[Nueva York] Reencuentro con... ¿un fantasma?

Me caí de golpe del sofá al escuchar un chillido, alerta, aterrada y alterada. Lo primero que vi fue algo cuadrado y amarillo pegado a la cara, por lo que mi primera acción fue llevarme la mano para quitarme lo que fuera y decir:

- ¿Quién apagó la luz?-Al parecer, en ocasiones soy genial para esas cosas. Lo normal al despertarte es ver algo amarillo por el que traspasaba algo de luz a mis ojos... Eso es apagar la luz con estilo y lo demás son tonterías-. Dafuq?

Quité lo que parecía ser un papel, lo arrugué un momento en mi mano, y observé qué había sido lo que me había despertado. Y como había supuesto, se trataba de la estúpida minina, que se había encarado hecha un pompón con el gato de Kira. Con un cabreo monumental, separé a los dos felinos, poniéndome entre ambos, mientras le lanzaba una mirada furibunda a Black.

- Estaba durmiendo-gruñí, pasándome una mano por la boca llena de babas de haber estado durmiendo. Luego me senté y miré el papel que había encontrado en mi cara.

Lo leí en silencio, sin prestarles atención a los otros dos si es que se peleaban de nuevo. Al parecer, Kira se había levantado de buen humor, ¡y me había hecho galletas! No sé, me parecía un poco raro que después de la discusión de la noche pasada, la humana me hiciera galletas... A menos que hubiera alguna pega... << Como se ve, no tengo buena puntería. ¿Pero para qué tener buena puntería cuando se tienen buenas dotes culinarias? >> Esa frase resonó en mi mente, y entonces comprendí que quizás me intentaba envenenar con ellas... Pero su gato parecía prestar bastante atención al desayuno, y ya había notado yo que era bastante inteligente. Así que finalmente mordí una para probar, y a los pocos segundos ya me estaba comiendo las demás de lo buenas que estaban. Que jodía, mal genio tenía, pero parecía que cocinaba como nadie.

- Yo las haría mejor-murmuró Black, mirando mi cara de "ilusión" al probar las galletas.

Al cabo de unos minutos, ya no quedaban ni las migas. Obviamente no le había dejado probar ni una sola al gato de la humana, pero más bien porque eran mías que porque realmente me importara su salud. Con la cara llena de migas, me levanté y di una mirada en redondo en busca de un reloj. En cuanto lo encontré (?) descubrí que ya eran casi las once y media... Debía irme ya, no me gustaría encontrármela de nuevo cuando regresara y me viera todavía en su casa. De modo que, tras evolucionar, dibujé un portal por el que pasamos Black y yo, viajando instantáneamente a Nueva York.

El gato, a pesar de que la gata negra se le había encarado, al ver despertarse a Zayyn, dejó que su pelaje volviera a la posición normal, e incluso intercaló un par de maullidos lastimeros, unidos a unos enormes ojos verde-azulados sobre un pelaje negro ébano. Vamos, algo adorable, cuco, mono y sobre todo inocente.

- Miu...

Al parecer el plan le había funcionado, puesto que la que se llevó la peor parte fue esa gata que no era gata y que estaba en su territorio. No le gustaba que hubiera inquilinos nuevos que le robaran espacio. Y menos si no le daban mimos o cariño, o al menos, jugaban con él.

Al ver a la pelirroja que no olia del todo como un humano, se encaminó a la cocina, sabiendo que iría a por las galletas que había hecho su dueña. Así que, abriendo algunos cajones, subió hasta la encimera de la cocina y dio algunos golpes con su pata a la puerta que le impedía conseguir esas deliciosas galletas.
Y no pudo hacer nada más que observar con sus enormes ojitos como la chica se las comía todas hasta que no quedaban más que migas.

Pero hubo algo que le hizo apartar la atención de las deliciosas galletas. Y eso fue el comentario que hizo la gata negra. Al parecer, había sido capaz de entender lo que había dicho, y eso no le había gustado nada, así que, con un bufido de puro cabreo se lanzó sobre ella, con colmillos y garras por delante. Enfadado, porque no había nadie mejor que su maestra en hacer la comida. Peculiarmente, el no demostrar ningún sentimiento la hacía ser muy buena cocinera, porque todo lo que se evitaba de demostrar se volcaba en la comida. Por lo que estaba muy buena.
Le daba igual acabar con algo roto por esa disputa, al menos habría defendido a Kira. Podía ser un gato, pero tenía la lealtad que se solía darles a los leones.

Tras la disputa, se quedó hecho una bola en un rincón de la casa, lamiéndose las heridas recibidas, mientras que las otras dos desaparecían por el portal. Al menos le había demostrado a esa gata que mantuviera el hocico cerrado si no quería llevarse una cicatriz gratuita.

Tras cruzar el portal aparecimos, nuevamente, en Nueva York, en una calle cualquiera. Miré a mi alrededor, y por suerte me vi en una calle algo desierta. De esa forma, no llamaría la atención al aparecer y al volver a mi forma humana. Hice lo que debía hacer, y después me infiltré entre la gente, buscando alguna forma de localizar la escuela de interpretación en donde estudiaba Natasha. Para ello, pregunté a varias personas, y siguiendo sus indicaciones a la media hora tuve al edificio frente a mí. Sonreí de lado y metí a Black en el digivice.

- Espero que te estes calladita-le dije, guardándome el dispositivo.

Entré en el edificio, y enseguida me acerqué al mostrador que había en la sala, dispuesta avolver a preguntar.

- Perdón.... ¿Dónde esta la clase de primero de interpretación?

Off: Va a ser cortísimo que no tengo ganas de postear nada.

On: La mujer detrás del mostrador -una señora algo mayor y regordeta que parecía una abuela- miró a la pelirroja antes de sonreírla con dulzura.

- ¿Eres una nueva alumna? Porque si no, te pediría que esperases a que saliesen los demás de sus aulas para no molestarles. Ellos tienen que estar muy concentrados.

La señora de detrás del mostrador, una anciana con las pintas de ser una abuela entrañable, me sonrió y me preguntó amablemente si era una nueva alumna. Estuve tentada de decirle que sí, pero finalmente negué con la cabeza, aunque no sé que me llevó a decir la verdad.

- No, solo vengo a recoger a una amiga. Es rubia, con los ojos azules y de esta altura. Se llama Natasha. ¿Podría decirme dónde está su clase, si es que la conoce? Prometo no molestar.

Hablé normal, sin mostrar el mínimo desprecio por la humana. Había decidido que para guardar las apariencias, haría un poco de persona amable y educada...

La señora la escuchó con dulzura y asintió ante lo que la decía la pelirroja. No debería dejarla pasar, pero la verdad, no parecía mala chica y conocía a la jovencita de la que hablaba. Así que, le entregó un pequeño plano del enorme edificio, puesto que también había parte para bailarines, cantantes y compositores en el lugar. Pero a pesar de eso, lo más conocido eran los alumnos de artes dramáticas.

- Tienes que subir a la segunda planta, cielo, y allí tomas el pasillo de la izquierda, y en la tercera puerta a la derecha están ahí. Esperala en el pasillo si no te es molestia, y así no les molestarás. Aunque puedes asomarte por la puerta si tienes ganas de mirar.- la indicó amablemente.- Adiós, espero que no te pierdas.

El lugar por el interior era amplio, de colores crema y muy iluminado. Combinaba las paredes modernas con detalles más propios de lo que sería el arte tipo gótico en las esquinas de las paredes, las escaleras y algunas columnas, obviamente en piedra descubierta. En el techo había lámparas de hierro forjado y había algunas obras de arte a ambos lados de las paredes. Además, de que era un lugar cálido por la calefacción en su interior.

Tomé el plano que me daba del edificio y lo examiné un poco por encima mientras me decía el camino a donde Natasha estudiaba. Parecía conocerla, aunque estando estudiando allí, me imaginaba que no era difícil recordar una cara como la de ella. Miré a la señora, y le sonreí a modo de agradecimiento por dejarme pasar.

- Gracias.

Me dirigí hacia las escaleras y las subí con paciencia hasta llegar al segundo piso, observando con curiosidad la estructura del edificio. No me topé con nadie, seguramente porque a esas horas debían de estar todos en clase. Seguí el pasillo de la izquierda como la señora me había indicado y conté las puertas hasta toparme de frente con la tercera.

Dudé un poco, pero finalmente, me decidí por mirar un poco por la ventana, y busqué a la rusa con la mirada, al tiempo que también ponía un oído para escuchar lo que decían.

Justo pillo a los alumnos en mitad de una representación de un fragmento de una obra. Y la pelirroja había acertado a llegar en el momento en el que la rubia le tocaba hablar. A pesar de que estaba vestida con su ropa habitual, al igual que el resto de los jóvenes, había algo en la atmósfera que hacía que no estuvieras viendo a unos adolescentes. Estaban representando Sueño de una noche de verano, y al parecer la rubia era una de las hadas del cortejo de Titania, la reina de las hadas.
Y con su forma de actuar, moverse y expresarse, casi parecían seres extraterrenales.

En cuanto que acabaron con la escena, el profesor asintió con la cabeza y pasó a detallar los errores de cada uno de los alumnos de uno en uno, indicándoles también cómo deberían mejorar eso.

Tras unos diez minutos, un sonido insistente, chirriante y algo molesto comenzó a sonar por todo el pasillo. Las clases habían terminado, como indicaba el timbre. Tras unos minutos comenzaron a salir todos los alumnos de todas las clases, entre ellos la rusa, hablando con algunos de sus compañeros -libretos en mano- para comentar lo que les habían parecido la clase de ese día. Lo típico que se hace cuando uno realiza algo que más que un estudio lo ve como algo que le gusta.

Pero enseguida la rubia se despidió de sus compañeros de clase, y se acercó a abrazar a la pelirroja que estaba esperándola.

- ¡Qué alegría Z! No esperaba que vinieras a buscarme.

Natasha estaba en la tarima del aula, siendo el centro de atención de todos, brillando como una estrella mientras recitaba un guión de alguna obra que no conocía. Aunque eso no significaba que no la hubiera sabido antes de perder la memoria... En fin, estas cosas pasan. Lo importante era que mis ojos se posaron en ella, y no pude moverlos ni tan siquiera un poco. Hipnotizada por sus ojos brillantes y por la fuerza que su cuerpo despedía al meterse en el papel.

Cuando al fin terminó y sonó el timbre, me quedé algo anonadada en el pasillo, mirando cómo salía de la clase. Al verme y reconocerme, sonrió, se despidió de sus compañeros y se acercó a mí, dándome un fuerte abrazo.

- Hola-correspondí alegremente a su abrazo, sintiendo una vez más el cálido calambre que me recorría el cuerpo cada vez que estaba cerca de ella-. He pensado en recogerte para ir las dos a comer por ahí, ¿te apetece?

Entrelacé los dedos de mi mano con los suyos y le di un beso en la mejilla, sonrojándome en el proceso.

- Me ha gustado mucho lo que habéis representado. Lo haces muy bien, seguro que serás una estrella de Hollywood cuando termines de estudiar... Juro que me veré todas tus películas-me reí al decirlo, intentando que sonara real, y no una de esas falsas carcajadas.

La rubia dejó salir una risita cuando la mayor entrelazó sus dedos con los de ella y se acercó a darla un beso en la mejilla. Lugar que se volvió rosado por la sangre que se le había subido a la de ojos azules. La pelirroja no solía tener esa clase de detalles antes de perder la memoria. Y la verdad, a pesar de que le gustaría que a veces recordara cosas, no cambiaría la dulzura con la que ahora la trataba.

- Claro que me gustaría ir a comer contigo. - dijo llevándola hacia la salida.- ¿Dónde te gustaría ir?

Se ruborizó ante los halagos que estaba recibiendo. Pero negó la cabeza, sabía que aún le quedaba mucho camino. No se le daba mal, pero no era lo suficientemente buena aún. Pero tenía aún bastante tiempo.

- Gracias por lo que dices, pero aún me queda mucho... No creo que tenga tanta suerte en salir en la gran pantalla... Eso es algo muy difícil, muchos de los que salgamos no haremos nada en nuestra vida.

Salimos del edificio tras bajar las escaleras y recorrer la sala principal, en donde estaba la señora tras el mostrador. Inspiré hondo y sonreí. Me apoyé contra la pared exterior del edificio y atraje hacia mí a Natasha, tomándola de las caderas para abrazarla y no dejar que se separara.

- Me da igual a dónde vayamos-le susurré con complicidad, dándole un beso en los labios-. Con tal de estar contigo...

Ladeé la cabeza y esbocé una media sonrisa marcando un hoyuelito, contenta. Sabía qué debía hacer, cuál era mi misión, pero en esos momentos no estaba pendiente de ello, pues me sentía... distinta cuando estaba con la chica. Era como si me hiciera olvidar los problemas, como si no tuviera que preocuparme por venganzas ni por nada. Estuve a punto de olvidarme por completo de todo, de aceptar esa vida, pero entonces sentí un pinchazo fuerte en la cabeza, y me llevé una mano a la sien.

- Agh...-un leve pitido atravesó mis tímpanos, y tuve apoyarme más en la pared para no marearme-. Tsk... maldita migraña.

Gruñí, y maldije el dolor de cabeza, que parecía querer recordarme (irónicamente) lo que había ido a hacer allí. Suspiré, y al cabo de unos segundos, el dolor remitió, y pude mirar a Nat con una sonrisa despreocupada y conciliadora, para evitar que se preocupase y que viese que estaba bien.

Todas las tonalidades habidas y por haber de rojo aparecieron en la cara de la rusa en el momento en el que Zayyn la abrazó y besó. Pasó sus brazos por detrás del cuello de la mayor y correspondió al beso, poniéndose de puntillas para hacer un mayor contacto entre las dos. Estaba sumamente feliz de que por fin volvieran a estar juntas.
En cuanto el "maldito" aire la obligó a separar sus labios de la mayor, se quedó recostada en ella, abrazándola aún.

- No quiero volver a estar sin ti... - susurró para la mayor, haciendo un poco más de fuerza con los brazos.

Pero entonces Zayyn se quejó y la soló, pensaba que la había hecho daño, pero al parecer era algo de la cabeza. Comenzó a preocuparse, y a moverse de un lugar a otro rápidamente, nerviosa. Finalmente decidió colocar con cariño las manos en las sienes de la pelirroja y darle un pequeño masaje, sin apretar mucho, no fuera a hacerla daño.

- ¿Estás bien, Z? ¿Quieres que te lleve a algún lugar para que puedas descansar?

Los masajes de Natasha en mis sienes me aliviaron muchísimo. Quizá fuese eso lo que había hecho remitir al dolor, o quizá hubiese sido el recuerdo de mi venganza. En cualquier caso, le tomé las manos con suavidad y sonreí, sacudiendo la cabeza.

- Estoy mejor, gracias… A veces me dan dolores de cabeza, pero supongo que es algo normal.

Me separé de la pared y pasé una mano por su cintura, medio abrazándola, y comencé a caminar. Mejor olvidar ese detalle de los dolores e ir a comer algo, el estómago comenzaba a exigirme que le diera de comer, y no tenía ningún problema en satisfacerlo. De modo que, mientras avanzábamos, miré a Nat divertida.

- No te preocupes, no es nada…-le aseguré-. ¿A dónde me vas a llevar a comer, señorita?

Sonrió mucho más tranquila cuando la pelirroja sonrió también, parecía que de verdad había dejado de sentir malestar, y eso hacía que la rubia se sintiera mejor. No le apetecía por nada del mundo tener que dejarla marchar... Aunque para estar completamente feliz, quizás debería pedirla perdón por no ir a ayudarla. No le apetecía vivir en la mentira de que se merecía estar con Zayyn solo porque había sido buena persona y se lo merecía.

- Quizás si fuese a algún médico te recomendara algo para el dolor... Aunque sé que no te gustan demasiado... Cosa normal para cualquier bio, creo.

Se dejó llevar un rato por la mayor, aún preocupada por su estado de salud, no quería que se sobre-esforzara. Pero el hablar de comida hizo que su estómago gruñera y protestara como una bestia salvaje.
Así que, teniendo el consentimiento de la otra, frenó en seco, la sujeto por la mano y salió caminando muy rápido hacia uno de sus restaurantes preferidos de la ciudad. Una crepería, cuyos cocineros eran de verdad franceses, y gracias a eso estaban deliciosos. Quizás eran un poco caros para Natasha en ese momento -como casi cualquier cosa en la ciudad- pero era un capricho que podía darse de vez en cuando.

- Espero que te gusten los crepes. Porque eso es lo que vamos a comer.- dijo con hambre, casi babeando por un lado del rostro.

Me reí con ganas al escuchar que tanto mi estómago como el de Natasha rugían exigiendo alimentación. Me dejé llevar por ella al lugar que dijo, una crepería. No sabía si me gustaban las crepes, porque desde que había perdido la memoria no había comido ninguna, pero tal cómo ella me lo vendía, parecía ser un gran manjar, y ahora mismo tampoco tenía ninguna distinción específica en la comida. Cualquier cosa con tal de templar el hambre.

- No sé si me gustan, pero seguro que en el lugar que dices las hacen muy buenas. A fin de cuentas, eres tu la que me lo recomienda-le sonreí, frotando un dedo contra la piel de su mano, con cariño.

Pasamos entonces por una calle algo abarrotada a esas horas, era una calle bastante grande también en la que los coches iban y venían de los respectivos trabajos de sus dueños. Además, había muchas tiendas, de todos los productos posibles. En una ocasión, pasamos por una tienda de ropa cara, y al ver mi reflejo en el escaparate, me detuve, anonadada.

Había cambiado desde la última vez que me miré en un espejo. El pelo estaba más largo, y también un poco más alborotado. Las ojeras que había presentado cuando me había despertado en la cueva de Vulcanusmon habían desaparecido por completo, y la expresión de la cara... parecía algo más "inocente" que antes. ¿A qué se debería eso, a estar junto a la rusa? ¿Ella me hacía bien? Fruncí el ceño, centrándome en la imagen en el cristal e ignorando que tenía el cuerpo desde debajo de los pechos hasta la cintura al descubierto. Sí, con el frío que hacía, y yo mostrando piel. Si es que...

- Hacía tiempo que no me miraba en un espejo o en algo parecido...-murmuré sorprendida.

La chica continuó llevando a la pelirroja por las calles sin pausa y con algo de prisa, porque no llevaba muy bien eso de aguantarse el hambre. Sobre todo, porque siendo biohybrida comía más de lo que antes lo hacía, así que, se pasaba más de la mitad del día hambrienta. Si no hacía nada que consumiera demasiada energía o no evolucionaba, no lo pasaba demasiado mal por el hambre, pero si hacía alguna de esas dos cosas, iba medio arrastrándose a todos lados con un boquete en su estómago.

- Si te gusta la masa de las tortitas, entonces deberían gustarte, porque son muy parecidos a ellas, solo que más finos y rellenos de lo que quieras.- explicó contenta.

La rubia sintió un tirón en el brazo, cosa que la extraño. No sabía por qué Zayyn se había detenido tan de repente. Por eso, se acercó curiosa a ver qué hacia mirando su reflejo.
Era verdad que había cambiado, pero eso era algo de lo que Natasha se había dado cuenta, su pelo siempre estaba más salvaje que antes, que siempre caía de manera lisa sin que nada estuviera fuera de "control" en él. Además de que sus ropas eran mucho más reveladoras que antes. Pero eso tampoco le era molesto, si Zayyn estaba a gusto con ellas, no tenía nada que decir.

- Siento que hayas cambiado.... Si hubiese hecho algo en ese momento, no tendrías por qué mirar lo que has cambiado, y quizás odiando haberlo hecho... No pensé que pudiera ocurrir algo tan malo.... Lo siento, Z, no merezco estar contigo.- le había vuelto a dar un ataque de culpabilidad por eso, pensaba que la pelirroja odiaba haber cambiado físicamente.

Parpadeé repetidamente, y aparté la mirada del escaparate para mirar a Natasha, la cual parecía estar abatida por el arrepentimiento. Hacía un tiempo, me habría alegrado verla así, pero después de pasar estos dos días con ella, después de conocerla y pasarlo bien, me dio pena. Suspiré y la abracé, acariciándole el cabello con suavidad para consolarla, moviendo la mano de arriba a abajo.

- Ya, ya... No pienses en ello. Me gusta cómo soy, y estoy a gusto conmigo misma...-sonreí-. ¿O no te gusta mi aspecto?

La miré, divertida, y me crucé de brazos. Me señalé el cuerpo con la cabeza, como diciéndola que mirase de nuevo. ¿Quién no querría estar como yo? Sonaba prepotente y engreído, y estaba mal que yo lo dijera, pero... ejem, ejem. Las pruebas hablaban por sí solas. Por ello, esbocé una sonrisa orgullosa, pero volví a acercarla a mí y la besé en la mejilla.

- Anda tonta, deja de preocuparte tanto-tiré de nuevo de ella para seguir caminando.

Se dejó abrazar y consolar por las palabras de Zayyn. Se acurrucó en ella y cerró los ojos, sin querer separarse, se sentía bien estando "protegida" de esa forma por la mayor. Se relajó con las caricias y tras varios segundos, su respiración se relajó hasta recuperar una cadencia normal. Después, en cuanto ya estuvo bien, se separó para contestar a lo que decía la mayor.
La miró fijamente sonrojándose un poco, seguía siendo la misma de antes, pero con ropa más atrevida. Pero había algo que tenía que aclarar a la mayor.

- Claro que me gusta, pero debo decir, que tú siempre me gustarás, sea cual sea tu aspecto. Mientras que seas la persona a la que yo más quiero en todo el mundo. Porque no me enamoré de tu aspecto, sino de quién eres.- se sonrojó al decirlo, pero no apartó la mirada de la pelirroja.

Cerró los ojos y respiró profundamente para calmarse, o al menos mostrar una expresión mucho más tranquila. Porque aún tardaría mucho tiempo en poder perdonarse a sí misma.

- Sí tienes razón, no te preocupes, ya estoy mejor.- respondió sonriendo.- Y ahora, vamos a comer.

Sujetó de nuevo a la mayor de la mano y la guió hasta el restaurante con un nombre francés por título. Entró dentro y pidió una mesa para dos. Había bastante gente en el local a pesar de ser día entre semana, lo que indicaba que tenía bastante fama en el lugar.
El camarero las llevó a la mesa y les entregó una carta a cada una para después preguntarlas por las bebidas. En cuanto las tuvo apuntadas, se marcho para dejarlas un tiempo para pensar en qué querían comer.

- Creo que me pediré uno vegetal- dijo la chica. - ¿Has pensado qué vas a tomar?

La miré fijamente, mirando que cara ponía ante mis palabras, si se reía, si se sonrojaba, o si se enfadaba. Me haría gracia verla enfurruñada por la mirada que le había lanzado, sobretodo porque desde que nos habíamos reencontrado el día anterior, siempre había estado con una sonrisa (a excepción de cuando la vi lagrimear al principio), y me entraba curiosidad por ver la faceta de la que me había hablado Beelko, cuando se cabreaba de verdad.

- Uhm...-esbocé una sonrisilla, pensativa-. ¿De verdad una vez me amenazaste cuando estaba embarazada?

Sin embargo, antes de que pudiera reírme o decir alguna otra cosa... sus palabras me hicieron abrir los ojos al completo, y mis mejillas adquirieron un rojo incandescente. Todo por escuchar lo de que se había enamorado de mí por mi personalidad, y no por mi físico. Aunque imagino que este también ayudaba siempre.

- Y-yo... Gracias...-aparté la mirada de repente, confundida. De nuevo mis sentimientos de contradecían, no sabía qué pensar, ni qué decir en esos casos. Me quería... y obviamente yo empezaba a sentir algo por ella... Dios, esto no lo había planeado, había pensado que los sentimientos no interferirían. Era obvio que me había equivocado.

Me dejé llevar, pensativa. ¿Qué hacer? Tenía que deshacerme de esos sentimientos rápidamente, no podía permitir que aquello fuera a más. Tenía que volverme un bloque de hielo... Y para ello, tendría que traicionarla ya. YA.

<< Tendré que llamar a Kira... Avisarla de que pronto la tendré atrapada. Es hoy o nunca.... >>

Inspirando hondo, entré entonces junto a la rusa al loca al que finalmente habíamos llegado. Estaba abarrotado, pero por suerte encontramos una mesa para nosotras dos. El camarero nos dios las cartas y tomó nota de las bebidas, antes de marcharse. Con el ceño fruncido yo me oculté tras la mi carta y empecé a mirar todos los platos.

- Uhm...-leí los componentes de cada crepe, hasta dar con uno simple y que tenía buena pinta-. Crepe de jamón y queso-respondí, cerrando la carta de nuevo y dejándola a un lado.

La rusa parpadeó confusa, al no saber por qué el cambio brusco del tema, preguntando por su época antes de ser pareja. Pero decidió contestárselo mientras que iba de camino al restaurante. En el camino, no se percató de que la mayor estaba sombría y pensativa, puesto que iba hablando entretenida recordando el pasado. Y aunque se hubiera enterado del estado de la mayor, habría apostado que era por no poder recordarlo por sí misma, no por nada más siniestro.

- Sí... Eso es cierto- respondió sonrojada, pero por arrepentimiento de haber actuado así.- Eramos enemigas, y siempre que me enfrentaba a ti, tenía que huir porque yo era más débil. Por lo que mi cordura estaba en una situación delicada... Así que, cuando vi que estabas en una situación en la que tú eras más débil, simplemente me aproveché de ello.- explicó.

Ya dentro del restaurante, la rusa pidió ambos platos y sonrió a Zayyn. Estaba contenta por lo bien que estaban en apenas dos días, si hubiese tenido del todo su memoria y su rabia continua contra todo el mundo, no habría conseguido llegar a este punto hasta pasado medio año o más. Así que, rebosaba felicidad por todas partes.

- ¿Y hoy qué tienes pensado hacer? Porque como es viernes, no tengo nada que hacer en todo el fin de semana... Así que, si de verdad tienes tantas ganas de ver a Naois, pues podría ayudarte a buscarlo. Eso te haría más feliz, ¿no?

Escuché la historia de Natasha, impaciente por que vinieran a pedir nota para preparar la comida. Tenía hambre, así que para entretenerme, además de ir escuchando a la chica, comencé a picar la mesa de madera con la punta del anillo, provocando un insistente sonido con él. Suspiré cuando mis tripas volvieron a rugir, pero sonreí, divertida, ante las reacciones de la rubia.

- Oh, bueno, imagino que también yo me lo tenía merecido. Beelko me ha contado muchas de las cosas que hice-me encogí de hombros, dando a entender que tampoco me importaba y que no me sentía arrepentida.

Apoyé la cabeza en una mano y alargué la otra para rozar los dedos de Natasha, con cariño... << Eso es, Zayyn. Controla tus emociones, tu puedes hacerlo, tan solo has de seguir con la actuación un poco más y ya estarás libre de sentimientos. >> Sonreí de lado, y la miré fijamente a los ojos, simulando estar algo ausente, como si me hubiera perdido en sus ojos azules.

- Podríamos... Bueno, me gustaría ir a ver mi antigua casa... Beelko dijo que estaba en Los Ángeles, y a lo mejor Nao esta allí. ¿Qué te parece?

Natasha se encogió de hombros, no sabía qué decir a que se lo mereciera o no. Su pasado con la pelirroja estaba teñido con el odio, la ira y el enfado. Así que, no podía ser muy objetiva con esas cosas, pero había decidido aceptar todo lo que hiciera la mayor, mientras que se portara bien con ella. Ya había estado a punto de perderla cuando apareció la loca esa en forma de evolución. Podría haberse enfrentado a ella, o bien -como hizo- renunciar a algo importante, para que viera que en realidad no era un obstáculo para ella y sus planes.

- Bueno, de todas formas no estaba bien lo que hice... Y menos lo otro, la verdad. - dijo incómoda por mencionar el robo de Nao.

Se ruborizó cuando la mano de Zayyn comenzó a hacerla mimos, pero ella también acabó por acariciar los dedos de la pelirroja con cariño y casi devoción. Pero en ese momento trajeron los platos, y la chica comenzó a comer. No por nada estaba muy hambrienta.
Masticó con los mofletes llenos de comida y tragó de golpe para contestar a lo que la decían.

- Me parece bien, seguro que estará allí porque se sentirá en casa y cerca de su madre. Aunque en el caso de que no esté, al menos podemos empezar a buscar por allí. - sonrió, indicándole que iría.

Sonreí al verla devorar su comida, por lo que enseguida yo también comencé a comer. La verdad es que estaba bastante rica la crepe, con el jamón y el queso fundido... Gaaa.... Que rico... El queso estaba casi tan rico como los dulces, así que probablemente puse una cara de completa satisfacción al tragar.

- Mah... Qué rico-musité, feliz. Después miré a Natasha y ladeé la cabeza-. No te preocupes por lo de Nao. Pronto iremos a buscarle y estaremos los tres de nuevo juntos.

Sonreí ampliamente, cerrando los ojos, como si estuviera muy feliz ante esa idea de una familia normal, feliz y querida. Miré a Natasha a los ojos mientras daba otro bocado, intensamente, con una mirada que parecía querer leerle el alma, o al menos introducirse en sus ojos azules... Aunque en realidad lo que pretendía era saber en qué pensaba en esos momentos.

- Me gustan tus ojos... Son muy bonitos.

Natasha se rió al ver la expresión de felicidad de Zayyn al llevarse un trozo de comida a la boca. Parecía más divertida que antes. O al menos menos amargada, cosa que de verdad le alegraba a la rubia. Si bien quería que recuperara sus recuerdos de todas las vivencias que habían tenido antes, también se alegraba de que por fin pudiera ser libre de las cargas que se había autoimpuesto por su pasado.

- Ya verás. Todo será maravilloso cuando estés rodeada por la gente que más te quiere. - sonrió cerrando los ojos.

Abrió los ojos y continuó comiendo, tenía hambre, y dejar que se enfriara el plato era algo que se consideraba de mala educación. Así que, volvió a centrarse en eso, pero la extrañó tanto silencio por parte de la pelirroja, así que, alzó la cabeza y la miró interrogante. Zayyn estaba mirándola fijamente, casi sin parpadear.

- ¿Ocu...- fue a preguntar, pero antes de poder formular una segunda sílaba las palabras de Zayyn la hicieron sonrojar.- Me alegro de que te guste... Aunque no es mi color natural, se debe a la presencia de mis digimons.

A decir verdad, a ella no le gustaban demasiado, eran de un frío azul, igual que el del hielo. Se aasemejaban a este, lo cual, sin duda alguna, les confería una gran belleza, pero también le recordaban a que la nieve era un mal augurio para ella. Ahora ya no tanto, pero el frío era una sensación que odiaba con toda su alma. Porque sentirlo implicaba estar solo.

Sonreí con toda la dulzura que pude y seguí comiendo felizmente mis crepes, hasta que al cabo de unos minutos ya nada quedaba en el plato. Me recosté en la silla, satisfecha y con el estómago lleno, mientras terminaba de ver comer a la chica delante de mí. Un brillo malicioso recorrió mis ojos al iluminárseme una bombilla en la cabeza, y sin reparos comencé a acariciarle la pierna a Natasha con la mía propia por debajo de la mesa, mientras la mirada de manera juguetona y algo maliciosa.

- ¿De qué color eran antes tus ojos? No me imagino ningún color que combine mejor contigo que el azul-comenté, despreocupada-. ¿Cómo son tus digimons? Black nunca me lo dijo.

La verdad era que, si conseguía información de sus digimons, me podría ser muy útil saber cómo enfrentarme a ellos en caso de que tuviéramos que enfrentarnos. Porque esperaba que todo saliese como había planeado, pero no podía dejar cabos sueltos. ¿Y si se daba cuenta del engaño? ¿Y si escapaba? Debía saber cuales eran sus habilidades como digimon.

Se ruborizó ante el juego de piernas por debajo de la mesa, salían pequeñas chispitas disparadas desde ellas hasta su cerebro. Cosas que tenía llevar sólo unas medias transparentes, no te protegían tanto de los roces.
Pero eso se le acabó rápido, porque el comentario de que los ojos azules eran los que mejor la quedaban. No aceptaba eso, a pesar de que gracias a ese frío color, llamaba más la atención. Un rusa de cabellos dorados como el sol, piel blanca y suave, de carácter amable y cariñoso, junto con una gran inocencia, y unos ojos de un color que los hacían parecer misteriosa.

- Antes eran rojos, aunque eran en realidad de un castaño rojizo, pero por la luz solían parecer rojos. - contesto con la molestia impresa en la voz- Y es normal que no lo supiera, nunca me dio tiempo a evolucionar. Pero tampoco creo que importe. No me gusta usarlos.

Su pequeña bruja interna no era muy confiada, casi parecía vivir cuando aún estaba la inquisición, así que, siempre que la preguntaban sobre eso, daba evasivas porque no la gustaba dar explicaciones. Un forma de protección, que hasta el momento había sido muy útil.

Mi sonrisa se hizo más amplia, satisfecha por la reacción de Natasha al sentir mi pierna contra la suya. Quise "torturarla" un poco más, y seguí rozándola, con picardía. Ni me imaginaba la cara que pondría al enterarse de que, a pesar de los dos días que habíamos pasado juntas, la había acabado traicionado, solo para vengarme de ella por no haberme ayudado... Pero entonces, su rostro se turbó y se mostró sombrío y dolorido. Me extrañó que de repente pasara a tener esa expresión, y a la vez me dio curiosidad, pero si seguía queriendo saber, era posible que ella sospechara. Por lo tanto no me quedaba otra que disculparme y consolarla.

- Lo... lo siento, Nat-dije, retirando la pierna-. No pretendía molestarte...

Suspiré, y cogí su mano con las dos mías, acariciándola. Le sonreí, y guiñando un ojo, saqué algo del bolsillo. Fuera cual fuera el coste de la comida de aquel restaurante, podría pagarlo, pues hacía poco había tenido una "paga extra"... Si, lo que tiene atenta contra la vigilancia de un banco... o más bien, que Crow y Bakura atentaran y repartieran los beneficios conmigo. Por ello, llamé a un camarero para que nos diera la cuenta rápidamente y así poder pagar e irnos de allí... Tenía que acabar con esa farsa cuanto antes.

- Mira, ahora mismo nos vamos tu y yo a Los Ángeles a buscar a Nao, ¿de acuerdo? ¡Y a olvidar todo lo malo!-me levanté un poco y me incliné hacia ella, depositando un beso sobre sus labios.

Suspiró resignada cuando la mayor dejó de acariciarle la pierna, no era raro que hubiese pensado que eso era lo que la había molestado. O quizás sólo era para no molestarla más tras haberla dicho esas palabras. No lo sabía, pero intento hacer una sonrisa para indicarle que no pasaba nada, pero en el fondo, aún la molestaban esas palabras. Podía ser más guapa ahora, pero era una belleza falsa, como la que obtenía la gente al operarse.

- No te preocupes... Sé que no los has dicho con mala intención.

Apenas le dio tiempo a quejarse antes de que la pelirroja le pagará su consumición. Así qué, a modo de agradecimiento, cuando la beso, la sujeto del cuello y la obligo a profundizar más aún el beso.

- Iría contigo hasta el fin del mundo. Aunque no fuese para olvidar nada.

Se levantó y siguió a la mayor hacia donde tenía planeado moverse. Era muy probable que usara esa evolución que le había dado dolores de cabeza al haber conseguido controlar a la pelirroja.

Sonreí de lado mientras ella correspondía a mi beso y me agarraba con suavidad del cuello, lo que me provocó un pequeño escalofrío de placer. Profundicé el beso todo lo que pude, aún sonriendo, y cuando me separé de ella, le guiñé un ojo... de nuevo el mismo que el de la cicatriz. El camarero trajo entonces la cuenta y la depositó sobre la mesa. Noté que, mientras le dejaba el dinero en el platito donde estaba el ticket, el hombre me miraba algo sorprendido, posiblemente por la marca del ojo. Ya vistos, no era algo agradable de ver, o por lo menos no lo debió ser en el pasado, porque ahora era una fina línea rojiza surcando de arriba a abajo el ojo, sin dañarlo. Pero como se sabe, esas cosas suelen intimidar a la gente.

- Eso pensaba-dije riendo y dirigiéndome hacia la salida. Era obvio que había dejado justo el dinero, ni hablar de dejar propinas a humanos.

Miré a ambos lados de la calle, cerciorándome de que no había nadie, pero a pesar de eso, había gente caminando, por lo que tomé a Natasha de la mano y la llevé a un callejón, en donde, con ayuda del digivice, me transformé en Scathmon. Por lo que me había contado Black, Natasha no miraba a esa evolución con buenos ojos, pero debía demostrarle que ningún digimon de mi ADN me controlaba, y que era total y absoluta dueña de mis acciones.

- Ale-dije después de crear el portal oscuro hacia mi antigua casa-. Ya podemos ir allí.

Le sonreí, y le indiqué con un beso bajo la oreja que entrara por él, que yo iría después. Porque si pasaba yo primero, el portal se cerraría detrás de mí, y ella no podría viajar conmigo.

Había acertado con lo de la evolución, estaba claro, era la mejor forma de moverse de manera veloz y rápida por todos los lugares. La rubia desconocía si eso la permitía a cualquier lugar, puesto que no era ese digimon y no entendía esa forma de realizar sus habilidades.

- Lo cierto, es que esto es una forma muy cómoda de viajar. No hay que tener pasaporte ni tampoco tener que pagar una millonada para poder moverte.- dijo en cuanto el portal se abrió delante de ella.

Sin esperar nada raro, cruzó el portal, y ya en los Ángeles, esperó a que apareciera la pelirroja para poder mirar dentro de la casa a ver si estaba el niño. Esperaba que esta vez pudieran hablar las cosas, o sino, lo congelaría para que no pudiese huir.

Una vez cruzado el portal, nos encontramos en una larga calle de casas particulares, un vecindario muy bonito y agradable, en donde se había grabado hacía muchos años una famosa serie de televisión. Miré a mi alrededor, con cierto brillo nostálgico, a pesar de no recordar nada de él. Pero había sido el lugar en donde había nacido y crecido gran parte de mi infancia... Por lo tanto tenía un cierto toque especial para mí.

Inspiré hondo, y después de destranformarme, tomé la mano de Naty y avancé por la calle hasta detenerme en una casa verde, con el jardincito bien cuidado. Seguí las indicaciones que me dio Black, y miré debajo de una maceta que había junto a la puerta, una vez subido el porche. Abrí con la llave que allí había la puerta y entré.

- Hola, casa...-musité.

Inspiré hondo, tratando de captar el olor a casa que había sido deshabitada durante algunos períodos de tiempo, el último, cuando Natasha y yo cortamos nuestra relación, antes del incidente en Valdivia... Miré a mi alrededor, inspeccionándolo todo, con curiosidad, y algo de extrañeza. Al avanzar un poco, de repente un rayo de luz me cegó el ojo derecho unos segundos. Entorné los ojos y miré en esa dirección. La luz exterior se colaba por una ventana y, juguetona, se había deslizado por la habitación hasta captar con mi visión. Parpadeé un poco para habituarme, y al hacerlo, descubrí lo que parecía ser un salón, no muy amplio, con algunos muebles como una televisión, unos sofás, y un piano negro de cola.

El instrumento captó entonces toda mi atención, así que caminé hacia él, soltando la mano de la rusa, y me senté en el taburete. Al principio no supe muy bien qué hacer, Black me había contado que sabía tocar la guitarra y el piano, pero la verdad era que no sabía si seguiría sabiendo hacerlos sonar de manera adecuada. Coloqué una mano en las teclas blancas, con un dedo en una de las negras, y deposité sobre los pedales los pies. Luego, comencé a tocar...

30 minutes:

- Thirty minutes to wishper your name,  thirty minutes to shoulder the blame, thirty minutes of bliss, thirty lies... Thirty minutes to finally decide...

Mis dedos se movieron por el teclado con una habilidad increíble, como si los moviera otra persona, como si los moviera la antigua Zayyn. Al parecer, no había perdido mis dotes musicales, por alguna razón, y esa canción que ni siquiera recordaba haberla escuchado, salía de mis dedos y de mis labios con la misma fluidez que si la hubiera compuesto yo misma. Era una canción lenta, triste, y amarga... Sobre algo que podría suceder, pero que aún estaba a tiempo para evitarlo. Quizás no fuera así, o quizás es que realmente, en parte, no quería evitarlo. Pero la duda era demasiado grande, me enfrentaba a una parte de mi misma a la que nunca me había visto obligada a enfrentar. Y eso, me daba miedo.

Al terminar de presionar las teclas, suspiré y cerré la tapa. Me quedé unos segundos pensativa, antes de volverme hacia Nat, quien se había sentado a mi lado en el taburete para verme tocar. Le dediqué una sonrisa, triste, pero una sonrisa al fin y al cabo. Seguramente ella lo considerara como que me sentía algo apenada por estar de nuevo allí, pero obviamente se trataba de otra cosa...

- Creo que esta casa... Me provoca algo de nostalgia...-acerqué mi rostro al de ella y deposité un suave beso en sus labios, para después levantarme y abandonar el piano para volver al pasillo en donde estaban las escaleras.- Eh, Nat... ¿Vamos al piso de arriba?-le sonreí de nuevo-. Ve subiendo tú primero.

En cuanto ella comenzara a subirlas, y yo quedara a su espalda, mi rostro cambiaría completamente de la "alegría" de estar por fin con ella, a la tristeza; del amor, al odio; y de la dicha, al dolor.

- Forgive me...-susurré en su oído, antes de golpearle en la nuca con la parte base del digivice IC.

OFF:

Traducción:

30 minutos para susurrar tu nombre, 30 minutos para llevar en hombros la culpa, 30 minutos de dicha, 30 mentiras, 30 minutos para decidir finalmente.

La siguió al interior de la residencia, observando el lugar, recordando los mese que había pasado ahí dentro. Pero no dijo nada, simplemente siguió a la mayor.
La escuchó tocar una canción triste, no entendía por qué... Aunque bueno, parecía que hacía mucho que nadie había utilizado esa casa. Por lo que dudaba que Nao estuviese allí, y que por eso la mayor estuviera triste.

- Bueno, puede ser, creo que la tenías cariño a la casa (?)- respondió antes de corresponder al beso con una sonrisa en sus labios.- Valeeee~

Canturreó contenta, mientras se ponía en pie e iba hacia las escaleras para subir, dando algunos saltitos, como una niña pequeña y sumamente feliz. Pero una fría sensación subió por su espalda, algo que le indicaba que en breve iba a pasar algo malo. Pero la premonición no fue lo suficientemente rápida, puesto que, a pesar de tratar de dar la vuelta, el golpe la dejó K.O. antes de que pudiera hacerlo.
Todo se puso negro para ella en ese momento, cayendo y comiendose con toda la cara los escalones delante de ella. Seguro que eso la dejaba moratones durante un buen tiempo...

Con una expresión de dolor en el rostro, agarré el cuerpo de Natasha antes de que este diera contra el suelo. La aupé para cogerla en brazos, y le dirigí una breve mirada mientras le retiraba el flequillo de la cara.

- Pudimos haberlo tenido todo... Pero el destino nos reserva un papel distinto a cada una...

Con un suspiro, crucé el pasillo y me introduje en la cocina. Eché una mirada circular, en busca de una puerta más pequeña que las demás que daba al sótano en donde debían de estar los trastos viejos. Bajé las escaleras con cuidado de no tropezarme, y con una mano presioné el interruptor que iluminó toda la estancia. Allí no había tampoco muchas cosas: un sofá viejo, un balón de fútbol desinflado, una cesta con algunas prendas de ropa... Y en la pared, unas cadenas adheridas a la piedra.

Entorné los ojos, y me dirigí justamente a esa zona del sótano. Dejé a la chica con cuidado en el suelo, y le cerré los grilletes en torno a sus muñecas y tobillos. Tomé su rostro con suavidad unos segundos y lo miré, sin demostrar ninguna emoción en mi faz. Luego la solté, me senté con actitud despreocupada en el sofá, con las piernas y los brazos cruzados, y esperé a que despertada...

Se sentía flotar, arrastrada por los fríos vientos, como si fuese un simple copo de nieve siendo llevado en una ventisca. Finalmente cayó al suelo, que no era más que frío hielo. El cielo se mostraba estrellado cuando la nieve se retiró. Se estaba en calma y paz. Pero... Soledad, eso es lo único que había en ese lugar. Y Natasha odiaba estar sola... Tenía que salir de allí. Cerró los ojos...

Abrió los ojos de golpe, viendo que no estaba en ese lugar frío y abandonado, sino que estaba en un lugar más acogedor -dentro de lo que cabía- aunque sin duda tampoco era demasiado bonito. Por suerte, estaba Z delante de ella, sentada. Fue a moverse, pero una opresión en las muñecas, así como un tintineo, no la dejó moverse.
Miró sorprendida las cadenas ¿qué estaba pasando?

- Z, suéltame. No tiene gracia la broma.- eso es lo que ella pensaba que era, porque no podía ser verdad, ¿no?

Al cabo de un rato, el cuerpo de Natasha comenzó a respirar más agitadamente, lo que sin duda significaba que se estaba despertando. Antes de que abriera los ojos, con una velocidad envidiable, cubrí mi rostro con una máscara marmórea, y rodeé mi corazón con una muralla de hielo y un cerco de espinas, impidiendo así, que nada de lo que sucediera a partir de entonces, pudiera abrir un hueco en mi alma. Alcé la barbilla, dirigiéndole a la cautiva una mirada de desprecio, cuando esta levantó la mirada y me vio enfrente suyo. No dije ni mu, tenía los labios muy levemente curvados en una pequeña sonrisa, y los ojos brillantes de diversión e intriga.


Solté un leve resoplido de diversión, y me incliné hacia delante, apoyando los brazos en las piernas que acababa de descruzar. Miré fijamente a Natasha y ladeé la cabeza.

- ¿Has dormido bien, cariño? Disculpa si no está esto demasiado limpio... Hace meses que nadie se pasa por aquí-respondí, ignorando su pregunta.

Parpadeé una vez, y me levanté con la lentitud que caracterizaba a la despreocupación, como si lo que estuviera haciendo fuera la cosa más normal del mundo. La miré desde arriba de nuevo, y esbocé una cruel sonrisa antes de decir:

- ¿Qué haces en el suelo? Amor, levántate. Está bien que te me arrodilles, pero eso no te va a salvar...-Por si no se había notado, estaba todo el tiempo llamándola con apelativos "cariñosos", que eran muy monos en cualquier momento de melosidad, pero que en esos momentos, solo mostraba leve regocijo y burla.

La rubia parpadeó confusa, la situación le parecía tan absurda e irreal que podría considerarla un sueño, bueno, una pesadilla en este caso. Hacía unos minutos... U horas, no lo recordaba con exactitud; había estado mejor que nunca en su relación con la pelirroja. Pero ahora parecía que todo eso había sido solo un ardid. Pero eso no era posible, ¿no?

- Zayyn, por favor, ¡deja ya esto! Me empiezo a preocupar...

Ignoró todas las palabras de la pelirroja, quería que la soltase o que le explicase las cosas claramente. Aunque lo más seguro es que acabara despertándose y que todo eso no hubiese pasado nunca.

- No estoy despierta, ¿verdad?

Mantuve la mirada sin pestañear, pensando en cómo hacer para que ella misma se diera cuenta del enorme engaño al que había estado sometida durante esos dos pacíficos y preciosos días. Pero al parecer su capacidad de entender las cosas hacía honor a su color de pelo. Solté una leve risa, mientras comenzaba a pasearme por la estancia, con las manos entrelazadas tras la espalda, divertida de que eso me estuviera sucediendo, no en vano, era mejor que yo misma le destrozara las esperanzas y la confianza. Volví a reír cuando se me ocurrió que quizás podría torturarla un poco. De seguro que en esos momentos estaba pensado que aquello no podía ser verdad, y que tenía que ser una pesadilla. Me volví para mirarla de nuevo, con una amplia y despiadada sonrisa perfilada en mi rostro.

- ¿Despierta?-de dos zancadas me planté a su lado y le tiré con fuerza del pelo para levantarla y tener sus ojos a la altura de los míos propios-. ¿Te parece esto un sueño?

Solté una pequeña carcajada, y después, con la otra mano, le sujeté el rostro. Acerqué mi cara a la suya y con expresión torva, la besé, con fiereza, burla. Fue un beso degradante y manipulador, para que se diera cuenta por fin de que había sido utilizada.

- ¿Pensabas...-susurré en su oído- que después de haberme abandonado... haberme traicionado... y no haber hecho nada para evitar que me vencieran... Ibas a librarte?-bajé un poco la cabeza, lo suficiente como para acariciarle el cuello con la punta de la nariz y besarla repetidas veces allí después-. Adorable... resultas tan fácil de manipular...

La chica frunció los labios. No, por supuesto que no era un sueño, una pesadilla. No era algo bueno como los sueños, sino algo malo y negativo. Imposible que quisiese verlo más veces otras noches. Pero el que algo de tu mente te lo cuestione... No, no podía ser verdad...

- ¿Qué? ¿Por qué haces esto?- dijo mientras que algunas lagrimas comenzaban a salir de sus ojos. No lo entendía.- ...

Se mantuvo en silencio mientras que la mayor hablaba sobre los motivos que la habían llevado a hacer eso. Pero dentro de la rubia había algo que comenzaba a crujir y agrietarse. Con el sonido aterrador que hace un bloque de hielo antes de caer al mar. Tan profundo e intenso, que aunque lo observes de lejos, parece que eres tú el que se va a quebrar.
Le dolía infinitamente que la hubiese engañado fingiendo que la quería de nuevo, pero la dolía mucho más el que el perdón que la hubiese dado no fuese para nada sincero. Sólo una forma de terminar su plan... Siempre había tenido razón, la pelirroja no merecía la pena, no era humana, era una cosa sin capacidad de sentir amor y cariño por nadie... Ojala, ojala nunca hubiese existido.

Cuando la besó, la rubia se revolvió, cabreada, aún llorando. Sintiéndose incómoda de que la viesen llorar, así que, tras una sacudida especialmente fuerte consiguió liberar su labios y con un movimiento rápido le intentó golpear en la cara con su frente. Para que al menos la dejase en paz.

- ¡¡¡Vete!!! ¡Déjame en paz! - decía entre sollozos que no podía reprimir. Sintiendo como se quebraba.- ¡Ojala nunca te hubiese conocido!

Reí suavemente al sentir sus lagrimas rozar mi rostro cuando la besé. Por fin había conseguido que se diera cuenta, de que abriera los ojos y de que viera lo que en realidad era yo. No sera como ella pensaba, había cambiado, había dejado atrás los sentimientos solo para centrarme en mi venganza, para hacerla entrar en un bucle de oscuridad, al igual que yo al saber perdida mi memoria...

Sin embargo, cuando la estaba besando por el cuello, sentí cómo movía su cabeza y cómo me daba un fuerte golpe con la frente. Retrocedí, siseando y frotándome la cabeza mientras la miraba con rabia. ¿Se había atrevido a tocarme? Cerré un puño para lanzárselo a la cara, pero antes de que mis nudillos dieran con su rostro, ella habló... y sus palabras no fueron precisamente agradables. Bajé el brazo.

Entorné los ojos, entre molesta y... dolida.

- ...-apreté los dientes, furiosa de que hubiera dicho eso. Al margen de que ahora la estuviese haciendo eso, ¿no se suponía que ella y yo habíamos sido felices hace algún tiempo? ¿Significaban sus palabras que se arrepentía de todo aquello?-. Tú...

Me miré las manos, rabiosa y frustrada, pensando en por qué demonios estaba dudando en esos momentos. No debía titubear, debía seguir con el plan y estar indiferente ante sus palabras. Gruñí, y rápidamente le propiné un golpe en toda la cara.

- Tal vez eso te haga controlar tu lengua-farfullé, dándome la espalda para salir del sótano-. Disfruta de tu soledad, volveré en unas horas.

Cerré de un portazo el sótano, y coloqué un candado en la cerradura, por si las moscas. Aunque dudaba mucho que pudiera deshacerse de las cadenas ella solita estando en etapa humana... y posiblemente la puerta tampoco la detuviera, pero eso me avisaría, y me daría a mí tiempo para regresar y atraparla de nuevo.

Regresé al salón, y sin ganas de mucho más, me tumbé en el sofá a descansar un poco, aunque en pocos segundos, el pequeño descanso se convirtió en una bonita siesta que bien pudo haber durado horas... Los ojos se cerraron lentamente, los párpados pesaban un montón de repente, y no pude evitar bajarlos del todo...

De repente, abrí de nuevo los ojos, sobresaltada, pero ya no me encontraba sobre el sofá, en el salón de mi casa. Estaba en un bosque un tanto siniestro, los árboles se movían... No, todo se movía, como si viera doble de repente. Un extraño sentimiento me atenazó el pecho, y comencé a correr sorteando los árboles, guiada por mi instinto, el cual me llevó a una zona despejada, pero con vistas a un enorme acantilado que daba a un vacío oscuro y mortal. Y sobre el acantilado, se encontraba Natasha.

No parecía estar bien. De echo, juraría que no lo estaba. Estaba muy cerca del borde, y con ella había alguien más, acorralándola y haciéndola retroceder. Alguien alto, pelirrojo, vestido de cuero y armado con dos espadas.

¡¿CÓMO?! ¡¿YO?! ¡¿PERO QUÉ?! Yo estaba allí, y a la vez en el bosque. ¿Dos Zayynes? Imposible, no podía ser yo... ¿verdad?

Incrédula, y con un nudo en la garganta, atisbé cómo Natasha pisaba en una piedra traicionera que se desprendió, y no pude evitar gritar su nombre. Corrí, corrí y corrí. No tenía ningún pensamiento vengativo, no quería hacerla daño, sino todo lo contrario. No quería que cayera.

De repente, como si pudiera controlar el entorno, me vi en el mismo acantilado. Tenía a mi copia frente a mí, y justo cuando iba a detenerla, esta giró la cabeza un mínimo para mirarme con una sonrisa perversa. La intensidad de esa mirada me dejó sin aliento. Me miraba a mí, me veía... y aún así... ¿Qué iba a...?

- No...-cuando vi como se daba la vuelta y se acercaba más aún a la rubia supe que iba a hacer-. ¡Alto!

Me abalancé sobre ella, para detenerla, para agarrarla y quitarla de en medio, ya fuera por ser una sucia copia barata de mí misma, o por que quisiera derribar a Natasha y mandarla al vacío. Abrí la mano para tirar de ella, pero cuando fui a tocarla... Simplemente desapareció.

Y yo volé por el impulso, empujando sin querer yo misma a Natasha y tirándola al vacío.

- ¡NO!-me levanté de golpe en el sofá, gritando, sudando e hiperventilando. Jadeé varias veces, mirando a mi alrededor, buscando alguna prueba de que lo que acababa de ver no fuera verdad, y por suerte, comprendí que todo había sido un sueño, y que en realidad estaba todavía en la casa en Los Ángeles. Y Natasha debía de estar en el sótano.

Fruncí el ceño y me mordí el labio inferior. Qué idiota había sido, comprendí, demasiado tarde, que nunca podría hacerle daño a la chica. Me había enamorado de ella y ya, no había más, la quería, y eso era más importante que vengarme de que no me hubiera ayudado. Me levanté de golpe del sofá, provocando que me mareaba un poco, pero ignore el malestar y acudí rápidamente al sótano, abriéndolo y arrodillándome junto a la chica.

- Nat...

EDIT: Soy idiota y se me olvidó poner lo del sueño -_-

Se quedó ahí, con la cara agachada, mirando al suelo. Esperando que se fuese para poder escapar todos los sollozos reprimidos. No iba a darle el lujo a Zayyn de escucharla gemir mostrando que la había roto del todo. Antes se tiraba por un acantilado, y no para "perder la memoria". Porque era más que obvio que la pelirroja solo había estado fingiendo todo para poder acercarse a ella... ¡Dios! Era el ser más despreciable del universo, ojala muriera entre horribles sufrimientos... No, espera, el ser más despreciable ahora mismo era la propia Natasha por el mero hecho de sentirse triste por no poder estar de nuevo con la otra persona, de ver cómo era en realidad.

Apenas sintió el dolor de ser golpeada, de hecho, eso casi era una alivio para el boquete que tenía dentro del pecho, que la "anestesiaba" para no sentir nada más que tristeza. Así que, que algo la doliera era como una pequeña esperanza de que al menos había algo más que la tristeza.
Por ello, en cuanto que la dejaron sola, comenzó a retorcer las muñecas contra las cadenas, no para huir, sino más bien para despellejarse las muñecas y poder sentir ese dolor que opacaba el dolor de un corazón roto.

Tras varias horas, la chica había conseguido sus propositos, es más, había logrado hacer que la sangre manara y ahora comenzaba a gotear en el suelo poco a poco, creando pequeños charcos bajo ella. Lugar donde tenía la mirada perdida. Pequeñas gotas carmesíes que creaban ondas en el liquido que se había quedado ahí.
Ni tan siquiera se enteró del ruido que hacía Zayyn al entrar, ni tan siquiera sintió que estaba a su lado, ya no podía sentir nada más que tristeza o dolor.

La piel de la chica estaba tan fría que parecía un cadáver, así como su mirada perdida en uno de los charcos rojos, que habían perdido de todo su brillo. Sin duda parecía muerta.

En cuanto vi el charco de sangre junto a Natasha me quedé lívida. Llevé las manos a la boca, dejando escapar una exclamación ahogada de desesperación. Me dio igual mancharme las manos con su sangre, me dio igual que no me mirara. Con una velocidad envidiable, evolucioné en Aeirmon y la abracé, envolviéndonos a las dos en un pequeño tornado curativo que la curó al instante.

- Nat...-gimoteé, desesperada, mientras le acariciaba el cabello. Había sido una gilipollas, nunca me perdonaría lo que le había hecho...- Dios, Nat... Perdóname...

Cerré los ojos, derramando las lágrimas que habían amenazado antes con salir. Me separé de ella al tiempo que volvía a ser humana, con el corazón casi en la garganta por el disgusto, y rápidamente le quité los grilletes de sus pies y manos.

- Lo siento tanto... No-no-no puedo expresar con palabras como me siento...-apreté los dientes, frustrada-. No merezco ni que me mires...

La miré fijamente, aún llorando de tristeza y arrepentimiento. Sin dudarlo, metí la mano en un bolsillo y saqué el cuchillo militar. Tomé la mano de Natasha, y deposité en ella el mango, haciendo que lo agarrara. Luego acerqué su mano a mi cuello.

- Mátame.

A pesar del aspecto que pudiera dar, para nada lo estaba... O bueno, al menos físicamente, porque emocionalmente estaba ya más que bajo tierra. Posiblemente comida ya por los organismos descomponedores; en obviamente, una fosa común sin nada que recordara sus pobres sentimientos detrozados.

Gruñó de mal humor al sentir que el dolor y la quemazón de las muñecas desaparecía y se revolvió contra las cadenas, de nuevo, intentando hacerse las heridas pertinentes. No quería quedarse con la tristeza. Y hasta eso se lo negaban...

- ¡Nooo! Prefiero el dolor... ¡Vete!- le dijo al digimon que la abrazaba, sin mirarla en ningún momento.

Obvio las caricias y las palabras que la decían. No eran más que mentiras, no volvería a caer en esa patética trampa... Por supuesto que ya no, era tonta, pero le gustaba aprender de los errores. Y ahora ya sabía que el que era malo,  nunca podría volverse bueno... Siguió tironeando con las muñecas, pero repentinamente se vio sin ellas. Lo cual le sacó de nuevo otro bufido de frustración, ahora no tenía nada con lo que poder causarse suficiente dolor como para apagar la tristeza...
Sin embargo, en todo el proceso, la rubia no pareció percatarse de la presencia de la pelirroja, como si nunca hubiese estado allí. Aunque era obvio, que la veía, solo que no la interesaba hacerse más daño, así que, era mejor pensar que Zayyn solo había sido un producto infeccioso de su imaginación.

Cerró la mano entorno al cuchillo con una sonrisa de satisfacción, pero en ningún momento hizo un gesto hacia la pelirroja, sino que más bien acercó el cuchillo hacia su propio cuerpo. Tan cerca se lo puso, que se lo clavó en la pierna, hasta que la cuchilla rozó su hueso, quedándose allí alojado. Suspiró con satisfacción cuando el enorme dolor que sentía fue lo único que notaba.
Hecho eso, por fin miró a Zayyn de manera totalmente despectiva, y contestó con un tono de voz casi helado y muy muerto.

- ¿Por qué te merecerías tú la calma de la muerte cuando yo no puedo permitirme tenerla? Prefiero verte jodida, sufriendo tanto o más que yo... Pero sabes, me da igual lo que hagas, tú para mí estás muerta y enterrada. Para siempre.

No pensaba cambiar sus ideas, ya tendría que hacer algo muy especial la pelirroja para que volviese a verla en su realidad. Aprovechando que aún estaba libre, antes de que la atraparan, sacó el dispositivo. Su digisoul, habitualmente de un color rosa pálido ahora mostraba un color azul, helador, como se sentía. Cuando golpeó, la luz hizo que su cuerpo cambiara. Pero la forma que había adoptado había despegado en cuanto sus alas de hielo se formaron, dejando a su paso aberturas en los techos/suelos de cada una de las plantas, y un aura gélida en el sótano.

Como último recuerdo, había dos plumas hechas de puro hielo en el suelo. Plumas que se le habían caído a la forma mega de Natasha.[/b]

Ver como se apuñalaba a sí misma, fue como si yo misma lo sintiera. Básicamente, por dos motivos: primero, porque la amaba, y verla sufrir, me mataba. Lo sé, sonaba a gilipollez cuando yo misma la había hecho sufrir, pero era así, a lo mejor es que yo era bipolar o algo por el estilo. El segundo motivo era el mismo por el que ella se había hecho daño a sí misma, para no tener que sentir nada más, para no sentir el dolor de verse traicionada y concentrarse en otro tipo de sufrimiento... Me dolía, me dolía mucho, y más aún cuando de su boca salieron las palabras más hirientes y letales que me habían dedicado nunca.

- Tú para mí estás muerta y enterrada. Para siempre.

Más lágrimas comenzaron a precipitarse por la barbilla, mientras la miraba con profundo dolor. Sabía que eso era lo que yo misma había cosechado, pero aún así, sentir cómo tu corazón se rompe en mil y un trocitos, era la peor tortura que uno podía sentir. << Supongo que ahora estamos igualadas... >> Gimoteé, cuando ella evolucionó. Deseé que me matara en esos momentos, la muerte solo sería una caricia que placaría mi dolor... para siempre. Pero ella se limitó a largarse de allí, destrozando el techo y largándose.

Me quedé allí, en el sótano, sola y fría, rodeada de sangre, sangre derramada por mi culpa, de manera más o menos directa... Mi ropa se había empapado ya con ella, pero me daba igual.

En esos momentos, solo deseé no haber nacido.