Un niño perdido [Parte 2]

La pantalla se iluminó con un leve resplandor y de reprente, aparecieron los colores, los movimientos, las personas, el ruido... En definitiva, el mundo entero, o al menos la parte del mundo real o ficticio que mostraba el televisor.

La gata sonrió divertido al ver a Naois, desde luego parecía que no había visto nunca un televisor y había esquivado muy bien la pregunta de la película, porque si  no sabía lo que era un televisor, lo más normal es que no supiera qué es lo que era una película. Aunque a saber, todo era posible en el mundo.

- Bueno, pues entonces ¡cómo entrenar a tu dragón!- dijo entusiasmado el pequeño Ludwig.
- ¿Esa? Nyaaaaa~ Yo quería ver una romántica...
- Por favor, de esas ni hablar. No quiero vomitar la cena esta noche.- la voz de albina resonó mientras que se acercaba a ellos y ocupaba su lugar, al lado de Naois.
- Voy a ponerla en el DVD, ahora vuelvo.

El rubio fue hacia una estantería donde estaban un montón de películas, no hacía faltar decir que todas ordenadas alfabéticamente, y escogió una de ellas. Luego se acercó y colocó el disco en el aparato que permitía verlas. Nada más darle a cerrar todo empezó y Ludwig regresó a su lugar en la mesa.

La película comenzó mientras que Gatomon y el pequeño germano no apartaban la mirada del televisor mientras que sorbían los fideos sin parar. Julchen miró un segundo a Naois, levemente incómoda de tenerlo a su lado... A fin de cuentas, muchas veces se acababa durmiendo mientras que veían peliculas, aunque le gustasen, porque claro, se despertaba todos los días a las cinco de la mañana para entrenar y luego estaba muy cansada el resto del día. Aunque últimamente se despertaba más tarde por lo del brazo. Pero aún así no estaba segura de que no fuese a dormirse ese día.
Sacudió la cabeza y se centró en comer.

Gatomon se quedó con una cara de póker sublime, a fin de cuentas, no se habría esperado que el chico se pusiera a gritar desesperado como si fuese un espejo mágico de las historias; ella cuando descubrió lo que hacía la tele nunca pensó que pudiera mostrarle lo que ella quería. Desde luego, había humanos para todo, y con todo tipo de inteligencias... Daba gracias a que le había tocado una que al menos sabía para qué eran la mayoría de las cosas, aunque la humildad aún no la comprendía del todo... Pero bueno, era una tara sin demasiada importancia.

- No te muestra lo que quieras ver, porque para que lo veas tiene que haber un aparato llamado cámaras que son las que perciben a las otras personas. Y para eso ha de interesarles tu madre, cosa que dudo, porque solo la gente con dinero y poder sale normalmente por ella.- explicó la gata.

Después mientras que todos estaban sentados de nuevo fue la felina la que se lo explicó todo, porque los dos hermanos germanos se habían quedado concentrados mirando el televisor. No por nada, era una de las películas preferidas de los dos.

- Eso es una película de animación. Crean los personajes con un ordenador y también hacen que se muevan por medio de programas. Ahora está muy de moda hacer esas cosas para el entretenimiento de la gente. Ahora, lo único que tienes que hacer es mirar la pantalla, escuchar y enterarte de qué va la historia.

Cuando el chico volvió a abrir la boca esperanzado por recibir una respuesta por parte de la gata, que obviamente era que no, porque gente poco importante la había en todos los lugares del planeta y que eso era una cosa muy obvia. Recibió un puñetazo en plena coronilla de la albina que estaba a su lado, justo entre la gata y él.
Un aura de color purpúreo parecía recorrer la figura de la albina, al que además se añadía una mirada casi asesina por su parte.

- Para empezar, pelirrojo, la suposición de mi compañera es lo más obvio. Segundo, ibas a vengarte de tu madre la primera vez que te conocí, no entiendo a que viene ahora el complejo de Marco. Y tercero y más importante, ¡¿Quieres callarte de una puta vez?! Quiero ver esta asombrosa película y con tus llantos de nena no me dejas escuchar.- se le notaban algunas venitas marcadas por la frente y el cuello.

Ludwig por los gritos de su hermana se volteó a mirarla. Sin embargo puso una mueca de resignación, una de las tantas cosas que llevaba peor su hermana es que no la dejasen disfrutar de algo que de verdad la gustaba. Por suerte, no había sido el fútbol o una película militar, o sino, el pelirrojo se hubiera llevado más golpes encima que una piñata en una fiesta de cumpleaños.

La albina se cruzó de brazos, esperando remarcar su actitud de la que manda aquí soy yo. Pero eso no pareció funcionar en el pelirrojo, porque tras unos segundos de silencio comenzó a replicarla. Era obvio que ella tenía la razón por ser tan asombrosamente asombrosa, pero él no lo veía. Como cualquier otra persona no asombrosa del maldito planeta.

Bufó con eso de que tuviera la edad que la dijeron que tenía. Sí, claro, y qué mas... Pero, con tan solo plantearselo durante un segundo su piel se volvió más pálida de lo que ya era y puso una mueca entre repelús y no te me acerques nunca más. Entre todas las maneras de verle, había pensado en él como un hombre de la edad que aparentaba, es decir, que había pensado que si tuviera la boca cerrada, entonces ella podría replantearse eso de llevárselo a la cama. Pero de tener meses de vida, entonces era una jodida pederasta. Y sí, le dio un asco tremendo serlo.
Ya podía estar bueno, pero eso no superaba la repulsión que se daría a sí misma.

- Porque el que sabe vengarse tiene la mirada de chico malo, y tú ahora parecías un niño que despierta el día de Navidad y va a por sus regalos. Además de que alguien con un objetivo como la venganza sabe que ha de tomarlo con paciencia y no se pone a dar saltitos absurdos como si se estuviera meando- quizás exageraba la reacción del pelirrojo, pero era así como ella le veía.

No dijo nada más, pero se podía notar que sus ojos brillaban con una mirada cada vez más siniestra y amenazante. Naois, te presento a una loca que tiene algún que otro problema con el control de la ira. Y sí, eres uno de sus detonantes más habituales...
Veloz como una serpiente la chica le pegó un mordisco en la primera zona que pillara más cerca, posiblemente el hombro. Después simplemente se separo y le miró mal.

- Si quieres acabar con marcas de dientes por todo el cuerpo, entonces vuelve a hablar

Se cruzó de brazos -de nuevo- y se recostó en el sofá lo más lejos que podía de Nao sin aplastar a Gatomon. La cual les observaba divertida.

La albina estaba a la vez satisfecha y a la vez molesta porque el pelirrojo no hablara. Esa había sido su intención, pero a la vez le hubiera gustado algo más de emoción por su parte al morderle, a fin de cuentas, ahora tenía una magnifica marca de sus dientes en el hombro. Pero pensó que no sería asombroso buscar su atención en ese momento y se calló, tomándose la cena de nuevo.

La pelicula continuó, y a pesar de que por su aspecto y forma de ser Hipo no tenían nada que ver con la de los demás vikingos -adultos al menos, porque con los jóvenes tenía más parecido- sí que era de la propia aldea. Aunque nadie apreciaba esas diferencias con los demás y solían decirle que el problema era todo él, incluso su propio padre. Sin embargo, al ir avanzando en la película y conseguir un compañero seguramente para toda la vida, el chico consiguió ser aceptado y respetado por todos allí.

La película acabó, y todo continuó unos segundos en silencio. Un peculiar y extraño silencio en la casa, porque a fin de cuentas, a la albina le costaba mucho mantener el silencio. Cosas de que necesitara que todas las atenciones estuviesen puesta en ella. El motivo: estaba durmiendo en silencio, tan tranquilita que apenas parecía que una hora y media antes hubiese golpeado el pelirrojo.

Ludwig sonrió y alzó tres dedos que fue bajando poco a poco después de apagar la televisión. Cuando cerró de nuevo el puño, la albina dejó escapar uno de sus asombrosos ronquidos que rompió el silencio. Al parecer había tenido la "decencia" de no opacar la película con sus problemas respiratorios, nacidos a raíz de muchas fracturas de tabique y de las costillas.
El rubio recogió todos los platos de la comida y los dejó en el fregadero. Y después se estiró, frotándose uno de los ojos. Se notaba que estaba ya cansado.

- Bueno, me voy ya a dormir. Perdona que no me quede a despedirte, Naois. Pero es que mañana tengo colegio, y no puedo acostarme mucho más tarde. Pero ya está gato para eso.- el niño se despidió con la mano y fue subiendo lentamente hasta el cuarto de baño a lavarse los dientes y después regresar a su cuarto para ir a dormir.

- Cuando quieras irte, me avisas -nya~- dijo Gatomon moviendo la cola de un lado a otro, sin bajar el tono por la albina.- Si quieres podemos ver otra película, tenemos varias en el mueble. Si no sabes de que van, detrás viene un pequeño resumen sobre ellas.

La gata se subió al respaldo del mueble y de ahí, bajó al suelo haciendo un gracioso mortal en cuanto que Naois contesto a su pregunta. Le hizo una señal para que la siguiera y le acercó al enorme mueble donde había mirado antes Ludwig la película que había querido ver.

- Aquí las tienes, puedes mirar todas las que quieras... Por cierto-nya~ Sabes leer, ¿no?- lo cierto es que la gata no lo preguntaba de mala, sino por asegurarse. El chico demostraba a veces un comportamiento raro para la edad que tenía.

Delante de él, tras los cristales corredizos había todos los títulos de películas que quisiera. Sobre todo de películas más actuales. Estaban ordenadas por géneros en cada balda y dentro de ella por orden alfabético. Podía estar el chico cuanto gustase mirandolas.
De fondo, los ronquidos de la albina seguían dando algo de "vida" al silencio de la noche.

La gata le observó levemente sorprendida cuando el chico le comentó sonrojado que solo sabía leer cirílico. Aunque lanzó una mirada veloz hacia la chica en el sofá, a fin de cuentas, sabía que ella odiaba con practicamente toda su alma a los rusos; demasiado mal se lo habían hecho pasar entre el bulling y algunas cosas que peores. Tras comprobar que estaba totalmente dormida y no se iba a enterar de nada, siguió hablando con el chico.

- No sabía que eras ruso- nya~ No lo pareces demasiado, pero no se lo menciones a ella. No le gustan demasiado los rusos... A pesar de como es ella, consiguieron hacerselo pasar muy mal durante nueve meses.- respondió de manera confidente.

Gatomon recogió la película que le tendió Naois, mirando la caratula. Intentó no poner una expresión de terror, porque a ella no le gustaban nada ese tipo de películas. Aunque no era quién para meterse con los gustos de nadie, y menos, porque negarse a ver una de esas películas significaba ser llamado cobarde.

Se acercó al DVD y metió el disco en su lugar. En cuanto comenzaron los anuncios, la albina volvió a dejar de hacer ruido. Como si su cerebro fuese capaz de discernir en el sueño cuando tenía que hacer ruido y cuando no.
La pantalla de inicio mostraba unas brumas y en ellas sombras que se desplazaban de un lugar a otro, dando formas de rostros informes. La gata dio en el mano al play y se sentó al lado de Naois, más cerca de lo que haría de costumbre, pero sabía que en algún momento necesitaría abrazarse al chico o al menos sentir que no estaba sola.

Poco a poco, comenzó la película en un principio de manera normal, una casa donde vivía una familia a principios de siglo XX más o menos. Que fueron asesinados brutalmente una noche de Halloween... A partir de ese momento, los alrededores de la casa, siempre estaban cubiertos por la niebla, donde se decía que se observaban rostros y se escuchaban susurros que te decían que tenías que irte de allí.
Aunque claro, con el paso de los años, las compañías de ventas, decidieron aprovechar la bonita casa grande. Y la pusieron a la venta. Casualmente, una pareja decidió comprarla y al ir a hacer la mudanza con sus amigos comenzó todo el problema... Empezando porque no podían salir de la enorme casa. O al menos, no vivos...

Ese era el argumento de la película. Nada demasiado innovador, pero al menos, los efectos especiales eran bastante memorables.

La gata cada vez se hacía más una pelota sobre sí misma, porque claro, ya sabía que no le iba a gustar para nada el argumento ni la película. Sus uñas comenzaron a clavarse en la tela del sofá, cosa que seguro cabrearía a la albina cuando se despertase y se percatase del desperfecto del mueble. Pero no había podido evitarlo...

Ya casi parecía que iba a ir todo bien y que no iban a despertar a albina, que estaba completamente ajena -babeando ligeramente- de las escenas que mostraba el televisor. Pero Naois tuvo que pegar un grito que sonó bastante femenino. Por suerte, la gata ya conocía lo que iba a pasar y se había conseguido tapar las orejas y cerrar los ojos antes de eso, así que, por su parte, apenas hubo problema...

El problema lo tuvo la que estaba durmiendo. Sus ojos rojizos se abrieron de golpe al escuchar el penetrante sonido. Casi lanzándose por automatismo hasta la fuente de esta y tratando de reducirle contra el sofá por mero instinto. Aún no estaba del todo despierta, y por eso fue casi, dado que falló por unos cuantos centímetros y solo golpeó al lado del cuello del chico.

- =.= ¿Gue basssssa?

La albina no entendió nada de los balbuceos del pelirrojo, y aunque este hubiese hablado normal, lo más seguro es que ella ni tan siquiera se hubiera percatado de lo que la hubieran dicho por lo densa que estaba en ese momento. Le costaba horrores mantener los ojos abiertos, pero un resplandor repentino por parte de la televisión fue el que le dio la pista de lo que pasaba, sobre todo al reconocer lo que aparecía en la pantalla.

- Joder... Deberíais dejar de ver... - bostezó- Películas que os asustan... No es nada awesome... - volvía a quedarse dormida.

Sin embargo, antes de hacerlo otra vez, de un "ligero" -recordemos que no suele controlar mucho su fuerza y ahora menos que está dormida- tirón, le hizo recostarse contra ella. En cuanto se acomodó el peso de la cabeza del chico, comenzó a hacerle caricias como si fuese un gato. Su cerebro estaba tan ido, que posiblemente pensase que era Gatomon o quizás su hermano, de haberse dado cuenta de que era Nao ni tan siquiera lo hubiera hecho.

- No pasa nada... Es solo una película, no ha pasado de verdad; y si lo hubiese hecho, seguro que no se acercaban aquí... Porque soy demasiado... Asombrosa para ellos... - su tono comenzaba a bajar, lo mismo que el ritmo de las caricias sobre el cabello del chico.- No dejaré que te hagan... Nada... Malo...

Tras eso respiró profundamente y la mano dejó de moverse, pero la presa seguía firme en su lugar, aprisionando al chico contra sí misma. Quizás Naois estuviera demasiado traumatizado para darse cuenta, pero todo lo que había dicho la chica había sido medio dormida, como si lo tuviese ya memorizado.

Gatomon, mientras que todo eso ocurría, había dejado de prestar atención a la película para observar a los dos humanos. En silencio sus afiladas pupilas les observaban, moviéndose de uno a otro. Se notaba una gran paz entre ambos... Si no fuera por sus continuas peleas harían una pareja adorable, se dijo la gata.

La minina apagó la televisión y con unos leves golpecitos consiguió que la albina acabara tumbada en el sofá, haciendo que Nao cayera sobre ella, en la misma postura que cuando estaba erguida. No los iba a despertar para moverlos de allí, obviamente. Lo menos que podía hacer era ponerlos en una posición cómoda.
Saltó hacia un pequeño arcón al lado de los sofás, y sacó una manta con la que cubrió a los jóvenes.

- Buenas noches, tortolitos... Será divertido ver cómo despiertan.- se dijo a sí misma, haciendo que se le ocurriese una idea "malévola" con la que poder molestar a la albina.

Colocó una cámara de vídeo enfocándoles a los dos, un tanto oculta, para que al despertar no se percataran de ella. Hecho eso, se dirigió a su habitación, subiendo las escaleras.


Las horas pasaron rápidamente, sin embargo la noche aún era cerrada cuando los párpados de la albina temblaron levemente y el ritmo de su respiración cambio para ser más activo y menos profundo que antes. Eran exactamente las seis de la mañana, pero la chica tenía un despertador biológico bastante preciso, así que, a menos que se hubiese acostado en la madrugada siempre se despertaba a esa hora.

Sin embargo, a diferencia de otros días, no quería abrir del todo sus ojos. Se sentía cálida y con una sensación de protección que hacía tanto tiempo que no sentía sobre sí. Notaba que recuperaba esa inocencia y pureza casi infantil, casi como cuando tenía una pesadilla y su abuelo la consolaba y estaba con ella hasta que volvía a dormirse... La misma sensación cuando solo tenía a Gatomon para desahogar sus penas.
Notaba un agradable calor sobre todo el costado derecho del cuerpo y algo de presión sobre él, pero no la suficiente como para ser preocupante.

Al mover su brazo derecho que notaba entumecido, su piel rozó contra algo suave. Abrió los ojos entonces, porque no le recordó para nada al pelaje de Gatomon y sus ojos de color rubí se toparon con unos cabellos rojizos. Abrió los ojos un tanto desubicada, sin entender qué es lo que pasaba. Estaba abrazando a alguien que no reconocía -por el momento- y lo más raro de todo, seguían completamente vestidos. ¿Sería que estaba muy cansada? ¿Habría sido una patética borracha que le contaba sus penas? ¿En un momento de lucidez se habría percatado de que en realidad era un orco? No tenía ni idea, pero decidió que por el momento lo mejor era palpar un poco... A fin de cuentas, estaba dormido y no se iba a dar cuenta del estudio de la albina...
Quizás gracias a eso pudiera recordar más cosas, tenía la rara capacidad de en algunos casos reconocer a la persona por tan solo su cuerpo. Aunque no siempre le era posible hacerlo, porque era más como una intuición que una verdadera capacidad. Sus dedos recorrieron con suavidad el cuerpo del chico a su lado. Su rostro se ruborizo levamente al sentir que la persona a su lado estaba tan preparada físicamente como ella, todo firme y duro, en su lugar con unas proporciones apetecibles a cualquier fémina del planeta. Y una suavidad casi infantil...  

Recordaba ese cuerpo demasiado bien, hacia pocas horas que lo había notado cerca. Y no precisamente por haber estado durmiendo con él. ¿Qué había hecho la noche anterior? No recordaba haber bebido nada de alcohol...
Los ojos se le abrieron con sorpresa a la vez que su cuerpo se tensaba y golpeaba al "desconocido" para escapar del abrazo en el que estaba, cayendo al suelo, puesto que era la que estaba en el lado que daba al suelo del sofá.

- ¿Qu- qué estás haciendo ahí?- preguntó alarmada y sobre todo, muy sonrojada.

No era posible que hubiese pasado la noche con Naois. No, tenía que ser una pesadilla... ¿O quizás un sueño? la dijo una pequeña vocecita burlona que peculiarmente sonaba muy parecida a la voz de su compañera.

La albina se puso en pie, sobándose el trasero y la espalda, porque la caída le había dolido bastante en esas zonas en concreto. Por suerte, no se había pasado con la fuerza y se había comido la mesa del comedor, que entonces posiblemente hubiera tenido que dejar la "amable" conversación con el pelirrojo para irse al menos al botiquín a quitarse trocitos de cristal de las heridas.

- ¿Yo? ¡Y yo qué sé! Me dormí antes que tú, pervertido.- dijo la que decidió meter mano...

Seguía sonrojada, y que él lo estuviera también no ayudaba de mucho. Y eso que en el cielo aún estaba el cielo estrellado, pero la maldita luz de luna que se colaba por las ventanas daba suficiente luz como para distinguir colores tan fuertes. Se cruzó de brazos y cerró los ojos tratando de recordar qué había pasado.
Por su mente pasó el recuerdo de haberse despertado sobresaltada, pero ser vencida después por el sueño. No era culpa suya que se hubiesen asustado por una película de miedo; odiaba que la gente gritara sin motivo... Por eso había agarrado a alguien para tranquilizarlo... ¡Scheisse! ¡Había abrazado a Naois!

Su rostro se descompuso en una mueca de incredulidad, por suerte, no recordaba mucho más desde ese momento. Salvo la sensación de calma y protección que había sentido entre esos brazos, teniendo un momento de debilidad. Ella no podía permitirse esas cosas. No podía...

- ¿Se puede saber por qué te abracé?- sabía el motivo, pero se le escapó esa pregunta, que iba más hacia ella por haber animado a un "desconocido" que además le caía mal.

La actitud avergonzada del joven no la ayudaba demasiado, estaba más acostumbrada a que cuando esas cosas pasaran se pusieran gallitos y dijeran cosas absurdas. Lo que la ayudaba a sacar de su ego ese punto de asombrosidad necesario para no sonrojarse e ignorar todas las sensaciones -raras- que tenía. Pero si se quedaban en ese estado, no podía evitar comportarse de manera tímida y nada asombrosa.

Sacudió la cabeza en un intento absurdo de rebajar el sonrojo, pero solo consiguió removerse el cerebro. Sin ninguna utilidad más que marearla levemente.

- Ni si ni no.- respondió a la pregunta.- ¿Qué hacías viendo una peli de terror para empezar si te dan miedo? Porque Gatomon no estaría precisamente entusiasmada, les tiene fobia a los fantasmas y esas cosas. Y no podías hacerte el gallito con nadie, porque los demás estábamos dormidos.

Sonaba molesta, a pesar de que todo lo que decía era bastante racional. Pero es que, no había nadie que pudiera quitarle el mal humor durante el resto del día, porque se sentía mortificada por haber tenido su momento de: "soy una chica de esas a las que les gustan las historias cargadas de azúcar y corazones rosas".

- Y de todas formas, ¿cómo es que te has quedado entre mis brazos? Por mucho que estés en shock eso no significa que tengas que babearme encima.- exageraciones, pero es que ella siempre tiene que enfatizarlo todo.

Julchen abrió los ojos con sorpresa al escucharle decir que no sabía leer. ¿Cómo no podía saberlo? Todo el mundo tenía que saber algo al menos, sobre todo si tenía que usar un ordenador para programar portales y demás cosas. Por un segundo le pasó la idea de que era un niño pequeño, pero de todas formas, si lo era cómo es que sabía programar y no leer.
Tenía que haber alguna clave en su forma de hablar... " Yo… no sé leer el abecedario normal…" Eso es lo que había dicho. ¡Eso era! Una forma normal. Sin embargo dejó la pregunta en cuestión para un poco después.

- Normal que te gustara más la otra. A fin de cuentas, para no tener miedo hay que ser un hombre, y una princesita como tu no entra dentro de ese grupo.- replicó con un bufido.

Movió el cuello hacia los lados, escuchando un chasquido. Tras eso ya estaba mejor; a pesar de lo cómodo que era el sofá seguía siendo un sofá y no era el mejor lugar para dormir más de una hora seguida. Y menos si tenías que compartir el espacio que había. Sus ojos miraron a Naois cuando el chico se abrazó a sí mismo. Señalo con un dedo al lado del chico.

- Tienes una manta ahí al lado por si tienes frío... Creo que es con lo que estábamos tapados.- respondió con normalidad, pero a los dos segundos se puso nerviosa.- Pero no es porque me haya preocupado ni nada por ese estilo... Es que... Es que... Me ponías nerviosa... Sí, eso es. - mentir nunca había sido uno de sus dones, y menos nerviosa.

Se quedó en silencio, mirando al chico sin apartar ni un ápice la mirada. Estaba sorprendida por las palabras que le había dedicado... Tenía razón con eso de que había sido agradable, porque a pesar de que Gatomon y Ludwig eran personas cercanas a ella, no se dejaban abrazar normalmente, así que, esa sensación de calidez que apenas había conocido en su vida también le parecía sumamente agradable.

- N-no te preocupes... Era agradable... - se llevó las manos a la boca por haber sido tan sincera en ese momento. Se sonrojó y cerró los ojos agobiada. Tenía que cambiar de tema ya, y para eso, regresó a lo del idioma. Al menos era un tema más seguro.- ¿Cómo que no sabes leer normal? Explícate.- los ojos rojizos le escrutaron fijamente.

Si el chico era capaz de recordar lo pasado en la noche anterior, recordaría lo que dijo la gata sobre los rusos y Julchen. Y por tanto, no mencionaría ese "pequeño" detalle. Aunque era muy posible que quedara abandonado en sus recuerdos y respondiera con sinceridad. Lo que podría desembocar en unas acciones un tanto raras de la albina.

Julchen sonrió muy levemente ante el comentario que desde hacía poco que tenía frío. Es lo que tiene perder a una asombrosa estufa humana como ella, obviamente se la echaba de menos sí o sí... Aunque ella también echaba un poquito de menos un plus de calor, sobre todo, porque la chimenea estaba apagada -aunque la calefacción seguía funcionando- y hacía más frío que cuando se habían dormido.

- Cosas que tiene el que mi magnífica presencia no esté cerca. Tranquilo, podrás acostumbrarte a mi falta.- dijo con su habitual ego subido.

La albina se movió al ver las cosas que aún estaban desordenadas en el salón y se puso a colocarlas. No quería que su hermanito se enfadara, y aunque pareciera alguien que no se preocupara mucho por la limpieza y el orden, era algo obsesiva con ambos aspectos. Aunque eso no lo sabía demasiada gente. Guardó la película en su caratula cuando escuchó al pelirrojo hablar de nuevo. Pensaba que se había vuelto a dormir tras arrebujarse en la manta, ignorando su pregunta, pero al parecer no lo había hecho.

- Lo lamento. De haberme criado un ruso creo que ahora me estaría cortando las venas. - sonaba espeluznantemente sincera.- -Imagino que no todos tenemos suerte con las familias, ya sean adoptivas o reales.- caso aplicable a sí misma.- Bueno... Podría enseñarte un poco; no tengo clases porque hasta que no se me pasen las dos semanas de descanso no puedo volver al instituto y hasta que no se despierte West no tengo que hacer el desayuno. Así que, si quieres puedo enseñarte.

A diferencia de lo que pudiera parecer, la chica tenía una paciencia bastante ilimitada a la hora de explicar las cosas. No en vano había criado a su hermana prácticamente ella sola con ayuda de su abuelo.

Con la ayuda del pelirrojo el salón quedó recogido en apenas unos minutos, pero eso no ayudaba mucho, puesto que aún quedaba una hora y media para que Luddy se despertara y por tanto que ella pudiera hacer algo más que tener que convivir con alguien que le caía mal. Tampoco le parecía bien echarle, porque era demasiado temprano y en la calle aún haría mucho frío.
Su mirada vagó por el salón observando una de las consolas de su hermano -que apenas estaba usada- porque podría conectarse a jugar a disparar a algo, ahora que podía sujetar mejor el mando. Pero el mayor problema radicaba en que a esas horas no habría nadie, ni tan siquiera sus compañeros americanos ni tampoco el australiano. Así que, tendría que entretenerse de alguna manera.

Pero ahondar en una de las cicatrices de su pasado no era buena idea. Los ojos de la albina a causa de la poca luz y sus sentimientos se volvieron casi azules, aunque gran parte de ellos aún conservaban un tono más purpúreo. Lanzó una mirada furibunda hacia el chico.

- Si no es mucha molestia preferiría que no hablases más de rusos... Además no sé qué tiene de malo estar con alguien que en realidad parece haberte criado como un hijo de verdad. No todos contamos con alguien así en nuestras vidas... - dijo amargamente al final, ya no por ella misma, sino por Ludwig. El pequeño no había hecho nada y era un amor, pero el destino le había otorgado unos padres incapaces de velar por el bienestar de sus hijos.

Bufó y se sentó casi ofendida en el sofá. Que fácil es quejarse solo porque no te habían dicho alguna cosa, pero al menos te habían cuidado con atención y cariño. Cosa que al parecer para el pelirrojo era inservible. En cierto sentido se sentía ofendida por preferir vivir una mentira en la que al menos te sentías querido -porque por muy hábil que fuese el mentiroso si no te quisiera no te cuidaría con tanto mimo y atención- a vivir con gente que supuestamente estaba obligada a quererte, y que en realidad solo veían a un error cada vez que asomabas tu extremadamente blanca tez.

Sacudió la cabeza y se centró en el cambio de conversación. Era demasiado pronto como para discutir, y aunque la casa fuese grande, no quería que Ludwig se despertara por el ruido.

- Eso es una PS3... Es de West.- respondió algo cortante, mostrando que había algo que la molestaba.- Sirve para jugar a videojuegos.

Los ojos de ella se clavaron en los contrarios mientras que hablaba, era sorprendente la calma que podían tener, sobre todo cuando estaba al lado de la loca que no hacía más que intentar matarle. Era raro, ¿acaso ya no imponía tanto como antes? ¿O le habría mostrado algo con lo que poder dañarla profundamente? Los ojos bicolor -en ese momento- de ella le miraron con desconfianza.

- Los de esa consola son infinitamente mejores que los de un ordenador- aunque hubiese muchos compartidos- Pero imagino que para pasar el rato no estarán mal los tuyos.

La mirada de desconfianza no disminuyó cuando se levantó, porque parecía que iba a ir a toquetearla todavía más y eso sí que no le iba a dejar. Se puso en pie a su vez, con unos ojos que se mostraban más peligrosos que antes. A fin de cuentas, aún por su cabeza pasaba la idea de que él iba a atacar a su hermanito para vengarse de ellas. Estúpidas promesas de dar zonas en las que no pudiesen pelearse...

La pregunta de Naois la sacó de sus reflexiones, con una mueca ligeramente despectiva. A ella había momentos en los que molestaba como una mosca cuando comías en el jardín, pero seguro que a su hermano y a Gatomon les daba igual.

- Depende de a quién preguntes... Pero a mí es obvio que sí. A fin de cuentas, nunca hemos sido santo de devoción el uno del otro.- se encogió de hombros, era una realidad.- Pero seguro que a mi hermano le haría ilusión saber que estas aquí. Aunque ahora que lo pienso, ¿tu "noviecita" no te estará esperando? Quizás sería bueno que te largases para alegrar a una persona poco asombrosa y a otra que es mil veces mas asombrosa que esa castaña.

Se cruzó de brazos esperando ver al chico salir por patas para reencontrarse con esa idiota. Aunque muy en el fondo prefería que Naois escogiera quedarse. Pero eso ni muerta lo iba a admitir ante nadie, ni siquiera a sí misma.

Se sintió algo mal por la mirada dolorida del chico, pero por un tiempo de descanso no dejaban de ser enemigos, o lo que fuera el chico en la enrevesada mente de la chica. Mantuvo una mirada fría y asombrosa para no demostrar nada, a fin de cuentas, cambiar de parecer no era algo genial y ella tenía que serlo. Sin embargo, el continuaba mirándola fijamente, y se puso nerviosa. Agachó la mirada, desviándola a la vez a un lado.

- Haré lo que quiera, dado que es mi casa.- replicó cortante más enfadada que antes, tanto porque él había defendido a la castaña como por elegirla antes que a ella. ¡Ah! Y sin olvidar que la había hecho sentir culpable y poco asombrosa.- Procura no hacer ruido, y en cuanto te haya dado la ropa eres libre de ir corriendo a reencontrarte con ella.

Le hizo un gesto para que la siguiera hacia la sala donde estaba la lavandería. Pasando por una sala de la que se oían algunos piídos y ladridos. La habitación donde tenían a los animales de la casa, de ahí que le hubiese pedido silencio. Llegando finalmente al lugar en cuestión, la albina sacó toda la ropa de la secadora. Separó la suya de la del pelirrojo y se la tendió.

- Ya sabes donde está la salida. Tengo cosas que hacer... Así que, adiós.

Salió de la sala velozmente. Se encontraba mal, había algo pesado y molesto en su pecho. Era incómodo y doloroso en partes iguales, pero al menos esta vez, no era tan fuerte como para dejarla días sin moverse de la cama. Era tan solo una leve decepción... Quizás fuera mejorando en eso de no dejar entrar a nadie a su corazón para que no la hicieran daño.

Ladeé la cabeza, sin entender por qué esa cara de mal humor. Me molestó. ¡Se lo había pedido por favor! ¿Tanto le costaba ser un poco humilde de vez en cuando? Suspiré, y sacudí la cabeza, cansado. Sin decir nada, la seguí por donde me llevó, con sumo cuidado, con la agilidad y el silencio de un felino.

Cuando se detuvo y me dio mis ropas se fui a agradecer, pero ella salió pitando como alma que lleva el diablo. Ladeé otra vez la cabeza, esta vez para el lado contrario. ¿Qué mosca le picaba? Confuso y anonadado, comencé a cambiarme, dejando el pijama doblado y liso sobre cualquier mueble que hubiera en la sala. Observé las prendas un minuto, antes de regresar al salón y buscar en mi mochila  un papel y un bolo. Después volví a la sala (siempre con sumo silencio) y dejé el papel doblado sobre la ropa. En él escribí.


Desde que era discípulo de Mashury me había propuesto aprender el alfabeto normal, y por ello había puesto de la mejor forma que sabía esas palabras que ya había aprendido. Así que, tras revisarla un par de veces, me di la vuelta y regresé al salón, ya con mi ropa, dispuesto a irme de esa casa en la que no era del todo bien recibido.

En el pasillo, agarré mi sudadera, mi abrigo y mi mochila y me dirigí hacia la puerta. La abrí con cuidado, para no hacer ruido y molestar, y después de salir, la cerré de la misma manera. Me quedé observando la casa unos instantes, pensando en si los volvería a ver, antes de rodearla y salir del jardín, en busca de algún lugar en el que me pudiera comunicar con Elise y reunirme con ella.

Media hora después o así, la albina salió de la ducha que se había dado para olvidarse de todo lo que había pasado, empezando obviamente por cualquier marca del olor del chico de su cuerpo. Limpia y envuelta en su corto albornoz de pollitos, la chica se dirigió a la cocina a preparar algo de desayuno para su hermano. Pero antes se acercó a la lavandería a dejar la ropa.
De camino hacia allí una bola amarilla de plumas y con un lacito rosa en la cabecita, la asalto. No podía ser más que el pollito favorito de Julchen: Julbrid.

- ¿Qué tal pequeña?- preguntó haciendola unas cosquillas en su suave cabeza.
- ¡Piú!- respondió el animalito, sentandose sobre la cabeza de su dueña, la cual retomó el camino silbando una canción.

Dejó la ropa dentro de un cesto, y cuando iba a salir de allí tranquilamente, observó cómo Julbrid se acercaba hasta una ropa doblada sobre la que había un papel. La albina se acercó y lo abrió, riéndose un poco por la forma de expresarse del chico. Aunque en parte conmovida de que hubiese hecho el esfuerzo por escribir en caracteres latinos.
Sacudió la cabeza para quitarse ese pensamiento. ¿Para qué querría él agradarla? Era una tontería, aunque todo un detalle por su parte. Dejó la ropa dentro del cesto para lavar con una leve sonrisa en el rostro.

- ¿Crees que debería darle una oportunidad? Quizás puede tenerle sólo como amigo. - le preguntó -odiándose después a sí misma- sus dudas al pollito. Peculiarmente, cuando ella necesitaba consejo serio hablaba con el animal emplumado antes que con cualquiera dentro de la casa.
- Piu, piu, pi... - contestó ella.
- Tienes razón... - dijo pensativa.

La albina se dirigió a la cocina a preparar la comida, llevando guardado en un bolsillo la nota del chico, para después guardarla como recuerdo de una noche divertida y bastante pacífica en lo que sería la rutina normal con él.