[Manchester] Pruebas que no siempre salen bien.

Un día más, la verdad, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que mis dos zetas se habían largado de mi laboratorio. Pero agradecía esos momentos a solas, estaba muy tranquila, con la única compañía de mi gato, Cheshire. Aunque lo malo de ese tiempo de paz, es que la que estaba encargada del dinero no aparecía, ni tampoco aparecían los billetes de alguna forma misteriosa. Incluso en mi cuenta bancaria eso estaba bien, a pesar de que pudiera ser un movimiento de dinero extraño, y la policía lo investigase. Por suerte, o por lástima, esa opción no era viable, dado que no le había dado el número de cuenta a la pelirroja.

Pero no me había tomado la falta de dinero como síntoma de dejar de trabajar, de hecho, apenas había dormido más de dos horas cada día en realizar mi trabajo normal en el centro de investigaciones y luego trabajar en la máquina que me concedería una dulce venganza. Eso claro, si Zayyn decidía cumplir su parte del trato, y ayudarme con su padre.
Tras varios ajustes que tuve que realizar, la máquina estuvo preparada y lista. Ya solo necesitaba conejillos de indias para poder calcular la potencia necesaria para hacerle pasar un infierno a Andrew, sin matarle. No iba a ser tan compasiva con él, no. Iba a hacer que suplicase por esa liberación del dolor.

Así que, me puse mi chaqueta de cuero y salí a la calle a buscar alguna víctima interesante. Y sobre todo, sencilla de obtener. Dentro de los bolsillos llevaba varios objetos necesarios para eso. Pero sobre todo, confiaba en poder usar un dulce que contenía narcóticos en su interior. Lo cual, me ayudaría a llevarme a la otra persona sin hacer mucho lío.

Kuea y Guilmon X caminaban por las calles de aquella ciudad anglosajona. Ella iba con un helado de fresa en la mano, dandole lametones energéticos, pues hacia bastantes horas que no probaba bocado. Guilmon X, por el contrario, hacia como si fuera un niño disfrazado, y miraba con molestia las calles. No parecía gustarle el mundo humano, pero al tener a Kuea como compañera, era lo que le tocaba.

- ¿Cuando volveremos al digimundo?

La albina miró a su compañera, suspirando. Ella misma se había dado cuenta de los gustos de su digimon.

- Ya hemos hablado de eso Guilmon. Hay un virus en el digimundo, y ni a ti ni a mí nos conviene ir allí en estos momentos.

- No me gusta este mundo, es demasiado ruidoso. Pero tampoco quiero entrar en el cacharro ese. Soy un digimon libre, no una esclava.

La verdad, nada interesante, como era normal, en la zona donde se encontraba mi querido laboratorio. A fin de cuentas, era un polígono industrial bastante viejo, y por tanto con aspecto abandonado y desolado. No es que me molestase precisamente eso, dado que había menos preguntas, pero para encontrar gente que no fuese un vagabundo o un drogadicto, era complicado. Así que, no me quedó más que continuar caminando por el lugar hasta llegar a algún sitio más residencial.

Comencé a acercarme a la zona de pisos más cercana, cuando de repente, el movil en el bolsillo del pantalón comenzó a pitar de manera insistente. Con un sonido que lo diferenciaba del Whatsapp y demás aplicaciones. Era por culpa de mi radar, había notado la presencia de algún biohibrido, o bien de algún digimon en las inmediaciones. No me eran demasiado interesantes ninguno de los dos para lo que tenía en mente. Pero si era un digimon, me podría servir para tener más datos con los que jugar.

Así que, saqué el aparato y observé la pantalla. La criatura cerca de mí era un digimon normal, como indicaba el punto azul que señalaba su localización, así que, solo tuve que seguir mi camino, silbando tranquilamente. Por lo que veía en la pantalla, su ruta no trataba de ocultarle, así que, era fácil seguirlo.

Al cabo de un rato, humana y digimon se detuvieron junto a un banco, en un parquecillo solitario. Se sentaron allí, y comenzaron a hablar de cosas ajenas a humanos normales, como el origen de dicho virus, si las personas a las que habían conocido estaban bien... lo típico cuando te enteras de que un mal acecha un mundo que forma parte de tu vida.

Mi objetivo había dejado de moverse cuando entró en un pequeño parque, que por su posición en el mapa, conocía y no era demasiado extenso. Por lo que simplemente sonreí, eso ponía las cosas más fáciles, no tendría que tirarme todo el día persiguiendo una flechita de aquí para allá. Sino que podría moverme fácilmente y con tranquilidad.

Al cabo de unos cuantos minutos aparecí por el lugar, y miré hasta que encontré al digimon sentado en un banco junto a una chica de cabellos blancos, pero de piel sumamente oscura. Sonreí levemente, al parecer la casualidad había decidido darme dos objetivos útiles, uno para la máquina, y el otro para ser más datos con los que poder jugar. Así que, sin perder más tiempo me aproximé a ellas, fingiendo como bien pude una expresión amistosa.

- Deberías tener cuidado, a pesar de que la gente ya ha visto muchas cosas, un dinosaurio es algo raro, incluso en esta ciudad.- dije deteniéndome a su lado, aunque dejándolas una distancia de seguridad, para que no se sintiesen "acosadas"- Por suerte, parece que no se ha esparcido el rumor, o ya tendrías a cualquier loco intentando quitarte a tu compañera.

Kuea estaba mirando su helado, así que, cuando vio una sombra cernirse sobre ella y escuchar una voz, se sobresaltó, dando un respingo, y alzó la mirada. Ante ella, había una mujer, seguramente mucho más mayor que ella, que la miraba con curiosidad. Sin embargo, lo que más le sorprendió, es que supiera qué era Guilmon, que no era un niño disfrazado, sino un digimon procedente de otro mundo.

- Ho-hola-saludó, aún sorprendida-. ¿Conoces a los digimons?

Eso no era lo que podría llamarse una presentación adecuada, pero no había conocido a muchos que supieran de los digimons, y mucho menos, que no pareciera tener compañero.

- ¿Tu también tienes digimon?

Guilmon, sin embargo, no estaba tan "alegre" de encontrar a una supuesta tamer. De echo, la miraba con bastante recelo y desconfianza. Sabía por experiencia que la mayoría de los humanos eran egoístas e interesados, y su olfato le decía que esa mujer no era diferente.

- ¿Quién eres tú?

La humana parecía amable, como casi cualquier otro niño elegido que no tuviese algún hecho traumático en su infancia; los que eran crueles o malvados por que sí, brillaban por su ausencia. Sin embargo, su compañera era otro cantar. Era el primer digimon con humano que se comportaba de esa manera, aunque era normal, dado que tampoco había visto muchos en mi vida. Pero sospechaba que o bien eran como padres, o bien, como niños atolondrados.

Pero de momento me tocaba a mí responder a sus preguntas. Sobre todo, si no quería quedar como una borde, y por tanto que el bicho rojo decidiera clavarme los colmillos. Es absurdo indicarlo, pero lo haré: Seguro que eso duele. Y el dolor es algo que personalmente no me va. Ya bastante tengo con una cicatriz en todo el rostro, la cual tengo que ocultar a base de maquillaje.

- Sí, conozco a los digimons... Pero lamentablemente perdí a mi compañero a manos de un tamer malvado de cabellos gris y ojos heterocromáticos... - seguro que no conocían a mi pequeño experimento, y la mala reputación era algo gratuito que regalar.- Pero bueno... No hay nada que pueda hacer ya, salvo intentar seguir adelante.- suspiré tratando de hacer drama.- Y bueno, mi nombre es Shayla, ¿los vuestros cuales son?

Kuea miró a la chica, quien se hizo llamar Shayla, con pena y compasión. No debía ser una buena experiencia ver morir a tu compañero digimon. Se dijo que, aunque no llevara mucho con Guilmon X, nunca dejaría que le pasara nada malo, pues le había cogido cariño.

- Lo... lo siento...-apenas pudo decir. La chica de cabellos castaños parecía apesadumbrada-. Mi nombre es Kuea, y ella es Guilmon X...

El digimon inclinó la cabeza. Después de haber escuchado la versión de la humana, estaba más relajada, aunque seguía con algo de desconfianza.

Le resté importancia a su preocupación con una negación con la cabeza.

- No tuviste nada que ver con eso, así que, no creo que tengas que sentir nada. Pero gracias por tu apoyo.- puse una sonrisa débil en mi rostro, las cuales clavaba, dado que nunca me apetece sonreír, y daba el aspecto de que intentaba seguir adelante con todo lo que podía conllevar una pérdida.- Un placer conoceros a las dos.

Doy gracias por tener un rostro en general, inexpresivo y serio, porque al ver a la digimon roja relajarse, eso fue como una victoria para mí. Llevé la mano al bolsillo. Empezaba a perder un poco la paciencia, y ya no se me ocurría nada de lo que hablar, así que, iba a intentar dejar al menos a la humana K.O. El digimon era algo más complicado, pero bueno, podía intentar que también probase el bollo... O quizás simplemente con amenazar con acabar con la vida de su humana sería suficiente.

- Por cierto, ¿queréis este dulce? Es que los he comprado en la tienda, pero me sobra uno, y ya estoy llena.

Era un muffin de chocolate negro que llevaba más trocitos de dicho material. Y además, para levantar menos sospecha, lo había envasado en un envoltorio de plástico en mi casa. Así que, estaba todo perfectamente fingido como para que fuese algo normal y corriente.

Kuea le intentó infundir ánimos a Shayla con una sonrisa. aunque suponía que no lo conseguiría del todo. La inglesa debía de haber sentido añoranza al verla a ella con su compañera, así que en teoría era culpa suya. Kuea no era una persona egoísta, sino que no le gustaba ver a los demás sufrir.

- Puedes sentarte con nosotras, si quieres-la invitó, dando palmaditas en hueco restante del banco en el que se sentaban.

Pero entonces, Shayla sacó un envoltorio con un bollo dentro, y en cuanto Kuea lo vio, se le hizo la boca agua. Llevaba días sin fumar (si, con sus doce años, y la chica fumaba y bebía), y eso le hacía sentir más hambre de la normal. Por eso, agarró el pastelito rápidamente y se lo llevó a la boca.

Guilmon X, al ver lo que planeaba hacer, quiso detenerla, pues era muy sospechoso que de repente, una desconocida les ofreciera algo de comer... y además, esa comida tenía un olor extraño.

- ¡Kuea, espera!

Demasiado tarde. El muffin fue mordido por la albina, quien miró a su compañera con extrañeza mientras masticaba y tragaba.

- ¿Que... ?-de repente sus ojos se pusieron en blanco, y su cuerpo se tambaleó hasta caer sobre el banco.

Sonreí internamente cuando la chica aceptó mi ofrecimiento, dándole un bocado antes de lo que se puede decir: "Hi". Por suerte, había calculado para que la descuidada persona que fuese a ser mi víctima de un solo mordisco acabase dormida, por si acaso estaba con más gente que tratase de evitarlo. Como hizo el lagarto.
Aún así, la chica apenas podría denominarse adolescente, por lo que, la dosis sería más que suficiente. Y esperaba que no le diese tiempo a morder más, dado que dicha dosis podría ser más que narcótica, letal.

Llevé la mano al bolsillo del abrigo y saqué una pistola negra, apuntando hacia la cabeza de la chica. Aunque con los ojos miraba al reptil.

- Espero que no hagas ninguna tontería, o tu humana será la que sufra las consecuencias. Ahora quiero que te alejes a diez metros de las dos, y espera a recibir más órdenes por mi parte.- dije de manera totalmente automática, casi aburrida. Esperé a que estuviese lejos para acercarme a la tal Kuea, y cogerla en brazos. Después volví a dirigirme al dinosaurio.- Ahora, dirígete hacia la calle, en silencio.

A partir de ese punto la guié hacia mi laboratorio, donde no tardaría en empezar con el experimento... Y lo mejor de todo, es que la pistola ni tan si quiera era real, era una de esas que expulsaba agua, pero que imitaba a una de las de verdad.

Guilmon X vio caer a su compañera, con los ojos muy abiertos, pero después, dirigió su mirada hacia la humana, una mirada furiosa, y comenzó a crear una bola de fuego en su boca.

- Tu...-gruñó. Sin embargo, el ver la pistola apuntando la cabeza de Kuea, hizo desvanecer, las llamas-. Déjala en paz.

Impotente, vio como la otra se alejaba de ella, con el cuerpo de la niña en brazos. Ella no podía hacer nada, sabía qué instrumento era el que poseía la humana, y de lo que era capaz de hacer. Con los ojos rojos de impotencia, siguió sus indicaciones, esperando los metros indicados y siguiendola cada vez que esta avanzaba.

- ¿Qué es lo que quieres?-movió sus garras, deseando que la humana asquerosa y despreciable se distrajera con cualquier cosa para clavarlas en su cuello.

La llevé hasta las fábricas donde tenía mi querido laboratorio, hice que el dinosaurio descendiera hasta la puerta oculta, y después abrí el interior del lugar, con su olor a antiséptico y a lubricante para máquinas. Además del olor a metal y sangre que había bajo los otros dos. Pero para cualquier persona estos serían casi imposibles de olfatear.

Dos ojos azules nos observaron al entrar al lugar, siendo mi gato, Cheshire el dueño de estos. Con un gesto le indiqué al dinosaurio que pasara dentro, y que se dirigiera hacia un tubo transparente, el cual tenía una abertura que le dejaba pasar.

- Necesito conejillos de indias para algunas cosas, y solo habéis tenido la mala suerte de estar en el lugar erróneo, en el momento equivocado. Nada más.

Esperé a que entrara en el tubo, para dirigirme hacia el ordenador y teclear rápidamente un código. Después até a la humana a una camilla que había en dicho lugar, con fuerza, para que no se moviera. Y entonces, apreté el gatillo de la pistola, dejando salir un chorro de agua contra ella. Quería ver al digimon sufrir por su incompetencia. Pero no le dejaría ver todo el espectáculo. Sería demasiado peligroso si por el dolor de la humana, acababa evolucionando. Así que, en cuanto me hubiese divertido con la expresión que pondría, metería otro código en el ordenador, que haría que se volviese datos, atrapados rápidamente en el ordenador. Para trastear con ellos en un futuro no tan lejano.

El dinosaurio rojo siguió a la humana, moviendo la cola de manera violenta, como si así quisiera descargar toda la ira que sentía en esos momentos. Siguió las indicaciones de Shayla (si es que ese era realmente su nombre, no le sorprendería que eso también se lo hubiese inventado), frunciendo el hocico ante el olor de sangre y aceite mezclado que había en aquel edificio en el que entraron poco después. Se introdujo, dedicándole un grave gruñido, en el tubo transparente, y observó desesperada como la sucia escoria humana ataba a su compañera a una camilla... y como la apuntaba con una pistola.

- ¡¡NO, DETENTE!!-chilló, desesperada. Sin embargo, se sintió terrible y patéticamente engañada. Tan solo un chorro de agua salió por el arma, lo que sin duda dejó a Guilmon X sin aliento-. ... Maldita... ¡¡TE MATARÉ!!

Golpeó el cristal, con uñas y dientes, con la cabeza y con la cola, desesperada, tratando de salir para destrozar a esa humana y sacar a Kuea de ese lugar, lejos de cualquier amenaza.

- ¡¡¡RAAARGHHH!!!-rugió el digimon entonces, sintiendo como sus datos se desfragmentaban y como eso le provocaba intensos dolores. Intentó resistirse, pero no para sobrevivir, ella sabía muy bien que no lo iba a contar, pero al menos, podría decir sus últimas palabras-. Eres... un monstruo... Asesina...

Sonreí divertida, dejando que la expresión se colara por la máscara que tenía por rostro al ver su cara en el momento que el agua salió. Ya todo estaba hecho, ahora solo me quedaba comenzar a jugar con la chica de cabellos blancos para comprobar los parámetros de mi máquina de tortura. Pero primero, habría que inyectarle una sustancia que hiciera que su sentido del dolor se agudizara tanto, que hasta el roce de una pluma fuese algo molesto.
Hecho eso, comencé a conectarla todos los cables, agujas y sensores necesarios para tener sus reacciones controladas y para poder causarle los pulsos de dolor. El sufrimiento era un arma peligrosa, que había que tener en un constante equilibrio para que no fuese solo un paseo, pero para que tampoco fuese tanto que el cerebro de la otra persona creyese su propia muerte.
El funcionamiento de la máquina, resumiendo, era capaz de simular un golpe o bien una cuchillada a una determinada zona del cuerpo, mandando un pulso eléctrico al cerebro con la misma cadencia que lo tendría de ser un golpe real. Me había llevado muchos sujetos de pruebas analizados poder tener los patrones, pero había tenido desde los cuatro años para hacerlo, así que, no era de extrañar que lo hubiese conseguido.

Encendí la máquina, y comencé a teclear el efecto que quería que hiciera. Sin embargo, era la primera vez que lo usaba, por lo que, en el momento en el que decidí comprobar si de verdad funcionaba correctamente una "cuchillada en el corazón" me debí pasar en la potencia del dolor, dado que el cerebro de la joven lo vio como algo real. Lo que le provocó la muerte, solo por el efecto de una "ilusión".

El cuerpo de Kuea, aun anestesiado por la sustancia que Shayla le había suministrado, dio un fuerte respingo, antes de caer de nuevo inerte sobre la camilla.

El corazón de la chica dejó de funcionar.

Suspiré, algo molesta por tener que ajustar todos los parámetros de nuevo. Sabía que iba a acabar muriendo, pero hubo algo que me molestaba. Me sentía no sé... ¿Más vacía? Era algo demasiado raro como para poder explicarlo completamente con palabras normales, pero era una sensación no demasiado cómoda para mí... Parecía provenir desde lo más profundo de mi propio ser, algo que muchos solo podían denominar como espíritu o alma.
¿Quizás tenía con ese rumor sin fundamento de que te quedabas sin alma? Peculiar, nunca había creído mucho en ese tipo de cosas, pero al parecer, ahora tenía que padecer dicho mal. Bueno, siempre me habían dicho que no tenía corazón, ahora podían decir también que no tenía alma... O al menos parte de ella, la cual, me iba a esforzar en mantener. Había algo que no me gustaba para nada de dicho asunto, así que, no iba a dejar que se la llevaran del todo. O sospechaba, que cosas muy malas iban a ocurrir...