Una muerte por un nuevo nacimiento

Un pequeño grito hizo que el rubio mirase hacia abajo. Uno de los extraños seres había acabado de manera desconocida encima de Airdramon, y ahora forcejeaba con Patamon, el cual intentaba zafarse de sus garras. Rápidamente Sergio agarró al bicho negro y tiró de él con fuerza para proteger a su compañero.

Entonces, un rayo impactó de lleno en la serpiente voladora, creando una pequeña explosión. Airdramon comenzó a perder altura rápidamente, y perdía datos (?) a una velocidad alarmante.

-¡Aidramon! – exclamó alarmado el hunter. Pero para cuando cayeron sobre un árbol, el digimon ya se había convertido en digitama. El rubió lo aferró con fuerza he hizo evolucionar a su compañero a Angemon, el cual disparó ferozmente sus esferas de luz contra el bicho oscuro. Ambos estaban muy asustados, no sabían que eran esas criaturas, que hacían allí ni por qué les atacaban. Y tampoco sabía que un ser de increíble poder oscuro iba tras ellos…

Sergio observó como una mujer de cabellos del color de la sangre y armadura negra y dorada se acercaba a ellos lentamente, causando la muerte de todo lo vivo bajo sus pies. Apretó más fuerte el huevo de Airdramon, con cuidado de no romperlo mientras fijaba su mirada en el iris prácticamente blanco de la mujer. Patamon la miró desconfiado. Estaba bastante seguro de que ella era la responsable del ataque de las extrañas hormigas oscuras. Y la frase de la peliroja no hizo más que asegurárselo. Nada más evolucionar invocó su bastón y colocándose entre su tamer y la mujer, la apuntó con él. Pero sin previo aviso, la sombra de esta se alargó, se dividió y salió despedida contra el ángel. Angemon intentó detenerla disparando sus bolas de luz, pero fue inútil. Las sombras salieron del suelo y le atravesaron las alas, impidiéndole el movimiento. Angemon soltó un fuerte grito de dolor. Alarmado, Sergio se acercó a él, pero no tenía ninguna manera de ayudar a su compañero. El ángel hacía todo lo posible por liberarse, sin demasiado éxito.

El hunter corrió hacia su compañero, pero una fuerte patada en el pecho le hizo volar un par de metros hacia atrás. Adolorido, se levantó sobándose la cabeza para ver como una espada negra atravesaba el pecho de Angemon. Abrió los ojos como platos y corrió para sujetar a su herido compañero antes de que cayese al suelo. Cuando llegó a cogerle ya era Patamon, el cual se deshacía lentamente.

-Patamon… - susurró mientras una lágrima recorría su mejilla izquierda. Esa desconocida, sin motivo aparente, había llegado y le había arrebatado a su digimon, a su compañero de batallas, a su amigo. ¿Y con qué derecho? – Hija de puta…

Se levantó aun con su digimon deshaciéndose en datos y con el Xros Loader en la mano derecha. Y nada más dar un paso la peliroja les apuntó con su espada. Sergio extendió la mano con el Xros Loader de forma instintiva para protegerse. Sin embargo, el digivice reaccionó al deseo de su Hunter de salvar la vida, y aprovechando la energía sagrada del lugar, logró formar un escudo en forma de cúpula que logró detener el ataque del ángel oscuro. Sin embargo, a los ojos de Sergio y de la mujer, solo fue un cegador destello que duró no más de cinco segundos. Después, se apagó.

El lugar había quedado destrozado, puesto que la colisión del rayo con el escudo había provocado una potente explosión. Sergio, con la ropa hecha jirones, semi-desnudo, con el Xros Loader tirado en el suelo a su lado y dos Digitamas agarrados fuertemente con los brazos, se encontraba tumbado en el suelo, sin moverse. En su rostro había una extraña expresión de paz interior que llamaba la atención en alguien que acababa de ser disparado. Había logrado sobrevivir por muy poco, pero pagando un alto precio por ello: sus recuerdos. ¿Pero se daría cuenta la mujer pelirroja de que seguía vivo? ¿O por el contrario le dejaría allí tirado y se iría?

El joven durmió durante tres largas horas. Era cierto, había logrado salvar su vida. O más bien los Tres Ángeles del Digimundo le había salvado, cediéndole una pequeña parte de su poder para seguir vivo, había tenido que pagar con sus preciados recuerdos. El cerebro del hunter parecía haber “colapsado”, como si lo hubiesen reiniciado.
Sergio no fue consciente del tiempo que pasó dormido, recuperándose. Pero cuando abrió los ojos, fue como si acabase de nacer. Lo primero que notó fue un extraño bulto bajo la cabeza y dos extraños objetos más o menos redondos entre los brazos. Observó lo que le permitían ver sus ojos sin tener que mover el cuello. Veía el cielo con alguna que otra nube, y una extensa llanura. Se incorporó un poco sin soltar los huevos (a los cuales por alguna extraña razón sentía que debía proteger) y notó una presencia a su lado. No recordaba quien era ella, ni él, ni que hacía en ese lugar. Lo único que recordaba era su lenguaje natal. Intentó levantarse pero estaba demasiado débil, por lo que se quedó en el sitio, esperando llamar la atención de la pelirroja.

-¿Hola?