Estación de encrucijadas [Atesaki Ribasu]

Sabia que mas de un reproche iba a tener de Agumon por la pequeña trampa que le hice con este viaje. Este adoraba realizar viajes largos, sin importarle mucho si ibamos en tren, auto o avión, simplemente gozaba de la misma manera que yo en aquellas horas que uno demoraba en llegar a su destino. Aunque obviamente mi manera de demostrarlo era mucho mas relajada, y no había que ser muy genio como para deducir que una inquiera lagartija narahja gigante suelta en un tren iba a causar mas de un susto a los desprevenidos. Me dolía el tener que llevarlo contra su voluntad dentro del Digivice, pero ambos sabiamos que no había otra opción si queríamos viajar a Tokio en tren.

Faltaba muy poco para llegar, el vagón donde viajábamos estaba medio lleno y no tenía a nadie sentado a mi lado, Agumon se había dado cuenta de esto y aprovechaba para hablar como si no hubiera un mañana. -¡Ya estoy harto de estar aquí encerrado! Sabes como se me acalambran las piernas al viajar así!- Intentaba ignorarlo, me dolía, siendo el mi mejor amigo. Pero el miedo recurrente de verlo nuevamente capturado por alguien me dominaba. - Sssh, aguanta un poco mas. Y por favor no me hagas hablar así en publico, puedo fingir que estoy teniendo una videollamada desde este Digivice al hacerlo pasar por un teléfono móvil. Pero tu voz es muy extraña incluso para ser humana.- Mi amigo refunfuñó un poco mas hasta que por fin decidió aguantar los minutos restantes para llegar a Tokio en silencio.

No pude evitar preguntarme como sería aquel pequeño lugar donde Agumon era "almacenado" cada vez que el Digivice absorbía su data. ¿Era un mundo totalmente aparte del Digi-mundo...como una dimensión de bolsillo o alguna cosa de ese estilo? Miré mi Digivice por unos segundos, intrigado, tomando un poco de conciencia de que eran mas las cosas que desconocía de él que lo que había llegado a descubrir. - ...Sigo esperando.- De alguna u otra forma, el testarudo de Agumon se había dado cuenta de que mi mirada estaba posada en el Digivice que lo almacenaba. - ¡Solo un par de minutos mas!- Grité, algo avergonzado por el hecho de que mi amigo me había atrapado con las manos en la masa. Generando una situación mucho mas vergonzosa en la cual todos en aquel vagón me miraban con intriga y sorpresa debido a mi notoria subida de voz.

Extraña forma de tomarse venganza por el hecho de no poder viajar libremente a mi lado, pero ya le iba a hacer pagar esto al testarudo de Agumon ni bien saliéramos de este tren. - Es en la siguiente estación.- Le comenté, sin mirar esta vez el Digivice y en un tono moderado, sabiendo que no convenía llamar mas la atención. -¡Si!¡Al fin!¡Al fin!- Agumon victoreaba sin disimulo alguno, obligándome a bajar rápidamente al nuevamente ser blanco de las miradas de intriga de los pasajeros con los que me había tocado viajar. Mochila al hombro y Digivice en la otra mano, a paso presuroso me encamine hacia el baño público mas cercano.

Sabiendo que no debía dejar nada a la suerte, antes de liberar a Agumon me fije si aquel baño estaba libre de miradas ajenas aunque no me había tomado la molestia de trabar la puerta sabiendo que la siguiente etapa de nuestro viaje a Tokio simplemente consistía en darle a mi camarada un disfraz mas o menos convincente. - Shiro...No se si esto sea buena idea.- Pronto la alegre lagartija dejo de estar tan sonriente, ahora cubierto por una chamarra que no usaba hacer años y una vieja gorra que mi madre usaba para salir a correr con el detalle final de unos pantalones de cuando tenia ocho. -¡Oh, vamos! Nadie se dará cuenta...ahora...¡Hacia las calles de Tokio!- Según había logrado divisar, había una sorprendente cantidad de Digimons en esta ciudad en comparación de mi hogar actual. Tal vez allí iba a encontrar respuestas sobre este Digivice al mismo tiempo que Agumon calmaba sus deseos de pasear y encarar nuevos desafíos.

Lo peor de ser un criminal en búsqueda y captura era simple: No podía quedarme mucho tiempo en el mismo sitio o me podían encontrar. Cuando tocaba, tenía que cambiar de localización y buscar otros barrios bajos donde malvivir. El método de viaje era más sencillo de lo que parecía, pero para hacerlo sin pagar tenía que recurrir a una mezcla de táctica y suerte. Para viajar, tenía que hacerlo en trayectos cortos, entrando en una estación y bajándome justo en la primera parada... Pillar otro tren o metro... Y así.

El problema llegaba cuando tenía que ocultar a Impmon conmigo. En primer lugar, cualquiera se asustaría viendo tal diablillo. Podía hacerse pasar por un niño disfrazado, pero era peligroso, y más con una cara de mala leche como la que yo tenía, poca gente iba a pensar que teníamos parentesco y me podían acusar de secuestro o algo peor... La sociedad estaba podrida al fin y al cabo. Para suplir ese problema, habíamos elegido dejar una distancia prudencial entre los dos y fingir que íbamos a nuestra bola, como si simplemente tuviéramos un destino en común.

Mientras entraba con la capucha del abrigo puesta en el siguiente tren (al igual que Impmon entraba por la puerta contraria), vigilé los alrededores por si había un revisor por los alrededores. Para nuestra suerte, estaba en otro de los vagones. Además, tampoco había nadie en el vagón... Perfecto para conversar un rato con Impmon y planificar nuestro próximo curso de acción.

—... Quedan 3 estaciones. Procura trucar las salidas, no quiero que la caguemos al final.

—¡A sus órdenes, coronel!—respondió el diablucho mientras hacía una pose militar... ¿Es que no se podía tomar nada de esto en serio? Me irritaba cada vez que hacía esa clase de bromas. Mientras chasqueaba la lengua, algo empezó a sonar en los bolsillos de mi chaqueta.

—¿...Qué rayos?—saqué lo que había allí, resultando ser el aparato que había aparecido de la nada cuando Impmon y yo decidimos aliarnos. Una especie de holograma se había aparecido encima y una flecha al borde se estaba moviendo como si fuera una brújula. Desconocía por completo que esta cosa pudiera hacer más que leer cartas—¿Sabes a qué diantres apunta esto?

—Ni la más remota idea. ¿Por qué n0 lo seguimos?—miré desconfiado a Impmon, ¿cómo podía hacer una proposición tan temeraria? Pero nunca lo podríamos averiguar si no lo investigábamos... Y cualquier cosa relacionado con este cachivache podía llevarnos hasta el Mundo Digital.

—Tsk... tú ganas.

Justo cuando accedí se abrieron las puertas del tren. Sin más remedio, empecé a mirar a dónde se dirigía la señal, teniendo cuidado de que nadie de por ahí reconozca mi cara. Ha pasado un tiempo, pero siempre en cosas como el aniversario y demás volvían a pegar mi cara por los televisores, haciendo que la cara sea demasiado fresca para mi gusto. Tras seguir la flecha durante unos minutos, acabo frente al servicio público para hombres... ¿Por qué me estaba indicando un sitio así?

—...—lo que me encontré tras él fue lo cercano a lo estúpido. Un tío de pelo negro con una chaqueta roja y guantes estaba poniéndole ropa a lo que, según podía ver por el morro que se veía entre la gorra y la chaqueta... Era un dinosaurio amarillo. Y la flecha estaba apuntando a eso... ¿Sería de la misma clase de cosa rara que Impmon?—...Tú...—saqué la pistola de debajo de la chaqueta y la cargué de inmediato—... No grites y respóndeme solo a lo que yo te pregunte, ¿ha quedado claro? No querrás que la gente se entere de que pulula un dinosaurio por la estación, ¿verdad?

Impmon se había acercado por detrás y me había seguido el juego. Con una bola de fuego flotando en su dedo índice, también estaba amenazando al reptil con ropa puesta.