[Berlín] Un niño perdido [Parte 1]

Una tarde como cualquier otra en noviembre: El cielo encapotado y temperaturas que no superaban los diez grados de temperatura, por lo que había que ir bien abrigado si no se quería coger un buen resfriado. Y como no, con probabilidades de que lloviera bastante elevadas, aunque para aquellos acostumbrados a ese clima sabían que no duraban más de un par de horas, y que lo peor -indudablemente- era el viento que podía ser tan frío que llegaba a cortar la respiración.
Sin embargo, hace falta ese tipo de clima para que los bosques y parques muestren grandes árboles de color verdoso. Pero en esta época se mostraban de colores rojos, dorados y naranjas. Puesto que la mayoría de los árboles eran de hoja caduca. A fin de cuentas, en el clima atlántico eran las que estaban mejor adaptadas. Aunque eso no quitaba que hubiese algún tipo de arbusto de hoja perenne o grandes y sobrias coníferas.

Allí, en una de esas zonas fuertemente verdes dentro de la gran urbe, aunque en esta ocasión más bien a las afueras de ella, se encontraba un niño rubio de grandes y cristalinos ojos azules se encontraba jugando con un balón de fútbol. A fin de cuentas, quería entrar en el equipo que había en su escuela, pero como tenía un cuerpo delicado, no podía jugar tanto como quisiera, porque cada dos por tres acababa enfermo. Pero eso no hacía que perdiera las esperanzas en conseguirlo, así que, siempre que se encontraba bien, se iba a entrenar.

Spoiler:

Sin embargo, al golpear la pelota en un momento, esta empezó a rodar y rodar sin detenerse en ningún momento. Y el niño fue tras ella. Tras un buen rato, esquivando árboles consiguió recuperarla... Solo que había un problema. Se había perdido. Giró sobre sí mismo varias veces, pero no pudo encontrar ningún tipo de referencia. Y a diferencia de otros países, allí los parques eran enormes, tanto que una persona podría perderse con facilidad en ellos.
Sus enormes y bellos ojos brillaron muy preocupados. Si no regresaba antes de que el sol se hubiese ocultado por el horizonte, su hermana se preocuparía mucho. Y saldría a buscarle, a pesar de que el médico la había dicho que se quedara reposando.

Por suerte el viento entre tantos árboles apenas se percibe con la misma fuerza que en mitad de una calle. Pero aún a pesar del abrigo, el niño sentía mucho frío. Un frío provocado por el terror a haberse quedado solo y sin saber por dónde volver a su casa. Y otro problema añadido es que no se había llevado el teléfono móvil como le había dicho su hermana, porque a fin de cuentas, no le gustaba nada tener que llevar ese aparato que ocupaba espacio y que no usaba nunca para lo que le decían sus mayores.

Sin embargo, parado no iba a hacer nada, y por ello se puso a andar. Sólo había dos probabilidades, o bien que se perdiera más -pero para el caso era lo mismo que estarse quieto- o bien, encontrar la salida y llegar a su casa sin más percances. El problema radicaba, en que su delicado estado de salud le obligó a descansar un rato en un banco.
Y al estar quieto de nuevo le volvió a dar el bajón. Y sus ojos se convirtieron en dos lagos cristalinos. Aunque él no iba a llorar, claro que no, porque ya era mayor.

Entonces, una chica castaña de apariencia bastante agradable apareció enfrente suya hablándole en inglés. Tuvo que concentrarse un poco en el cambio de idioma, puesto que a fin de cuentas, él era aún pequeño y a pesar de saber hablar ya algunos idiomas tenía que pensarlos un rato, sobre todo si no se había mentalizado de antes.

- Sí, me he perdido... Pero no soy tan pequeño ¡yo soy mayor!- lo dijo inflando las mejillas, a fin de cuentas no le gustaba ser pequeño, pero con esa forma de decirlo parecía más infantil que antes.

Los ojos azules como el cielo en verano se clavaron en Naois cuando este se acercó, mirandole un poco desconfiado, porque no sabía de donde había salido. Pero al ver que el pelirrojo también quería ayudarlo se relajo más. Aunque aún se le podía ver el rostro preocupado.

- Vivo en... - les dijo la dirección de su calle. - ¿Me vais a acompañar a casa? ¿Y cómo os llamáis?

El niño sonrió cuando la bonita y pequeña chica de cabellos marrones sacó su telefono y se puso a buscar la localización de su calle, aunque claro está, se la tuvo que deletrear otra vez, porque el alemán no es del todo fácil de escribir. Dependiendo del tipo de combinaciones de las letras se podía producir un sonido u otro.

- Seis años.- respondió muy orgulloso de su edad, aunque sin duda alguna a simple vista podría aparentar unos siete u ocho, puesto que era muy alto para su edad.- Ves como soy mayor.- Ahora dile que no, Elise, y puede que se enfade de verdad.

Sin embargo, el que captó de nuevo su atención fue Nao. Al que ahora sonrió de manera reservada, pero todo en el niño por naturaleza era algo reservado, menos cuando se enfadaba, por suerte era difícil verle así. Así que, el pelirrojo podía sentir como una victoria el hecho de que el niño hubiese esbozado una sonrisa.

- Yo soy Ludwig Beilschmith, encantado.- respondió poniéndose serio y tratando de imitar a un adulto. Pero esa actitud dejó paso a una más despreocupada e infantil al oír hablar de balones.- ¿Jugarías conmigo? Mi schwester suele jugar conmigo, pero últimamente no ha podido porque el médico le dijo que no hiciera esfuerzos... Aunque si fuese por ella seguro que jugaba.- lo último lo dijo con cara de resignación, a fin de cuentas que el menor fuera el responsable llegaba a ser algo un tanto deprimente.

El niño miró la chocolatina y abrió la boca para rechazarla. Pero en ese momento su estómago gruñó, indicándole que se acercaba la hora de la merienda. Así que, el niño aceptó el snack y se lo llevó a la boca dándole un mordisco, aunque antes de eso, les ofreció a los dos mayores.

- Danke- dijo con un leve sonrojo por el hecho de que su estomago hubiese sonado, aunque segundos después volvió a ponerse nervioso.- Tendría que llegar a casa en breve, o sino mi schwester se preocupará mucho.

Ludwig asintió a las palabras de Nao y sonrió con orgullo. A diferencia de cuando se lo decían otras personas, había notado la sinceridad del pelirrojo. Lo cual, le había alegrado mucho.

- Bueno, si no quiere dejarte jugar conmigo, tendrá que darme sus motivos, y sabe que no le valen unos motivos ridículos... Y sino, siempre hace lo que quiero, solo me hace falta mirarla así.- puso una cara de suplica, sus ojos parecían diez veces más grandes y brillantes. Daba más lástima que el gato de la pelicula de Shrek.

Después de un parpadeo el chico, recuperó su habitual rostro.

- A pesar de lo que diga, si algo le parece adorable y mono, o le provoca la necesidad de protegerlo, no puede negarse a nada de lo que le pidan. Aunque nunca lo reconozca.

El niño comenzó a reconocer la zona del parque según avanzaban, así que, comenzó a caminar algo más rápido, guiando él mismo. Aunque eso no quitaba que no escuchase a Naois hablar. Y le contestó que su mejor amigo de la escuela, era un pequeño italiano algo torpe, que sabía dibujar como si fuese adulto. Y que quizás algún día podrían conocerse para ponerse a comparar los dibujos.

Sin embargo, salir del parque era la parte corta, el problema era llegar a la casa donde vivía al niño, puesto que quedaban al menos treinta minutos. Y el Sol empezaba ya a ocultarse en el horizonte. Tic, tac, se les acababa el tiempo para todos ellos.

La técnica de la cara de gato solo era útil con su hermana y otras chicas, sin embargo, el jovencito prefería ganar por métodos más justos y adultos. Pero como último recurso era la mejor opción... En especial con personas que aceptaban poco las cosas como su hermana que llegaba a puntos ridículos de infantilismo y absurdez. Pero eso no eran más que indicativos de que de verdad se preocupaba por el niño.

Lud continuaba con la marcha, sin detenerse en ningún momento, más satisfecho y tranquilo. Al saberse ya cerca de su casa. Pero algo le hizo detenerse, y eso fue la oferta de jugar hasta llegar a su "pequeño" hogar.

- Está bien, solo porque el número es importante. Ya veremos como sacarle la utilidad a eso.- dijo el niño con un brillo calculador en su mirada.

El niño era un buen guía, tanto, que en algunos momentos le diría a Naois que acortara por algunas callejuelas estrechas que no salían normalmente en los dispositivos móviles. Así que, la diferencia de velocidad entre Elise y ellos podía llegar a ser relativamente elevada. Pero también eso dependía de la velocidad que alcanzase el pelirrojo.

El niño estaba asombrado por la velocidad que podía tener el pelirrojo a pesar de estar cargando con él. Lo cual indicaba que el chico o tenía tanta fuerza que el peso del rubio no le afectaba, o bien es que era tan rápido que incluso con el peso del niño podía mantener un ritmo rápido.
Como diría su hermana, las habilidades físicas -fueran las que fueran- eran "awesomes".

- ¡Vaya! Eres muy rápido.- dijo el niño cuando llegaron a su calle.

A ambos lados de dicho sitio se podían ver grandes casas de apariencia moderna, con grandes jardines y altas verjas junto con unas cámaras de seguridad. Al parecer la familia del pequeño debía tener un buen patrimonio. Porque fuera cual fuera de todas las casas era bastante grande. Tras haber avanzado hasta la mitad de la calle, el niño le haría detenerse a Nao delante de una de las casas.

la "casita:

- Mejor vamos a esperar a Elise.- sabía que su hermana podría molestarse un poco si tenía que ir a abrir la puerta. A fin de cuentas, el niño tenía la llaves de la casa.

Cuando estuvo Elise con ellos, al cabo de unos minutos. El pequeñín metió la llave en la cerradura de la valla y dejó a la vista los jardines, así como los senderos para el garaje.

Continua en: https://mundodigimonrol.foroes.org/t4495-un-nino-perdido-parte-2#96863