Una espada sagrada para el ángel caído [Inglaterra]

Inglaterra, un viejo y bello país dotado con un gran contingentes de caballeros y damas desde la época victoriana, a pesar de que en épocas anteriores hubiesen sido aliados de corsarios. Los mayores conquistadores en la edad contemporánea, y un país de aclamados científicos.
Sin lugar un lugar bastante interesante para estar, sin embargo, para la albina no era más que la nación de los guiris. La ponían de los nervios con su perfecta pronunciación y sus falsos modales... Dales unas cuantas jarras de su cerveza barata y ya les sacarías la máscara... Hablando de cerveza, ese también era un motivo añadido para su mal humor. Además del hecho de rogar que no la pidieran el carnet de identidad en los pubs, por eso de que solo se puede entrar a esos lugares con 21 años.

Por suerte, se había alejado de las ciudades, y había tomado un autobús a una pequeña villa perdida entre los bellos bosques ingleses, un lugar donde creía poder desconectar al menos un tiempo, y ver un castillo medieval. A la chica le encantaban las construcciones con fines bélicos, sobre todo, si tenían alguna historia interesante a sus espaldas.

Con un suspiro de cansancio, se puso a caminar por el sendero que le habían indicado en el pueblo que la llevaría hasta el castillo. Cubierta con el grueso abrigo y una bufanda, se dedico a caminar casi como un alma en pena. No por nada, desde hacía días que estaba extremadamente irritable, más que de costumbre, y apenas era capaz de dormir. Por tanto, estaba pálida, ojerosa - muy ojerosa, a fin de cuentas, su pálida piel remarcaba mejor el color oscuro- y con los ojos rojos inyectados en sangre. Parecía más sobrenatural que de costumbre, cualquier obsesionado con los vampiros o los fantasmas podrían creer perfectamente que la chica lo era.

- Jul... - habló una voz desde el bolsillo de la chica, donde reposaba el dispositivo de Julchen.
- Ahora no. - contestó con sequedad.

A fin de cuentas, la culpable de que estuviese así era su compañera digital y la maldita petición que le había dicho.

Con andares algo airados la humana siguió caminando, pudiendo ver entre las copas de los árboles las almenas de la construcción. No debían de quedarla más de diez minutos de caminata.

Más silenciosa y tediosa caminata llevó a la chica ante las puertas del lugar, justo en el momento que empezaban a caer gotas de lluvia, acordes al talante climático de la región. Sin embargo, la chica suponía que estaba abandonado o cerrado, puesto que no tenía ni tan siquiera alguna indicación turística. Pero eso no iba a evitar que ella mirara el interior, no señor, no hacía entrar siempre por la puerta delantera.

Así que, dando un rodeo por toda la edificación se encontró con un gran boquete en su parte trasera, casi como si le hubiesen tirado una enorme piedra en una catapulta. Pero había algo que no le cuadraba a la humana, a fin de cuentas, los cascotes que adornaban el suelo parecían ser bastante recientes. Lanzó un par de miradas a su alrededor para cerciorarse que no había nadie en el lugar, y sin más trepó un poco para sobrepasar algunas de las rocas caídas.

El interior era lúgubre, y sobre todo helado. Aunque no era extraño en un edificio abandonado y cerrado que hiciera más frío que en el exterior, a fin de cuentas, no había aire que se moviese ni mucha luz que pudiera caldear nada.
Pasó por algunas habitaciones que parecían estar limpias y cuidadas en el interior del lugar, con mullidas alfombras que las recorrían de cabo a rabo. No por nada, era una moda muy utilizada en paises donde hacía frío para que el suelo no traspasara las suelas de los zapatos.

- Parece abandonado, pero a la vez, muy cuidado. Es raro... - las cosas no le cuadraban demasiado a la humana, y hablar en voz alta la hizo desaparecer en parte la sensación opresiva que se respiraba allí dentro.- Pero nadie que fuese humano podría soportar este puto frío.

Se echó el aliento a las manos enguantadas, porque notaba la punta de sus dedos helados. Casi igual que cuando estuvo en las cavernas de hielo con el memo y la castaña.
Aunque si ahora se encontrara con cualquiera de los dos, no tendría reparos en golpearlos hasta matarles, tenía demasiada tensión acumulada en su interior. Y si eso pasaba era más propensa a tener un ataque de ira, y con uno de esos podría llegar a ser más peligrosa -y demente- que de costumbre.

La albina continuo su andanza, incluso llegó a encontrarse con una puerta que por mucho que intento abrir no pudo moverla ni unos centímetros. Parecía llevar a un congelador o lo que sea, porque el pomo le dejó la mano helada a pesar de los guantes.

Todo cada vez más raro en ese lugar. A cada sala que entraba o se asomaba se encontraba cada vez con un poco más de vida, como si hubiese sido usado con relativa frecuencia, además de no hacía mucho tiempo. Sin esperar un solo segundo, metió la mano derecha en el bolsillo del abrigo rozando con los dedos el dispositivo digital. Nunca estaba de más estar preparada para lo peor.

Y gracias a eso, en el momento que observó cierto reflejo plateado seguido por una tela roja, hizo a su compañera Gatomon materializarse tras de sí, ocultándola con su propio cuerpo a la mirada de los dos digimons . Además, tomo prestada una de las espadas de las armaduras.

- Buenos días, ¿se os ha perdido algo?- preguntó la chica, a los dos, mientras que la gata se preparaba para saltar en caso de que atacaran sin "motivo"

Julchen en cuanto observó que la bruja alzaba una mano se preparó y clavó la espada en el suelo, agachándose para hacer menos superficie para el aire. Justo a tiempo, para no ser lanzada hacía atrás por la ráfaga de aire. Por suerte, gracias a Gatomon, sabía más o menos qué tipo de ataques usaban los digimons; quien conoce a su enemigo tiene la mitad de la batalla ganada; así que, estaba preparada para esa acción. Habría tenido más problemas si se hubiese metido el digimon caballero. Pero al no hacer nada más que mirar, ya se habían condenado ambos.

La chica dirigió la mano derecha, con la que no sujetaba la espada al bolsillo, mientras que un aura de un azul oscuro rodeaba toda su figura. Rozó con los dedos el lector del dispositivo y enseguida, la gata tras ella se iluminó en la misma aura que la albina había tenido hacía unos segundos antes, la cual había desaparecido en el mismo momento que la gata brillaba.

- Gatomon digievolves...

La figura de la felina se alargó hasta tomar la apariencia humana, salvo por el pequeño detalle de que 8 alas se abrían a su espalda. Cuando la luz remitió podía verse a una ángel con un casco que no dejaba ver la mitad superior de su rostro. Los cabellos rubios de ella caían como una cascada entre las alas.

- Angewomon.

Sin perder más tiempo, la ángel alargó su brazo izquierdo, mientras que las plumas de sus guantes aumentaban de tamaño y movía su brazo derecho hacia atrás. Con la postura de un arquero. Una flecha de luz se creo de la nada y se disparó en dirección al corazón de la bruja digital, si es que esta tuviese.
Posteriormente y a modo de "defensa" ante posibles ataques del caballero de metal, dibujó una cruz en el aire, que disparó uno de sus "brazos" en dirección al caballero de metal para aplastarle. A fin de cuentas, una armadura es muy útil si el arma es punzocortante, puesto que el arma tiene que atravesar la protección. Pero ante un golpe contundente, que pudiera abollarla, esa protección podía convertirse en una trampa al clavarse o apretar el blando cuerpo del interior.

- Heaven's Charm

Ninguna de las dos se percató del rubio y del Puttimon que había a sus espaldas y que acababa de llegar desde otro pasillo.

Off:
Holy Arrow: Forma un arco con las alas del guante y dispara una flecha de energía sagrada.
Heaven’s Charm: Crea una cruz de luz sagrada que puede utilizar como escudo, o como un ataque.

La albina sonrió de manera arrogante al ver la velocidad con la que su compañera se había desecho de los enemigos. Por su parte, el ángel respiró aliviada por haber conseguido vencer en el combate. Aunque algo más llamó su atención, una pequeña vibración de energía tras ella y otra más grande, más adelante en el propio castillo.

- Julchen, detrás nuestra.

La albina miró hacia donde le dijo su compañera, encontrando un chico rubio de menor edad que ella y un pequeño Puttimon que no hacía más que revolotear. No parecía que ninguno de los dos fuese a atacarlas, aunque tampoco estaba segura de ello. Pero antes de que pudiera decir nada más, escuchó al chico decir que salieran corriendo.

- Ange, cierra el acceso, ya encontraremos la salida por otro lado. Por ahí parece que no hay nada interesante.- ordenó la albina echando un vistazo calculador al pasillo por el que se escuchaban pisadas.

El ángel volvió a usar el Heaven´s Charm, solo que esta vez, centrándose en destrozar el techo para llenar todo de cascotes para impedir el paso a los digimons que les perseguían. Después alzó el vuelo para ser la primera dentro del propio pasillo para defender a los dos humanos.
Julchen por su parte echó a correr detrás del chico rubio desconocido. Poniéndose a su altura al cabo de unos minutos, gracias a todo el entrenamiento que realizaba.

- ¿Sabéis por qué nos persiguen?

Angewomon continuó el camino volando velozmente, sintiendo a su vez, una extraña picazón en sus alas. Había algo en ese castillo que la obligaba a ir en una determinada dirección. ¿Pero quién sabía si eso no sería una trampa? Así que, prefirió continuar en recto ante la primera entrada hacia donde le indicaba sus instintos. Pero en seguida se vio sola en el pasillo y chasqueó la lengua. No se había acordado de que el Puttimon también habría sentido esa cosa rara. Y claro está, Julchen no iba a dejarlos solos, sobre todo si podía quedar muy bien defendiéndolos.
Con un potente aletazo se detuvo y regresó por donde había venido.

Mientras la humana había decidido seguir a Sergio, porque había notado algo raro en la conducta en el compañero de este. Y quería saber si habría alguien al que partirle los morros más adelante, sobre todo, ahora que era una "intrusa".

- Sigh... Que gran error, todos los edificios deberían estar abiertos a mi magnificencia.- dijo con sincero pesar la albina.

Llegaron a una sala que estaba fuertemente iluminada por una luz dorada. Pero al ser una luz, eso hizo que los hipersensibles ojos rojos de la chica se irritaran, y que tuviera que cerrarlos si no quería quedarse ciega. Lo que la hizo detenerse en seco, hasta que halló las gafas de sol dentro de uno de los bolsillos del abrigo. Las cuales, no tardó ni medio segundo en ponerse.
Ante ella se alzaba una enorme puerta escrita de arriba a abajo, de color dorado -fuente del resplandor-, que estaba siendo protegida por un caballero con una armadura rosa fucsia. Y lo mejor o peor, según se miré, es que no tenía morfología femenina.

- No jodas... ¿Hay digimons que son Gays declarados?- soltó nada más verlo.

En ese momento llegó Angewomon, que se tensó al ver al caballero "santo". Ahora mismo podría distraerlo, pero no derrotarlo, a menos que tuviese una gran fuerza.

- Lordknightmon...

Mirumon se desplazó lentamente a la derecha, para tratar de rodear al digimon rosado. Aunque este no tardó en largarse de la sala, no sin antes murmurar algo sobre que había todavía más intrusos dentro de ese castillo. El forestal oscuro frunció el ceño, algo jadeante, y segundos más tarde salió por la misma abertura que el guerrero santo, intrigado por saber quienes eran esos intrusos.

Obviamente, Mirumon debía de ir más despacio para mantener la invisibilidad, pero él era experto en rastrear, por lo que no le resultó difícil llegar a donde este había querido ir. Pronto, se halló en una pequeña sala, después de un largo pasillo, en la que una fuerte luz dorada refulgía desde una puerta dorada. Mirumon siseó, molesto por el poder sagrado que emanaba aquellas puertas con símbolos y trazados.

Eso fue lo primero que le llamó la atención. Lo segundo fue que ahí mismo, en esa misma sala, estaban los supuestos intrusos. Y cómo no (Mirumon empezaba a acostumbrarse a encontrársela en todos lados), allí mismo estaba Julchen.

Mirumon suspiró, y aún algo cansado, agarró su arco y una flecha de su carcaj. Colocó la saeta sobre la mira del arma a distancia y miró fijamente al caballero de rosada armadura.

- Disparo firme-susurró, aún camuflado.

Estando en ese estado, no podía pelear, era cierto. Aunque el "camino del acechante" era muy útil, también tenía sus contras, como la reducción de movimiento o la imposibilidad de atacar estando invisible. Pero aún no iba a atacar, para realizar ese ataque, necesitaba un tiempo de concentración. Cuando estuviera completamente listo para disparar, se haría visible, sólo en el justo momento.

OFF:

* Disparo firme: Se queda quieto durante un post, apuntando a su presa fijamente, lo que le aumenta considerablemente la puntería, siendo un disparo muy difícil de esquivar. Puede dispararlo a una distancia de 100 metros.

Un bufido de indignación salió desde los labios de la albina cuando el digimon rosado hablo. Sus ojos, que habían adquirido cierto brillo apaciguador, se oscurecieron, adoptando un color similar al de la sangre. Además de que se enturbiaron como un líquido al moverse en una corriente de gran fuerza. La humana se había enfadado y mucho con el comentario del LordKnightmon. A fin de cuentas, su humor sólo había mejorado ligeramente debido al aura sagrada que había en el castillo gracias al poder del objeto detrás de las puertas. Pero ahora que habían decidido molestarla, la oscuridad que hasta hacía una hora -aproximada- que había quedado aplacada, había vuelto a resurgir con más fuerza que antes.
Tanta, que el cuerpo de la albina comenzó a emitir un aura hecha de datos. Sin embargo, a diferencia de lo que era usual, el color que mostraba era morado. El color no era feo ni desagradable, pero sí la sensación que emitía el aura, porque se movía de manera virulenta, casi enfermiza. Cuando antes el color habría sido el azul oscuro y un movimiento preciso y ordenado.

- ¿Vampiro? Odio que me llamen así, pero al menos es una criatura elegante y con gusto. No como tú, pedazo de chatarra hortera.- escupió con repulsión absoluto la albina.- Necesitas sesiones de belleza, pero no te sirven de nada, porque los que nacen orcos, orcos se quedan.

Angewomon no se había percatado del estado de albina, porque se había quedado pensando en qué es lo que podría haber detrás de las puertas. De hecho, ni tan siquiera se había percatado de la insinuación del LordKnightmon.
Sabía que había algo detrás de las puertas que tenía que ver con ella o con los de su estirpe. Pero no conseguía saber el qué exactamente. Su conocimiento sobre tesoros antiguos no llegaba a tanto.

- A pesar de que no sepa lo que es, sé que tú no deberías tenerlo. Eso es un tesoro de nuestro pueblo, y tú no eres un ángel. Sólo eres un caballero.

Escuchó con atención de lo que hablaban. No supo si alguno le había detectado, pero el estar invisible, era muy útil, puesto que gracias a ello, estaba escuchando cosas muy interesantes, como que tras esas puertas había algo de gran valor, y que al parecer el caballero guardaba como un tesoro. Mirumon sonrió, aún apuntándole y ganando más probabilidades de acertar al disparar. Solo por haberle atacado, ahora les ayudaría a conseguir dicho objeto. El caballero rosado no saldría indemne de haberle molestado, cuando él solo había querido quedarse dormido en la sala.

Finalmente, el digimon vestido de morado se dejó ver, de golpe, posiblemente sobresaltándolos a todos. Al instante siguiente soltó la cuerda y dejó salir disparada la flecha envenenada y corrompida, que fue directa a por el digimon, justo en la parte de la cabeza que no estaba protegida, por donde la boca.

- Chúpate esa...

Seguidamente, dio un salto hacia un lado, y para asegurarse de que al menos una flecha le llegaba, continuó disparando de tres en tres saetas.

Los dientes de la albina rechinaron de manera audible ante las contestaciones del jodido mariquita de mierda ese, que iba de heterosexual. Aunque parecía molesto con las palabras de su compañera, a fin de cuentas, nadie que tenga un espejo delante en el que se está reflejando puede dejar de mirarse -opiniones personales de la albina- a menos claro, que sea un orco, pero lo peor de todo es que el hortera no se enteraba de eso.

- ¡Ja! No seas tan idiota, soy perfecta tal y como soy, ¿por qué debería tener envidia al digimon nacido del vómito de la barbie? Además, el orco, eres tú. Que seguro que ganas a Miss Mordor. - sí ahí estaba una pulla con su sexualidad.- Además, dudo que seas un caballero, pareces más bien la princesa a la que tienen que rescatar. Bueno, mejor que no te rescaten, no vaya a ser que les de un infarto por ver tal horror.

Angewomon por su parte, frunció el ceño, gesto que quedó oculto por su casco, pero se cruzó de brazos como signo de molestia. No le gustaba que la corrigieran en algo sobre lo que estaba segura, además de que lo hicieran mal.

- Por mucho que te denomines Santo, eso no te pone al mismo nivel de un ángel. Por ende, no lo eres por mucho que pretendas creértelo... Y lo siento, no me atraen los hombres más femeninos que yo.

Las dos, saltaron de sorpresa cuando una capa morada apareció a su lado, haciendo que Angewomon se desplazara hacia atrás por si era un ataque, y Julchen lanzara un puñetazo hacia dicha sombra. Que ya se había desplazado en el momento que lo hizo.
En cuanto se les apagó la sensación de sorpresa, el rostro de la albina se ensombreció todavía más.

- ¿Qué haces tú aquí? Parece que me estas siguiendo, y eso no es algo asombroso, memo.

No estaba de suficiente humor como para pensar que eso podría ser algo positivo. De hecho ese tipo de positividad ahora mismo la provocaba malestar generalizado, porque le era más sencillo estar consumida por la rabia que por otra cosa.

Mirumon dio un salto hacia atrás para tomar espacio y alejarse del caballero de rosada armadura, sin mencionar nada de su peculiar tendencia a dicho color. Aterrizó en el suelo, junto a Angrewomon, y le echó una rápida y fría mirada a la humana.

- Ya se ve que te alegras de verme, pero no creo que vosotras solas tengáis muchas posibilidades de vencerlo-respondió. Después dirigió su mirada al ángel femenino-. Puedo intentar hacer algo que posiblemente no falle. Es peligroso, pero necesito que le mantengas ocupado durante unos momentos hasta que cargue el ataque... ¿Tienes algo para intentar atarlo durante unos instantes?

Miró de reojo entonces a LordKnightmon, bastante molesto y con el ceño fruncido. Pero sus ojos no detonaban rabia ni odio. Era la más fría de las indiferencias.

- ¿No te han dicho nunca que despertar a alguien que necesita dormir es de mala educación?

La albina gruñó mirando mal al cazador/guardabosques, a fin de cuentas, no estaba de humor para verle, y menos que le dijera esas bonitas palabras tan falsas. Sólo las ayudaba de momento porque era él el que necesitaba la ayuda, no ellas. A fin de cuentas, si Julchen lo necesitaba -si se diera ese "hipotético" caso- él preferiría ir a esconderse bajo las faldas de la francesa esa. Sí, la albina se estaba poniendo de peor humor por algo que aunque ella no lo aceptara, se podrían comparar perfectamente con los celos.

- ¡Ja! Nosotras nos sobramos y bastamos. Que tú no hayas podido con él no indica nada. Salvo que eres una nenaza.- la chica estaba tan ofuscada con las palabras del chico, que pasó olímpicamente de lo que dijo el caballero rosa.
- Sigh... Ya están otra vez...- suspiró con resignación la ángel. - El día que no discutan me preocuparé, posiblemente se acaba el mundo... Y no, no poseo nada con lo que poder atar...

La verdad es que si viniera equipada con un látigo o unas correas, entre la ropa y eso más que un ángel parecería otra cosa -cofcofputoncofcof- a lo sumo podría usar la larga cinta que la rodeaba, pero conociendo la fuerza de un mega, y que además seguramente les estaba escuchando, entonces no había mucho que hacer.

Posiblemente, para alguien con un ego como el de LordKnightmon el que le ignoraran de manera tan abierta no le sentaría muy bien. Pero si de verdad es que era un caballero de alto nivel, implicaba que no iba a perder el tiempo en recaptar la atención de las únicas damas en la sala. Porque posiblemente, con el intento de asesinato a Sergio y las últimas palabras dirigidas a Naois, los dos chicos estarían completamente centrados en el portador de la armadura rosada.

- Te demostraré que el único inútil aquí eres tú. - Y Julchen seguía a su rollo, posiblemente hablando sola.

El aura que la rodeó se volvió de color azulado, al igual que cuando lo emitía de una manera normal. A fin de cuentas, tenía toda su voluntad volcada a "derrotar" a Naois con sus acciones, así que, tenía que conseguir crear la mayor cantidad de digisoul puro que pudiera para ayudar a Angewomon a alcanzar su forma Mega.

Mirumon ni siquiera miró a Julchen mientras esta le hablaba, a él solo le importaba acabar con el digimon caballero, y para eso necesitaba la ayuda de Angewomon, por lo que se volvió hacia ella, con clara decepción al escuchar que esta no poseía nada con lo que atar al digimon. Entonces tendrían que jugárselo todo a una carta. Con el ceño fruncido, agarró nuevamente su arco, y ya iba a levantarlo contra el digimon rosa, cuando este respondió con palabras que no tenía que haber dicho.

Había sido una mala idea mencionar a Zayyn.

El arquero corrupto miró fijamente al caballero real, primero con un brillo frío y muerto en sus ojos. Luego estos se fueron abriendo considerablemente, cada vez más, hasta que casi hicieron parecer al frontier un loco recién escapado de un manicomio. Dejó caer el arco y el carcaj, así como la capucha que le ocultaba parte del rostro, mostrando a una criatura de tez oscura, cabellos cortos y más blancos que la nieve y ojos tan rojos como el mismo infierno.

Fijarse solo en la cara:

La criatura apretó los puños, y extendió los brazos hacia los lados, como si estuviera haciendo fuerza contra algo. Soltó un quejido lúgubre y de ultratumba, mientras que un aura verdosa y corrupta comenzaba a envolverlo, moviendose casi como una capa virulenta y gelatinosa que parecía palpitar e iluminarse más al son de los latidos del corazón del espíritu digital.

- Raaaaaaaaah...-El digimon inspiró hondo un momento, casi como cogiera aliento para gritar-: ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRGHH!

El aura verdosa se hizo más intensa, hasta elevarse por la habitación y rejuntarse hasta formar la figura de un dragón... no... no era un dragón... Primero apareció una guadaña... y luego un cuerpo con cuernos y una larga túnica... Pero era apenas una sombra verdosa sobre el espíritu de la corrupción humano.

Spoiler:

Mirumon... o lo que parecía ser él, vio como una especie de barrera cilíndrica se elevaba alrededor de él, muy iluminada. El humano en su interior sintió cómo ambos espíritus, el humano y el animal trataban de juntarse, ambos, siendo el uno atraído por el otro, para convertirse en uno. Por un momento, estuvo a punto de permitirlo, de destrozar ese lugar con todos los que allí habían. De destrozar a LordKnightmon, a Samuel, a ZeedGarurumon, a Natasha, a Julchen...

El humano parpadeo, sorprendido por haber pensado en esta última. Pero inmediatamente después, su mente se interpuso entre las de Mirumon y Korishomon, impidiendo la fusión. No podía... Algo le decía que, si no era completamente capaz de controlar al dragón de huesos helados, mucho menos iba a conseguirlo con la escalofriante criatura que nacería de mezclar ambos espíritus. No podía dejar que destrozaran el lugar... Ni tampoco a ella.

- ¡NO!

El resplandor remitió, pero allí ya no había ningún forestal oscuro, sino el dragón de hielo, mirando, hambriento, al digimon caballero frente a él. La criatura abrió la boca, dejando escapar algunas babas que congelaron pequeñas partes del suelo al caer.

<< Pilares de escarcha... >>

De nuevo, varios pilares de hielo surgieron del suelo rápidamente, pero, a diferencia de la otra vez, esta no rodearon al digimon enemigo, sino que surgieron de forma que al menos uno golpeara al digimon desde abajo con fuerza y tratara de aplastarlo contra el techo.

OFF:

* Pilares de escarcha: Crea 10 pilares de hielo de 15 metros de altura alrededor del enemigo para encerrarlo. Entre los pilares, apenas hay 5 metros.

Otro aura se sumo en la sala a crecer, desarrollarse y aumentar poder. Pero la albina sintio eso como un intento competitivo, aunque no entendía de donde podía haber salido una tan deprisa y con tanta fuerza... Por no decir ese instinto asesino, que entre todos los de la sala estaba dirigido hacia el caballero de la armadura rosa y hacia ella... Una chispa de terror se abrió paso al notar eso, pero no debía rendirse. No a menos que quisiera morir de verdad, y encima perder... Y dado que ninguna de las dos cosas eran asombrosas, ella no iba a rendirse. No podía rendirse.

Su aura comenzó a aumentar de intensidad, o sería mejor decir, alcanzó su verdadera esencia, cambiando ligeramente y mostrando más energía en la forma de moverse. Como si fuesen llamas azules. Era muy posible que el verse ante esa sensación de muerte hubiese conseguido acercarse a la esencia, puesto que si fallaba moría, así que, no había tiempo para errores. O quizás, fue cuando algo cambio en la sensación de ese aura corrupta antes de disgregarse, una pequeña chispa de calidez... Pero ella no era capaz en ese momento de saber cuál de las dos sensaciones la había ayudado más, era todo muy confuso.
Sentía como latía su corazón desde lo más profundo, pero no es ese latir que sientes cuando estás bien, sino cuando estás agotado, enfermo o débil. Ese latir que es incómodo porque parece el último intento de brillo antes de desaparecer.

Pero a pesar del agotamiento que sentía por haber sacado todo lo que podía de ella, golpeó en su dispositivo, el cual, brilló para cambiar a otra morfología, aunque de eso, Julchen no se dio ni cuenta.

- Digisoul Charge Overdrive - musitó agotada.


Angewomon, en todo ese tiempo había mirado entre asombrada y preocupada al pelirrojo. Su espíritu digital era peligroso por lo que él mismo representaba. Naois debía mostrar una gran fortaleza interior para que esos dos no le corrompieran hasta la médula. Lo cual sería una gran pérdida, a fin de cuentas, esa inocencia en Naois le hacía ser tan adorable como un niño, solo que en talla adulta. Además, corromperse significaba volverse uno de sus enemigos y a pesar de que la doliese, tendría que acabar con él, puesto que esa era su misión. A veces podía llevarse bien con alguien tocado por la oscuridad, siempre que hubiera vuelto al sendero de la luz. Pero si Naois caía, dudaba que pudiera volver a la normalidad, o al menos, no solo. Pero no era ella la que tendría que ayudarle a volver, sino otra persona... Aquella que supiera que perder al chico era lo mismo que no volver a encontrar la felicidad... El problema radicaba en la cabezonería de dicha persona.

Pero no pudo preocuparse mucho más por eso, porque en el mismo momento en que el dragón de hielo apareció, una sensación dolorosa recorrió todo el cuerpo de la ángel. De punta a punta de las alas, pasando por todo el cuerpo. Para huir de ella, su cuerpo recuperó la forma de roockie, un Salamon. No entendía qué la pasaba, hasta que fue rodeada por una cantidad ingente de energía pura en forma de digisoul. Era tanto que entendió que pasaba... Iba a alcanzar el estado de mega.
La silueta de la perrita se estiro hasta alcanzar una forma humana con alas a la espalda, pero en esta ocasión no eran ocho alas las que decoraban su espalda, sino diez. Cuando dejó de ser una silueta y ganó forma, se pudo ver que ahora portaba una armadura de color azul verdoso (depende de la img cambia ._.) con una lanza y un escudo.

Sin perder tiempo, el ángel mega alzó el vuelo para ponerse a la altura de LordKnightmon. Dándole un golpe con el escudo para desestabilizarlo. No le parecía bien atacarle por la espalda con uno de sus ataques de verdad, pero sí que tenía ganas de darle un golpe, así que, de ahí que hubiese usado el escudo.

- Atacar a alguien más débil que uno mismo, es un acto sin honor. Dudo mucho que a su líder le guste enterarse de sus acciones.


La albina, se dejó caer contra la pared, completamente cansada. Se sentía vacía por dentro, quería cerrar los ojos y descansar durante el tiempo que fuese necesario. Pero no debía hacerlo, si caía inconsciente, Ophanimon perdería la energía y volvería a su etapa más infantil. Y ahora que acababa de vencer al memo en quién evolucionaba antes a Mega, no iba a dejarse ir para que el luego pudiera decir que la inútil era ella.

- ¡Ja! Chupate... esa... - musitó con voz tan débil que posiblemente el cuello de su abrigo fuese el único en enterarse.

El dragón rugió, frustrado por que el caballero rosado hubiera vuelto a esquivar su ataque, pero no se vino abajo en el intento por hacerlo desaparecer. Con su aliento helado congeló el suelo, convirtiéndolo en una especie de pista de patinaje, para desestabilizar al enemigo. Después se deslizó velozmente, moviendo sus patas, cola y alas de manera aeróbica para poder colocarse a la espalda del digimon caballero.

<< Nadie que se haga llamar caballero le negaría al verdadero pueblo un arma sagrada >>se le escuchó pensar, además de que sus emociones se mezclaban fácilmente con sus palabras, haciéndole notar letal y colérico.

Alzó una de sus enormes patas, dispuesto a golpear al digimon con ellas para estamparlo contra el suelo. Era tal su furia, que parecía querer acabar ya el combate, sin pensar en utilizar sus otros dos ataques. No en vano, LordKnightmon no solo había hecho enfadar a Naois, sino también a Mirumon y a Korishomon en sí.

El rubio consiguió pasar las puertas gracias a la "distracción" que habían conseguido hacer tanto Ophanimon como Korishomon. Pero no consiguieron causarle graves daños al caballero santo, puesto que este se desplazó rápidamente para seguir al chico humano al interior de la sala detrás de las puertas doradas.

La ángel digital se quedó un tanto anonadada de ese comportamiento tan irresponsable con respecto al digimon mega. Nunca se le daba la espalda al enemigo, así que, se colocó frente a la puerta y pequeños cristales de luz aparecieron en sus manos. Si cualquiera se hubiese dedicado a observar con más atención, se habría percatado de que tenían la forma de un árbol. Y después simplemente se las lanzó a la espalda del caballero para causarles daños directos, puesto que no podía esquivarla. Atacar por la espalda estaba mal si el enemigo no conocía la presencia de sus enemigos, pero en esta ocasión, sabía perfectamente que estaba ella y el dragón de hielo.

- Sephiroth Crystal

En cuanto que aparecieron los demás guardias del castillo, la ángel digimon se dedicó a lanzar el mismo ataque, para diezmarlos. A fin de cuentas, los de mayor nivel serían ultra, que podrían sobrevivir a su ataque, pero el ataque tendría solo que rozarles, puesto que la fuerza de un mega se hacía notar entre los niveles inferiores.

- No te parece, caballero, ¿que el hecho de que el joven la tenga entre manos es suficiente prueba de que ha sido el elegido?- preguntó la ángel digital, aunque mostraba una pose de combate, con la lanza de nuevo en sus manos, dispuesta a enfrentarse al digimon rosa, si es que no había sufrido tal lluvia de ataques que estuviese deshaciéndose en datos.

Julchen por su parte, en el suelo, al borde de la inconsciencia, se encontraba parcialmente helada por culpa del suelo helado bajo ella. Tiritaba sin parar, pero eso no hacía más que agotarla.

Off:
Sephiroth Crystal: Invoca pequeños cristales en forma del árbol Sephiroth con los que ataca a los enemigos.

El dragón, al ver ya casi al guerrero digital bajo sus garras, literalmente hablando, sonrió ampliamente, pero después rugió con frustración al ver que nada aplastaba. Se dio la vuelta, gruñendo letalmente, con un brillo psicópata en los ojos. ¿Cómo se atrevía a ignorarle? Primero tenía la osadía de hablar de lo que no tenía ni idea, y después no era capaz de afrontar las consecuencias de sus actos. Eso fue la gota que colmo el vaso para el dragón, que se volvió, y mientras cambiada de forma a humano, observó cómo el ángel digital, el de etapa mega, creaba unos cristales que salieron despedidos a la espalda del digimon.

- Tú...-de nuevo, Mirumon estaba con el rostro descubierto, con un brillo de rabia y dolor en sus ojos rojos como el fuego-. Estúpido y ciego caballero... No solo nos subestimas a nosotros... sino que también subestimas el corazón puro de ese humano... No te lo perdonaré...

Rápidamente, sacó su arco, encajó una flecha en la mirilla y se la lanzó el LordKnightmon. Según la saeta volaba y Ophanimon atacaba a los digimons recién llegados, el forestal oscuro saltó sobre el caballero santo, sentándose a horcajadas sobre él. Después del golpe con el escudo, la garra del dragón, los cristales y la flecha, el espíritu digital dudaba que tuviera muchas más fuerzas para oponer resistencia. Por eso, con toda la fuerza ultra que tenía en su interior, sin detenerse y hasta forzándose a sí mismo, comenzó a propinarle fuertes golpes con sus puños, sin detenerse, descargando toda la rabia y el dolor que había mantenido escondidos en su corazón desde que había visto morir a su única familia.

- Mi madre nunca me dijo nada, porque me separaron de ella de muy pequeño. ¡Ahora ella ha muerto, y tu ensucias su nombre con tus asquerosas palabras, guerrero de pacotilla! ¿Alguna vez has perdido a alguien? ¿EH? ¡Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes!-a medida que hablaba, el chico frontier alzaba aún más la voz, hasta alcanzar un tono que posiblemente se escuchara hasta en los pisos de alrededor. Además, podían verse lágrimas salir de sus ojos a borbotones, como cascadas de dolor-. ¡CIERRA LA PUTA BOCA!

Y así estuvo el chico, sin detenerse, tratando de hacer desaparecer al caballero digital con sus puños, vengándose de él y de sus palabras que tanto le habían afectado. Porque, aunque no lo pareciera, Naois era un chico bastante sensible, y con el que había que cuidar las palabras. A fin de cuentas, sólo tenía nueve meses de vida.

Casi podría ser un espectáculo bonito. Miles de pequeños fragmentos de colores, pero con un tenue brillo en el aire, removiéndose antes de formar una esfera en el aire. Aunque, de bello no tenía nada, puesto que todo eso provenía de la explosión en datos de todos los digimons afectados por los ataques del digimon dragón y de la propia Ophanimon.
La digimon ya no sabía bien si continuar atacando o directamente irse en el momento que estalló también el digimon de armadura rosada. Quizás había errado al decidir si el chico era el justo o no, pero había que decir, que era un buen guerrero. No había dejado de pelear por aquello en lo que creía hasta el final.

- Humano, ¿estás bien?- preguntó la digimon alada al chico rubio sobre el dragón. No sabía si podrían haberle defendido bien de todos los enemigos que había en la sala.

Hablando de los cuales, estaban total y absolutamente desorientados con la muerte de su maestro. Puesto que habían dejado de atacarles en el momento que sus datos habían rellenado esa "niebla" de puntos.

- Dejad de pelear. Ya no tiene sentido, aunque desde un principio la lucha no tenía demasiados motivos. Regresad a vuestros hogares y cuidad de los huevos que hay. - aconsejó y rogó a la vez Ophanimon con una voz lo suficientemente clara como para que la escuchasen todos los que había allí. A  fin de cuentas, antes de haber sido un digimon elegido, había estado en muchos campos de batalla, y sabía hacerse oír entre el rumor que hay siempre.

Luego dirigió el rayo de su lanza contra el techo para hacer un boquete por el que poder salir de allí con su compañera, antes de que hubieran más ataques por parte de los enemigos, si es que decidían atacar al final. Pero en cuanto encontró a la albina se le desencajó un poco la mandíbula...

Por su parte Julchen, se levantó como pudo y trató de escudarse detrás de cualquier objeto en la sala, para evitar que los ataques que volaban por el aire la golpearan. A decir verdad, no le apetecía morir de una manera tan absurda y tan poco épica. Al menos que supiera quién había hecho del mundo un lugar peor por eliminar su magnífica presencia.

Sin embargo, el caos de la batalla acabó de un momento a otro, como si hubiese ocurrido algo -la caída del héroe enemigo, pocas cosas podrían causar tanta conmoción- así que, la albina sacó la cabeza para mirar el panorama. Pudo ver que una enorme masa de puntitos -rosas, obviamente- salia disparada a unirse a toda la disparidad de colores que había en el techo de la sala. Pero al mirar a la fuente de esos datos, solo pudo ver al memo ahí plantado, golpeando con rabia algo que ya no existía y gritando algo de perder a su madre y bla bla bla...
Lo cierto, es que ella entendía perfectamente lo que era perder a alguien muy querido, y sobre todo, la rabia que te daba escuchar a alguien hablar mal de él o ella. Puesto que ya no estaba, no querías que hubiese nada que empañase tu memoria sobre él. Sólo querías recordarlo de la mejor manera posible, y por ello acababas poniéndote de esa forma. Y por ese mismo motivo sabía qué es lo que necesitaba Naois, dejando a un lado que no hubiera conocido a la persona que había perdido. O sí, si es que era la demente esa...

Así que, aprovechando que nadie la estaba mirando, se acercó al cazador, el cual, poco antes de que ella llegara, brilló dejando a la vista de nuevo al pelirrojo. Lo más seguro, es que ya se le hubiese acabado la energía. Pero en vez de hacerle alguna pequeña jugarreta, como sería lo habitual en la albina, ella se agachó detrás de él y le envolvió los los brazos.
Le abrazaba para que supiera que por muy solo que estaba por la pérdida, había más gente en el mundo. Más gente a la que le importaba, que solo porque una estrella desapareciera, las demás no iban a caerse del cielo de repente... Sabía perfectamente lo que era ese sentimiento, ella misma lo había notado cuando murió su abuelo, pero por suerte, tenía a Ludwig para recordar que no tenía que olvidarse de eso.

- Es inútil que sigas golpeando... Con eso no vas a conseguir recuperar a la persona que ha desaparecido... A veces cuesta aceptarlo, pero cuando uno se va, no hay forma de volver del otro lado.- le dijo en un susurro, no eran palabras de ánimo, pero lo mejor en esos casos era ser sincero. No le serviría de nada una mentira. Puesto que no te ayudaría a seguir adelante. - Sé lo que es perder a alguien, pero créeme, no puedes hacer nada. Además, seguro que a la otra persona le gustaría saber que a pesar de que la echas de menos eres capaz de seguir viviendo, que eres capaz de ser feliz y continuar con tu vida. Aunque eso no quiere decir que tengas que olvidarle, pero seguro, que a los muertos les gusta más que les recuerden en los buenos momentos y que aprecies eso, en vez de pensar que nunca podrás volver a tenerles cerca...

A la chica le costaba expresarse, no era muy de dar sus opiniones más sinceras. Y por ello, quizás no se explicase bien. Pero al menos, lo había intentado.

Fue a separarse, puesto que le parecía que estaba durando demasiado y las mejillas le ardían. Pero no pudo hacerlo, porque en ese momento unas manos les sujetaron a ambos con fuerza antes de alzarles en el aire, para salir por un boquete en el techo. Al mirar quién era, no era más que su compañera Ophanimon. Que tras pasarsele la sorpresa de verles a los dos abrazados, les había cogido para salir de allí cuanto antes.

Off: Me voy ya del tema :3

Aún después de que el caballero de rosada armadura hubiese desaparecido en datos brillantes como una estrella, los puños de Naois siguieron golpeando, clavandose contra el suelo, y produciendo heridas en los nudillos que acabaron por sangrar. Sin embargo, no le importaba al chico, ya nada le importaba. Era muy duro tener que soportar una pérdida, la pérdida de la única persona que siempre suele querer a un chico como él: una madre que lo había tenido en su seno, y que de no ser por el secuestro, lo habría cuidado y protegido de la mejor manera posible. Y justo cuando él la había encontrado, se había desvanecido como arena entre sus manos ante un vendaval. Y ahora no tenía a nadie. Nadie se preocuparía por él. Todos a los que había conocido hasta ahora, no los había vuelto a ver, como Chihiro o Mashury; o no les importaba, como Samuel... o Julchen.

Y eso era lo peor de todo. Empezaba a entender el recorrido que tomaba su relación con ella. La había odiado, había disfrutado muchas veces los golpes que le había dado, y había sufrido los que había recibido. Pero desde hace tiempo... todo parecía haberse calmado. Había encontrado un punto de luz en el corazón de la albina, algo que le había llamado la atención, y que hacía querer protegerla a toda costa... Pero el para ella, no era más que un simple princeso. Un memo cualquiera.

Las lágrimas comenzaron a salirse de los ojos, recorriendo las mejillas, humedeciéndolas completamente, y cayendo por la barbilla, como suicidándose hasta hacer "plic" contra el suelo. Naois sentía que no era capaz de derramar la totalidad de sus lágrimas, que si lo haría, moriría de desesperación y pena.

Pero entonces, unos brazos le rodearon, unos brazos cálidos y agradables, y por unos momentos, recordó lo que se sentía ser querido. Recordó varios momentos de su infancia, sintió los brazos de quien estuviera detrás como los de su madre, o incluso como los de Naty. Pero después se sorprendió mucho al percatarse, por la voz, de a quien pertenecían. Escuchó todo lo dicho por Julchen, por la persona que había conseguido llegar a su corazón, y a cada palabra, se sentía más y más triste. Se dio la vuelta, y sin contenerse, enterró el rostro en el hombro de la chica, sin parar de llorar, tratando de desahogándose y al mismo tiempo intentando agradecerle el apoyo que nunca se habría esperado recibir de ella.

Cuando se notó elevar en el suelo, no hizo nada. Continuó amarrado al cuerpo de Julchen, sujetándose con desesperación, como si pensara que si se separaba, volvería de nuevo a entrar en una espiral de dolor del que esta vez nadie conseguiría sacarle...