She is back.

BUM BUM

No sabría decir con claridad cuando me desperté, cual fue mi primer pensamiento, o qué era lo que había a mi alrededor. Recordaba primero haber visto una cegadora luz, una sensación de vacío y un grito... Ah, y un nombre. Jamás lo había escuchado, era un nombre corto, raro, muy raro. Pero había algo en él... algo hipnotizante. El nombre se repetía una y otra vez en mi mente, como un remolino, y no me dejaba pensar en nada más.

BUM BUM

La cabeza me daba vueltas, me dolía mucho, parecía tener una colmena de abejas dentro que zumbían sin parar. Y por si no fueran pocos los sonidos, uno más se sumó a los demás. Una especie de gemido, era un sonido leve y agudo. Entonces, poco a poco, fui consciente de algo. El ambiente se volvió más nítido a mi alrededor; noté el suelo debajo de mí, por lo que seguramente me encontraba tumbada; también había algo de luz que se filtraba por mis párpados. Pero no me atreví a abrirlos todavía. Prefería seguir despertándome más y más, quieta, para hacerme una idea de dónde me encontraba, y del por qué estaba allí.

No a mucha de la joven nacía un sonido, un ruido metálico que se repetía y se repetía, rítmicamente, pareciendo monotono en un comienzo pero cambiando y moldeandose a medida que pasaba el tiempo, la luz también cambiaba junto a los sonidos, a veces las sombras casi envolvian todo, pero la luz siempre permanecia, tomando fuerza nuevamente a la vez que el sonido cambiaba de ritmo.
Lo que más destacaba en el lugar era el calor, mucho calor, no era un infierno, un digimon normal no se quemaría aquí, pero el calor era lo suficientemente intenso como para alejarse lo más posible de la fuente.

Aún con los ojos cerrados, podía notar que la luz no siempre era la misma. A veces se iba, otras veces era tal que hasta molestaba en cierto modo. Pero lo que fui notando cada vez más fue la temperatura. Estaba alta, molestaba, y casi solté un gruñido de la molestia.

PUM PUM

Los sonidos resonantes cada vez eran más nítidos, y cada vez mis tímpanos pedían que se apagaran. Tentada estuve de llevarme las manos a los oídos y tapármelos. Y de pegar un vocinazo al que producía los molestos sonidos. Pero me abstuve, continué quieta como un muerto, esperando escuchar algo más. Sin embargo, la temperatura era tal, que poco pude hacer para que mi cuerpo me exigiera moverme.

Con unos parpadeos rápidos, abrí los ojos. La luz me dejó completamente ciega durante unos instantes, y aparte de ese escozor derivado de la irritación, un punzante dolor en el ojo izquierdo me hizo poner una mueca. Cuando al fin pude habituarme a la luminosidad continué parpadeando, y paulativamente me fui incorporando, fuera cual fuera el lugar en el que me hallaba.

- Q... -iba a preguntarme dónde estaba, pero un dolor en el pecho me hizo gemir del dolor-. Ugh...

Había una sombra frente a la fuente de luz, obviamente, desde el angulo de la chica era muy dificil de distinguir, sin embargo tenía un contorno bastante marcado, y lo que mas se destacaba de esta figura era la cantidad de brazos que tenía.
La sombra giro su cabeza en cuenta la peliroja hizo su primero sonido
- oh oh!, por fin despiertas -
Una voz amable y áspera retumbó en la profundidad de lo que parecía una caverna, proveniente de la sombra con 8 brazos.
- no te muevas mucho, tus heridas llevan poco tiempo de haber sanado -
Dijo ahora volviendo a su trabajo, los sonidos metalicos volvieron a repetirse armoniosamente mientras los brazos trabajaban uno tras otro apuntando hacia la fuente de luz.

Me tuve que quedar quieta unos segundos para que el dolor se mitigara, pero en ese período de tiempo no tuve mucho par relajarme, porque de repente una voz grave y áspera me hizo dar un respingo en el lugar en donde me encontraba. A riesgo de quedarme ciega de nuevo, desvié la vista en dirección a la voz, y gracias a que ya casi me había acostumbrado pude distinguir una figura grande y negra... y con lo que parecían ocho brazos. ¿Cómo? ¿Ocho brazos? Por alguna razón, me aseguré del número de extremidades que yo misma poseía, pero solo contaba con dos brazos y dos piernas... Osea que era humana...

De repente, una extraña sensación provocada por la duda de lo que era en realidad, me hizo darme cuenta de algo. ¿Se supone que tenía que dudar de lo que era? ¿No era un poco extraño? Entrecerré los ojos, sobreexplotando mi cerebro, que empezó a trabajar a toda máquina, lo que me provocó un nuevo pinchazo en la sien. Me llevé una mano a la zona dolorida, pero antes de que pudiera rozarla, me percaté de algo. Me miré las manos, parecían algo magulladas, y en el dedo central de la mano derecha llevaba un anillo muy extraño. Era plateado, parecía una garra y tenía el relieve de un lobo grabado. No lo había visto en mi vida, pero tampoco debía de fiarme demasiado porque... ahora me percataba de ello... no recordaba nada.

NADA. absolutamente nada. Ni quién era yo, ni mi nombre, ni mi edad, ni de donde venía, ni cuando había llegado allí, ni siquiera recordaba cómo me había hecho las heridas.

- ¿Q-quién eres?-exigí saber, con la voz queda-. ¿Quién soy... yo?

Una horrible sensación me embargó. Sentí un sudor frío en mi espalda al percatarme de que, muy posiblemente, había perdido la memoria, de alguna forma, puesto que era obvio que no acababa de nacer. Sabía hablar, entendía las cosas... pero no recordaba nada. Aunque parecía que las cosas básicas si las recordaba, los conceptos generales, como qué era una silla, o qué era el Sol y las estrellas. Pero cosas relacionadas conmigo, o sobre quién había sido... Parecía que mi mente había decidido hacer un reseteo de esa información.

- Tsk... ¿Qué criatura eres?-inquirí, desconfiada, mirando a la figura oscura. Ahora me percataba de que era ella quien provocaba esos incesantes golpes metálicos. Realmente no tenía ni idea de quién era, ni si me haría daño, pero desde luego, en esos momentos no las tenía todas conmigo de si acercarme a él, o no-. No puedo creerlo... ¿He perdido la memoria?-inspiré hondo, pasándome una mano por el pelo (¡era muy largo!), y comenzando a agobiarme un poco.

La sombra contiuó con su importante trabajo, sin hacer mucho caso a la recién conciente peliroja, pero escuchandola y dispuesto a resolver sus dudas.
- pues soy... -
Iba a responder en cuanto oyó la segunda pregunta, una que no se esperaba, la chica no sabía quien era ella, al parecer el ser de 8 brazos no fue capaz de salvarla por completo, y su preocupación se notó en sus acciones, pues dejaba su importante trabajo de lado para ahora girarse y caminar hacía la joven mientras ella se ahcia preguntas a si misma.
- vaya esto es malo... -
Dijo la sombra cerca de la chica, agachandose juntoa a ella y porfin mostrandose con claridad. Era Vulcanusmon, un digimon conocido por ser un especialista en el arte de forjar armas.
- al parecer no pude salvarte por completo... -
Comentño él con expresion triste.

Mientras seguía con una maraña de dudas y de preguntas, sentí como, de nuevo, un ligero escozor me recorría el ojo izquierdo, o al menos la zona desde el pómulo hasta la ceja. Me llevé una mano ahí y entonces noté una línea recta y algo rugosa recorrer verticalmente esa parte de la cara.

- What?-me salió una extraña palabra inconscientemente, era un idioma raro, y que extrañamente se me hacía muy familiar-. Ah... siento que hay mil cosas que me estoy perdiendo...

Volví a prestar atención a la criatura de ocho brazos, mirandola de manera desconfiada y huraña, con un brillo torvo en los ojos. Cuando noté que se daba la vuelta y avanzaba hacia mí, retrocedí, temerosa, lo que provocó que cayera de donde me encontrara y me golpeara la espalda contra el suelo. Solté un gruñido, pero traté de levantarme rápidamente, sin quitarle el ojo de encima a ese tipo. Era muy extraño que tuviera ocho brazos, pero me di cuenta, al verle completamente ya, de que eso no era lo único raro en él.

Se trataba de una criatura enorme, vestida de rojo, con una cápsula de cristal en donde guarecía su cabeza pelirroja. Parecía además respirar con algo parecido a una máscara filtradora.

- ¿Q... qué cosa eres?-volví a repetir, sorprendida. Después, sorprendentemente, me vi en una extraña postura, agazapada, gruñendo, y con los brazos y piernas en tensión. Por si tenía que pelear o huir. Pero esa tensión desapareció notablemente al escuchar que me había salvado-.What?-repetí.

¿Que me había salvado? ¿Esa criatura? ¿De qué? ¿Y por qué? Me había relajado, pero aún lo miraba con desconfianza.

- ¿Me salvaste? ¿De qué?-me percaté entonces de algo, quizás ese tio sabía algo de mí antes de que perdiera la memoria-. ¿Sabes qué fue lo que me ocurrió?

En ese momento el digimon se molestó un poco
- no te toques -
Dijo el digimon molesto en cuanto la observó investigar sus cicatrizes
- aún no esta por completo sana, asi como el resto de tu cuerpo -
dijo dejando de acercarse al verla tan a la defensiva
Las pregutnas de la chica cada vez eran mas, y demasiado pegadas una de otras lo cual imapciento al pelirojo
- tsk... tranquilisate un poco, a ver... mi nombre es vulcanusmon, soy un digimon y si, te salvé, no podía permitir que uno de los usuarios de mis armas muriera tan facilmente... pero no consegui salvar todo de tí... -
Dijo algo desanimado
- no estoy seguro qué te ocurrio, solo sé que sentí que tu y tú arma estaban en peligro, asi que las traje aqui, una dimension aparte, mi lugar de trabajo -
Explicó ahora llevandose una mano a la esfera que le cubría la cabeza
- desgraciadamente llegué tarde para ambas -
Suspiró.

Me erguí nuevamente, más tranquila, mientras miraba a la criatura acercarse y responderme a todas mis preguntas. Parecía estar molesto, tanto por mis gestos como por mis preguntas formuladas tan seguidamente, pero ¿qué quería? No entendía nada. No recordaba nada de repente (si es que alguna vez hubo algo que recordar, aunque supongo que sí), y tampoco sabía qué me había pasado o cuales eran sus intenciones.

- Digimon...-repetí, algo dubitativa. Nada más repetir la palabra, noté un fuerte pinchazo en la sien, donde me volví a llevar la mano. Algo había en ese concepto que me atraía y que hacía que quisiera saber más. Iba a preguntarle por el significado, cuando de repente una voz rompió el silencio de mi mente, haciéndome dar un respingo. << Monstruos digitales... Es lo que es aquel al que estas viendo... Y lo que tienes en tu interior >>la voz, sinuosa, sonaba como un susurro en el oído, y tenía cierto matiz siniestro que me provocó un escalofrío-. ¿En mi interior?-repetí-. Eh... ¿Has oído esa voz?

Miré a todos los lados, buscando al dueño de aquella voz, anonadada y algo nerviosa, pero al no ver a nadie, miré de nuevo al llamado Vulcanusmon.

- Algo me ha hablado...-comencé a decir, pero enmudecí cuando escuché la palabra "arma", y me erguí, olvidando al instante el asunto raro de la voz en mi cabeza-. ¿Tenía un arma? ¿Y qué quieres decir con eso de que llegaste tarde para ambas?

Miré a mi alrededor otra vez, para ver ahora el lugar en el que me hallaba. Era un sitio inmenso, con miles de fraguas, y muescas en el suelo que llevaban algo líquido y de color brillante hacia distintos lugares. Muchas palancas, fuegos, y fuelles. Era como una forja inmensa. No dije nada, solo abrí la boca con asombro, mirando absorta el lugar.

Vulcanusmon miraba intrigado a la peliroja, en realidad parece que no había llegado a tiempo para salvarla, tuvo q reconstruir su cuerpo, por fortuna tenía datos digimons los cuales hicieron mas facil tal tarea, pero... al parecer no había podido salvar su cordura
- no he oído nada -
Dijo con un suspiro
- y si, tu arma, una espada especial creada por mí, por tanto, la mejor espada, y aún así fue destruida a la vez que tú lo fuiste, por fortuna no fue algo irreparable, ni para tí ni para tu espada -
Dijo volteandose nuevamente a la fuente de luz, ahora, ya q vulcanus estaba algo distanciado de dicha fuente, se podía apreciar una especie dehendidura en una piedra, llena de lava, y dentro de ella 2 metales alargado, brillando a rojo vivo.

Sacudí la cabeza, tratando de olvidar lo de la voz, pero repentinamente inquieta por lo que había oído en mi mente. ¿En mi interior? ¿Qué tenía en mi interior? Sin duda, eso de escuchar voces en tu mente no era algo muy normal en una persona cuerda o común y corriente. Y por eso me intrigaba. No sé si en el pasado yo era alguien que creía en monstruos y esas cosas, pero parecía que sí, porque Vulcanusmon había dicho que yo tenía una espada hecha por él, y no es que ese tío fuera muy normal, pululando por ahí con ocho brazos. No, esto olía mucho a ciencia ficción, aunque en esta ocasión fuera muy real. Así que, debido a eso, decidí probar una cosa: pensar como si estuviera hablando con alguien mentalmente. << ¿Quién eres? >>inquirí a mi misterioso inquilino. << Ya te lo contaré cuando estemos a solas >>fue su rápida respuesta.

Fruncí los labios, pero me abstuve de quejarme. Miré a Vulcanusmon, y le seguí cuando se aproximó a donde había estado antes, junto a una fragua, un yunque, y varias herramientas. Observé qué era lo que había allí, en lo que había estado trabajando el digimon. Con los ojos entornados, atisbé que había un agujero, lleno de lava, y dos trozos de metal alargados y en esta. Ladeé la cabeza, curiosa, y miré con aún más curiosidad aquellas piezas.

- ¿Espadas?-aventuré-. Eran mías... ¿Y me las estás arreglando? ¿Por qué?-me di cuenta justo en ese instante que quizá lo había hecho solo por vocación, por no ver lo que parecía ser una de sus obras maestras destrozada y sin utilidad-. Ya veo... Y por eso me salvaste a mí...-comprendí, frunciendo el ceño.

Me rasqué la nuca, pero entonces me percaté de que, aunque sonase absurdo, no tenía ni idea de cómo era yo. Bien podía verme, parecía que era alguien bastante alta y delgada. Pero el rostro no tenía manera de verlo.

- ¿Tienes un espejo?-le pregunté, de repente-. O algo que refleje, quiero verme.

- era tú espada, pero era solo una, ahora hecha pedazos, no le veo más salvacion que hacer 2 de menor tamaño, pero no significa que sean más debiles -
Dijo el digimon con una sonrisa de orgullo
- mis creaciones son lo mejor de lo mejor, a{un no entiendo como fue que se pudo romper... -
Ahora mirando a la peliroja, analizandola
- probablemente una debilidad en el corazon de la usuaria causo esto -
Sentenció finalmente.

- un espejo?... aquí no hay nada así niña... -
Volviendo a voltearse hacia ella
- pero si tanto quieres mirarte puedes hacerlo mirandome a mí -
Aconsejó agachandose un poco, la cupula en su cabeza, si bien no era un espejo, funcionaba prácticamente como un vidrio, reflejando, desde un angulo correcto, su alrededor.

Me quedé quieta, esperando que por un casual Vulcanus me tendiera un espejo, o algo en lo que verme reflejada. Tenía miles de herramientas, ¿por qué no habría de tener un espejo? Pensaba en ello, cuando noté que el digimon me miraba fijamente, como evaluándome, y pensando en alguna cosa que solo él sabía. Por sus palabras, parecía que en un principio yo solo había poseído una espada... Debía de haber sido bastante grande como para abarcar esas dos piezas de metal.

- Ehm... Gracias, supongo-murmuré, echando una rápida mirada al metal.

Pero antes de que dijese algo más, él siguió hablando. Ante lo que dijo, fruncí el ceño. ¿Había sido mi culpa que el arma blanca se quebrara? ¿Por una... debilidad del... corazón? Me llevé de manera inconsciente una mano al pecho, algo confundida, y bajé la mirada. ¿Había sido débil? ¿Era yo alguien débil de verdad? Mi corazón se rehusó a eso. Yo no quería ser débil, pensé que uno se sentía mejor siendo fuerte.

- ¿Qué tipo de... debilidad?-inquirí.

Entonces, Vulcanusmon se inclinó hacia mí, y gracias a eso fui capaz de verme reflejada en el cristal de su casco. Mis ojos se abrieron como paltos al contemplar, por primera vez desde que había perdido la memoria, mi rostro.

Obviamente, era mujer, eso ya lo había notado al escuchar mi voz, al ver mis manos, o al ver la figura de mi cuerpo, y por eso, ese detalle no me sorprendió. Pero el resto... ¡Vaya! Mis ojos, medianos y desconfiados, eran de una extraña tonalidad verdosa, con vetas grises recorriendo también los iris; largas pestañas, pero sin pasarse; y enmarcados debajo por profundas ojeras, y arriba por finas cejas rojizas. Una larga cicatriz recorría de arriba a abajo el ojo izquierdo, pero sin dañar el globo ocular: La hoja que me dañó no debió de haber profundizado mucho. Mi nariz, podía decirse que era normal, y que entraba en la media, y mis labios... pues igual, normalillos. Además, había notado que la piel era pálida, aunque no en exceso como para parecer un vampiro o un fantasma. Pero, sin duda, el detalle que sí noté mucho, era que por alguna razón, inconscientemente, yo misma hacía más duros y afilados mis rasgos. Mi mirada era dura, con el ceño levemente fruncido por la extrañeza, y los pómulos no parecían los de alguien relajado y tranquilo. En definitiva, que parecía tener un rostro que tendía a la ferocidad, quizá para evitar cualquier agresión o cercanía...

Sorprendida, me di cuenta de que me había tocado el rostro con ambas manos, finas. Aliviada, había comprobado que, a pesar de tener un gesto duro y torvo, yo no era alguien precisamente feo ni desagradable para la vista. Eso me gustó. Además... el largo cabello rojo era precioso.

- Vaya...-se me escapó-. Esta soy yo...

Me aparté un poco el pelo para observar las orejas. Estas eran pequeñitas, de unos cuatro centímetros, y en el cartílago de la de la derecha tenía varios aros plateados.

- Así es, esta eres tú, algo diferente a como solías ser, pero muy poco -
Dijo satisfecho de su trabajo el digimon.
- nose que fue lo que te llevo a perder de esa manera, pero la única forma de que una de mis armas se rompa así... es que el usuario haya perdido confiansa, o fé... que algo le haya dañado mucho mentalmente, sin embargo no se qué o como pasó -
Explicó vulcanus irguiendose nuevamente para luego acercarse a los metales y seguir su trabajo, tomandolos con un par de pinzas enormes para dejarlos al rojo vivo sobre un junke, tambien de gran tamaño, y comenzando un golpeteo rítmico con 3 martillos a la vez.

Por más que miraba mi reflejo, ni me cansaba de verlo, tal vez porque quería recordar cada linea, cada poro, solo para no olvidarlo nuevamente. Pero cuando Vulcanusmon me habló, me obligué a alzar la mirada y mirarlo a los ojos. No sabía qué me había pasado, pero el digimon parecía tener constancia de lo que ocurría con sus creaciónes. Él había forjado la espada, así que él sabría mejor que nadie qué le había ocurrido. Y yo no era quién para negarlo, porque además, ni siquiera recordaba qué me había pensado.

<< ¿Algo me dañó, pero el qué? ¿Qué me hizo tanto daño como para estar mal, hasta el punto de perder la memoria? >>Fruncí el ceño, pero esta vez además me llevé un dedo pulgar a la boca, mordiéndome la uña, con gesto pensativo. A cada minuto que pasaba, más me moría por saber qué fue lo que me ocurrió. Pero, por desgracia, Vulcanusmon no parecía saber nada, solo que había estado a punto de morir.

Dando un suspiro, dejé de pensar en ello por el momento, porque darle vueltas al tema me provocaba dolor de cabeza. Levanté la mirada y miré de nuevo a mi salvador, quien había regresado a su tarea, golpeando con tres de sus brazos el metal. Dirigí una mirada a las "espadas", y luego a él, alternativamente varias veces, hasta que finalmente clavé mis ojos en los suyos.

- ¿Cuánto vas a tardar en arreglarlas?-dudé un poco antes de hacerle una nueva pregunta-. Y no me has respondido, ¿cómo me llamo?

EL digimon miró a la joven, calculando el tiempo que tomaría reparar... no, rehacer su arma
- ya que soy un genio no tomará mas de un par de horas, debes ser paciente -
Dijo sin dejar de trabajar, chispas salian del metal cada vez que era golpeado
- tú nombre es Zayyn, y solo eso se de tí, no somos grandes conocidos -
Comentó sin dejar su trabajo.

Asentí levemente, comprendiendo y aceptándolo. Sabía que algo tardaría, puesto que reforjar un arma no debía de ser tarea muy rápida y sencilla, aunque él fuera, cómo se había denominado, un genio. De modo que me senté de nuevo en el lugar en el cual había despertado, con las piernas cruzadas, mientras me miraba la ropa ajada que debía de haber utilizado justo el día en el que ocurrió todo eso. A juzgar por los rotos, parecía que había tenido una pelea, porque encima la espada se había roto. Y una pelea bastante seria, debo añadir, lo cual hizo que me entrara más curiosidad. Quizás cuando saliera de allí podría empezar a buscar respuestas, aunque no tenía ni la menor idea de por dónde empezar. Quizá preguntando a cualquiera que encontrara cerca de allí... Aunque Vulcanusmon había dicho que me había traído él allí.

- ¿Qué lugar era del que me rescataste, antes de traerme aquí?-dije de pronto, mirando un colgante con un símbolo extraño de mi cuello y enredando los dedos en el cordón de cuero.

De repente, tuve la genial idea de mover el brazo para mirarme de nuevo el anillo plateado de mi dedo, y por eso pude sentir un roce extraño en el brazo, bajo la ropa. Me remangué, y extrañada descubrí una especie de máquina atada a un mecanismo extraño que estaba amarrado a mi brazo por varias correas. Agarré el aparato, parecido a un teléfono móvil, y lo examiné bajo la luz de los fogones.

Era casi todo negro, aunque con algunos bordes en rojo, y poseía una pequeña pantalla, la cual estaba apagada. También, bajo esta había varios botones, que no me aventuré a presionar por si acaso.

Spoiler:

- ¿Y esto qué es?

EL digimon la miró unos instantes, no estaba seguro de donde la había rescatado, que lugar era, pero podría describirselo
- pues fue en el mundo humano, probablemente en algun bosque, no estoy seguro en cual ni me importa -
Dijo volviendo a golpear el metal par aluego caminar hacia el lado en donde estaba la peliroja
- dejame pasar, estoy creando arte -
Comentó llendo en dirección hacia un agujero en la pared por donde bajaba una fuerte corriente de agua, casi parecia una minicascada, y tenia un fuerte sonido caracteristico.
Vulcanus, usando sus pinzas metalicas, metio ambos metales al agua dejandolos enfriar, de estos escapó una densa capa de vapor cubriendo el sitio.
- y lo que encontraste ahí es tu digivice, un objeto común entre los niños elegidos, a los cuales perteneces -
Dijo vulcanus intentandod espejar el vapor con las manos q tenia libres en ese momento.

Di vueltas al aparato con forma de prisma en mi mano, mirándolo por todos lados, intrigada. Escuchaba atentamente también lo que el digimon de ocho brazos me decía. Ahora que lo pensaba, este casi parecía tener forma de pulpo, por los ocho brazos, y por la especie de "pico" que salía del cristal de su casco, que sería por donde respiraba. ¿Serían todos esos "digimons" así? Iba a hacerle una nueva pregunta sobre ello, cuando de repente alcé la mirada, alarmada. ¿Mundo humano? ¿Cómo que mundo humano? ¿No estábamos ya en él? ¿Dónde diablos me encontraba?

Me levanté de golpe, algo mosqueada por no entender nada de lo que me explicaban. Eso provocó que lo viera todo negro durante unos segundos, un leve mareo que se me pasó rápidamente, cuando me llevé una mano a la cabeza. Me aparté entonces como pude cuando Vulcanus exigió que abriera camino, y lo miré mal, a pesar de todo. Yo estaba pidiendo respuestas, no más preguntas. A cada cosa que él decía, me confundía más. De dos zancadas, me coloqué junto a él, y sin mirar cómo enfriaba las dos piezas de metal con agua.

- ¿Cómo que el mundo humano? ¿Dónde estamos?-pregunté, molesta y alzando un poco la voz, mientras el trataba de disipar un poco el vapor con las manos. Pero su siguiente explicación... ahí ya me cansé. Me cansé de que me lo dijera todo sin explicarme. A cada palabra que decía, me confundía aún más, y eso no era agradable. Para nada-. Explícamelo todo. Digimon. Digivice. Niños elegidos. TODO.

Sin poderme contener y para mostrar mi molestia, golpeé fuertemente la pared con un puño. Al principio pensaba que me iba a hacer daño, pero no solo no me dolió ni un poco, sino que, además, conseguí hacer una grieta en la pared, haciéndola retumbar. Abrí los ojos, ahora ya segura de que aquello era un sueño, o una fantasía. No podía ser. ¿Cómo mierdas había agrietado la pared sin dañarme?

Retrocedí varios pasos, mirándome con temor y admiración las manos, y con un brillo de incredulidad en los ojos verdes.

- ¿Qué demonios soy y cómo he podido hacer eso?

Vulcanusmon estaba completamente concentrado en su trabajo, sus herramientas eran su vida, y suerte tenía la peliroja de que se diera algo de tiempo para responder a sus preguntas.
No era facil explicar lo que la joven quería, pues... ella no sabía absolutamente nada, vulcanus tendría q dejar su trabajo de lado mucho tiempo como para decirle todo lo que ella quería saber, sin embargo, pacientemente el intentaba responder a las dudas de la chica sin dejar de trabajar, hasta que ell golpeó la pared.
- quien te crees que eres para profanar mi hogar de esa manera? -
Gritó vulcanus dejando por completo su trabajo (los metales en el agua), y girandose a la joven con clara molestia
- este sitio es mi vida... como puedes ser tan malagradecida... -
pero al ver la cara de sorpresa de zayyn vulcanus solo suspiró
- si crees qeu eres humana te has equivocado, vienes de una especie muy nueva en ambos mundos, un hibrido, muy pocos como tú he visto, algunos debiles, otros tan poderosos que no pueden morir de asi desearlo -
Dijo vulcanus volviendo a por los metales
- intenta no experimentar con tus habilidades aquí, espera a que terminé de crear -

Ajena al enfado de Vulcanusmon, me continuaba mirando las manos, asustada. Alcé la mirada, con la boca abierta del asombro. Un hibrido... ¿Entre humano y digimon? Eso explicaba el por qué de mi sorprendente fuerza. Aunque me inquietaba que hubiera tenido un padre humano y otro digimon. ¿Podía ser posible?

Sin decir nada más, ni siquiera una disculpa, me alejé del digimon y me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared, para tratar de ordenar mis pensamientos.<< Zayyn... >>la voz volvió a hacerse notar, al igual que antes, en un susurro<< Eres un biohybrido... Yo soy el digimon en tu interior. Me llamo Aeirmon... Aunque en realidad, ambas somos una>>Apenas di un parpadeo, no quería que Vulcanusmon descubriera que hablaba mentalmente con... un digimon, que al parecer era mujer también<< Puedes transformarte... Ya te mostraré cómo.  >>Fruncí el ceño<< ¿Sabes qué fue lo que me ocurrió? ¿Cómo... cómo nací? >>Aeirmon tardó unos segundos en responder, con la voz (o al menos a mi me lo pareció) teñida de rabia<< Yo tampoco recuerdo nada, pero quien nos hizo esto... ha de pagar las consecuencias... >>

Aeirmon acabó contándome que los digimons podían evolucionar y dedigievolucionar. Al parecer había aproximadamente seis o siete etapas por las que pasaba un digimon, cada una mucho más poderosa que la anterior: Primero digihuevo, luego bebé, niño, adulto, ultra, mega y cambio de modo. Me explicó que ella era mega, y que sus etapas campeón y ultra también estaban implantadas en mi interior, y que por eso era tan fuerte. También que yo debía de poseer el digisoul, una fuerza interior, como un aura que surgía a la par que mis emociones, y que gracias a ella podía evolucionar, con ayuda del dispositivo llamado digivice. << Entonces, ¿tú también perdiste la memoria? >>inquirí, notando como Aeir (como ella me había dicho que la llamara) se molestaba a causa de eso<< No, tú y yo somos una... Lo que te pase a ti, me pasa a mí también... >> << Me siento impotente de esta forma... Siento que me estoy perdiendo un montón de cosas... >> << Lo sé, pero no te preocupes... Ya descubriremos qué fue lo que pasó. >>

Con una mueca, asentí, no muy segura de todo eso. Pero si me lo decía alguien que había estado conmigo (en teoría) durante toda mi vida, y que en cierto modo era otra parte de mí, pues tendría que fiarme.

Alcé entonces la mirada, buscando a Vulcanusmon nuevamente, pendiente de lo que hacía.

Porfin la chica se quedaba obedientemente tranquila, al parecer habia entendido la situación y vulcanus podría centrarse en su trabajo. Pasaron uans horas antes de que vulcanusmon volviera a aparecer delante de zayyn,
con un par de espadas de tamaño regular y de una extraña forma
- están listas -
Dijo orgulloso
- servirán tanto para destruir como para protejer lo que el usuario desee, aunqeu tambien de él depende que tan bien sean usadas -
comentó clavandolas en el suelo delante de la chica

Al alzar la vista, descubrí que el digimon herrero se me acercaba. Llevaba algo en dos de sus manos, algo que finalmente clavó, con un sonido metálico, en la piedra del suelo. Eran las espadas, brillantes, afiladas, curvadas... y letales. Me incorporé con rapidez para observarlas mejor, ansiosa por tomarlas entre mis manos. Sin apenas esfuerzo, saqué una de las hojas del suelo, y observé su filo, su brillo, su curvatura, su decoración. Era bella, muy bella, sin mencionar que también era extremadamente ligera, era como mover una pluma.

Retrocedí unos pasos, dándome un espacio mientras agarraba el otro arma con la otra mano. Sin importarme que me mirara Vulcanus, alcé el brazo derecho, cogiendo la espada de modo que la punta estuviera apuntando al codo. Con él, rasgué el aire dando un trazo de invisible a la derecha. Alargué ese mismo movimiento, dando una rápida vuelta de manera precisa, y enarbolando la otra espada de la misma manera para cortar a un enemigo invisible. Las armas eran, para mi regocijo, como alargaciones de mi propio cuerpo prácticamente, y al sentirlas tan livianas casi pensé que eran mis propios brazos los que cortaban.

Con la elegante vuelta, el movimiento había hecho agitar mi largo cabello rojo, casi dandome pequeños latigazos en los laterales de la cabeza, pero no me molestaban para nada. Finalmente, de espaldas al herrero digital, me incliné hacia delante, clavando ambas armas en el cuerpo caído de un inexistente adversario, rematándolo, y deteniendome para mirar con diversión a la ilusión de mi supuesta "víctima". Por unos segundos, me imaginé que esta había sido la persona que me había dejado en ese estado amnésico, fuera quien fuera, y eso me sacó una media sonrisa. Tiré de las espadas para "sacarlas", y a medio movimiento las solté, para cogerlas al vuelo una milésima de segundo más tarde con las manos en otra postura.

Satisfecha, miré otra vez el filo de una de ellas, sopesando su capacidad de corte. Clavé la otra en el suelo un momento y pasé el filo de la primera por la palma, muy levemente, apenas rozando la piel. Pronto, una fina línea rojiza se dibujó en la palma, dejando salir un poco la sangre. Abrumada, volvía a esbozar una sonrisa de incredulidad, mientras levantaba la mano y lamía la herida.

- Me encantan...-murmuré. Tras eso, rasgué un trozo de la manga de la camiseta que llevaba, y enrollé la tela alrededor de la mano para detener la hemorragia. Después me volví hacia Vulcanus, con un brillo extraño en los ojos-. ¿Estas preciosidades tienen nombres propios?-pregunté, de repente, muy interesada. Un buen arma, siempre debía de contar con un nombre igual de magnífico, un nombre que resumiera su esencia.

Un vez que vulcanus le entregó las espadas supo porqué se las había creado, le encantaba ver sus armas siendo usadas por alguien con la habilidad requerida para ellas.
- bien bien... siempre que tu corazón no te falle mis armas no te fallaran -
Habló el digimon con cierto aire paternal
- claro que tienen nombre, solían llamarse gram, ahora dividida en 2... -
Dijo con algo de tristesa
- sin embargo se han vuelto 2 partes de una misma espada, la luz y oscuridad de la misma, Scath y Eadrom -
Dije señalando cada espada respectivamente, las cuales solo se diferenciaban en los simbolos que tenían en los costados de las hojas.

Saqué la segunda espada del suelo, como si temiera que la tierra se la tragase. Ahora eran mías, MÍAS, y nadie iba a volver a rompérmelas, ni a robármelas; morirían antes de intentarlo. Con un sentimiento de propiedad y posesividad, me di cuenta de la ambición que sentía hacia ellas, y del rápido cariño que les había cogido. Pero al tenerlas en mis manos, me di cuenta de que faltaba algo, no podía caminar siempre con ellas agarradas, necesitaba unas fundas, y quizá alguna bandolera para llevarlas cómodamente a la espalda. Miré a Vulcanus, por si este decidía darme algo parecido, pero sólo me dio el nombre, unos nombres que grabé a fuego en mi mente.

- Eadrom Gram... y Scath Gram... Son buenos nombres-sonreí ampliamente, agradecida. No solo me había salvado aquel digimon, sino que además me había arreglado mi arma, transformándola en otras dos que no se quedaban atrás en términos de poder-. Gracias... -en un principio, no quise preguntarle por las fundas, demasiado había abusado de su "hospitalidad", y tampoco quería depender tanto de alguien. A fin de cuentas, si era un biohybrido, podía mantenerme yo misma, sin necesidad de que nadie me cubriera las espaldas. Pero después pensé que quizás, si buscaba alguna funda por cualquier sitio, la gente haría preguntas. No me convenía demasiado-. ¿No tendrás alguna funda o algo para llevarlas colgadas... por favor?-bajé la mirada de nuevo para mirar las armas. Realmente me era muy difícil apartar la vista de tales espadas.

- Fundas?... -
repitió el digimon mirandola extrañado
- ... esperame un momento, creo que puedo conseguir algo -
Dijo luego de un rato de reflexion, Vulcanusmon no tenía intención alguna de ocultar sus armas, o de alejarlas de la vision de otros, una funda haría esactamente lo contrario, y por tanto... vulcanus no hacía fundas, de ninguna clase, no es que no supiera hacerlo claro, pero la verdad las despreciaba.
Asi pues, Vulcanusmon se levantó y desapareció por una de las entradas de la caverna, volviendo luego de unos minutos con una extraña funda en forma de cruz
- ten... tiene la medida esacta -
era una aleación de metal, recubierta en cuero, materiales muy humanos, pero Vulcanus solía experimentar con varias tipos de material
- la había echo hace un tiempo, con solo unos simples cambios logré que quedaran a la medida de tus nuevas espadas, toma, pruebala -
Dijo el digimon otorgandole la extraña funda en forma de cruz, sin mucho animo, por la situación que antes había comentado.

Sujeté con dos dedos a la que Vulcanus había llamado Eadrom para alcanzar la funda en forma de X que el digimon había ido a buscar y que había encontrado. La examiné, curiosa, mirando el metal y el cuero con los que estaba fabricada, y después sujeté los embozos en donde se marcaba un ángulo de noventa grados para formar los brazos de la X. Tras un último vistazo, me pasé la correa de cuero por la cabeza, colgandome el contenedor a la espalda. Con un brillo calculador en los ojos, volteé las armas y las introduje en cada una de las ranuras con un siseante sonido metálico, doblando los brazos hacia atrás.

No tenía ni idea del aspecto que yo debía tener con mis nuevas adquisiciones colgadas, pero sospechaba que ver a alguien con dos afiladas espadas a la espalda no era algo que no intimidara a cualquiera que lo viera. Sonreí interiormente, contenta por primera vez desde que había despertado ese día. << Ya tienes tus espadas. Ahora... ¿qué quieres hacer? >>di un lento parpadeo, mirando, sin ver, a Vulcanusmon, que todavía estaba frente a mí<< Quiero... vengarme de quien me hizo esto... >>respondí, con cierto rencor en la voz. No veía a Aeirmon, pero juraría que me pareció que sonreía en mi interior, conforme con mi respuesta<< Por supuesto... >>

Ahora sí miré a Vulcanus, con una leve sonrisa. Me pregunté si alguna vez me pediría que le devolviera el favor pero, ¿qué podría querer de mí un digimon como él? Aunque, si así fuera, creo que buscaría la forma de compensarle de forma que a mí me resultara menos costosa. Había estado a punto de morir, no volvería a pasar por esto.

Vulcanusmon no agradaba de ver sus espadas siendo opacadas por fundas, siendo escondidas de la vista de losdemás, pero eso dependia completamente de la usuaria, asi que solo debía conformarse con que sus espadas llegarían a ser una leyenda, para bien o para mal.
- creo que es momento de que te devuelva a donde te encontré -
Dijo mirando a La joven que parecía preparada para volver a vivir.

Me crucé de brazos, mirando un poco a mi alrededor de forma distraída. Indudablemente, me encontraba mucho mejor que cuando desperté, parecía que lo de ser biohybrida hacía que tuviera más poder regenerativo. Con todo ese poder, me alegraba de no ser una humana normal, de ser más fuerte que tales, más... superior.

¿Qué iba a hacer ahora?, me pregunté. Hasta terminar de encontrar al responsable de mi amnesia, podría pasar mucho tiempo. ¿Por dónde empezaría? No sabía cual fue el lugar en el que me habían "matado", así que no podría empezar por allí, o quizás sí, si Vulcanus me llevaba allí de vuelta.

Justo en ese momento, el digimon pareció leerme el pensamiento. Me volví hacia él, asintiendo, preparada para volver a moverme, para "regresar de entre los muertos". Resoplé con diversión por ese pensamiento. Lo bueno de todo eso era que mi posible "asesino" no tendría ni idea de que en realidad no me había matado, y eso me daba ventaja. Jugaría un poco con ello.

- Estoy lista.

Vulcanusmon sonrió casi paternalmente, viendo como sus hijas volarían del nido una vez más, asi pues alargó una de sus manos y la posó en la cabeza de zayyn, misteriosamente Zayyn no podía evitar esta mano, ni moverse podía una vez que la palma se encontraba en su cabeza
- Todo esto ha sido un placentero sueño -
Comenzó a recitar el digimon sonriendole bajo su mascara de oxigeno a la peliroja, las paredes mas lejanas de la caverna comenzaban a voverse simples sombras.
- has pasado mucho tiempo dormida -
Continuó vulcanus, las sombras ahora se tragaban todo tras de él, las armas, la lava, el agua que caida como cascadas, asi mismo los sonidos desaparecían, volviendose todo quieto y oscuro
- es tiempo de despertar -
Dijo por útimo volviendose él tambien parte de las sombras y desapareciendo delante de Zayyn la cual cayó en un profundo sueño.

Vulcanus sonrió, pero por alguna razón había algo raro en esa sonrisa. No me inspiraba demasiada confianza. Se me acercó, y quise retroceder, pero algo me lo impidió. Cuando alzó la mano y la posó sobre mi frente me quedé muy quieta, tensa, y con miedo a lo que pretendía hacer. Me había inmovilizado de alguna forma, e impotente apreté los dientes. Pero él comenzó a susurrar cosas muy raras... ¿Un sueño? ¿Cómo que había sido un sueño? ¿Nada de los digimons era verdad? ¿No era fuerte? ¿No tenía espadas? ¿No había perdido la memoria?

Parpadeé, ahora algo molesta. No me gustaba haber perdido la memoria, pero ser biohybrido y tener tanta fuerza era algo que prefería mantener conmigo. Aunque, ¿quién sabe? A lo mejor al despertar seguía siendo la misma que en ese momento...

De repente, todo comenzó a oscurecerse, a emborronarse, empezando desde el fondo de la habitación, hasta Vulcanus delante de mí. Quise aferrarme a algo, empezaba a sentir mareo, como cuando te vas a desmayar. No quería, no... quería...

Abrí los ojos de golpe, con un sobresalto, viendo un manto negro pincelado con puntos brillantes por todos los lados. Mi respiración era agitada, y el corazón me bombeaba a mil por hora... qué digo, por segundo, casi parecía. Moví los ojos mirando a mi alrededor, y cerré las manos en torno a... ¿hierba, era? Me comencé a incorporar, tratando de adivinar en dónde me encontraba, pero a la vez tratando de recordar qué había "soñado". Había estado en una especie de caverna con fraguas, con un tipo con ocho brazos que me había hecho unas espadas...

- ¡Las espadas!-solté, en un susurro, llevándome la mano a la espalda. Obviamente, sabía que, al haber sido un sueño, estas no estarían allí, pero en vez de llevarme una decepción por haberlas perdido (si es que alguna vez las tuve), me llevé una sorpresa. ¡Ahí estaban, en la funda de metal y de cuero con forma de X! Parpadeé repetidamente, y hasta me pellizqué por si acaso era eso otro sueño (paradójico, un sueño dentro de otro sueño), pero dolió, así que por lo tanto debía de ser real... Por si acaso, me quité la correa y abracé las armas como si fueran unas viejas amigas añoradas...

Eso me hizo recordar todo lo que me habían contado el herrero y Aeirmon. Ella seguía en mí, lo sentía, me sentía fuerte, capaz de mover montañas... Capaz de vengarme. << Estamos vivas... >>

- Estoy viva...-murmuré al unísono que el digimon. Alcé la mirada al cielo un momento, el mismo cielo bajo el que debía de estar mi supuesto asesino, aquel que iba a sufrir las consecuencias de haberme dejado en ese estado-. Estoy despierta.

Me levanté de un salto, observando las estrellas brillar con su luz propia, aunque seguramente muchas habían muerto hacía tiempo, y ya no eran más que nebulosas brillantes que habían explotado y derramado sus fragmentos por el espacio... << Eso mismo le pasara a nuestro querido asesino... >>pensé, sonriendo de manera torva, acariciando las espadas por encima de la funda, como si tuviera pensado dejarles a ellas el trabajo. En ese momento, a la luz de la Luna y las estrellas, mis ojos, ahora plateados como el astro nocturno, brillaron de manera peligrosa. Bajé la mirada, y empecé a caminar hacia alguna parte para comenzar con mi preciada búsqueda.

- Zayyn ha regresado...