Despertar tras el dolor [Los ángeles]

Una tranquila noche como cualquier otra en la ciudad de las estrellas americanas. Allí donde se podía ver a cualquier famoso recorriendo sus calles, así como los turistas podían hacer un viaje guiado a través de los barrios donde se encontraban sus mansiones y podrían captarlos con suerte. Una ciudad donde el lujo y el dinero se dejaban ver tanto como la pobreza. Pero ninguna de esas cosas son las que nos interesan, puesto que los protagonistas de esta historia poco tienen que ver con los famosos. En una calle residencial donde las preciosas casas de madera con modestos jardines la paz y la calma eran absolutas. Hasta que un desgarrador grito de dolor rompió toda la paz que pudiera haber.

Natasha, una joven rusa que se había sometido a una operación para mejorar -o cambiar- su ADN se había despertado. Y la paz que le daban los calmantes había pasado ya, puesto que su sistema cada vez se había acostumbrado más a ellos. El dolor no la había abandonado en el mes y medio que había pasado desde que había despertado. Aunque si tuviera que hacer un cómputo general, habría descendido infinitamente desde el principio. Cuando aún le dolían las heridas abiertas además del dolor de su sistema al acoplarse a los datos digitales. Pero aún así, el dolor en ocasiones era demasiado fuerte.
Aunque al menos, ahora podía permanecer más tiempo despierta e incluso mover las manos y los brazos. Cosa que no podía haber hecho antes. Pero sus piernas, aún se encontraban demasiado doloridas para soportar su peso. Así que, tenía que tomarse las cosas con bastante calma.

La rubia se encontraba sobre la cama de suaves sábanas de la que no había salido más que en contadas ocasiones, su cabello se desparramaba por todos los lados, más fino que antes. Así como su cuerpo, que había adelgazado mucho por culpa de no poder conseguir tragar nada las primeras semanas y ser mantenida a base de sueros. Era casi un fantasma de lo que antes era, pero quitando esa palidez extrema por culpa de dolor que sufría, seguía siendo la misma chica. Solo que daba la sensación de haberse vuelto más adulta, al tener ahora una forma más alejada de la infantil de antes.
Los ojos -que acababan de perder toda tonalidad rojiza esa noche y brillaban tan azules como el cielo- de la chica buscaban con insistencia a aquella persona que la cuidaría, y que incluso podría llegar a contarla un cuento para que volviera a dormirse. Las pesadillas con el dolor eran recurrentes, tanto, que ni allí escapaba del todo a la sensación.

Los segundos se la hacía horas esperando a que la pelirroja llegara a la habitación. Sus ojos demostraban su desesperación por recuperar la calma. Aunque no todo había sido el dolor corporal, era también una de sus horribles pesadillas sobre estar sola y sin que nadie la cuidara. De haber estado sola, seguramente ya hubiese dejado que el dolor y la desesperación la hubieran consumido.

Finalmente su salvación entró velozmente por la puerta, parándose a su lado con el medicamento que la rusa necesitaba. Aunque quizás lo necesitara con demasiada asiduidad... Tendrían que evitar en todo lo posible darle tantas pastillas de esas, o acabarían sacando una adicción bastante seria.

- Gracias, amor. Espero no haberte despertado...- se disculpó bajando los ojos.

Se levantó todo lo que pudo en la cama, para sentarse en ella, en vez de estar recostada. Se fijó en toda su piel, ahora con unas levísimas líneas rosadas, que cada día que pasaba se iba poniendo más del color propio de la chica. Después volvió a mirar a su novia, tratando de enlazar sus dedos con los de ella.

- Me aburro de estar aquí dentro.

Estiró el brazo dejándose inyectar la sustancia calmante. Cerró los ojos disfrutando de como la calma y la paz la iban rodeando hasta dejarla en ese mundo en el que flotaba ingrávida y donde no existía nada que molestase o doliera. Incluso los colores eran de otra tonalidad más vivaz que en el mundo normal, y los sonidos eran más tranquilos.
Pero toda esa calma se acabó cuando la pelirroja insinuó que dejaría de darla ese líquido calmante.

- ¡¿Qué?! Nononononononoooo... ¡Lo necesito!- dijo empezando a ponerse nerviosa y a respirar de manera algo irregular. Cosa que le había pasado cuando se tensaba mucho tras la operación.

Las siguientes palabras y caricias de la mayor consiguieron tranquilizar a la rubia. Al menos durante un rato, porque estaría centrada en otros asuntos que no fueran los calmantes que tanto necesitaba.

- No me importaría intentarlo... Pero no sé si conseguiré andar mucho. Pero si te hace ilusión podemos intentar andar por la habitación. Quizás hasta la pared de enfrente.- dijo señalando hacia la pared frente a la cama, pared que la chica había visto durante muchos días. Tantos que ya casi era capaz de saber la distribución de manchas del papel de la pared.

Apartó con cuidado las sábanas de encima, y ahora acunada por el efecto indoloro del calmante, intentó moverse sobre la superficie horizontal de la cama, al menos lo suficiente como para sentarse en el borde de ella.

Mientras que estaba en el ataque de pánico, la chica no se percataba de las palabras de la mayor, sino que solo notaba sus caricias y el intento de tranquilizarla. Así que, por eso pudo tranquilizarse y entender eso de que podría tratar de caminar.

Los ojos azules de la rusa se quedaron clavados en los grises de Zayyn, a fin de cuentas durante los primeros días esa había sido toda su forma de comunicación: miradas, asentimientos y negaciones a las preguntas de la pelirroja. Le encantaba el color que tenía estos, y así, sumergida en ellos, no se percató que había empezado a moverse despacio.
Sin embargo al pisar el suelo tras el primer paso hizo una mueca de dolor, cerrando los ojos. Sentía sus piernas más gelatinosas que cuando había estado en la cabaña con Zayyn... Ahora que lo pensaba recordaba cosas de lo que había pasado en ese lugar, pero no recordaba para nada cómo había salido de allí, además de otras tantas lagunas en su mente. Sabía que eran cosas muy relacionadas entre sí, pero nada más. No sería demasiado importantes, ahora que su máxima preocupación era Zayyn y Naois, aunque este en menor medida.

- Me encantará matar ¡Ay! El tiempo... Me he ¡Auch! Aburrido mucho sola en la ¡ay! cama.- cada paso la causaba dolor, pero con cada paso parecía irse acostumbrando mejor al movimiento. Aunque aún era incapaz de moverse ella sola.

En un momento dado, la chica se quedó mirando a la pelirroja muy sorprendida. Y habló, interrumpiendo esas cosas que la iba a explicar para matar el tiempo. Historias que al menos la haría olvidar el tedio que es estar convaleciente.

- ¡Soy casi tan alta como tú!

La rubia sonrió cuando escuchó las palabras de la pelirroja animándola a continuar con la simple frase de que lo estaba haciendo bien. Era reconfortante al menos que se lo dijeran, sobre todo cuando estaba a punto de abandonar porque pensaba que lo hacía de pena. Así continuó un par de pasos más, con esfuerzo, porque las piernas llevaban ya demasiado tiempo sin ser utilizadas para algo de provecho.

Se detuvo finalmente sin resuello, siendo sujetada por la mayor para evitar que se comiera el suelo con la cara. Para más seguridad apoyó las manos sobre ambos hombros de la mayor.

- No podrás llamarme enana de nuevo.- dijo traviesa con una sonrisa en la cara. Quizás el haberse hecho la operación había servido para algo. Al menos a corto plazo.

Pero la sonrisa quedó congelada, cuando unos segundos después Zayyn dijo aquello de Naois. La rubia agachó el rostro, rompiendo todo contacto visual que tuviera con la mayor. No era algo que le gustase pensar, sobre todo, porque se ponía muy celosa. Y no era solo porque el cuerpo de Zayyn era suyo, de hecho eso no la importaba porque en su peculiar modo de ver las cosas el sexo no es necesario para tener un niño. Sino quererse tanto que eso hace que la mujer quede embarazada por ciencia infusa. Un pensamiento insufriblemente infantil e inocente.
Que aplicado a Naois, era que la pelirroja tenía a alguien a quién había querido tanto que se había quedado embarazada del pequeño.

- No sé si quiero conocer la historia que tienes con esa persona a la que tenías que querer tanto como para quedarte embarazada...- el tono de voz era frío, casi tanto que parecía hielo. Pero lo peor de todo es que las manos sobre los hombros de Zayyn comenzaron a apretar con fuerza. Una fuerza que ahora para la rubia era la suya normal, pero para la pelirroja ya no era la de un humano, sino el de una criatura biohybrida.- Saber que quisiste a alguien más que a mí, me hace sentirme muy celosa. Demasiado para ser bueno...

Natasha dejó de apretar cuando notó el quejido de dolor de Zayyn. Soltándola, y quedando algo inestable, por suerte, seguía estando agarrada por la mayor, lo que evitó que se precipitara hacia el suelo.

- Lo siento Z... No pensé que podría hacerte daño...- dijo verdaderamente arrepentida. Mirandose entre miedo y fascinación sus manos.

Sin embargo, Zayyn decidió continuar con su historia sobre eso. A pesar de que la propia Natasha no tenía ganas de saberlo. A fin de cuentas, su idea errónea de cómo se tenían hijos la tenía casi tatuado en su cerebro, a pesar de estar mal. Al menos ya no era como hacía apenas dos años cuando ella misma decía que era la cigüeña la que traía los bebés al mundo...

Frunció el ceño, pero dejó que la pelirroja terminara de hablar, antes de recriminarla que porque fuese un poco tonta en algunas cosas se iba a creer esa historia. Si se pudieran tener bebés solo por el sexo, ellas ya tendrían unos cuantos. Así que, eso era mentira.

- ¿Te crees que soy tonta? Yo sé que los niños aparecen cuando dos personas se quieren mucho. Porque si fuera solo por tener sexo una de las dos ya estaría embarazada...- ánimo Zayyn con explicarle que ahora se necesitaban dos personas de sexo contrario para poder procrear.-No me hace ninguna gracia que te toqueteara un sujeto de procedencia dudosa, del que parece que te acuerdas mejor del nombre que del mío... Porque me costó que me llamaras Natasha horrores.- celos, celos everywhere- Sé que para tener un bebé hay que querer mucho, mucho a la otra persona. No andar tirandote a lo primero que encuentres.

Extrañamente, a pesar de estar enfadada y haber llegado a gritar con anterioridad mucho. Ahora era simplemente un tono frío, casi como si no llegara a sentir de verdad, y solo se dedicara a exponer puntos que a ella no le parecían correctos. Como una negociación o así. Además, de nuevo sus ojos se habían vuelto rojos como la propia sangre.
Pero eso no era lo único extraño. Puesto que al tratar de recordar esa noche, la chica se acordaba de algunas cosas, como la gente que allí había, aunque en su memoria, solo estaban Zayyn, Dansher, el monstruo y ella misma. No recordaba a otro tamer, ni tampoco recordaba cómo había escapado de allí. Y al tratar de recordarlo, un dolor de cabeza la atacó con fuerza.

- N-no recuerdo bien lo de esa noche... Ay... Mi cabeza...- se llevó la mano a la sien, mientras cerraba los ojos y trataba de respirar con normalidad. - ¿Podrías llevarme a la cama?

La chica la miró sin entender el por qué de esa expresión. Ella no había dicho nada raro, ¿no? Como sí que lo fuera, le daría mucha vergüenza. Pero es algo que ella siempre había entendido así, y nunca la habían dicho lo contrario. Solo habían sonreido y en alguna ocasión una suave risa. Pero jamás pensó que pudiera ser por haber dicho un error.

- No, claro que no te vacilo... Si no, ¿por qué me habría molestado contigo?

Dejó escapar una exclamación ahogada cuando fue llevada de nuevo a la cama. Aunque ahora es lo que más quería. Entre el dolor de cabeza y el cansancio de haber dado unos diez pasos la estaban llamando para acostarse de nuevo en la cama. Además de que era de noche, y normalmente esa era la hora de dormir. Aunque últimamente tenía los horarios algo cambiados, nada demasiado preocupante.

Cuando observó irse a la mayor, se entristeció. Pensando que la iba a dejar sola de nuevo, porque también se había enfadado y la había visto tan tonta que no quería saber nada de ella. Así que escondió el rostro contra la almohada, para tratar de evitar montar cualquier tipo de numerito en el que acabara llorando porque la habían dejado sola cuando peor estaba. Abrazó la blanda masa con fuerza.

Pero de nuevo el sonido de alguien andando dentro de la habitación la hizo asomar sus ojos azules, más cristalinos que antes. Porque ahora brillaban a causa de las lágrimas retenidas. Observó a la mayor tenderle un libro, que cogió sin entender nada. A fin de cuentas, ella no sabía leer las letras normales, así que, sería inútil.
Pero no había letras cuando se centró en el libro, sino un hombre y una mujer cortados a los que se les veían los intestinos y otros extraños órganos. Horrorizada dejó caer el libro sobre la cama.

- ¿Por qué me enseñas un libro de dibujos tan feo? ¡Han abierto en canal a los dibujitos! Eso no le puede gustar a nadie para mirar

Si había algo que no había cambiado era la inocencia de la chica. Que seguía en ese nivel extremo, tal que la hacía ver como una estúpida.

La rubia asintió, y abrazó la almohada de nuevo, mientras que prestaba atención a la mayor. Con el transcurso de las explicaciones cada vez ponía caras más raras, por no decir casi traumáticas. Le parecía mucho más bonito lo que ella pensaba antes, porque procrear a partir de placer no le parecía bien... Era mejor que hubiera amor.

- Lo he... Entendido... - dijo incómoda, acurrucándose más en las mantas.

No iba a hablar, pero por su cabeza, aparte del trauma de que se hicieran así los bebés. Estaba el hecho de que ahora no podría tener un hijo con Zayyn, puesto que ninguna de las dos era hombre. Y eso era lo que más la había molestado de las explicaciones. Miró por la ventana, enrollada en la manta para darse calor, con la mirada algo perdida en sus pensamientos. Que solo eran un ciclo en el que se entristecía por no ser hombre, y que seguro que Zayyn la acababa cambiando por uno de ellos, al estar diseñados para estar con mujeres.

Escondió el rostro en el cuello de la otra, algo más tranquila ahora con el abrazo. Sin embargo, a pesar de que trató de separarse ella no se lo permitió. Hasta que sus brazos le mandaron un latigazo de dolor por el exceso de fuerza que había hecho ya. Así que, los dejó sobre la cama, liberando a la mayor de su agarre.

- ¿Me dirás ahora que tienes problema con mi color de pelo? e.e Sobre todo, después de que yo me haya cambiado de especie solo por tí.- dijo con falsa aflicción, mitad en broma, mitad en serio. Pero su rostro se hizo de nuevo serio y la miro con miedo en el fondo de sus ahora ojos azules.- ¿De verdad no me abandonaras por un chico para tener más bebés?

Sí, era una pregunta que la tenía algo agobiada. Porque por lo que sabía, Zayyn había sido muy feliz con Naois, y sin embargo, la propia Natasha le había arrancado esa felicidad, sobre todo, porque su hijo ya estaba prácticamente criado. Y salvo algunas cosas se las podía apañar él perfectamente... Eso si quitamos que a sus cinco meses no era casi desconfiado y que seguro que odiaría estar solo.

Cerró los ojos ojos, molesta de que la revolvieran el pelo. Así que, manoteó inutilmente contra el aire, o con suerte las manos de Zayyn.

- ¡Jo! ¡Basta! Que me despeinaaaas...- sí una nueva característica tras la operación es que la rubia se ocupaba mucho de su aspecto, casi de manera enfermiza. Se cepillaba el pelo 100 veces -contandolas- estando satisfecha por cómo estaba, hasta que volvía a coger el cepillo y volvía a pasarlo otras 100 veces. Suerte que aún no pudiera ir al baño y conseguir maquillaje, que sino... - ¡Belkoo! Dila que pareeee...

Su última opción para que la dejaran el pelo en su sitio. Pero su olfato, más agudo que antes la indicó algo que merecía más la atención que el tratar de devolver su pelo al sitio: Comida. Deliciosa comida preparada por esa digimon que tenía una habilidad natural para la cocina.

La rubia cerró los ojos entre molesta y divertida-querida por las acciones de la mayor. Que si bien podían ser algo molestas para los demás, también demostraban el cariño que sentían hacia la rusa.

- Vale, lo dejo, lo dejo... Pero quería asegurarme. Y tampoco mucho querer a Naois, que no me gustaría que te olvidases de mí...

Finalmente cuando Zayyn terminó de despeinarle y revolverla el pelo, Natasha se puso a tratar de recuperar la forma correcta de su pelo, ignorando la comida por un rato. Cogió el cepillo y se puso a cepillar, contando hasta cien. Sorprendía que alguien como ella supiera contar, de hecho, antes no sabía, pero quizás tener ceros y unos en su sistema ayudaba al menos a saber contar.

- 1, 2, 3, 4...- y así podían pasar los minutos que hasta que no creyera que estaba presentable no iba a dejar de hacerlo.

La rubia fulminó con la mirada a la mayor, puesto que sus agudos sentidos ya la informaban de que la comida estaba estupenda. Por no decir que el mero hecho de que lo hubiese hecho la digimon de Zayyn ya era un indicativo de calidad. Pero ya habían tenido que meter las manos en su pelo perfectamente peinado todos los días al menos dos veces para enredarselo como si fuese una salvaje. Así que, siguió sin probar ni un solo bocado.

- 57, 58... Siento no probarlo ahora Beelko, pero es que alguien tuvo que meter sus manazas. 59, 60, 61...

Ignoraba la cara de felicidad de la mayor, porque disfrutaba de la comida que ella aún no era capaz de probar. Pero volvió a centar su atención en ella cuando dijo algo sobre la casa. La verdad es que nunca habían pensado que pudiera ser algo importante. A fin de cuentas, estaba más preocupada en recuperarse.

- 72, 73... En una casa, ¿no?- respondió obvia a la pregunta. Eso sí, sin dejar el cepillo ni un solo momento.

Finalmente la rubia terminó de peinarse, y finalmente se pudo poner a comer. Empezó comiéndoselo con muchas ganas, pero repentinamente detuvo y empezó a mirar a la comida de manera inquisitiva. Como si hubiese algo que no la gustase -cosa muy rara en los platos de la motera- o como si notase algo raro.

- ¿Cuántas calorías tiene esto?- dijo rompiendo el silencio entre las tres.

Desde que había podido verse había descubierto que el estar más delgada que antes la hacia ver estupendamente bien. Porque a pesar de esa delgadez, había conservado algunas curvas más propias de su anterior cuerpo. Así que, quería conservarlo todo el tiempo posible.

Miró sorprendida a la mayor, no sabía que esa casa era suya. Pensaba que la habían asaltado o que habría matado a los antiguos moradores, a fin de cuentas, a Natasha ahora no le parecía tan mal matar a los humanos. Quizás porque ya no eran la misma especie, pero seguía teniendo sentimientos de cariño y amistad hacia aquellos que se habían ganado su amistad. Eso sería inamovible.

- Vaya, no lo sabía. Me alegro de poder decir que tengo al menos un lugar en el mundo humano que llamar hogar.- aunque no hubiese sido de la pelirroja, la chica lo iba a haber considerar como tal.- ¡Zayyn! ¿Estás en este mundo?- preguntó, moviéndose un poco hasta poder mover la mano de arriba a abajo frente a los ojos de la mayor.

La rubia asintió lentamente, hasta que por su mente pasó una tabla de composiciones con las que se solían hacer ambos alimentos y su correspondencia energética. Cerró los ojos a causa del "flashazo" cerebral que acaba de sufrir. El ramen al ser caseros tenían las calorías propias de la pasta, que eran fácilmente quemables. Así que, solo tendría que caminar un rato con Zayyn para bajarlas, pero las grasas sobre las que se freían las croquetas eran también engordantes, por no decir que esas eran las difíciles de quemar.

- Creo que de las croquetas voy a pasar de todas formas, demasiada grasa... O quizás me lo puedo comer sin cobertura. No te preocupes, Beelko, a todas las rubias nos pasa eso de equivocarnos alguna vez.- replicó con una amable sonrisa la semihumana.

Sonrió divertida cuando hizo bajar a Zayyn de las nubes. Sin saber si preguntarle qué es lo que pensaba para estar tan abstraida. Pero quizás si le preguntaba volvía a sumirse en ese silencio. ¿Preguntar o no preguntar? He ahí la cuestión.

- ¿En qué pensabas?- preguntó llevándose una croqueta "pelada" a la boca.

Natasha parpadeó confusa, sin entender por qué Beelko se había enfadado con ella. No tenía la culpa de que se hubiese equivocado, a fin de cuentas, cualquiera que no tuviera mucha idea sobre esas cosas se habría equivocado con total facilidad. Además, no tenía que molestarse tonta, porque a fin de cuentas, era una tonta declarada. Como la propia Natasha. A pesar de esas palabras, sabía que no habían sido suyas, sino del digimon que empezaba a sentir en su interior cada vez con más fuerza.
Lo que la sorprendía de eso, es que el misterioso compañero de ADN que tenía no parecía ser un animal o una bestia, por lo que la joven no se sentía amenazada en ningún momento de perder el control. o quizás eso fuese parte de que aún era demasiado débil dentro de ese cuerpo.

- Que humor gasta... - se encogió de hombros y se puso a comer lo que la restaba.

En cuanto acabó, dejó los platos en la mesilla, liberando la cama de cualquier objeto que pudiese hacer bulto o pringase las sábanas. Aprovechando que la mayor ya estaba tumbada se recostó sobre uno de sus hombros, acurrucándose en ella. Mientras que la acariciaba con cariño.

- Si quieres puedes contármelo, aún no tengo sueño.

Un escalofrío recorrió la espalda de la chica cuando Zayyn decidió acariciarla, siguiendo así el camino que tomaban todas sus vértebras. Sin embargo, también lo sentía algo extraño ese roce, a causa de la piel aún sensible tras la operación, o quizás el hecho de que esta estuviera mucho más sensibilizada a causa de su cambio de especie. Pero no dijo nada a sabiendas de que quizás la pelirroja se entristeciera o le diera más importancia de la que tenía.

Escuchó toda la historia de la pelirroja sin interrumpir en ningún momento. Abrazándola en un momento al sentirse triste al saber que nunca la había querido su familia. Al menos Natasha se había librado de vivir eso, puesto que lo poco que recordaba siempre era bonito y cálido. Aunque después llegaba el sentimiento de frío al saber que nunca más volvería a ver a sus padres.
La chica se sorprendió al saber que su novia había matado a su padre siendo una adolescente, pero  no era quién para juzgar, ella para sobrevivir en las calles había tenido que hacer cosas que tampoco la habían gustado. Aunque al menos, nunca se había sentido en la necesidad de vender su cuerpo o entrar a negocios con las mafias.

- ¿La mía? Pues... Mi otets y mi mat' me querían y me cuidaban mucho. Pero un día entró un ladrón a casa y los mató a los dos, o eso creo... No recuerdo mucho más que haber estado llorando. Después de eso me llevaron a un orfanato, porque nadie del resto de mis familiares quiso hacerse cargo de mí, pero tampoco recuerdo si los conocía de antes. Así que eso da igual.- relató encogiéndose de hombros.- Después de eso, estuve un tiempo en el orfanato, pero los cuidadores nos daban palizas continuamente porque les daba la gana, así que, al final yo junto un grupo de otros niños no escapamos a las calles, y ahí nos dedicamos a sobrevivir como bien podíamos. Y... Creo que eso es en conjunto toda mi vida.

Natasha correspondió al abrazo, aunque quizás algo más tensa de lo que debería. No le gustaba darle pena a la gente, y menos a Z, porque la pelirroja había tenido una vida peor que la suya y sin embargo ya se estaba compadeciendo. Se debe añadir que la rubia no sabía qué es lo que pensaba Zayyn, puesto que nunca lo había visto como que había tenido mucha suerte en la infancia, al menos en lo que respecta a padres.

- No digas lo siento, no tuviste nada que ver con ello.- en cualquier otro momento lo hubiese creído posible, pero la pelirroja no tenía muchos años cuando eso sucedió, así que, era imposible que lo hubiese hecho.

La rubia se acurrucó de nuevo sobre Zayyn usandola parcialmente de almohada. A fin de cuentas, desde hace muy poco que podía dormir apoyada sobre otra persona, ya al menos no le dolía ni le escocía cuando tocaba la piel de otra persona. Así que, a pesar de que luego pudiese ser un tanto incómodo para dormir, trataba de estar todo el tiempo que pudiera así.

- No, no deberíamos necesitar nada más... - una imagen de una persona pasó por su cabeza.-Aunque... Quizás con Naois ya estemos completa y absolutamente felices siendo una familia los tres. O cuatro.- el cuarto no era otra más que Beelko.

Sonrió la rubia al ver como la mayor parecía estar satisfecha en sus pensamientos, pensamientos que ella había provocado al pensar en una idílica imagen de familia feliz. Sin embargo, a pesar de que para Zayyn había podido transcurrir pocos segundos, lo cierto es, que los minutos habían pasado inexorables. Lo que había provocado que la rubia cayese en brazos de Morfeo tiempo antes de que ella hablase de nuevo.

Así que, lo que se encontraría al hablarla sería a la rusa con una cara de paz absoluta, descansado ya de todo lo que le había pasado desde que se había despertado por el dolor.

Los días pasaban y la chica parecía ir mejorando poco a poco. Aunque esto no podía significar mucho, puesto que las operaciones de ese estilo son complicadas y muy raras, así que, podía mejorar un tiempo para luego degenerar brutalmente.

Natasha se encontraba ese día en el salón, mirando la televisión, puesto que ya conseguía andar un par de pasos ella sola sin ayuda. Pero las malditas escaleras seguían siendo su mayor enemigo. Lo que veía en el aparato no era más que un culebrón de esos que ni siquiera llegan a ser buenos de las situaciones tan absurdas que pasaban los personajes, pero a la chica le encantaban esas historias. Así pues, lo veía con un pañuelo lleno de mocos en su mano derecha, y con la izquierda acariciaba a la gata negra.
Tan embobada estaba con la "caja tonta" que ni se enteró de en qué momento regresó Zayyn.

Cuando el cuerpo de la pelirroja tapó el aparato electronico donde la rusa tenía centrada la atención, está se exaltó. Mal recibimiento para la pelirroja ese día en la casa. Pero ya se sabe, la televisión llega a absorber el cerebro de la gente con su embrujo.

- ¡Nooo! ¡Quita de ahí! Que están en la parte más interesanteeee...

La rubia cerró los ojos cuando vio que un objeto volador no identificado por los rusos se acercaba hacia ella velozmente con totales probabilidades de darla en la cara. Cerró los ojos, cuando el papel le hizo daño. Su piel aún estaba sensible y se enrojeció velozmente allí donde, una zona más picuda de la envoltura la había golpeado. Se quedó mirando el objeto extrañada.
Era la primera vez que la hacían un regalo desde los cuatro años, así que, apenas recordaba qué había que hacer con ellos. Así que, solo lo colocó en una posición que se viera más correcta, antes de ir con Zayyn a pedirla perdón repetidas veces.

- Lo siento, Z. ¡Perdónamee! Aunque yo no puedo salir de la casa, así que, no puedo comprar nada... Pero cuando esté buena lo haré. - la rusa no tenía ni la menor idea de a lo que se refería la mayor era al regalo y no a la compra normal.

Se acercó despacio hacia la pelirroja para intentar abrazarla. Aunque le sería infinitamente fácil a Zayyn alejarla de ella en caso de que no quisiera un abrazo. Los brazos de Natasha podían ser fuertes, pero sus piernas aún no lo era, y casi una brisa podía hacerla caer al suelo.

- ¡No! No lo volveré a hacer jamás. Pero perdóname.- siguió suplicando la rubia. Si se lo hubieran dicho hace algunos meses se habría reído en la cara de esa persona.

Apretujó a Zayyn, intentando ablandarla con la fuerza del abrazo. Aunque se controló un poco para no hacerla daño. Con el tiempo que ya había pasado, al menos era capaz de no ahogarla a la primera de cambio. Sin embargo la soltó para mirarla completamente extrañada. ¿Qué tenía que abrir? No entendía a qué venía eso, porque allí no había nada, salvo las puertas, para abrir.

- ¿Qué es lo que tengo que abrir?- preguntó sin mala intención.

La rubia cerró los ojos al recibir el impacto del peluche contra su cara. Arrugando de paso la nariz, y con la mente completamente confusa, porque no entendía el por qué del cabreo de Zayyn. Recogió el animalito de felpa (?) y lo miró antes de sonreír como un niño en el día de navidad al descubrir los regalos.

- ¿De verdad es para mí? ¡Gracias, Z!- dijo con los ojos brillantes de la emoción por recibir un regalo, y abrazó al animalito con cariño.

Se acercó hacia su refunfuñona novia, que se encontraba tumbada en el sofá. Pero antes de acercarse del todo, giró la cabeza sin haber entendido por qué tenía que pensar que al ser mala no iba a poder hacerla regalos.

- ¿Qué? ¡Eso no es verdad! Es que...- se sonrojó agachando la mirada.- No recuerdo cuando fue la última vez que me dieron un regalo...

Le daba verdadera vergüenza decir eso, porque todo el mundo -más o menos- siempre había recibido algún regalo en su vida. O al menos se acordaba de ello, pero ella no tenía ni tan siquiera el recuerdo. Posiblemente sus padres sí que la hubiesen regalado algo, pero su mente antes del asesinato nunca había conservado bien los recuerdos.

La chica continuó sin acercarse o moverse, pero aún con el rostro rojizo por la vergüenza de haber dicho eso, no era algo que se pudiera decir tranquilamente y feliz, puesto que no era un motivo de alegría. A fin de cuentas, solo indicaba que había estado sola y abandonada muchos años. Y al pensar en eso, sus ojos se pusieron acuosos y comenzaron a derramar algunas lágrimas, que se empeñó en ocultar para que Zayyn no se preocupara o se riera de ella.

Levantó levemente la vista, para intentar descifrar el rostro de la mayor, sin embargo, no vio ningún tipo de burla, sino hasta comprensión en los ojos grises. Así que, tras frotarse la cara para tratar de eliminar las pruebas de que había llorado, se acercó a la mayor, sentándose a su lado.

- ¿Pasa algo?

No se movió en ningún momento en el que Zayyn la manipuló para ponerla sobre ella. A fin de cuentas, confiaba en lo que hiciera, y si hacía algún movimiento brusco acabaría dolorida a causa de dicha acción. Así que, lo mejor era estarse quietecita. Aunque en ningún momento soltó al animalito de felpa.

- ¿Entonces ya no estás enfadada conmigo?- preguntó con la necesidad pintada en la voz.

Sin embargo, la sonrisa verdadera de Zayyn la tranquilizó y le dio la respuesta a esa pregunta. Ya no estaba enfadada con ella. Sonrió ella misma a su vez, dejándose tumbar y correspondiendo al beso, sin soltar en ningún momento al peluche. En cuanto acabo el largo y lento beso -sin prisas ni ataques de lujuria, solo amor en su estado más azucarado- la chica se acurrucó sobre la mayor.

- Te quiero mucho, Zayyn.

La rubia ni se enteró de que la gata había abandonado la sala, pero el otro gato, el de peluche, no pudo librarse de ver como las dos acababan metiendose mano en menor o en mayor medida. Porque claro está, Natasha aún sentía zonas de la piel más sensibles de lo normal y eso podía ser muy bueno o verdaderamente malo, así que tenían que andarse con ojo a la hora de realizar esos juegos.
Pero cada vez llegaban un poquito más lejos, lo que indicaba que podían estar más cerca de dejar la abstinencia obligada.