¡Adiós digimundo, hola nuevo hogar!

por **Naois** Mar Nov 12, 2013 12:49 pm

- Puerta digital abierta…

El portátil se encendió intensamente, tras presionar la tecla enter. Frente a mí, se creó una especie de agujero oscuro que giraba sobre sí mismo, un portal que me llevaría al mundo humano. Sí, allí estaría a salvo hasta que pensara que hacer con mi vida…

Suspiré, y le di una última mirada al bosque destrozado y congelado que se extendía a mí alrededor. Korishomon había hecho de las suyas. Había aprovechado mi inestabilidad para controlarme y llevarme lejos de allí, a ese bosque, y al aterrizar la había liado muy gorda. Un brillo de dolor e incertidumbre refulgió en mis ojos rojos, ahora más oscuros y opacos debido a mi estado de ánimo.

Hacía unos días me había encontrado con dos personas a las que había jurado matar, después de ponerme a “jugar “ con ellas un poco, al igual como se suponía que habían hecho ellas conmigo. Porque en realidad, ya no sabía en qué pensar. Si no las importaba, ¿por qué habrían venido a mí, sabiendo que las odiaba? ¿Por recochineo, tal vez? A lo mejor habían pensado que sería muy divertido ver mis intentos inútiles por borrarlas del mapa… O quizás no. Quizás habían venido a mí por otra cosa. ¿Habrían dicho la verdad?

Sacudí la cabeza, agitando mis cabellos rojizos, y di varios pasos al frente, con el portátil en los brazos. Cruzando el portal.

La sensación de pasar a otro mundo distinto era bastante rara, pero no desagradable. Era algo incómodo si no tenías cuidado con la forma de pasar, porque igual si te tropezabas, acababas cayendo al suelo de boca, y comiéndotelo. Pero lo único que sentías, era un ligero mareo y un cosquilleo.

Cuando por fin pisé suelo humano, un sinfín de griteríos y risas me llenaron los oídos, obligándome a tapármelos durante unos segundos. Había aparecido en una ciudad, no tenía ni idea de en cual, pues le había dado aleatoriamente al ordenador. En esos momentos, estaba tras un tenderete, en una especie de… plaza enorme con mucha gente. Parpadeé repetidamente, extrañado. Había sido mala idea el aparecer en un lugar cualquiera, sin saber dónde acababa. ¿Ahora cómo podía saber dónde estaba?

De repente, mientras pensaba en cómo averiguar mi ubicación, algo me golpeó en las pantorrillas, sobresaltándome y obligándome a soltar un quejido:

- ¡Ey!

Iba a decirle cuatro cosas a aquel que me hubiera empujado cuando abrí la boca, sorprendido.

Spoiler:

Una chica, pequeñita, y con grandes ojos de un marrón chocolate, y que además llevaba un gatito en sus brazos. Abrió su boquita, sorprendida y mirándome desde abajo, como si yo fuera un gigante, y soltó un “ooooh”. No supe qué decir, me quedé algo incómodo mirándola, por lo que me giré y caminé en dirección contraria. Tratando de alejarme del tumulto de gente. Verlos a todos tan felices y vivaces me recordaba a la época en la que estuve con Naty... y a que ahora no tenía a nadie a mi lado. Estaba solo.

Conseguí finalmente salir del grupo de gente, para toparme con un edificio enoooooooooooooooooooooooooooooorme (pero enoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooorme), que casi parecía atravesar las nubes del cielo con sus torres. Hasta ese momento, no me había dado cuenta, pero un incesante sonido venía de allí arriba, era como un fuerte tintineo creado a partir del entrechocar de dos cosas metálicas y un eco.

- Vaya…

Abrí la boca, sorprendido, y aún mirando la enorme construcción, no me percaté de la figura que se paró a mi lado.

- Es la Catedral de Notre Dame. Es grande, ¿a qué sí? Se empezó a construir en 1163 y se terminó en 1345.

Bajé la mirada, sobresaltado. Allí estaba esa chica, sonriéndome cálidamente, con los ojos cerrados, mientras que acariciaba al dormilón gatito de sus brazos. La joven no parecía tener más edad que yo (físicamente, me refiero), unos 14 o 15, e irónicamente me vino a la mente la realidad: Hasta una chica aparentemente más joven que yo, es más mayor.

- ¿Tanto tardaron en construirla? Sus creadores debían de ser muy viejos al terminarla-se me escapó. A veces tenía retazos de la personalidad de niño que debía de haber tenido a esa edad… ¿Qué se le iba a hacer?

La chica soltó una cantarina risotada, divertida por mi disparate y me enseñó al gatito.

- ¿Quieres acariciarlo?

Su pregunta me sorprendió, y al mismo tiempo me hizo desconfiar. ¿Por qué querría acariciar a un…?

- Awwww, que cosita-me rendí completamente, acariciándolo y dejando que me diera lamentoncitos.

Sonreí, feliz, mientras me encariñaba con el minino. Era una cosita tan pequeñita y mona… que daban ganas de protegerla de cualquier cosa… Eso me hizo plantearme algo…

Yo también había sido un bebé. Recordaba cosas de cuando era un infante, aunque no todo, solo eran recuerdos borrosos. Pero estaban ahí. El rostro de mi madre estaba ahí, mirándome, sonriéndome, haciéndome muecas para que riera… ¿Y si ella sentía por mí lo mismo que yo con ese gatito?

Con este pensamiento, dejé de acariciar al animalito, por lo que se empezó a quejar, lanzando maullidos y reclamando de nuevo mi atención. La chica ladeó la cabeza, extrañada por mi repentino cambio de humor, porque ahora volvía a mostrar esa mirada triste y pensativa que había adquirido después de “reencontrarme” con mi madre.

- Debes de querer mucho a esa chica para tenerla tanto tiempo en tus pensamientos.

Mi cara pasó de ser una triste faz blanquecina, a una sorprendida expresión sonrojadísima. Retrocedí un paso, y balbuceé palabras inconexas. Mi madre y yo… ¡¿Qué?!

- ¡N-n-n-no estaba pensando en ninguna chica!-exclamé-. Bueno, sí… ¡Pero mi madre no cuenta!-al ver a la chica reírse ante mi aprieto, me enfadé-. ¡No te rías!

Gruñí, y le di la espalda para sentarme en las escaleras. Frustrado, me crucé de brazos, y ni siquiera la miré cuando se sentó a mi lado y me pasó al minino.

- Perdona, a veces soy una bocazas…-se disculó-. Me llamo Elise…-al ver que no reaccionaba ante su disculpa, suspiró y me tendió algo envuelto en papel de plata-. Mira, se te notaba muy triste en la plaza. No soy quién para meterme, pero muchos dicen que soy muy empática… Y me gustaría ayudarte.

Alcé la mirada, entornando los ojos al tiempo que la examinaba. No parecía mentir, pero Naty tampoco me había parecido una mentirosa hasta que no me enteré de lo que hizo…

- …Algo ha debido de pasarte. Algo relacionado con tu madre, ¿cierto?

- Tú que sabrás.

- Mi madre murió hace tres años de un accidente de coche. Créeme cuando te digo que sé cómo se siente uno con el tema de las madres.

Me quedé ojiplático ante tal confesión. No supe qué decir; abrí y cerré la boca varias veces, hasta que al final solo pude decir:

- Lo… lo siento.

- No importa-respondió Elise, encogiéndose de hombros-. Hagamos un trato, ¿Sí, chico misterioso? No pareces de por aquí, así que… Tú me dejas ayudarte con tus temas, y yo te hago un tour por la ciudad y te invito a comer, ¿vale?

Me tendió la mano, alegremente, con esa sonrisa despreocupada que al parecer era tan habitual en ella. Por un momento, vi a Naty frente a mí, y sentí la necesidad de estrecharle la mano. Quizá debiera confiar de nuevo en alguien desconocido. A lo mejor esa chica me daba la clave de lo que hacer con todo lo que me pasaba...

- Vale-dije finalmente, asintiendo, entre resignado y aliviado de poder desahogarme con alguien.

OFF: