Nuevo en la ciudad [Eita]

Vivir con una mujer como mi madre traía sus molestias. No me quejaba respecto a su personalidad, era una mujer comprensiva y cariñosa. Y siempre buscaba darse algún tiempo para su hijo aún cuando esta ya estaba a punto de empezar aquel umbral hacía la adultez y aún cuando su trabajo la mantenía constantemente ocupada. Lo que me disgustaba de esto eran las constantes mudanzas. No solo tuve que acostumbrarme a vivir en un país totalmente diferente al mío cuando apenas si tenía diez años, sino que además casi de manera mensual mi madre se veía obligada a cambiar de residencia debido a aquel importante trabajo en la multinacional farmacéutica a la que se unió después del divorcio con papá.

Me llevó un buen tiempo descubrir la que tal vez era la función mas útil de aquel pequeño dispositivo que Agumon había traído consigo el día en que volvió al mundo humano: el poder transportar a mi Digimon dentro del propio Digivice. En parte llevo tanto tiempo por que ni el mismo Agumon recordaba el nombre o la razón por la que había traído el pequeño aparato por él. Pero fue gracias a historias que pude recoger de distintos fenómenos relacionados a Digimons a lo largo y ancho del mundo que había llegado a teorizar que era una clase de Digivice.

Llegué a sentirme idiota por tardar semanas enteras el enterarme de mi condición de Tamer. Se suponía que debía de guiar a Digimon, de hacerlo mas fuerte. No había ninguna parte donde señalaba que debía volverlo un buen compañero que luchara por cosas buenas y por ese estilo...pero tampoco no deseaba generar ningún daño con mi amigo. - ¡Saldré a dar un paseo! ¡Volveré antes de que anochezca!- Bajaba las escaleras de mi nuevo (y seguramente temporal) hogar en Kioto, intentando de que mi voz llegue hasta el estudio personal de mi madre. Llevaba conmigo aquel Digivice muy similar a un teléfono móvil, agradeciendo siempre su aspecto ya que tranquilamente podía hacerlo pasar por uno.

Dentro del Digivice yacía el que seguramente podía considerar mi mas viejo y querido compañero. Agumon, siempre iba a lamentar no haberle encontrado un nombre en particular que lo ayudase a diferenciarse de los otros de su especie. Pero yo nunca fui muy creativo para esa clase de cosas y Agumon era muy indeciso como para elegir uno incluso con mi ayuda. - Mantente en silencio. No conozco esta ciudad bien y somos unos totales extraños aquí. Cuando yo te de la señal para salir es que podrás ir a estirar las piernas.- Agumon siempre me recordaba que se sentía algo incomodo dentro de su Digivice, pero a duras penas con el tiempo logré hacerle entender que por el bien de ambos el debía de pasar tiempo adentro del pequeño dispositivo si quería pasar desapercibido con mas facilidad.

Luego de alrededor de quince minutos es que por fin encontré una zona totalmente deshabitada. Una construcción, similar a aquella donde había tomado lugar mi reunión con Agumon no hace mucho tiempo. Me aseguré totalmente de que no hubiera moros en la costa hasta por fin aventurarme a dejar salir a mi amigo. - Bien, colega. Eres libre para corretear a tus anchas.- Con la misma facilidad con la que los datos de Agumon entraron en el Digivice, estos volvieron a tomar forma velozmente en el exterior como mi preciado amigo. - ¡Al fin! No tienes idea de los calambres que uno puede llegar a tener allí dentro!- Clamó, feliz como pocas veces había podido presenciar, pasando a correr de manera jovial por todo el desolado lugar. - ¿Los Digimon pueden tener calambres?- Pregunté, arqueando una ceja mientras lo contemplaba sonriente en su feliz frenesí. No hubo respuesta, solo felicidad absoluta por parte del joven lagarto digital mientras correteaba entre las maquinas de construcción y las grandes pilas de tierra.