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Molds for food
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Molds for food
Era otro aburrido día de "preparación para nada", como a Suoh le gustaba llamarlo. Si tuviera los recursos necesarios estaría diseñando armas ilegales y comprando pistolas a traficantes todo el día, pero lo cierto es que estaba más pelado que un gato persa. Por eso caminaba de un lado a otro ignorando cualquier posible transehúnte que se chocara contra su hombro, él siempre mantenía el equilibrio y evitaba caerse. No es que fuera haciéndolo a posta, sino que su cerebro estaba en un estado vegetativo por el aburrimiento que no le dejaba caminar con normalidad. Puede que solo quisiera que lo insultaran un poco, así se iba despertando y acumulaba "rabia" para cuando se pusiera a diseñar sus artilugios. Deambulando como un zombie había acabado en un pequeño supermercado, nada demasiado ostentoso pero con todos los recursos que una persona normal puede necesitar en su día a día. Le gustaba arrastrar los pies por aquel suelo pues iba deslizándose como un niño pequeño, pero sin ir de forma demasiado exagerada. Caminaba con las manos en los bolsillos y quizás por sus pintas ya había llamado la atención de las personas que por allí estaban comprando.
Tras pasar tres veces por la zona de picoteo y tomar un bote de patatas se dirigió a la salida con su misma parsimonía, no tenía intención de robar nada en aquel momento... No buscaba un problema serio, si bien una pelea callejera no le habría disgustado. Obviamente tampoco llevaba su pistola, aunque el cuchillo permanecía oculto en su bota derecha, ventajas de ese tipo de calzado. Caminar era algo incómodo, pero se podía camuflar a la perfección. Su atención aumentó un poco al escuchar un ruido no muy lejos de donde se encontraba pues al parecer alguien se había chocado contra un pequeño estante, y a tan solo un metro de ella había una pirámide hecha con botes de comida para perro. Estuvo a punto de empezar a reír imaginando la posible situación cuando se dio cuenta de que aquella joven portaba el típico bastón de los ciegos, y entonces ya no le hizo ni puta gracia. Para empezar, ¿qué hace una ciega comprando en un supermercado? O sea, si hubiera una grabación que te dijera qué alimento tienes delante vale, pero no era el caso. Sus preguntas abandonaron su algo más despierto cerebro para pasar a una mirada fría y tenebrosa a las personas que se estaban riendo no demasiado lejos.
Tres tipos, entre 20 y 27 años, estúpidos. Uno de ellos bastante fuerte, otro bajo y rechoncho y un tercero largo y esmirriado. Todos con el pelo corto, parecían haber salido de una convención de estereotipos. Los tres con risitas ahogadas. La típica panda de amigos que solo quiere divertirse a costa del sufrimiento ajeno. Y ojo, que Suoh era igual, pero él sabía de las cosas que no podía reírse. Y una persona ciega que se tropezaba era una de ellas. — Serán gilipollas... — Dijo acercándose como una exhalación a esos tres tipos mientras la ciega caminaba ayudada por un hombre hasta las máquinas donde pagaría lo que sea que hubiera comprado. Quizás no se daría cuenta del estruendo que había acontecido poco después donde ella se había chocado, dos pasillos más para allá. El pelirrojo se abalanzó contra ellos como una furia, sin mediar palabra ninguna, y procedió a darles una paliza. La sorpresa más la mirada de Suoh fueron suficientes para dejarlos totalmente desconcertados, por lo que no se esperaron lo que pasó a continuación.
Apenas fueron quince segundos, pero parecía la típica pelea que se transforma en una nube de polvo de la que salen brazos, piernas y estrellitas en los dibujos animados. El caso es que el gordo acabó cubierto de comida de perro en el suelo, el esmirriado con una cesta en la cabeza y el musculado sin pantalones ni ropa interior dejando expuesta toda su "gran" hombría. Todo eso acompañado sus cuerpos inconscientes, claro. Suoh se tambaleó un poco mientras retrocedía un par de pasos y observaba algo en la mano del gordo que yacía en la masa de comida para perro. Lo tomó, por suerte no estaba manchado, parecía ser una cartera. Al abrirlo pudo ver la foto de la ciega de unos segundos atrás, por lo que alzó la mirada para ver si la encontraba en la cola para pagar. Así era, buscando en su bolso inútilmente. Cerró la cartera y comenzó a caminar hasta ella ignorando los gritos de un agente de seguridad que le pedía que se detuviera, sabía que no le atacaría.
Se colocó al lado de aquella chica y tomó su mano con la mano izquierda, girándola hacia arriba para que pudiera recibir la cartera. Sabía que eso podía asustar bastante a un ciego pero lamentablemente no tenía tiempo para presentaciones. — Toma, esos imbéciles te estaban robando. — Le dijo colocando la cartera en la mano de aquella joven, tras lo cual volvió a caminar entre expresiones ahogadas de asombro. Abandonó la zona de de los cajeros y se dirigió a paso firme hasta la salida ignorando los gritos del guardia de seguridad. Evidentemente este quería que pagara por todos los daños que podía haber ocasionado al establecimiento, pero el pelirrojo no se detuvo hasta que no había salido del recinto. Para cuando el guardia alcanzó la salida ya no había nadie en la zona, o al menos nadie que pudiera verse, pero la realidad era que gracias a su ropa de camuflaje había pasado inadvertido. Estaba en la copa de un frondoso árbol que, junto a otra docena, adornaba la entrada al parking del lugar. Allí esperaría a que la joven saliera y pudiera asegurarse que estaba bien, de lo contrario... bueno, no quería utilizar el cuchillo.
— ¿Has visto a ese muchacho? Se pegó con esos tipos para recuperar la cartera de la joven invidente... — Se escuchó una voz de mujer algo grave no muy lejos de donde estaba la chica ciega. Una segunda voz más aguda, de una cajera, le respondió. — Por Dios, ¿le has mirado la cara? La tenía cubierta de sangre, le han zurrado de lo lindo... Eran tres contra él. — Explicaba. — Ese hombre estaba loco... — Contestó una tercera voz. — ¿Visteis sus pintas? ¿Con esa ropa de camuflaje y esa mirada de loco? Y lo peor es que cuando le devolvió la cartera estaba sonriendo... No se, yo preferiría que ese tipo no me ayudara jamás. — Decía un hombre mientras el ritmo del supermercado volvía a su normalidad.
Tras pasar tres veces por la zona de picoteo y tomar un bote de patatas se dirigió a la salida con su misma parsimonía, no tenía intención de robar nada en aquel momento... No buscaba un problema serio, si bien una pelea callejera no le habría disgustado. Obviamente tampoco llevaba su pistola, aunque el cuchillo permanecía oculto en su bota derecha, ventajas de ese tipo de calzado. Caminar era algo incómodo, pero se podía camuflar a la perfección. Su atención aumentó un poco al escuchar un ruido no muy lejos de donde se encontraba pues al parecer alguien se había chocado contra un pequeño estante, y a tan solo un metro de ella había una pirámide hecha con botes de comida para perro. Estuvo a punto de empezar a reír imaginando la posible situación cuando se dio cuenta de que aquella joven portaba el típico bastón de los ciegos, y entonces ya no le hizo ni puta gracia. Para empezar, ¿qué hace una ciega comprando en un supermercado? O sea, si hubiera una grabación que te dijera qué alimento tienes delante vale, pero no era el caso. Sus preguntas abandonaron su algo más despierto cerebro para pasar a una mirada fría y tenebrosa a las personas que se estaban riendo no demasiado lejos.
Tres tipos, entre 20 y 27 años, estúpidos. Uno de ellos bastante fuerte, otro bajo y rechoncho y un tercero largo y esmirriado. Todos con el pelo corto, parecían haber salido de una convención de estereotipos. Los tres con risitas ahogadas. La típica panda de amigos que solo quiere divertirse a costa del sufrimiento ajeno. Y ojo, que Suoh era igual, pero él sabía de las cosas que no podía reírse. Y una persona ciega que se tropezaba era una de ellas. — Serán gilipollas... — Dijo acercándose como una exhalación a esos tres tipos mientras la ciega caminaba ayudada por un hombre hasta las máquinas donde pagaría lo que sea que hubiera comprado. Quizás no se daría cuenta del estruendo que había acontecido poco después donde ella se había chocado, dos pasillos más para allá. El pelirrojo se abalanzó contra ellos como una furia, sin mediar palabra ninguna, y procedió a darles una paliza. La sorpresa más la mirada de Suoh fueron suficientes para dejarlos totalmente desconcertados, por lo que no se esperaron lo que pasó a continuación.
Apenas fueron quince segundos, pero parecía la típica pelea que se transforma en una nube de polvo de la que salen brazos, piernas y estrellitas en los dibujos animados. El caso es que el gordo acabó cubierto de comida de perro en el suelo, el esmirriado con una cesta en la cabeza y el musculado sin pantalones ni ropa interior dejando expuesta toda su "gran" hombría. Todo eso acompañado sus cuerpos inconscientes, claro. Suoh se tambaleó un poco mientras retrocedía un par de pasos y observaba algo en la mano del gordo que yacía en la masa de comida para perro. Lo tomó, por suerte no estaba manchado, parecía ser una cartera. Al abrirlo pudo ver la foto de la ciega de unos segundos atrás, por lo que alzó la mirada para ver si la encontraba en la cola para pagar. Así era, buscando en su bolso inútilmente. Cerró la cartera y comenzó a caminar hasta ella ignorando los gritos de un agente de seguridad que le pedía que se detuviera, sabía que no le atacaría.
Se colocó al lado de aquella chica y tomó su mano con la mano izquierda, girándola hacia arriba para que pudiera recibir la cartera. Sabía que eso podía asustar bastante a un ciego pero lamentablemente no tenía tiempo para presentaciones. — Toma, esos imbéciles te estaban robando. — Le dijo colocando la cartera en la mano de aquella joven, tras lo cual volvió a caminar entre expresiones ahogadas de asombro. Abandonó la zona de de los cajeros y se dirigió a paso firme hasta la salida ignorando los gritos del guardia de seguridad. Evidentemente este quería que pagara por todos los daños que podía haber ocasionado al establecimiento, pero el pelirrojo no se detuvo hasta que no había salido del recinto. Para cuando el guardia alcanzó la salida ya no había nadie en la zona, o al menos nadie que pudiera verse, pero la realidad era que gracias a su ropa de camuflaje había pasado inadvertido. Estaba en la copa de un frondoso árbol que, junto a otra docena, adornaba la entrada al parking del lugar. Allí esperaría a que la joven saliera y pudiera asegurarse que estaba bien, de lo contrario... bueno, no quería utilizar el cuchillo.
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— ¿Has visto a ese muchacho? Se pegó con esos tipos para recuperar la cartera de la joven invidente... — Se escuchó una voz de mujer algo grave no muy lejos de donde estaba la chica ciega. Una segunda voz más aguda, de una cajera, le respondió. — Por Dios, ¿le has mirado la cara? La tenía cubierta de sangre, le han zurrado de lo lindo... Eran tres contra él. — Explicaba. — Ese hombre estaba loco... — Contestó una tercera voz. — ¿Visteis sus pintas? ¿Con esa ropa de camuflaje y esa mirada de loco? Y lo peor es que cuando le devolvió la cartera estaba sonriendo... No se, yo preferiría que ese tipo no me ayudara jamás. — Decía un hombre mientras el ritmo del supermercado volvía a su normalidad.
Suoh Mikoto
Edad PJ :
24
Edad User :
32
Digienergia :
1409
Programas Terminal de Batalla :
- Funciones Básicas
- Almacenamiento
Objetos/Armas :
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