Jugador 3 se une a la partida.

- "Kenshi, me he meado encima."

Sí... Por increible que parezca, esas fueron las primeras palabras del día. Una larga noche de insomnio, con apenas unas horas de descanso, era lo ue menos necesitaba en esos momentos... ¡Pero oye!, ¿qué más se puede pedir después de ocho meses de embarazo? A esas alturas tenía el barrigón que parecía que no entraba por la puerta, y todavía tenía que aguantar treinta días más... O al menos eso era lo que yo me había pensado. Al levantarme de la cama y descubrir que las sábanas estaban mojadas, me di cuenta de ue algo no iba como se había previsto, y que una nueva vida estaba en camino para ver por fin la luz.

Poco después de esa sorpresita, fui llevada rápidamente del dormitorio a una habitación desocupada y con una unica y gran cama. Allí, en la base donde llevábamos viviendo Kenshi, nuestros digimons y yo. En los últimos meses me había dedicado a relajarme, y a no forzar mi cuerpo, aunque me sentía algo impotente al no poder hacer nada.... Por suerte contaba con Kali, Rukriel y Fenrir; gracias a ellos entré en la habitación anteriormente mencionada, mientras Kenshi llamaba por teléfono a su madre.

- Mierda, mierda, mierdaaa...-Kali me ayudó a tumbarme en la cama, y a colocarme en una óptima posición para la tarea. Sin embargo, ni ella podía hacer remitir los fuertes dolores que aparecían cada cierto tiempo... Las contracciones-. ¡MIERDAAAA!

- Zayyn, tranquila. Todo va a salir bien, ¿vale? Sólo respira hondo y...-Kali intentaba tranquilizarme, pero no se daba cuenta que eso, lejos de conseguir lo que intentaba hacer, me cabreaba y me sacaba cierta vena asesina.

- ¡¡LOS COJONES!! ¡NI TRANQUILA NI MIERDAS! ¡¡PRUEBA TÚ A LLEVAR A UN CRÍO DURANTE OCHO PUTOS MESES ENTRE TUS ENTRAÑAS Y DESPUÉS A PARIRLO SIN NINGÚN TIPO DE ANESTESIA!!-Tuve que callarme para respirar, y para prepararme para una nueva tanda de dolores... Aquello iba a ser una tortura.

Zayyn me despertó esa mañana, no me sorprendió mucho lo que le ocurrió, mi madre me había dijo de que eso podría pasar, sin embargo cuando los dolores comenzaron ya empecé a asustarme. Mientras Zayyn gritaba de dolor en la habitación, yo estoy en la habitación principal para llamar a mi madre para pedir instrucciones.
Luego de varios minutos entro a la habitación en la que esta Zayyn, arrastrando dos sillas y una caja llena de cosas.

-Tranquila Zayyn, tienes que respirar, mi madre dice que respires- Le digo a Zayyn mientras levando sus piernas para ponerlas sobre las sillas.

Luego de terminar el paso uno según mi madre, pongo mi teléfono en altavoz y lo coloco sobre la cama.

-Hay querida, no te asustes, el bebé nace cuando quiere nacer... incluso si es un mes antes... como sea, solo respira y empuja, es lo uno que puedes hacer... y muerde algo suave para que no te rompas los dientes, te va a doler mucho...- Dice mi madre a través del teléfono, aunque no son las palabras mas alentadoras.

De la caja saco unos juguetes para masticar de Ryudamon, que lave antes, y los coloco junto a Zayyn junto con unas pelotas de estrés por si ella quiere apretar algo también.

Beelko retrocedió cuando la grité, entre asustada y preocupada, y se pegó a la apred, mientras la miraba con un brillo asesino en los ojos y respiraba rápida y repetidamente. Justo en ese momento, entró el padre en la habitación, arrastrando dos sillas, y una caja... ¡¿Para qué cojones quería todo eso?! ¿Acaso se estaba burlando de mí? Pronto descubrí que, por el contrario, el rubiales sólo había traído las sillas para apoyar en ellas mis piernas, y la caja, para sacar de ella diversos juguetes para el estrés.... Genial.

- ¿Respirar?-inquirí, mordaz, no sin esfuerzo, mientras le agarraba la muñeca y la apretaba con fuerza-. ¡¿Y qué te crees que estoy haciendoooo---?!

El rugido quedó opacado al instante por un fuerte y ensordecedor grito de agonía, de nuevo las contracciones me torturaba. Busqué con la mano que tenía libre uno de esas pelotitas anti-estrés, y me llevé una a la boca para morderla con toda la fuerza de la que me era posible utilizar en esos momentos. Apreté los ojos enojecidos y llorosos, y tras inspirar hondo, reuní más de esa fuerza, y con ella, comencé a empujar, rogando para que esa maldita agonía terminara ya... Después de eso, me negaba a tener más hijos propios, si es que podía.

- ¡¡Cálleseeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!-chillé, tras escuchar la voz de Sakura por el teléfono.

Miro nervioso toda la escena, o con miedo mejor dicho, en ese estado Zayyn es capaz de romper un hueso sin esfuerzo. de la caja saco una botella de wiskey y lleno un vaso con el licor para dárselo a Zayyn.

-Anestesia...solo uno...- Le digo a Zayyn antes de volver a mi posición para recibir a nuestro hijo.

-Tranquila niña, no te concentres en el dolor... mejor concéntrate en el hecho de que esta es una llamada por cobrar... solo respira y empuja- Dice mi madre otra vez con palabras poco alentadoras.

Los minutos se alargar y finalmente el bebé empieza a nacer y la preocupación me invade de inmediato al ver que esta naciendo con los pies primero, al revés de como debería nacer.

-Ya esta aqui Zayyn... tu continua- Le digo a Zayyn intentando ocultarle las complicaciones pero sin poder ocultar mi propio miedo en mis palabras.

Mas tiempo trascurre, muy dolorosos para mi por las patadas de Zayyn aunque mucho mas para ella. los Digimon la sostienen y finalmente nuestra hija nace, sin embargo no puedo sonreír ya que el tono de piel de mi hija es azulado y además de nacer al revés también nació con el cordón umbilical alrededor del cuello. No llora al nacer, lo que es una mala señal.

-Ya nació... es una niña...- Le digo a Zayyn mientras sostengo en mis brazos a mi hija, a la que luego sostengo al revés para darle una palmadita y así hacerle tirar el líquido de sus pulmones y hacerla respirar, tal como me recomendó mi madre... pero nada pasa, no reacciona. Los Digimon me traen unas toallas para limpiar a la pequeña pero no hay caso... ella nació sin vida.

-No reacciona...- Digo rompiendo en lagrimas.

Escupí la bola anti-estrés para beber el "jarabe" que Kenshi me daba. No sabía bien qué era, pero cuando probé las primeras gotas, me percaté del sabor amargó del licor... Sería Whisky o algo parecido. No entendí el motivo por el cual me daba para beber alcohol, hasta que formuló la palabra "anestesia", en cuyo momento, no lo pensé dos veces: Me lo bebí hasta la última gota, apurando el final, y derramando algunas por los labios, hasta la barbilla.

Seguidamente, volví a mi tarea. Continué soplando y empujando con todas mis fuerzas, y haciendo de tripas corazón ante los punzantes dolores que me atravesaban... Era irónico, para traer a una nueva vida, había que sufrir lo indecible, a menos que se hiciera uso de anestesias como la epidural... Pero, si tengo que ser sincera, prefería que mi hija naciera de forma natural, sin quimicos ni nada de eso, y en la óptima posición... No quería que tuviera problemas, quería que naciera sana para que no tuviera problemas en su vida... Quería que fuese lo más feliz posible.

Después de un rato largo, Kenshi comenzó a ver a nuestra pequeña salir, mientras Kali y los demás digimons ayudaban a traerla a la vida. Esbocé una leve sonrisa ante la noticia de que mi hija estaba a tan solo un paso de nacer, y eso me dio fuerzas y motivacion para luchar hasta el final. No me iba a rendir ahora que estaba tan cerca de verle el rostro a mi pequeñaa.

- Ffff... Ffff...-resoplé, con perlas de sudor chorreando por mi frente roja, como brillantes diamantes. << Vamos, Zayyn... Tú puedes con esto... Va a valer la pena... >>

No obstante, algo comenzó a ir mal. Lo noté incluso antes de que el bebé saliera por completo, incñuso antes de que Kenshi tomara al recién nacido entre sus brazos y comenzara a darle palmadas para obligarle a respirar. Desde mi posición no podía ver bien, pero juro en estos momentos, haber visto algo con un color extraño... Y la expresión en el rostro de Kenshi no hizo sino acrecentar esa sensación.

- Kenshi... Dámela, por favor...-dije con voz débil, a causa de haber terminado recientemente con el esfuerzo.

Quería cerciorarme de que todo había salido bien, quería ver el rostro jóven y lloroso de mi Freyja... Pero ni siquiera la escuchaba llorar. Se supone que los bebés nada más nacer tienen que llorar para inspirar la primera bocanada de aire de su vida... Pero no se escuchó nada... Todo era silencio.

- Kenshi, tráemela ya-le insté, desesperada-. Ken-...

Enmudecí instantáneamente. Kenshi no había hablado con voz muy alta, pero incluso el leerle los labios era sencillo en esos momentos. Ese "No reacciona", fue lo que me arrebató el aliento que tanto me estaba costando recuperar. Y si incluso él tenía los oojos brillantes por las lágrimas... Sólo significaba que...

- ¡Mi hija, Kenshi! ¡TRÁELA DE UNA PUTA VEZ!-chillé, con un nudo en la garganta, y los ojos brillantes y acuosos, al borde de derramar un mar de lágrimas.

Mientras Zayyn me grita, corto el cordón umbilical de mi hija, lo hago mas como un reflejo ya que la pequeña sigue sin moverse. Me levanto del suelo, camino hasta el costado de Zayyn y le entrego a nuestra bebé envuelta en una toalla.

-Lo lamento Zayyn...- Le digo aún llorando antes de sentarme al lado de la cama viendo las dos. -Hice lo mejor que pude... nació al revés y con el cordón al cuello... no quería preocuparte durante el parto...- Le digo destrozado con la mirada fija en la bebé.

Sabía que Zayyn se enojaría con migo, no tengo la culpa de lo que ocurrió pero de igual forma me llevare muchos golpes por esto. Empiezo a temer que además de perder una hija también Zayyn me odiara y la perderé a ella también.
Mi madre seguía en el teléfono, estaba escuchando atentamente todo lo que ocurria y se mantienen en silencio, aguantando la respiración, no quiere que su respiración se escuche por el teléfono.
Los Digimon están en el mismo estado, es como si no estuviesen en la habitación, todos viendo el foro de atención principal, el bebé... Freyja...

Cada segundo de espera hasta que Kenshi se acercó fue un infierno, un maldito infierno. No podía concebir la idea de haber engendrado a un bebé muerto, ni eso me salía bien, no era capaz ni de crear vida... A fin de cuentas yo era la muerte, pero eso no hizo el momento menos doloroso, pues... según las palabras de Kenshi... mi hija, mi pequeña... Había nacido muerta.

- Tráela de una jodida vez...-murmuré  entre dientes, entre iracunda, dolorida, y desesperada. Miré con ansiedad el bultito envuelto en mantas que Kenshi me tendía. Estuve tentada de empujarlo y de llevarme conmigo a aquella pequeña bolita, pero incluso entonces supe que no era buena idea... Mi prioridad era la niña, no andarme con peleas con su padre. Por ello, cuando estuvo la pequeña entre mis brazos, retiré la mantita de su rostro y la observé, con el corazón sobrecogido.

Mis ojos se iluminaron en ese momento, pero enseguida se apagaron. Era la cosa más bonita que había visto en mi vida... Kenshi y yo habíamos creado eso... Pero al final, ¿para qué? ¿Cuanto había podido vivir? Había sentido la mordedura de la muerte antes incluso de sentirse viva... Nosotros habíamos hecho eso, pero no había servido para nada... Sus ojos, cerrados en los dos pequeños párpados, irónicamente demostraban paz absoluta... Pasé dos dedos por su pequeño y sucio rostro, desde la matita de pelo negro, pasando por su pequeña nariz respingona, y acabando en sus blanditos labios.

- No... -murmuré-. No es posible...

Me mordí el labio, tratando así de mitigar el dolor que sentía en esos momentos en mi corazón, en mi oscuro y podrido corazón que sin embargo, aun conservaba ese amor incondicional hacia Kenshi y lo había conservado hacia Freyja durante esos ocho meses de embarazo... y aún cuando pasaran cientos de años, lo conservaría.

Finalmente, como si se hubiera abierto un grifo, rompí a llorar, desconsolada, y enterrando el rostro en el cuerpecito de mi niña. Mis hombros se convulsionaron repetidamente, sin  detenerse.

- Mi hija... Mi niña... ¿Por qué ella...? ¡¿Por qué ella?!-Repentinamente, las luces de la habitación empezaron a titilar, como si no hubiera energía, o como si algo interfiriera en su funcionamiento... Quizás una sobrecarga de poder.

- Deberías saber el porqué, mi aprendiz...-Esa voz... esa repentina voz... me era conocida, muy conocida... Y sin embargo, tan lejana, que en un principio no fui capaz de ubicarla, hasta que alcé la mirada... Y vi su figura siniestra y fantasmagórica frente a la cama... Su capa negra casi parecía desprender sombras, y su calavera bajo su capucha, parecía sonreir con burla e ironía.

Mis ojos verdes se clavaron en la parca, enrojecidos, y torturados por la cantidad de lágrimas que caían de ellos. Respiré repetidamente varias veces, sin apartar la mirada de aquel ser fantasmal, hasta que finalmente, tragué saliva, entre temblores y sollozos.

- Kenshi... Cuelga el teléfono y largaos... Ahora.-mi voz no admitía réplica, estaba rota y dolida, pero también destilaba cierta furia y rabia, como si quisiera culpar a alguien de aquella desgracia.

Se me rompe el corazón en cuanto Zayyn me pidió que me fuera, dude si obedecer su orden pero decido hacerlo finalmente, esto es muy duro para ambos pero mas para ella. Tomo el teléfono pero sin cortar la llamada, quiero hablar con mi madre para ver si me puede dar un consejo.

-Vámonos... me lavare la cara y regresare- Le digo a los Digimon mientras abro las puertas para salir de la habitación.

Camino hacia el baño y empiezo a lavarme las manos y la cara a la vez que intento parar de llorar.

-Hay querido... por muy cruel que suene, pero estas cosas pasan, lo importante es que apoyes a Zayyn y... no la dejes mucho tiempo sola... una hermana de mi padre se volvió loca por algo muy parecido- Dice mi madre por el teléfono, yo la escucho pero no le respondo de momento.

Kenshi salió de la habitación cuando se lo pedí, aunque noté que con algo de reticencia. Los digimons lo acompañaron sin rechistar, y finalmente, me quedé sóla en la sala, sola con mi bebé... y con la Primera.

- Todo ha sido por mi culpa...-murmuré después de un largo rato en silencio-. Ne debía de haber confiado en tí... Tú me pediste un precio, y ahora lo estoy pagando... Lo planeaste todo, sabías que no sería capaz de matar a Kenshi.

Bajé la mirada, entristecida, mirando con infinita pena la carita en paz de mi bebé. Rocé su diminuta mejilla con un dedo,  arrepintiéndome de haber cometido el error de buscar el poder en la Muerte, porque el precio había sido caro, muy caro... Y lo había pagado con creces. Habían sido ocho meses, normalmente era poco tiempo para enamorarse de una persona, pero el amor no hacía distinciones, en auellos ocho meses, me había sentido feliz, aún más feliz de lo que había sido... Y ahora esa figura huesuda de negro me había arrebatado mi felicidad.

- Tú sabías el precio que había que pagar, Zayyn. No puedes recibir sin dar nada a cambio.

Eso hizo que repentinamente la rabia que me había estado guardando para mí estallara para afuera.

- ¡¿Y ella era la que tenía que pagar el precio?! ¡¿Mi bebé era el que tenía que morir?!-rugí, incorporándome en la cama, casi como si fuera a echarme encima de esa cosa fantasmal. Me daba igual que fuese la Primera Muerte, me daba igual que fuera inmortal. La miré con odio infinito, sosteniendo entre mis brazos todavía al cuerpo inerte de mi hija. Ese esqueleto con batamanta no tenía derecho a llevársela... ¡¡No tenía derecho!!

La Parca no respondió a mis provocaciones, se quedó estática, con los brazos en descomposición cruzados, mirándome con una expresión de diversión y curiosidad. Eso fue la gota que colmó el vaso, que se riera de mí, de mi desgracia, y de todos los esfuerzos y sacrificios que había hecho hasta el momento. sin embargo, antes de hacer o decir nada más, la Primera Muerte, habló:

- Pero ella sigue luchando por su vida.

Parpadeé repetidamente, confusa por sus palabras. Al principio no comprendí qué era lo que estaba haciendo, pero entonces, sentí un leve roce en mi regazo, y mis ojos verdes se abrieron como platos al ver una manita moverse muy levemente. Exhalé un jadeo, sin podérmelo creer, y me froté los ojos por si lo había imaginado, pero nuevamente, el pequeño bultito se movió... Segregó de la nariz y de la boca, y entonces, tras inspirar hondo un par de veces, comenzó a sollozar, hasta romper en fuertes lloriueos que resonaron por toda la casa.

- No puede ser... Es un... milagro... ¡Freyja!-grité, , abrazándola con cariño, mientras yo también volvía a romper en lágrimas-. Mi pequeña... Estás viva...-mis lágrimas se juntaron con las de la niña, cuando junté nuestras mejillas en un gesto cariñoso, como una gata que se frota contra sus gatitos-. No puedo creerlo... Creí que te había perdido, aun sin haber tenido la ocasión de conocerte...

- Que conste...-dijo entonces la Primera, mirándonos a las dos con expresión neutra-. que esto no ha sido cosa mía... Ella estaba destinada a morir, pero ha luchado por lo que le pertenece... Su vida. Siéntete orgullosa de haber concebido a un ser tan valiente y luchador. Esa perseverancia la llevará lejos...-miré de reojo a La Parca, entendiendo lo que significaban sus palabras-. Ahora... debo irme. No me gusta estar en el plano mortal por mucho tiempo... Nos veremos pronto, aprendiz.

La figura oscura comenzó a desprender sombras por su capa, hasta convertirse en una de ellas, y desaparecer de la vista. Mis ojos se quedaron fijos durante unos instantes más en ese lugar, hasta que finalmente parpadeé, miré la puerta de la habitación, y llamé a Kenshi repetidas veces, con toda la voz de la que pude disponer.

Me limpiaba la cara una y otra vez, respiro hondo repetidas veces, intento superar el dolor, al menos temporalmente. Sin embargo empiezo a escuchar el sonido mas hermoso del mundo en este momento, el llanto de un bebé seguida de la voz de Zayyn que me llama muy emocionada. Tomo el teléfono y corro hacia la habitación, para ver a mi esposa con nuestra hija en sus brazos quien se mueve y llora llena de vida. Rompo en lágrimas otra vez, pero esta vez son de alegría, siento como mi corazón se acelera y se me dibuja una sonrisa en el rostro. Salto sobre la cama y abrazo a mi esposa y a mi hija.

-¡Esta viva! nuestra pequeña esta bien- Digo mientras tomo una de las manitas de mi bebé quien deja de llorar y empieza a hacer pucheros. -¿Que paso, que hiciste?- Le pregunto a Zayyn.

-¡Ho! ese es el sonido mas hermoso del mundo, felicidades a los dos, valla que nos asusto al principio- Dice mi madre por el teléfono claramente emocionada.

-Ganaste la apuesta Zayyn... si es una niña- Le digo a mi esposa antes de besarla y como acto seguido beso una de las mejillas de mi bebé -Bienvenida, Freyja Haibu-

Poco después, llegó Kenshi, telefono en mano, y sonrisa en rostro. Al ver a nuestra pequeña, rompió a llorar, más de lo que lo había visto desde que lo conocía. Se acercó a nosotras, esposa e hija, y nos abrazó con fuerza, feliz de que finalmente todo hubiera salido bien. Lo besé en los labios, radiante de alegria, tadavía con lágrimas en los ojos, como si estos no quisieran dejar de expulsar un mar de lo grande que era mi dicha en esos momentos.

- Kenshi...-susurré su nombre, rozando su nariz con la mía-. Yo no hice nada... Todo fue obra de nuestra pequeña. Ella es una pequeña luchadora-repetí las palabras de la Primera Muerte. Si ella había dicho aquello, no dudaba en que la veracidad de sus palabras... ¿Para qué querría la muerte mentir?

Miré a Freyja, a la bebé que gimoteaba con los ojitos cerrados. Movió sus pequeñas manitas y sus piececitos. Admirada por su belleza, reí, y acerqué los labios a la planta de uno de sus pies para besarlo.

- Eres hermosa... Mi niña-alcé la mirada para clavarla en Kenshi, cuando dijo que había ganado la apuesta-. Sí... Me debes una-deposité un suave beso sobre sus labios-. Pero eso puede esperar, ambos somos padres ahora, y tenemos que cuidarla-parpadeé-. Y yo te prometo que crearé un mundo seguro para vosotros dos.

Pasan un par de horas desde el nacimiento de Freyja, desde entonces la hemos bañado, además de llevarla a ella y a su madre a la habitación principal. La pequeña recién nacida ha dormido desde entonces y ahora que esta limpia se puede apreciar el anaranjado color de su cabello. Mientras que los Digimon limpian la otra habitación, yo entro a la recamara en la que esta Zayyn con una bandeja con comida para ella, algo de carne y una tarta de fresa para que se recupere. Dejo la bandeja sobre la cama y me recuesto al lado de mi esposa y mi hija.

-Mira a nuestra pequeña... presiento que sera muy perezosa, lo único que ha hecho hasta ahora es dormir- Le digo a mi esposa antes de besarla para luego besar a mi hija en la cabeza. -Nuestra pequeña pelirroja y... hmm ¿de que color son sus ojos? creo que no los he visto aun- Digo mientras tomo una de las manitos de mi bebé con un dedo.

Observé por unos instantes el lloroso ostro de mi hija, antes de que Kenshi se la llevara para lavarla una vez hubo cortado el cordón umbilical. Me quedé algo triste por no tener a mi pequeña conmigo, pero únicamente exhalé un suspiro de resignación, mientras Kali entraba en la habitación y comenzaba a limpiarme a mí también.

Pasaron las horas, y cuando estaba ya aseada y tumbada junto a mi niá sobre la cama, la puerta se abrió. Habíanis estado durmiendo por un largo rato, pues el parto había sido agotador... Sin embargo, con tan solo ver a Kenshi incorporarse con una bandeja con comida, me animé. Le recibí con un beso, y seguidamente, comencé a alimentarme con la carne y el trozo de tarta. Mientras masticaba le observé, a él primero, y después a Freyja. Acaricié con dos dedos su pelito limpio, con infinito amor, y alcé la mirada para clabarla en su padre.

- Es normal, ambas estamos agotadas después de todo el lío del parto... Y ella suficiente ha luchado ya, ha evitado a la muerte-sonreí, entornando los ojos verdes, y rocé con un dedo su pequeño ombligo, aquel agujerito redondo que la había unido a mí durante ocho meses. Fue entonces cuando Kenshi atrajo mi atención, ahora que lo pensaba, tampoco le había visto los ojos al bebé.

Y, como si nos hubiera leído el pensamiento, Feyja abrió los ojos, despertando, y mirando a sus padres con dos grandes ojos azules, un color muy semejante al cielo.

- Awww... Que ojos más boniitooos...-era oficial, me iba a morir de amor con esa pequeñaja.