humana se marchó sendero arriba, aunque en sus ojos había una gran preocupación.

- Disculpala, está pasando por un momento bastante delicado en su vida personal. Y tiende a estar de muy mal humor cuando las cosas se ponen difíciles. Si la ignoras y no dices nada, es mejor, al menos no le empeora el humor.

Se acercó a su hermana y extendió las zarpas para indicarla que quería darla un abrazo, pero que no llegaba. Cosas de que tuviese el tamaño de un gato, y no de una persona, pero ocultar en ese lugar las alas, era mucho más complicado que de costumbre.

- ¿Qué tal estás?

Beelkomon frunció el ceño, extrañada por el comportamiento de la humana, y en parte molesta por hacerse el centro del universo. ¡Venga ya! Había sido una leve capa de polvo que apenas se había levantado un poco del suelo, casi sin alcanzar las rodillas. ¿De qué se quejaba? Iba a responderle con alguna grosería, pero sintió unos golpeteos en la pierna, y al ver a Gatomon tratando de llamar su atención, se agachó y la cogió en brazos.

- Yo también estoy pasando un mal momento y no soy grosera con ella-murmuró la motera, abrazando a la gata-. Pero eso no importa ahora-añadió, sonriendo.

Colocó a Gatomon tras ella en el asiento, e hizo mover al vehículo para aparcarlo junto a un árbol y desmontar para buscar con más facilidad. Mientras lo hacía, decidió hablar con la gata, a fin de cuentas, la había visto poco desde hacía cien años, así que lo mejor sería empezar a recuperar el tiempo perdido.

- Estoy bien, gracias. ¿Y tú?-le preguntó-. Oye, ¿llegaste ya a tu etapa mega?




El sendero por el que caminaba la albina comenzó a descender, entre los árboles, siendo rodeado por un conjunto de sonidos característicos al lugar en donde se hallaba: algún rumor de agua, piar de pájaros, o incluso el susurro de algunas hojas al ser movidas por los animales que  habitaban en las ramas... Podría decirse que estaba siendo observada, aunque eso era muy habitual en un bosque. Los animales, poco acostumbrados a presencias humanas, se solían extrañar cuando uno de ellos cruzaba esos caminos.

Sin embargo, una figura que poco tenía de animal de bosque también vigilaba desde detrás de unos espesos matorrales, agazapada como un gato, y con los músculos en tensión. Sus ojos seguían en silencio los movimientos de la chica, y esperaban cualquier oportunidad para entrar en acción.

La gata cerró los ojos a la vez que negaba con la cabeza, para indicarle que no tenían nada que ver ambos motivos. A fin de cuentas, el mal momento de Beelko estaba -posiblemente- cerca de acabarse. Mientras que el de Julchen solo había comenzado, y todavía no había llegado a su peor parte, ese momento en el que de verdad todo se iría a la mierda. Además, Beelko, por suerte, no tenía tanto problemas psicológicos como la albina.

- Ninguna de las dos os tomáis las cosas de la misma manera. Y a pesar de lo que pueda parecer, Julchen carece de suficiente fuerza emocional para afrontar situaciones que le presionan mucho en ese aspecto. Se niega a desahogarse, y se consume en su propia tristeza. Lo que provoca que sea más tendiente a tener ataques de ira. Aunque si la situación de verdad lo necesita, se comporta de manera excepcional.

Sonrió tras el abrazo y bajo de un salto de la moto en cuanto su hermana la aparcó en el lugar que había escogido. Comenzó a caminar siguiendo a su humana, moviendo las orejas en dirección a casi cualquier sonido extraño que fuese capaz de percibir. Había algo que no la gustaba de ese lugar en concreto.

- Por ahora todo bien... Y digamos que Julchen sólo consigue la suficiente cantidad de datos para evolucionarme cuando se enfada. Pero el problema es que esos datos son dañinos para mí, y por tanto, podrían hacer que me corrompiera. Ante eso, preferimos no evolucionar. - contestó a la pregunta.


La albina, por su lado, continuó caminando un par de metros. Pero se detuvo, mientras que sus ojos rojizos escrutaban la espesura con la atención de un cazador que siente la extraña y molesta sensación de que está siendo observado. Todo podrían ser imaginaciones de su mente, pero dudaba eso, a fin de cuentas, sabía la sensación que era tener una mirada encima. Y más, cuando no querías ser observada.
Pero hasta ahí llegaba toda su intuición humana, no podría localizar de donde provenía esa sensación, así que, tendría que hacer salir al causante de esa sensación. Avanzó unos cuantos pasos más, antes de tirarse dentro de un arbusto espinoso, que la arañó en cualquier zona de piel descubierta -pero no la importó eso- y comenzó a arrastrarse por la cobertera más baja del bosque, sin dejar de observar de vez en cuando, para ver qué es lo que era. O si se atrevía a salir. Su mano derecha se desplazó hasta su pantalón, de donde sacó una pistola con el seguro puesto.

Beelkomon hizo un mohín, pero tras dejar aparcada la moto comenzó a seguir a la albina, con Gatomon a su lado. Suspiró y cruzó los brazos por detrás de la cabeza. Se fijó en que Gatomon, al hablar de su humana, parecía querer defenderla, justificar sus actos. Se preguntó si ella hubiera hecho lo mismo por Zayyn, o viceversa. Seguramente sí, se lo preguntaría en cuanto la encontraran de todas formas.

- Ya me imagino que no querrás absorber esos datos-murmuró, recordando los viejos tiempos-. Zayyn me dejaba absorber cualquier dato... -sonrió, recordando un momento hacía tiempo-. Una vez estuvimos apunto de absorber al digimon de una amiga suya... Pero por suerte nos dimos cuenta de lo que íbamos a hacer a tiempo.

Aunque era verdad que eso había ocurrido cuando había sido Beelzemon, o cuando este no había implantado aún sus datos de Beelkomon. La sonrisa se le hizo más amplia al recordar la clase de cocina de aquella tarde... Pero pronto desapareció al recordar los páramos helados en los que habían muerto Alyria y Renamon.

- Eran buenos tiempos...-murmuró, con algo de tristeza.


La figura miró con curiosidad cómo la humana se detenía y miraba a su alrededor. Supo que la habían detectado, y esbozó una sonrisa desde su escondite. Abrió la boca un poco, y dio unos leves susurros. Su silueta desapareció de repente, en el interior del mismo arbusto en el que se había introducido la albina. La siguió con la mirada, pero no se movió, por el momento. La vio extraer una pistola de su pantalón, pero tampoco hizo nada que pudiera detonar que ella se encontraba allí. Sin embargo, sí que agarró una piedra cercana. Movió el brazo con rapidez y lo lanzó por ahí, con la intención de alejar un poco a la chica, y darse un espacio para actuar.

Gatomon puso cara de desagrado. No le gustaba lo que le comentaba su hermana sobre la humana que tenía de compañera, a pesar de que era tan poco como que la dejaba absorber cualquier dato que encontrara. Eso no era saludable, en cierto sentido, era como los alimentos para los humanos, tenían que hacer unas dietas suficientemente buenas para conseguir un desarrollo óptimo. Y con los datos era lo mismo, no tenían que "nutrirse" de cualquier cosa, sino de los mejores para sus evoluciones. Además de que para un digimon con compañero humano, daba igual la cantidad de datos que absorbiera, dependían de la energía del humano, no de otros digimons.

- No sé si "alimentarte" de cualquier cosa es saludable. Pero me parece algo irresponsable por parte de tu humano no preocuparse por eso. Pero siempre has sido la mayor, así que, sabrás qué es lo que mejor te viene.- dijo con un encogimiento de hombros un tanto extraño por eso de estar caminando por el suelo a cuatro patas. - Por cierto, ahora que lo pienso. ¿Cómo puedes estar aquí? No recuerdo haber visto que formases un huevo tras la pelea.

Era algo que para la gata era un gran misterio. Es cierto que ella se deshizo antes en datos, pero estos ya se habían reunido formando una esfera frente a lo que antes era su cuerpo. Sin embargo, en el caso de su hermana, a pesar de estar deshaciendose en datos, no los había visto reunirse formando nada bajo ella. Sino que flotaban libres por el aire.

Sus orejas se movieron de repente hacia un lugar, donde había escuchado un ruido más fuerte que de costumbre, como si alguien se hubiese movido o caído. A fin de cuentas, estaban cerca de donde las dos humanas jugaban al escondite.


La albina sonrió como un tiburón ante su presa al escuchar el sonido. Sin decir nada quitó el seguro de la pistola y se internó hacia el interior del bosque, sin molestarse en mirar hacia atrás. A buen ritmo, ignorando los obstáculos y avanzando por donde había aún cobertura vegetal. Por lo que si intentaban seguirla, lo más posible es que la acabaran perdiendo en algún punto.

Beelkomon sacudió la cabeza, como si intentara retroceder en el tiempo para cambiar la forma de expresarse. Bajó los brazos y comenzó a andar hacia atrás, mirando a Gatomon con una sonrisa.

- En realidad teníamos cuidado a la hora de elegir a quien cazar. Normalmente eran digimons de tipo vacuna... por eso de que ambas teníamos atributo virus. Pero siempre nos asegurábamos de que no estuvieran enfermizos o algo por el estilo-explicó moviendo los brazos, mientras seguía andando hacia atrás.


Sonreí ampliamente al ver como la humana pasaba de largo, y como se alejaba del lugar, internándose en la espesura y perdiéndose por el bosque. Mala suerte si no conseguía encontrar el camino de regreso, pero ese ya no era mi problema. Por fin me había desecho de ella de manera un tanto esquiva, y ya podría seguir mi camino con tranquilidad.

¿Por qué me había escondido? Simple, aquello era un bosque en el cual dudaba que fueran personas regularmente a pasear, y al escuchar extraños sonidos y voces desconocidas había deducido que los que allí se encontraban no habían aparecido por casualidad. Y en el peor de los casos, podría haber sido mi asesino. No tenía ni idea de si esa chica de pelo blanco había sido quien me había dejado en ese estado de amnesia, pero llevaba una pistola, y prefería no enfrentarme a ella de momento si así lo era. Tenía que conocer mejor mis habilidades.

Resoplé y salí del arbusto, sonriendo ampliamente en una mueca burlona en la dirección por la que se había ido la albina.

- Jeh... Humana idiota...-murmuré, avanzando hacia delante sin mirar, lo que sin duda fue un error, porque de repente sentí que chocaba con algo-. ¿Qué...?

Gruñí, molesta, y me separé, mirando mal a lo que estaba delante. Había imaginado que se trataba de algún árbol, pero al ver que se movía, me alarmé. Era una mujer, bastante alta la verdad, y rubia. Vestía de negro, y al mirarme, se quedó unos segundos con el ceño fruncido... hasta que abrió al completo sus ojos rosados... sus tres ojos rosados.

- No... ¡Zayyn!-exclamó la desconocida, entre aliviada y sorprendida.

Sabía mi nombre. Eso quería decir que había supuesto bien, y que venían a por mí. Desenvainé al instante las espadas, produciendo un escalofriante sonido ruido metálico al rozar las vainas. Para darme espacio, di un salto hacia atrás, y fruncí el ceño, mirando con rabia a esa mujer... que por cierto iba acompañada por una gata blanca bastante peculiar.

- ¡Zayyn, eres tú! ¡Sabía que estabas viva!-la rubia, que parecía estar al borde de derramar lágrimas, dio un paso al frente, tratando de acercárseme.

- Ni un paso más-respondí, apuntándola con una de las espadas.

Las palabras de su hermana no fueron precisamente de ayuda, porque la hicieron fruncir más el ceño. En cierto sentido que solo atraparan a digimons de tipo vacuna le resultaba bastante molesto, no por nada ella misma era uno de ellos. Seguramente, ni tan siquiera actuaran de manera malvada, sino que eran inocentes. Y eso, eso sí que la quemaba por dentro.

- Tus palabras precisamente no me parecen justificadas... ¿Los matabas por diversión o por autodefensa? Porque, si me permites, me da la sensación de que los malos en la situación erais vosotras. - levantó la voz algo molesta.- No debiste continuar la conversación, ahora estoy muy molesta contigo... Aunque ¿cómo que las dos sois de atributo virus? - no había entendido bien esa parte.

Pero algo la hizo detener sus dudas, puesto que escuchó el sonido de alguien moverse entre el follaje del bosque.

- ¿Julchen?- preguntó.

Pero en cuanto la figura apareció, chocándose con su hermana, se sobresaltó. No era su compañera, sino una pelirroja con una cicatriz en uno de sus ojos verdes. Aunque adoptó una expresión de desconfianza cuando su hermana comenzó a hablar. Parecía estar contenta con la aparición de dicha humana, pero la pelirroja no lo parecía en absoluto.
De hecho, sacó una espada y amenazó a Beelkomon, provocando que la gata se tensase y antes de conseguir pensar en nada más, saltara con la intención de desarmar a la humana. No la haría daño, o al menos no mucho, puesto que nunca había visto la gracia de hacerles daño, sobre todo, al tener menos fuerza física que ella.

En ningún momento se le pasó por la mente que pudiese ser la compañera de Beelko. Porque, claro, con esa expresión que rallaba en la desconfianza, dudaba que pudiera ser la humana de esta.

Beelkomon estaba algo confusa. Esa, sin duda, era Zayyn. Sus ojos y su voz la delataban, así como su cabello y su “mal humor”. Sin embargo, estaba algo cambiada. Poseía un aspecto mucho más fiero que antes, y la cicatriz del ojo le daba un aspecto peligroso, que sumado con las dos espadas curvadas no hacía sino acrecentar esa sensación. Pero era ella, lo notaba, además había respondido a su nombre.

- Zayyn… soy yo… Beelkomon.



Gruñí. La rubia de cuero con aspecto de prostituta no parecía rendirse en su empeño por acercárseme.  Pero yo no podía dejar que disminuyera nuestra distancia, por lo que a cada paso que daba hacia delante, yo lo daba hacia detrás.

Aunque, de repente, vi que la gata blanca se me abalanzaba, tratando de golpearme a una velocidad bastante alta. Me costaba seguirla, así que, por acto reflejo, traté de esquivar a un lado, sin soltar mis espadas. ¿Cómo una gata podía atacar de esa forma? Era ilógico. Pero tras mirar fijamente al tercer ojo de la rubia, me percaté de que no era humana… por lo que la gata tampoco lo sería… ¿Podrían ser…?

- He dicho que ni un paso más-gruñí, agazapándome casi como un animal.

La motera se presentó entonces, como si intentara que la reconociera, pero yo no la había visto en mi vida… ¿o sí? ¿Quizás antes de perder la memoria? De cualquier modo, me sorprendió lo que la tal Beelkomon hizo después. Se dio la vuelta, y se interpuso entre la gata blanca y yo, evitando así que esta pudiese golpearme.

- Nay, detente. Ella es mi compañera.

Esas palabras provocaron varias reacciones en mí. Primero abrí mucho los ojos, para hacerlos parpadear repetidamente luego. Después abrí la boca, casi con asombro, sin creer lo que oía. ¿Compañera? ¿Los biohybridos podían tener compañero digimon? Era… raro, aunque quizá podía ser factible. ¿Yo con compañera? ¿Sería cierto? No sabía muy bien si firme, pues esa podía ser una estratagema para hacerme confiar, y después traicionarme. Las miré muy mal, a ambas, con desconfianza mientras retrocedía unos pasos.

La motera se dio de nuevo la vuelta, sonriendo ampliamente, con los ojos rosas muy brillantes de la emoción. ¿Por qué? ¿Realmente era mi compañera y me había buscado? ¡Un momento! Si de verdad lo era… Eso significaba que quizás supiera qué fue lo que pasó en el momento justo antes de perder la memoria.

- Si eres mi compañera, cosa que dudo bastante… ¿Por qué no me protegiste?

La digimon me miró, visiblemente desconcertada y afectada, y se rascó la cabeza mientras me miraba con… ¿preocupación?

- Zayyn... Deja de bromear... Esto no es gracioso...

No vi la necesidad de responder, así que ante ese estúpido comentario me quedé callada, mirándolas a las dos con gesto torvo.

La gata bufó con molestia al ver como la esquivaban, pero por mala suerte para la extraña, no iba a volver a tener más suerte. Se preparó para el siguiente salto, pero lo que hizo fue chocarse contra la espalda de Beelkomon, lo que hizo que cayera hacia atrás, desestabilizada. Se frotó la nariz, puesto que la dolía y miró hacia su hermana con una expresión dolida, no entendía por qué se interponía entre ella y la humana que la había amenazado.

- ¿Tu compañera? Pues para serlo, no parece reconocerte demasiado. - dijo enfurruñada la gata, cruzándose de patas.

No dijo nada más, y aunque intentó prestar atención a la conversación que mantenían las otras dos, le costaba. Desde hacía un rato se sentía bastante rara, con un dolor de cabeza casi constante. Pero sin entender de donde provenía esa sensación... Y lo peor de todo es que Julchen no estaba ¿dónde se habría metido? ¿Se habría desviado y tomado otro camino? ¿Se habría caído y ahora yacía inconsciente en el fondo de una zanja? ¿La habría atacado un animal salvaje?

- ¿Has visto a una humana de pelo blanco?- preguntó la gata de golpe, con la preocupación escrita en el rostro.

La motera me miraba con desesperación. No era una broma: no ni quién era ella ni de qué me conocía, pero quizá fuera verdad que era mi compañera.

- Responde a lo que te he preguntado.

No moví ni un músculo, ni siquiera respondí cuando la gata preguntó por la chica de pelo blanco de antes. ¿Sería su compañera? Bah, qué más da, no me interesaba. Estaba más pendiente en la Beelkomon esa que supuestamente era mi digimon. Esta sacudió la cabeza, sin poder creérselo, y apretó los puños.

- No recuerdas nada…-comprendió finalmente. Bravo, se merecía un aplauso por haberlo entendido de una vez-. No puede ser… Samuel te debió de golpear fuerte…

Al instante, mi expresión recelosa y pasota pasó a interés total al oír el nombre. Sin poderlo evitar, al final fui yo misma la que se acercó a ella y la agarró de la ropa para obligarla a agacharse y tener sus ojos a la misma altura que los míos.

- ¿Quién es Samuel? ¿Fue él quien me “mato”? -pregunté, irradiando odio por los cuatro costados.

Beelkomon no pareció inmutarse ante mi agresividad, de hecho, parecía alegrarse de estar cerca de mí. Movió una mano para señalarle a la gata blanca que no había problema en eso, y con una triste sonrisa asintió lentamente.

- Sí... Yo no llegué a tiempo para salvarte porque…-parecía que le costaba revivir de nuevo el supuesto suceso, porque se detenía de vez en cuando y titubeaba-… porque estaba con Keilyn… Ella… ella es tu hermana, pero también estaba allí. Ambas tratamos de salvarte… pero llegamos tarde… Lo siento…-pareció venirse abajo, y sentirse muy culpable por lo que había ocurrido.

- ¿Cómo puedo fiarme de ti?-siseé, entornando los ojos. Todo eso parecía real, pero no podía fiarme, no volvería a ser destruida.

La motera suspiró, pero metió una mano en un bolsillo de su gabardina y sacó algo. Al principio me tensé por si sacaba un arma o algo parecido, pero entonces vi que se trataba de una imagen, una foto, de una chica pelirroja junto a Beelkomon… Y un bebé en los que eran mis brazos…

Solté a la motera al momento, y cogí la foto, sin desviar los ojos de ella. Yo aparecía, sonriente, con el bebé en brazos, Beelkomon salía haciéndole muecas a este último para que riera. Parecíamos estar en una especie de edificio helado.

- Ese… es tu hijo.

Se dedicaron a hablar de sus cosas, ignorando completamente a la gata, así que, tras hinchar los mofletes, decidió dejarlas solas. No iba a sacar nada de allí, el dolor de cabeza iba a peor, y sobre todo, estaba preocupada por su humana. Así que, con pasos felinos, inaudibles a pesar de la cantidad de ramas que cubrían el suelo, Gatomon se alejó de allí, dejándolas solas. Su hermana era lo suficientemente fuerte como para hacerse cargo, y en todo caso, ya había demostrado que no quería que hiciera nada con esa pelirroja.

Tras internarse en el bosque, sin poder encontrar nada que le llevase a Julchen. Pudo ver en una de las ramas, un fragmento de ropa y sangre. Sangre de un olor que le recordaba mucho a su humana, y que gracias al cual, tuvo algo que seguir entre todos los aromas del lugar. Se sentía bien, exceptuando el dolor de cabeza, lo que indicaba que Julchen estaba en buenas condiciones, quizás herida, pero bien.

Alcé la mirada de golpe al escuchar la palabra "hijo", y miré fijamente a Beelkomon, esperando encontrarme una sonrisa burlona o un brillo de diversión en los ojos que delatara que me estaba tomando el pelo. Pero la motera me miraba seria, quizás con un brillo de tristeza en los ojos. Sin embargo, no era posible. ¿Cómo iba yo a tener un hijo? Debía de aparentar como veinte años... Bueno, esa podía ser una edad para reproducirse, pero... ¿en serio? ¿Yo? ¿Teniendo un hijo? Era tan surrealista que no me lo llegaba a creer, pero la prueba estaba ahí, en la foto. El bebé tenía una mota de pelo rojo en la cabeza, y casi podía reconocer rasgos míos en su carita. De repente me sorprendí a mí misma, mirándolo con embobamiento, por lo que sacudí la cabeza y mire de nuevo a la motera.

- ¿Y... dónde está?

Ella se removió, inquieta, tratando de buscar las palabras necesarias para explicarme lo que tuviera que explicar.

- Verás... Antes de nada, debes saber que no es un chico corriente. Tiene un crecimiento muy acelerado, y ahora es fácil tomarle como un chico de diecisiete años. Es un efecto secundario de que sus padres sean biohybridos.

- ¿Quién es el padre?-quise saber, curiosa. ¿Había tenido yo pareja? ¿Cómo sería? ¿Me estaría buscando en ese momento? No obstante, Beelkomon puso cara de circunstancias, y con un gesto me pidió que me sentara en el suelo.

- Esto va a ser largo... -comentó, suspirando, mientras se sentaba enfrente de mí.

Y ahí, la motera lo comenzó a soltar todo. Primero me explicó que yo había nacido en unas extrañas circunstancias, ya desde un feto era biohybrida. Mi padre, al parecer, no me había querido, y mi madre había muerto durante el parto. Me relató brevemente mi estancia en el orfanato, luego pasó al momento en el que la conocí a ella y conseguí la espada original, Gram. También me habló de algunas personas a las que habíamos conocido: Alyria, Keilyn, Mashury... Eran tantos los nombres que comencé a hacerme un lío, pero una cosa sí que comprendí: De alguna forma, a casi nadie le había importado, y de igual manera, casi nadie había sido importante para mí, a excepción de la tal Alyria, Keilyn y Beelkomon. Pero eso era el pasado, ahora dichos nombres no eran nada para mí. La única a la que posiblemente quisiera estaba enfrente de mí en esos instantes, y porque era mi supuesta compañera.

Después de relatarme todas mis actividades (no muy honorables, al aprecer) por el mundo de los digimons, Beelkomon pasó a hablarme de una persona. Fácilmente pude percibir cierto tono de rencor y rabia en su voz al hablar de una rusa rubia a la que habíamos conocido en el frío país que se encontraba en Europa y Asia por igual.

- Os odiabais, porque intentaste matarla a ella y a Samuel sin ningún motivo. Ella secuestró a tu hijo, y tu te vengaste de ella de una forma un tanto... extraña. A partir de ahí, por alguna razón, vuestra relación mejoró. Y no me preguntes cómo, acabasteis siendo pareja.

- Anda ya.

- Es cierto. Erais prácticamente inseparables, aunque de vez en cuando os metíais la una con la otra. Pero un día discutisteis, ambas dijisteis cosas y... bueno, la relación empeoró.

Un silencio sepulcral se adueñó del ambiente. Yo seguía mirando a la motera, y ella miraba la hierba con un brillo triste. Al parecer, esos momentos tampoco debían de haber sido agradables para ella, y por un momento me dio pena. Pero decidí saber el final de esa historia.

- ¿Qué ocurrió después?

Beelkomon dio un suspiro y levantó la mirada. Volví a ver en sus ojos un brillo de rabia y odio, y mi intriga aumentó.

- Encontraste a Naois. Ambos os reconciliasteis-parpadeé repetidamente al escuchar el nombre. Así que mi hijo era el tal Naois... Ya entendía por qué eso era lo único que había mantenido en mi mente al perder la memoria-. En este mismo bosque, os encontrasteis con Natasha y Samuel. Tu entraste en cólera al verlos abrazados y peleaste contra el digimon de Samuel. Te hizo esa cicatriz en el ojo, y después de varios golpes más, te venció, y caíste desde una altura muy alta... Todos pensamos que habías muerto. Nadie podría sobrevivir a esa caída.

Enmudeció. El silencio volvió a hacer mella entre nosotras. La motera me observaba, esperando alguna reacción por mí parte. Yo en cambio, me quedé pensativa y callada unos largos minutos que a ella le debieron de parecer horas.

Bien. Ya sabía por fin qué había ocurrido. Indudablemente, la actual yo nunca se hubiera dejado engañar por la tal Natasha, ni tampoco hubiera dejado que Samuel la venciera. Pero parecía que antes me había dejado llevar mucho por las emociones, y eso, la verdad, no me gustaba. Personalmente, pensaba que eso resultaba una carga y una debilidad. Es verdad, quizás volviera a pasarme, era muy probable, pero iba a hacer un gran esfuerzo para evitarlo...

Di un largo suspiro, pasándome una mano por el pelo y echando una rápida mirada al cielo. Aún quedaba un asunto pendiente, y no sabía cómo preguntárselo.

- Y... ¿Natasha que hizo? ¿Me atacó?

- No... Eso es lo peor...-Beelkomon apretó los puños-. Ella ni siquiera se dignó a protegerte. Se quedó de brazos cruzados mirando cómo te mataban.

Esa declaración me hizo entornar los ojos de manera peligrosa. ¿Mi pareja... había sido capaz de hacerme eso? En teoría tenía que haber sido la persona en la que más confiaba... ¿Cómo? ¿Cómo había podido? De repente, me sentí muy mal. Empecé a tener frío, tembleques, y me entraron unas horribles ganas de devolver la comida que había conseguido hacía una hora. Me coloqué a cuatro patas, con la cabeza gacha mirando al suelo, respirando fuertemente con los ojos muy abiertos, sin poder creérmelo. Todo era muy inverosímil... Que te contaran tu vida pasada de golpe era muy desagradable, pero al menos Beelkomon había tenido el detalle de decirlo despacio y dejándome asimilar las cosas.

- Zayyn...

Solté un gruñido de frustración, los temblores se intensificaron un momento, pero solo para descender de nuevo, hasta que, al cabo de unos minutos, estaba tan quieta como una estatua, mirando fijamente la hierba, sin ninguna expresión en el rostro que pudiera explicar lo que estaba pensando en esos momentos. Me incorporé lentamente, y clavé la vista en mi compañera.

- Te creo-murmuré, en apenas un susurro.

Sin decir nada más, me levanté por completo, envainando las espadas y dándole la espalda a la motera. Ahora ya sabía quién me había asesinado, y gracias a eso, ahora también sabía que me habían traicionado.

- Voy a averiguar si estás conmigo, o contra mí-murmuré, ladeando la cabeza-. Quiero vengarme. ¿Me ayudarás o estorbarás?

La gata corrió preocupada, usando la agilidad felina con la que había nacido para escurrirse por cualquier hueco, saltar de una raíz a otra, trepar a ramas más altas, y demás acciones que parecerían parkour si las realizase un humano a esa velocidad. Porque ahora no era más que una centella blanca que iba corriendo sin detenerse a escuchar nada de lo que la rodeaba. Simplemente tenía el objetivo de llegar hasta donde sentía que debía ir.

Le parecieron años el tiempo que estuvo recorriendo el lugar, pero en realidad apenas fueron más de doscientos metros desde donde había visto la marca de sangre hasta el lugar donde había un desnivel casi vertical de unos cinco metros. Abajo del todo se podía ver a una albina quieta, con uno de sus tobillos sujeto entre las manos. Parecía encontrarse murmurando algo entre dientes, aunque desde donde estaba la gata no era capaz de enterarse de nada.

Con la agilidad que la caracterizaba, la gata comenzó a descender con cuidado de apoyar las patas sobre las mejores superficies para descender. Pero un gato, no es una cabra montesa, así que, en un momento dado perdió pata y se precipitó al suelo. Dándose, obviamente, un costalazo que podría ser bastante doloroso. Pero gracias a su cuerpo digital, apenas sintió nada de dolor, o al menos no mucho.

- ¡Gato! ¿Qué haces aquí?- Julchen parecía sorprendida de verla, por no decir que mucho más calmada que antes.
- Te estaba buscando, no aparecías. Me tenías preocupada.

La gata se acercó a la humana, que parecía estar bien del todo, salvo por unos cuantos arañazos visibles en lo que era su rostro, y por todos sus brazos. Seguramente, de alguno de esos cortes había dejado la marca de sangre y la tela que había encontrado la gata. Y también, estaba el hecho de que la humana seguía sujetando su tobillo izquierdo.

- No te preocupes, no iba mirando cuando me he topado con el terraplén y me he caído. Pero solo me lo he torcido... Quizás sea un esguince, pero por ahora prefiero no moverlo mucho. - respondió a la pregunta aún no formulada por la gata. - ¿Qué ha pasado al final con lo de tu hermana?

La cara de la gata pasó a estar algo molesta, dado que infló los carrillos como si no fuera más que una niña pequeña. Pero para poder contestar dejó de poner esa cara, aunque su ceño aún estaba fruncido y había una chispa de molestia en sus bonitos y enormes ojos azules.

- La encontró, pero la humana parecía no reconocerla. Además de que intentó hacer daño a mi hermana. Luego empezaron a hablar de cosas que eran irrelevantes para mí. Y cuando pregunté por ti, me ignoraron, a pesar de que mi hermana debería saber lo que es no saber dónde está tu compañero. Así que, me largué de allí y me puse a buscarte usando mi instinto... - volvió a poner una expresión de enfado, y se cruzó de brazos.

Una leve sonrisa apareció en el rostro de la albina, antes de coger a la gata velozmente y estrujarla entre sus brazos. Al principio la gata trató de huir -principalmente por el susto que la había metido- finalmente se dejó abrazar. Un suave ronroneo salió de lo más profundo de su garganta cuando la humana comenzó a hacerla caricias en la cabeza.

- No te enfades por eso, ahora mismo, dudo que seas una prioridad. Por mucho que seáis "familia", ella tiene otra y seguramente le haya cogido más cariño que a ti. No siempre tu familia real es la mejor. Sólo ha querido usarte porque al tener una conexión aunque fuera codatal (?), era más fácil que aceptaras. Pero ahora que ha aparecido alguien que le importa más, no tiene por qué seguir preocupándose por ti. - la humana suspiró con algo de pesar.- Una verdadera familia se siente con el corazón, y en eso, yo creo que soy más familiar tuya que esa motera putón.
- ... - la gata no dijo nada, pensando. Las palabras de Julchen, aunque fueran crueles, también eran ciertas. Había pasado demasiado tiempo desde que su hermana y ella se veían, además de que habían acabado mal. Las palabras que le había dicho en el parque también podían ser reales, pero obviamente, ya no eran tan familia como antes. Y ella no había sido capaz de verlo.- Puede que tengas razón... Ahora me siento mal por sólo haberte reprendido estos días atrás, en vez de hablar contigo para intentar animarte... Pero no pienses que voy a cambiar de opinión sobre lo que tengo que hacer, y preferiría que siguieras manteniéndolo en secreto de mi hermana... Seguramente intente detenerme, y eso es un problema, por no decir una molestia
- No te preocupes por eso... Imagino que tampoco te será fácil a ti hacer eso... Pero no puedo evitar pensar, que es todo por mi culpa. Que mi presencia te parece molesta... Por eso me comportaba así... - la voz de Julchen sonaba algo afectada, o al menos al oído de Gatomon, puesto que para los demás seguiría hablando de manera normal.- Y ya te dije en su momento que no diría nada. Y romper promesas no es nada que me guste hacer. No hay nada de valioso en hacerlo.- La humana hablaba en serio.

La gata se volteó para poder abrazar de vuelta a la albina también. Sabiendo, que a pesar de que no lo dijera, quería un abrazo fuerte. Por mucho que Julchen pudiera hacer las cosas de manera precisa y casi mecánica, también necesitaba sentir que la apoyaban y querían. Porque todo sus males no venían nada más que de problemas de autoestima por no haber sido querida por sus padres, ellos la habían apartado al no haber sido la hija perfecta, solo por el hecho de ser albina.

Tras un rato más en el que estuvieron hablando de cosas absurdas, y sin duda, sin mucho interés para el resto de las personas, volvieron a ponerse en pie para ir al pueblo. El tiempo había pasado y en lo que tardaban en orientarse y bajar del sendero a la ciudad, seguro que ya les daba la hora de comer. Y ninguna de las dos estaba dispuesta a llegar tarde. Sobre todo, porque no querían escuchar la voz de general del pequeño hermano de Julchen.
Así que, dejaron el lugar donde habían estado, encontrando al cabo de un rato, un sendero que bajaba hasta la ciudad, pero que se encontraba por debajo del sendero que habían usado antes para reunirse con Beelkomon, así que, no se toparían con ellas durante la bajada. Y en caso de que la pelirroja y su digimon las buscasen, primero tendrían que mirar dentro del bosque, lo que no les daría demasiadas pistas. Puesto que el tiempo había pasado y el aire había borrado los rastros de las dos...

Por el rabillo del ojo atisbé que Beelkomon no se movía, ni decía nada. Ahora sería cuando descubriera lo que yo era realmente para ella. Si rechazaba ayudarme, entonces no habría resultado ser más que un estorbo, y por tanto alguien inútil y a quien no necesitaba. Pero si accedía, entonces contaría con su ayuda y poder, y debía decir que tenía apariencia de ser bastante poderosa, quizá etapa mega o más. Podría servirme para lo que quería hacer.

- ¿Y bien?-su silencio empezaba a impacientarme, así que me di la vuelta para mirarla fijamente y urgirle a que me respondiera.

Ella parpadeó, y comenzó a acercarse a mí, en silencio, sin desviar la mirada. Yo ni me moví cuando se detuvo a escasos centímetros y pasó sus brazos alrededor de mi cuerpo, abrazándome. No intenté separarme, pues supuse que eso significaba un "sí" simbólico por parte de la motera. En respuesta, correspondí a su abrazo, de manera algo mecánica, pero agradeciéndoselo de verdad. A fin de cuentas, dos son mejor que una a la hora de elaborar una venganza, y suponía, recordando los tonos de voz y las miradas de odio que había puesto antes, que ella también deseaba, en parte, hacer pagar a los responsables.

- Yo siempre te ayudaré, Zayyn. Eres mi compañera-sentí como sonreía y tornaba su voz a un tono más burlón-. Además... Yo también quiero vengarme por lo que te hicieron.

Me separé de ella, esbozando una leve sonrisa. El momento "emotivo" había terminado, pero porque apenas conocía ya a mi digimon, y me resultaba incómodo. Pero esperaba que el tiempo cambiara ese pequeño detalle, solo para confiar más en ella. No, aún no me acababa de convencer, pero la necesitaba. Sí comenzaba a sospechar que me traicionaba... entonces supongo que acabaría eliminando a tres personas, en vez de a dos. Entorné los ojos, y comencé a caminar para seguir el sendero por el que habían venido ella, la albina y la gata blanca, sin detenerme.

- ¿Quiénes eran las de antes?-pregunté, sin mucho interés.

- Mi hermana y su compañera.

- Tienes una hermana bastante rarilla-le comenté.

- ¿Por qué? Sólo es una gata blanca con superfuerza-Beelkomon soltó una breve carcajada. En su etapa campeón, ella era idéntica a su hermana, a excepción del color del pelaje, los ojos y la falta del anillo sagrado de la cola.

- Me refería al vampiro albino que comenzó a buscarme inútilmente.

Con una sonrisa de satisfacción, noté como la motera se detenía súbitamente, extrañada. Seguramente estaría frunciendo el ceño, preguntándose si el perder la memoria me había hecho más tonta que antes. Pero era simplemente una broma para romper el hielo. Pronto la volví a tener a mi lado, caminando a mi paso, o quizá más lentamente para habituarse a mi ritmo, dado que ella era digimon... y en esos momentos yo era "humana". Aunque he de decir, que había descubierto que no sólo era más fuerte que el promedio, sino que también era más rápida, y tenía los sentidos más agudizados. Unas pequeñas cosas que me hacían sentirme mejor.

- Bueno... ¿Y qué vamos a hacer ahora?

Fruncí los labios cuando el sendero comenzó a descender, y sopesé nuestro siguiente movimiento. No podía atacar tan pronto, sobretodo porque no tenía ni idea ni dónde estaban esas dos personas, ni cómo eran física y psicológicamente. Primero tendría que examinar el terreno, y después prepararlo para el golpe final. Pero antes de realizarlo, jugaría un poco primero... Podía sacar provecho a mi amnesia. Podría utilizarla en contra del tal Samuel y la tal Natasha.

- Buscaremos primero a la chica, quiero observarla un poco. Después nos vengaremos de ella, y cuando terminemos, realizaremos ese mismo patrón con el otro.

Me detuve entonces frente a lo que parecía una moto. Era un poco rara, sobretodo porque aún estando aparcada rugía. Pero entonces mi compañera se acercó a ella y la montó, sin necesidad de meter llaves ni nada. Entendí que debía de ser una moto especial suya, así que me encogí de hombros y me subí detrás de ella, rodeándola con los brazos.

- Ah... Y necesito ropa nueva. Paso de llevar estos harapos-comenté totalmente normal, mirando la manga ajada de mi camiseta.

La motera gruñó a modo de asentimiento, y tan solo con pensarlo, hizo mover el vehículo por donde ella quería, sorteando rápida y ágilmente todos los obstáculos. En tan solo unos pocos minutos después, ya salíamos del bosque, preparadas para iniciar nuestra contienda.