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Tiempo de paz no deseado
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Tiempo de paz no deseado
Los ojos rojizos de la joven albina estaban estáticos mirando la gran pantalla de televisión que había en el amplio y luminoso salón de su casa. O bueno, mejor dicho la casa de sus padres.
Si había que ser sinceros, ella odiaba estar mirando a esa caja tonta donde solo ponían basura. Pero llevaba ya más de una semana encerrada en su casa, sin salir de ella. ¿El motivo? Una delicada operación para reconstruirle parte de su mano derecha y una pérdida de sangre severa; heridas de guerra o algo así se podrían considerar. Por ello, los médicos no la dejaban hacer lo que quisiera, puesto que la habían puesto dos semanas de descanso y luego una revisión más por si había que alargar el tiempo de reposo... En pocas palabras, un coñazo.
La naturaleza de la chica seguramente la hubiese hecho saltarse la prohibición médica. Pero habían logrado convencerla de la peor manera posible, puesto que había sido culpa de la persona a la que más quería en su vida: Su hermano menor, Ludwig Beilschmith. El pequeño era adorable para sus seis años de edad, cabellos de un rubio dorado que caían sobre su rostro -a pesar de intentar que quedaras hacia atrás- y unos enormes y adorables ojos azules como el cielo en verano. A diferencia de ella, el niño no era albino y presentaba los colores que la propia Julchen debería haber lucido. Pero los genes así como el destino hacen lo que quieren con la gente.
A pesar de su aspecto infantil, el pequeño Luddy llegaba a ser más serio y maduro que su propia hermana, lo cual era a la vez un motivo de orgullo como de vergüenza para la joven. Y el rubio al enterarse que su hermana no tenía que dejar la casa en al menos dos semanas, no se lo pensó dos veces, sabía que tenía que conseguir convencerla para seguir los consejos médicos, puesto que la muchacha siempre insistía en que los médicos eran matasanos y demás tonterías.
Y tristemente para ella, un niño de seis años de edad consiguió anular cualquier tipo de razonamiento que pudiera usar la albina, además de vencer su cabezonería innata. Pero el haber sido criado por ella hacía que conociera muy bien las debilidades de la albina. Y tan solo tuvo que usar una de las artimañas más viejas del mundo.
Nada más entrar la albina por la puerta de la casa, acompañada por uno de los doctores japoneses, que casualmente -odiaba esas casualidades- iba a hacer una cosa de trabajo en Alemania. Así que, había ido con la alocada albina que en más de una ocasión había intentado dejarlo K.O. en mitad del vuelo. Por suerte, los tranquilizantes ayudaban bastante a calmarla.
En el aeropuerto Tegel les estaban esperando Ludwig y el chófer que tenían para llevar al menor de los dos desde que había muerto el abuelo de los niños. El japones se dirigió hacia el chófer, más que hacía el pequeño niño, pero este se enteró de toda la conversación que se dio entre ambos hombres hasta llegar al coche.
Sin embargo, esperó hasta estar dentro del coche, él, la albina y su compañera gatuna. De la cual, claro está, sabía que era un digimon. A fin de cuentas, Julchen no podía tener secretos con él.
- Julchen, deberías quedarte en casa.- no había por qué andarse con vueltas, a fin de cuentas eran hermanos.- ¿Y si no se te cura bien y dejas de poder usar la mano?
- Porque eso no es increíble... Y yo lo soy, así que, nunca me pasa nada malo. Kesesesesese~
Se hizo un silencio, en el que tanto la gata como el niño se la quedaron mirando fijamente, sin decir nada. Dos ojos azules que se clavaban con insistencia, obligándote a decir la verdad.
- ... Bueno, quizás no es así. Pero que no me pasará nada, de verdad. Los médicos son unos exagerados.
- Pero si te lo dicen es por algo. Y yo no quiero que te pase nada, por favor, quédate en casa.- y en ese momento usó la mirada de cachorro, versión hermano pequeño. El arma más poderosa que podía usarse contra la albina.
- No es nada "awesome" usar esa clase de artimañas, maldito y adorable manipulador. Prometo quedarme en la casa, pero que conste que en contra de mi voluntad.
- Gracias Schwester.- dijo el niño abrazándola. Cosa a la que correspondió la albina a pesar de asegurar que estaba enfadada con el niño.
Así que, tras esa conversación se encontraba en la casa, ya sin saber qué hacer. Puesto que su habitual ocupación en los videojuegos no se la podía permitir porque no era capaz de mover los dedos. Tanto porque dolía como porque tenía una escayola que la impedía mover la mano con facilidad. Y al ser su mano hábil, tampoco podía entrenar o escribir cualquier cosa.
Podía haber estado con el ordenador, pero a esas horas de la mañana había poca gente con la que pudiese hablar, porque todos estaban en clase o trabajando, o cualquier otra cosa que mirando el skype o el facebook. Así que, la tocaba aguantarse a esperar a que se hiciese por la tarde.
Unos ladridos la distrajeron unos segundos. Ahí estaban sus tres perros: Blackie, Berlitz y Aster. Que eran un Pastor Alemán, un Labrador Retriever y un Doberman, respectivamente. Los tres grandes perros solían estar en el jardín de la casa, siempre y cuando no lloviese o el suelo estuviese helado. Puesto que al ser perros tan grandes necesitaban mucho espacio y además estaban acostumbrados a hacer bastante ejercicio. Así que, tenerlos dentro de la casa -a pesar de que fuese casi una mansión- era contraproducente, sobre todo para cosas frágiles.
Con un suspiro, la albina se levantó desperezándose, se colocó la gruesa chaqueta larga de lana de color gris perlado que llevaba y fue a acercarse a la puerta del jardín, para ver por qué estaban ladrando los perros. Mientras que andaba, una pelotita amarilla se la posó en el cabello. Dicha pelota no era más que un pollito con un lazo rosa, llamado Julbrid. Que era sin lugar a dudas, la mascota favorita de la albina, si no se contaba a Gatomon como mascota.
Al asomarse a mirar, pudo ver que era precismente por la gata blanca por la que ladraban como descosidos. Puesto que esta, estaba colgada de las ramas de un árbol con una bolsa de plástico entre sus patas. Julchen le había pedido que fuese a comprar ciertas cosas que necesitaba, y como había prometido quedarse dentro de la casa, no podía romper esa promesa. Porque romper promesas era poco "awesome" y ella lo era mucho. Así que, con un suspiro de resignación, abrió la puerta y alzó la voz, adoptando un tono de mando casi militar.
- Blackie, Berlitz, Aster ruhe!- o lo que era lo mismo, que se estuvieran callados.
Inmediatamente los tres animales cerraron los hocicos, aunque no dejaron de observar a la minina, que les bufaba a los tres. La albina, salió al patio de la casa, hasta colocarse justo debajo de la gata, tras acariciar a los tres perros. Esta se dejó caer sobre la humana, con cuidado de no tocar el brazo derecho. Cargada en sus brazos, la albina regresó a la casa.
- ¡Fffffffffh! Odio cuando no paran de ladrarme.-
- Bueno, ya sabes que no les gustan los gatos. Por eso no tenemos más gatos que tú en la casa. Además de que normalmente les gustas más en tu forma de Salamon.
- Sí, pero para ir a comprar a la ciudad es más fácil hacerlo con el cuerpo de gato que de perro.
- Ya, ya lo sé. Pero no me aburras con eso.- la chica puso los ojos en blanco.
Las horas pasaron, y ahora al menos en compañía tanto de la gata como del hermano. Así como sus amigos, cuanto la gata se fue a dormitar y el niño a estudiar. Pero ahora, que ya era de noche, los dos estaban durmiendo y los demás tenían que madrugar al día siguiente. Sin embargo, la albina al despertarse tarde no tenía sueño a esas horas. Y bien podría tratar de ver la tele o leer un rato. Pero su mente no la dejaba en paz.
Se preguntaba una y otra vez las cosas raras que le habían pasado en ese fatídico día. A fin de cuentas, cuando no tienes nada que hacer la mente toma el control y no para de analizar las cosas una y otra vez. Y había algunas cosas que no llegaba a entender del todo.
¿Por qué el chico pelirrojo la había salvado en tantas ocasiones en el día? Creía que se odiaban, y sin embargo, la había salvado de partirse las piernas en los toboganes de hielo. Y podría decirse que el dragón de hielo la había salvado de morir de hipotermia dentro de la cueva de hielo. Dos cosas que le tenía que agradecer, además de que abriera el portal al mundo humano para llevarles al hospital... Era raro, decía que la odiaba, pero después la ayudaba. Al parecer no era una persona normal ese chaval. Y eso era algo que la desquiciaba, ¿cómo debería actuar?
Pero eso no era lo peor, ni mucho menos. Es que solo con la cara de tristeza absoluta que había puesto, había conseguido hacerla sentir como una mala persona. Solo observar ese rostro una vez, y ya la había abierto fisuras en la coraza que se ponía a la hora de enfrentarse a los demás. ¿Cómo podía haberlo hecho tan rápido?
Sacudió la cabeza, frustrada. Era todo demasiado confuso y absurdo. Y no lo entendía para nada, solo servía para hacerla comerse la cabeza segundo tras segundo. ¿Qué tenía ese chico de especial? Bueno, aparte de esa cara que la "obligaba" a meterse con él, además de esa capacidad de sacarla de sus casillas en pocos segundos. Y todo por... Simplemente estar delante de ella o a su alrededor. Parecía que tenía un instinto natural para odiarle.
- Maldito memo... - murmuró antes irse a dormir.
Si había que ser sinceros, ella odiaba estar mirando a esa caja tonta donde solo ponían basura. Pero llevaba ya más de una semana encerrada en su casa, sin salir de ella. ¿El motivo? Una delicada operación para reconstruirle parte de su mano derecha y una pérdida de sangre severa; heridas de guerra o algo así se podrían considerar. Por ello, los médicos no la dejaban hacer lo que quisiera, puesto que la habían puesto dos semanas de descanso y luego una revisión más por si había que alargar el tiempo de reposo... En pocas palabras, un coñazo.
La naturaleza de la chica seguramente la hubiese hecho saltarse la prohibición médica. Pero habían logrado convencerla de la peor manera posible, puesto que había sido culpa de la persona a la que más quería en su vida: Su hermano menor, Ludwig Beilschmith. El pequeño era adorable para sus seis años de edad, cabellos de un rubio dorado que caían sobre su rostro -a pesar de intentar que quedaras hacia atrás- y unos enormes y adorables ojos azules como el cielo en verano. A diferencia de ella, el niño no era albino y presentaba los colores que la propia Julchen debería haber lucido. Pero los genes así como el destino hacen lo que quieren con la gente.
- Luddy:
A pesar de su aspecto infantil, el pequeño Luddy llegaba a ser más serio y maduro que su propia hermana, lo cual era a la vez un motivo de orgullo como de vergüenza para la joven. Y el rubio al enterarse que su hermana no tenía que dejar la casa en al menos dos semanas, no se lo pensó dos veces, sabía que tenía que conseguir convencerla para seguir los consejos médicos, puesto que la muchacha siempre insistía en que los médicos eran matasanos y demás tonterías.
Y tristemente para ella, un niño de seis años de edad consiguió anular cualquier tipo de razonamiento que pudiera usar la albina, además de vencer su cabezonería innata. Pero el haber sido criado por ella hacía que conociera muy bien las debilidades de la albina. Y tan solo tuvo que usar una de las artimañas más viejas del mundo.
Nada más entrar la albina por la puerta de la casa, acompañada por uno de los doctores japoneses, que casualmente -odiaba esas casualidades- iba a hacer una cosa de trabajo en Alemania. Así que, había ido con la alocada albina que en más de una ocasión había intentado dejarlo K.O. en mitad del vuelo. Por suerte, los tranquilizantes ayudaban bastante a calmarla.
En el aeropuerto Tegel les estaban esperando Ludwig y el chófer que tenían para llevar al menor de los dos desde que había muerto el abuelo de los niños. El japones se dirigió hacia el chófer, más que hacía el pequeño niño, pero este se enteró de toda la conversación que se dio entre ambos hombres hasta llegar al coche.
Sin embargo, esperó hasta estar dentro del coche, él, la albina y su compañera gatuna. De la cual, claro está, sabía que era un digimon. A fin de cuentas, Julchen no podía tener secretos con él.
- Julchen, deberías quedarte en casa.- no había por qué andarse con vueltas, a fin de cuentas eran hermanos.- ¿Y si no se te cura bien y dejas de poder usar la mano?
- Porque eso no es increíble... Y yo lo soy, así que, nunca me pasa nada malo. Kesesesesese~
Se hizo un silencio, en el que tanto la gata como el niño se la quedaron mirando fijamente, sin decir nada. Dos ojos azules que se clavaban con insistencia, obligándote a decir la verdad.
- ... Bueno, quizás no es así. Pero que no me pasará nada, de verdad. Los médicos son unos exagerados.
- Pero si te lo dicen es por algo. Y yo no quiero que te pase nada, por favor, quédate en casa.- y en ese momento usó la mirada de cachorro, versión hermano pequeño. El arma más poderosa que podía usarse contra la albina.
- No es nada "awesome" usar esa clase de artimañas, maldito y adorable manipulador. Prometo quedarme en la casa, pero que conste que en contra de mi voluntad.
- Gracias Schwester.- dijo el niño abrazándola. Cosa a la que correspondió la albina a pesar de asegurar que estaba enfadada con el niño.
Así que, tras esa conversación se encontraba en la casa, ya sin saber qué hacer. Puesto que su habitual ocupación en los videojuegos no se la podía permitir porque no era capaz de mover los dedos. Tanto porque dolía como porque tenía una escayola que la impedía mover la mano con facilidad. Y al ser su mano hábil, tampoco podía entrenar o escribir cualquier cosa.
Podía haber estado con el ordenador, pero a esas horas de la mañana había poca gente con la que pudiese hablar, porque todos estaban en clase o trabajando, o cualquier otra cosa que mirando el skype o el facebook. Así que, la tocaba aguantarse a esperar a que se hiciese por la tarde.
Unos ladridos la distrajeron unos segundos. Ahí estaban sus tres perros: Blackie, Berlitz y Aster. Que eran un Pastor Alemán, un Labrador Retriever y un Doberman, respectivamente. Los tres grandes perros solían estar en el jardín de la casa, siempre y cuando no lloviese o el suelo estuviese helado. Puesto que al ser perros tan grandes necesitaban mucho espacio y además estaban acostumbrados a hacer bastante ejercicio. Así que, tenerlos dentro de la casa -a pesar de que fuese casi una mansión- era contraproducente, sobre todo para cosas frágiles.
- Spoiler:
Con un suspiro, la albina se levantó desperezándose, se colocó la gruesa chaqueta larga de lana de color gris perlado que llevaba y fue a acercarse a la puerta del jardín, para ver por qué estaban ladrando los perros. Mientras que andaba, una pelotita amarilla se la posó en el cabello. Dicha pelota no era más que un pollito con un lazo rosa, llamado Julbrid. Que era sin lugar a dudas, la mascota favorita de la albina, si no se contaba a Gatomon como mascota.
Al asomarse a mirar, pudo ver que era precismente por la gata blanca por la que ladraban como descosidos. Puesto que esta, estaba colgada de las ramas de un árbol con una bolsa de plástico entre sus patas. Julchen le había pedido que fuese a comprar ciertas cosas que necesitaba, y como había prometido quedarse dentro de la casa, no podía romper esa promesa. Porque romper promesas era poco "awesome" y ella lo era mucho. Así que, con un suspiro de resignación, abrió la puerta y alzó la voz, adoptando un tono de mando casi militar.
- Blackie, Berlitz, Aster ruhe!- o lo que era lo mismo, que se estuvieran callados.
Inmediatamente los tres animales cerraron los hocicos, aunque no dejaron de observar a la minina, que les bufaba a los tres. La albina, salió al patio de la casa, hasta colocarse justo debajo de la gata, tras acariciar a los tres perros. Esta se dejó caer sobre la humana, con cuidado de no tocar el brazo derecho. Cargada en sus brazos, la albina regresó a la casa.
- ¡Fffffffffh! Odio cuando no paran de ladrarme.-
- Bueno, ya sabes que no les gustan los gatos. Por eso no tenemos más gatos que tú en la casa. Además de que normalmente les gustas más en tu forma de Salamon.
- Sí, pero para ir a comprar a la ciudad es más fácil hacerlo con el cuerpo de gato que de perro.
- Ya, ya lo sé. Pero no me aburras con eso.- la chica puso los ojos en blanco.
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Las horas pasaron, y ahora al menos en compañía tanto de la gata como del hermano. Así como sus amigos, cuanto la gata se fue a dormitar y el niño a estudiar. Pero ahora, que ya era de noche, los dos estaban durmiendo y los demás tenían que madrugar al día siguiente. Sin embargo, la albina al despertarse tarde no tenía sueño a esas horas. Y bien podría tratar de ver la tele o leer un rato. Pero su mente no la dejaba en paz.
Se preguntaba una y otra vez las cosas raras que le habían pasado en ese fatídico día. A fin de cuentas, cuando no tienes nada que hacer la mente toma el control y no para de analizar las cosas una y otra vez. Y había algunas cosas que no llegaba a entender del todo.
¿Por qué el chico pelirrojo la había salvado en tantas ocasiones en el día? Creía que se odiaban, y sin embargo, la había salvado de partirse las piernas en los toboganes de hielo. Y podría decirse que el dragón de hielo la había salvado de morir de hipotermia dentro de la cueva de hielo. Dos cosas que le tenía que agradecer, además de que abriera el portal al mundo humano para llevarles al hospital... Era raro, decía que la odiaba, pero después la ayudaba. Al parecer no era una persona normal ese chaval. Y eso era algo que la desquiciaba, ¿cómo debería actuar?
Pero eso no era lo peor, ni mucho menos. Es que solo con la cara de tristeza absoluta que había puesto, había conseguido hacerla sentir como una mala persona. Solo observar ese rostro una vez, y ya la había abierto fisuras en la coraza que se ponía a la hora de enfrentarse a los demás. ¿Cómo podía haberlo hecho tan rápido?
Sacudió la cabeza, frustrada. Era todo demasiado confuso y absurdo. Y no lo entendía para nada, solo servía para hacerla comerse la cabeza segundo tras segundo. ¿Qué tenía ese chico de especial? Bueno, aparte de esa cara que la "obligaba" a meterse con él, además de esa capacidad de sacarla de sus casillas en pocos segundos. Y todo por... Simplemente estar delante de ella o a su alrededor. Parecía que tenía un instinto natural para odiarle.
- Maldito memo... - murmuró antes irse a dormir.
- off:
- Es autoconclusivo, please, evitad postear xD
Julchen
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