El peor descubrimiento familiar.

El bosque estaba en silencio.Tan solo podían escucharse las voces de Zerker y Gaomon, y el leve siseo de la brisa empujando las hojas de los árboles. De repente, un portal negro se abrió frente a biohybrido y digimon, a unos diez metros de donde se encontraban, pero no se volvió a cerrar, ni nadie salió por él... Era una clara invitación a que lo traspasaran.

Al otro lado, nada menos que mi persona, enfundaba la espada en su vaina y dejaba esta sobre una mesa, en la mansión que hacía poco más de una semana, Kenshi y yo nos habíamos ajenciado como nuestra. Sin esperar a que el albino lo traspasara, me deshice del albornoz que llevaba y me metí en el agua de la piscina que había junto al salón, y la cual daba a una espectacular vista de los terrenos a la redonda de la casa... Una inmensa selva verde y muy peligrosamente habitada. Me relajé en el agua, tranquila. Llevaba bañador, pero no el típico bikini de dos piezas de esos que muestran más de lo que se debiera (aunque no porque no quisiera, tenía varios bañadores y ese día había decidido llevar ese). Constaba de un pantalón de bañarse, como los de los chicos, pero evidentemente decorado para chica, y un sujetador a juego.

- Brrblblrbl...-sumergí media cara en el agua, entornando los ojos, y me crucé de brazos por detrás de la cabeza a modo de almohada, mientras esperaba a que el fracasado decidiera entrar de una vez por mi portal.

La mansión es así, estoy en esa piscina xD:

Di un suspiro, aburrida, aunque finalmente decidí sumergir la cabeza entera para mojarle la cara. Me quedé unos cuantos segundos bajo el agua, viendo cómo mis cabellos rojos flotar en ella, y las burbujas salirme de la nariz y de la boca. Me dejé hundir, hasta sentarme sobre lo profundo, y me crucé de piernas un rato, mientras miraba al infinito y contaba los segundos que aguantaba sin respirar.

Sin embargo, antes de que pudiera siquiera echar en falta el oxígeno del aire, una voz desde el exterior me alertó, así que dejé escapar el aire por la nariz de golpe, mientras resurgía de nuevo. Jadeé debilmente, y me tomé de frente con Zerker, quien en esos momentos parecía estar quejándose de la ropa ue llevaba. ¡Venga, tío! Sólo me estaba bañando...

-¿Acaso en tu vida no has visto un par de tetas?-murmuré, molesta, mientras mesalía de la piscina de un salto y me sentaba en el borde-. Parece como si nunca hubieras pisado una piscina.

Resoplé, sin ni siquiera mirarle, y tomé con dos dedos la copa de vino que me había preparado anteriormente, llevandomela a los labios y bebiendo, como si fuera lo más normal del mundo.

- Uhm-tragué la bebida, saboreándola en el proceso-. ¿Y bien? ¿Alguna noticia interesante?

Me mesé el pelo un rato y tiré de una toalla cercana para secarlo un poco con ella. El albino no me contestó enseguida, así que aproveché su silencio para terminarme el vino de la copa y para levantarme. Lo ví sentarse, y cuando por fín abrió su bocaza, dejé escapar un resoplido exasperado. Por favor, ¿en serio se molesta tanto por que esté en bañador? ¿Y este es el que había conseguido derrotarme una vez? Puse los ojos en blanco, y mientras él se acomodaba a su gusto, yo di una mirada circular a la zona de la casa que, aunque diera libremente al exterior sin tener paredes, era como parte del interior. Esbocé una sonrisa, y mientras Zerker soltaba prenda, yo me dispuse a secarme el cuerpo con la toalla, sin desnudarme, aunque después tuve que interrumpirle.

- Espera un momento-Si no quería verme en bañador, al menos tendría que esperarse a que me vistiera con ropa seca.

Busqué con mis ojos verdes cualquier prenda, pero como no vi nada a mano, abrí un armario que todavía no había tenido la opción de curiosear. Casualmente -y por fortuna- saqué de él una camiseta negra de tirantes, y unos pantalones de camuflaje. Me oculté tras una pared, por si a Zerker se le ocurría la genial idea de curiosear... No tenía ganas de que me viera cambiarme de ropa, de modo que rápidamente, comencé a probarme otro bikini, uno negro que ataba sus tirantes por detrás de la nuca (parte de arriba) y a los lados de la cadera (parte de abajo). Finalmente, me puse la camiseta de tirantes, y los pantalones, y ronroneé al descubrir que me iban como anillo al dedo... Era una suerte que la humana que antes vivía allí tuviera las mismas tallas que yo.

- Ok, ¿Qué decías de un nuevo aliado...?-inquirí sin demasiado interés mientras regresaba y me sentaba en otro sillón. Al parecer, por algún motivo, se había peleado con su digimon, y ahora habían regresado a estar juntos. Eso sin mencionar que, como buen miembro, ya había reclutado gente... Y parecía gente interesante, con ansias de sangre y de destrucción-. Bien, bien, nuevos reclutas... Nuestro poder aumenta, y cuando Vladimir sea liberado, no habrá quien pueda pararnos-sonreí, satisfecha, y me crucé de brazos cuando preguntó por mí, antes de volver a mirarle-. Nada nuevo por mi parte... Bueno, sí, algunas... tonterías, como que disponemos de una alta fuente de ingresos y de una nueva base...-miré la casa por completo para demostrarle que hablaba de la mansión-. Cuando puedas... me gustaría conocer a ese tal Zess... Tráemelo un día.

Enredé uno de los colgantes que pendían de mi cuello, el que me regaló Kenshi, entre los dedos de mi mano derecha, mientras miraba al infinito de manera distraída.

Miré fijamente a Zerker, casi de manera inquisitiva, con mis ojos verdes clavados en los suyos heterocromáticos. Esa pregunta que acababa de hacer era muy peligrosa, se arriesgaba a que malentendiera sus intenciones, a que pensara que quería usar a mis parientes en mi contra. Un fugaz brillo peligroso surcó por mis ojos, mientras ladeaba la cabeza y no apartaba mi atención de él.

- ¿Por qué quieres saberlo? Dudo mucho que la información te sea útil. Mi relación con mi padre no es buena, mi madre está muerta, no tengo interés alguno de reencontrarme con mi hijo...-No sabía si mencionar a Kenshi, pero supuse que no habría problema. A fin de cuentas, el rubiales era fuerte y se las sabía arreglar bastante bien, y además ahora pertenecía también al equipo-. Y mi novio, dudo que puedas hacerle nada, es más fuerte que tú...

Me acomodé en el sillón, y mientras esperaba respuesta del idiota chasqueé los dedos de una mano. Con un movimiento de muñeca, hice que una corriente de aire trajera junto a mí dos copas y otra botella de vino, las cuales se depositaron sobre la mesita que teníamos enfrente. Comencé a derramar el vino en ambos vasos, y agité el mío un poco antes de llevármelo a los labios.

Sin embargo, antes de beber, me detuve, justo cuando Zerker empezaba a indagar respecto a mi familia. Fruncí el ceño, ya no me gustaba el matiz que estaba adquiriendo esa conversación. ¿A santo de que preguntaba ahora sobre una posible hermana de mi madre? ¿Y cómo se atrevía a hablar de mi pasado sin ni siquiera conocerlo?

Mis ojos brillaron de manera peligrosa. Con la mano que tenía libre, apreté un botón escondido del sillón, y de un compartimento secreto saqué una daga de plata, muy bonita y afilada, la cual clavé en la mesa de manera precisa y brusca. Miré fijamente al idiota, a modo de advertencia.

- Límpiate la boca de toda esa mierda que sueltas, o tendré que cortarte la lengua-murmuré. Después me levanté, irritada-. Si solo has venido aquí a perder el tiempo, será mejor que te largues.

Extraje la daga de la mesa, la hice girar habilmente entre mis dedos, y la guardé en un bolsillo. Luego comencé a caminar hacia el interior de la casa.

- Suficiente. Esta conversación ha terminado.

Visiblemente molesta, recorrí lo que era una de las grandes habitaciones de la casa, ignorando a Zerker, aunque sabiendo de sobra que iba tras de mí. No traté de impedírselo por simples razones: porque sabía que no serviría de nada, y porque podría estropear el precioso mobiliario de la mansión en el proceso de intentar echar a Zerker de esta. Fue entonces cuando me agarró de la muñeca, cuando me volví, le gruñí, y le volví a sacar la daga para amenazarlo con clavársela si no me soltaba. Sin embargo, el albino no perdió tampoco mucho tiempo en hacerlo, es más, casi lo hizo sin necesidad de tener que decirle nada más, como si al ver que me había detenido había descubierto un momento perfecto para hablarme a la cara.

- Puede que sea tu líder, pero no por eso voy a compartir mi pasado con cualquiera. Y menos contigo-siseé-. Te recuerdo que tu me borraste la memoria y dejaste esta cicatriz de regalo-señalé con un pulgar la larga línea rosada que cruzaba por en medio del ojo izquierdo, aunque sin dañar el globo ocular.

Le dirigí una mirada de odio profundo, y comencé a darme la vuelta apra dar como finiquitada esa discusión. No tenía ganas ni de aguantarle a él, ni de consentir que cualquiera sin conocerme realmente hablara de las personas que habían compartido mi pasado. ¿Con qué derecho venía ese imbecil a hablarme de mi madre y su familia?

Pero entonces, cuando el sacó algo de dentro de su chaqueta y me lo mostró, mis ojos se abrieron por completo, patidifusos, y sin creer lo que venían. Lentamente, y con manos temblorosas, tomé la fotografía que Zerker me tendía, observando fijamente ese rostro que tanto se parecía al mío.

- Madre...-el doloroso recuerdo de cuando vi su clon al luchar contra la madre de Kenshi me vino a la mente. El recuerdo de sus últimas palabras antes de desvanecerse hizo que se me humedecieran los ojos... Antes de fijar una furiosa mirada en Zerker-. ¡¿De dónde lo has sacado?!-le exigí saber, mientras le amenazaba con la punta de la daga a unos centímetros de su rostro.

Miré fijamente la fotografía. Reconocía perfectamente a Erin, pero no tenía ni idea de quién era la otra mujer, una tipa de cabellos largos y castaños... Sin embargo, eso no era lo que más mosca me tenía, no... Lo que más me jodía era no saber por qué cojones tenía el perdedor una foto de mi madre consigo.

- Espero que no hayas estado urgando en mi casa...-le advertí en un susurro, mientras le dejaba apartar mi mano para dejar de amenazarle-. No esperes que me calme cuando tienes una foto de mi madre con... ¡Yo qué sé quién es esa tía!

Solté un gruñido, y le di la espalda para seguir caminando por la casa, mientras continuaba mirando la imagen. Sentía en el fondo que detrás de la identidad de esa otra mujer, había algo gordo escondido. Que yo supiera, la mejor amiga de mi madre había sido Sakura, la madre de Kenshi, y esta última no me había hablado de nadie más que pudiese haber tenido relación con Erin... Entonces, ¿quién diablos era esa?

De todas formas, no tuve que esperar demasiado... La respuesta me vino casi sola, sin que yo la pidiera, de los labios de Zerker. Al principio empezó a insinuar, y fue entonces cuando comencé a darme la vuelta para mirarle con un brillo asesino en los ojos.

- ¿Qué... estás... diciendo...?-siseé, apretando los dientes. Apreté con más fuerza el puñal, tanta, que mi puño comenzó a temblar de la ira-. Tu madre... La mía...

Sonreí ampliamente, divertida, pero a la vez enfadada, y comencé a reirme a carcajada límpia, llenando la casa del sonido de mis sonoras risas. Me llevé hasta una mano a la cara para taparme el rostro, el cual se había crispado en una mueca psicópata justo mientras el albino continuaba hablando. Finalmente, después de unos segundos, después de terminar de escuchar sus estupideces, caminé hacia él, puñal en mano , y portando una siniestra y demente sonrisa en el rostro.

- Oooh.... No sabes lo que dices... Tú y yo no tenemos naaaaaada que veeer, Samuel... Y por tratar de hacerme creer esa mierda, voy a cortarte en pedacitos yyyyy... voy a alimentar a los tiburones con ellooos... Ya verás que divertidooo...

Volví a reírme, y cuando llegué junto a él, di un sablazo con la daga hacia su cara. Podría esquivar perfectamente ese ataque, pero... ¿quién le decía que me detendría entonces?

- ¡Me vale bien poco las palabras de tu madre!-Rugí, fastidiada de que hubiera esquivado mi sablazo. Me di la vuelta, y salté hacia él-. Oh, vamos... Será rápido... Apenas te dolerá...

Hice girar la daga entre mis dedos, sonriente, mientras continuaba acercándome a él a medida que retrocedia. No respondí a ninguna de sus palabras, pero me molestaba que estuviera acertando en todo respecto a mi madre... Que de verdad se llamara Erin, y que de verdad tuviera un digimon rojo llamado Rukriel. Gruñi, enseñándole los dientes, cuando insinuó que podría destrozar la base si seguía en ese estado.

- Oh, podemos ir afuera, si lo prefieres. Allí no habrá mobiliario que pueda destrozar...-Di un paso hacia él, dispuesta a agarrarle de la nuca y tirar de él hacia el exterior, pero antes de que pudiera tocarle siquiera, mi estómago rugió con violencia, y mi piel palideció visiblemente-. Mierda, no...

Apreté los labios, y me llevé una mano a la boca. Mis mofletes se hincharon, y mis ojos se movieron nerviosamente en busca de algun recipiente o similar para echar la pota. Pero como no lo encontré, todo el vómito salió de golpe, esparciéndose por el suelo. Fue una suerte que ningún mueble o alfombra se manchara.

- ¡Bleeeeeegh! ¡Aaagh! ¡Coff! ¡Coff!-Me sujeté a una columna para no perder el equilibrio, pues de repente todo mi cuerpo había comenzado a temblar violentamente.

Jadeé violentamente, mientras veía los restos de la cena del día anterior esparcidos por el suelo. El asqueroso olor volvió a darme náuseas del asco, pero por suerte ya no tenía nada que echar afuera. No obstante, eso no hacía que me sintiese mejor, pues mis rodillas temblaban y mis manos y mi frente estaban sudorosas. Y por si fuera poco, el estúpido de Zerker se acercó a mí y me agarró del brazo para "ayudarme".

- Suéltame, joder...-gruñí, empujándole con fastidio y mirándole mal. Sin embargo, el malestar no pude evitar que el albino continuara agarrándome y que me llevara a la cocina-. Dije que me soltaras, estúpido. No necesito tu ayuda...

Me senté en la silla que me tendía, preguntándome por qué cojones trataba de manera tan insistente de ayudarme a que me encontrara bien. ¿No me odiaba? ¿No había disfrutado al haberme "asesinado", y al haberme golpeado otras veces? ¿A santo de qué venía ahora a ayudarme, como si se preocupara por mí? Le miré con desconfianza, y rechacé el vaso de agua que me tendió y la basura que dejó junto a mí por si volvían a darme náuseas.

- No me toques-le volví a sisear-. No soy tan gilipollas como para creer que de verdad estás preocupado por mí. Te he golpeado, te he torturado; tu me has borrado la memoria y te ensañaste conmigo en el laboratorio de Kira... Nos odiamos mutuamente.

Me abracé el estómago, angustiada todavía, y evité mirarle a la cara en todo lo posible. Mis ganas de verle y de tenerle cerca eran las mismas que de querer... No sé... ¿perdonarle la vida a Yamato, por ejemplo?

Clavé la mirada en el suelo, esperando fervientemente que Zerker decidiera irse y me dejara allí tranquila, pero no parecía que el albino estuviera para la labor ese día… Seguía empecinado en ayudarme y en preocuparse por mí. Realmente no llegaba a creérmelo, es decir. Éramos enemigos, le había hecho mucho daño a él, y a algunos de sus amigos, y él me lo había hecho a mí… ¿Por qué pues trataba de ayudarme? ¿Para redimirse? ¿Se arrepentía de sus actos?

- Si quieres te agradezco también la cicatriz-murmuré, sarcástica, mientras ponía los ojos en blanco-. ¿Caernos bien? No sabes lo que estás diciendo-resoplé, indignada.

Entrelacé las piernas sobre la silla, y comencé a esperar pacientemente a que se marchara. Sin embargo, el chico seguía allí, y yo cada vez me impacientaba más. ¿Es que no se cansaba? Por un momento estuve tentada de levantarme y echarle yo misma a patadas si era necesario, pero entonces él siguió hablando. No supe a ciencia cierta si estaba siendo sincero, o se lo estaba inventando todo para acercarse a mí, pero igualmente en cierta manera me sorprendió, y acabé mirándole con la cabeza ladeada y el ceño fruncido.

- ¿Qué estás diciendo? ¿Estás hablando de que no has hecho suficientes acciones buenas? Decidiste unirte a Chaos, decidiste seguirme a mí y a Vladimir… ¿Y ahora te arrepientes?-alcé la cabeza para mirarle de manera severa-. Ahora no nos traiciones, Zerker.

Solté un gruñido de molestia cuando dijo que encima era una bonita marca mi cicatriz, aunque no se lo iba a negar. Esa roja línea vertical le daba a mi rostro cierto aspecto torvo y duro, algo que sin duda ayudaba cuando me proponía intimidar a otras personas para mi beneficio... Quizás si que debiera de agradecerle habérmela hecho. De hecho, Kenshi me dijo una vez que las cicatrices eran trofeos de guerra, y que debían llevarse con orgullo.

Me mantuve en silencio por un rato, el tiempo necesario para saber que no iba a sufrir már arcadas, pues no me apetecía vomitarle encima al albino, y que luego se estuviera una hora quejando con su molesta voz... Eso supondría un dolor de cabeza para mí, el tener que aguantarle. En ese tiempo, el chico tuvo suficiente para explicar que había malentendido sus palabras... Pero si se arrepentía de haber hecho cosas malas, ¿qué narices hacía en Chaos? Es decir, nuestro grupo se dedicaba a sembrar el terror y la destrucción... ¿Con qué me vebía ahora diciendo que quería obrar bien? Solté un resoplido, sus motivos cada vez me parecían más estúpidos y sobretodo, incoherentes. Ayudarme a mí, y a la vez hacer buenas acciones... Menuda estupidez.

- Yo no entendí mal... Simplemente tú te explicas como el culo, tío. Perteneces a un grupo que se dedica a sembrar el caos y el miedo, y sin embargo quieres hacer buenas acciones... Perdona, pero desde mi punto de vista, eso es un ataque de bipolarismo muy serio-suspiré-. Como sea, si no nos traicionas, no tendré que matarte...

Casi con resignación, finalmente acepté el vaso de agua, llevándolo a mis labios y bebiendo con avidez después de haber perdido la comida digerida de hace unas horas.

Al terminar el vaso de agua y dejarlo sobre la encimera carraspeé, y le dirigí una mirada de irritación al albino. Me levanté, y salí de la cocina mientras pensaba en lo que me estaba pidiendo. ¿No asesinar a personas? Si, claro, cómo no...

- Destruíste un monumento aquella noche en Nueva York... Creo que lo que pides está fuera de lugar, pero haz lo que quieras... Tráeme más soldados si eso te hace feliz, porque los vamos a necesitar-asumí, de mala gana, mientras me cruzaba de brazos y me acercaba a una ventana para observar el paisaje.

Me mantuve en silencio durante un rato, sin responderle a su última pregunta. ¿Qué hacer? ¿Contárselo o no contárselo? ¿Me traicionaría? ¿Se iría de la lengua? ¿O quizás lo usaría en mi contra? Demasiadas preguntas sin ninguna respuesta, y encima se estaba poniendo muy pesado para saber qué era lo que ocurría. Podría contárselo, o podría mentir... Pero eso significaría que no estaría confiando en él, aunque quizás podría darle el beneficio de la duda, pero estaría muy pendiente de lo que hacía o decía.

Finalmente, me volteé, y le miré fijamente, sin expresión alguna en mi rostro.

- Estoy embarazada.

Las diferentes reacciones de Zerker ante la nueva noticia me hicieron alzar una ceja. Claramente estaba muy sorprendido, pues seguro que aquella respuesta había sido lo que menos había esperado. Pensé que debía de sentirse medianamente agradecido, acababa de confiarle una importante noticia, un cambio en mi vida, que haría que Kenshi y yo formáramos una familia.

- Sí, embarazada-respondí simplemente.Aunque al escuchar su petición de ser el tío me hizo tensar el cuerpo y mirarle de manera agresiva-. ¡¿Qué has dicho?!-me encorvé, como si fuera un animal a punto de saltar sobre su presa. Quizás fuera una actitud extremista el ponerme tensa solo por haber insinuado tal cosa, pero ya se sabe que en los embarazos, la mujer sufre graves cambios de humor. Por eso mismo, cuando cambió de tema, volví a recuperar la calma, pero aún mirándole con algo de enfado-. No estoy indefensa. Todavía me quedan meses para necesitar una mínima ayuda. En ese tiempo puedo movilizarlo todo rápidamente.

Me di la vuelta, y comencé a caminar por la casa para no tener que mirarle mientras hablaba. No me gustaba tenerle cerca ahora que sabía acerca de mi embarazo, pueso podía confiar un poco en él, pero aún quedaría mucho para que confiara plenamente en él. No en vano, habíamos sido enemigos durante mucho tiempo. Salí de la habitación con un par de zancadas, y subí las escaleras hasta la azotea de la casa, desde la cual podía verse todo el paisaje que rodeaba a la mansión por completo. Seguramente Zerker me siguiera, pero no se lo iba a impedir... Podía caminar con libertad por la casa.

Solté una leve risa, divertida por que me estuviera considerando débil incluso en el embarazo. Me volví hacia él, y le sonreí de manera algo inquietante.

- Estamos hablando de mí, no voy a necesitar ayuda hasta que la tripa sea bien grande... Y cuando eso pase tendré a Beelkomon, a Rukriel y a Fenrir-suspiré-. Sabes, resulta molesto que me subestimes de esa forma.

Le di la espalda, y me puse a mirar fijamente el mar, de manera tranquila y pensativa, mientras que, sin molestarme por su última e inesperada petición, cavilaba la respuesta. Lo cierto es que, después de haberle convertido en un biohybrido, el chico no tenía pinta de haber pisado mucho su casa. Su apariencia había cambiado completamente a la de antes, y sus facultades ahora eran mayores.

- ¿Quedarte aquí?-le miré largamente, algo desconfiada, pero suspiré-. Como quieras, pero no le hables de mi embarazo a nadie, o te arrancaré la cabeza... Sé que en un momento ocultar el enorme barrigón va a ser imposible, pero hasta entonces quiero silencio y discreción. ¿Me has oído?-Mis ojos verdes se clavaron en los heterocromáticos de él. Sin ninguna maldad, solo transmitía seriedad a la par que seguridad.

- Dios, qué inútil eres...-puse los ojos en blanco y me di la vuelta para enseñarle su habitación. La verdad es que había varias, pero cualquiera podría valerle a él, mientras no necesitara nada más allá de lo esencial.

Bajé las escaleras de nuevo, y me detuve en el tercer piso. Recorrí el pasillo, y fui mirando puerta por puerta para descubrir que había en el interior de las habitaciones. Finalmente, descubrí una que casi estaba vacía, a excepción de la cama un cuarto de baño privado y un par de muebles. Me introduje allí y me crucé de brazos.

- No se si esta te servirá, aunque imagino que es mejor que la habitación que te dio Kira en su laboratorio-me encogí de hombros, y después salí al pasillo-. Ah... Una última advertencia... En esta mansión no solo vivo yo... También está mi novio, es un rubiales de ojos azules. Y... bueno, tu me has pedido vivir aquí con todas las consecuencias, no me hago responsable de futuros traumas por escuchar lo que no se debe.

Esbocé una sonrisa burlona, antes de alejarme de allí para volver al piso inferior y abrir la nevera para prepararme algo.