dia de caza (blanco principal Sangloupmon )

El cielo era el típico en el DigiQuartz, un manto extenso, inmenso y rojizo por el cual volaban algunos de los seres digitales que vivían su vida por allí. El cielo era surcado por varios entes voladores, ya fueran Pteramons, Aquilamons, o Ravenmons. Sin embargo, esos estaban lejos del alcance de los recién llegados, puesto que volaban a muchos metros sobre la tierra. Ante el cazador y su digimon se extendía una inmensa pradera verde, con unos colores tan saturados, que parecía imposible concebir en el espectro lumínico... Era como si el mismo pasto brillase con luz propia.

Todo aquello era una versión más surrealista del verdadero mundo. Si hubiesen estado en la tierra, ese sin lugar a dudas, se hubiese llamado Escocia, pero estaban en la dimensión en donde lo real y lo digital se fusionaba, por lo que era normal que tuviese ciertas diferencias, eso sin contar con la cantidad de digimons que habitaba en esa dimensión.

El lugar en el que se hallaban no era muy concurrido, más si avanzaban un poco y subían a la loma de la colina más grande, observarían una especie de lago, habitado, ahora sí, por numerosos digimons. Había de todo, Agumons, Growlmons, Rosemons... Aquello parecía ser un paraíso de monstruos digitales.

En aquel paraíso para digimons, cerca del lago, podían verse a una manada de Sangloupmon, acercandose a la orilla para bebes de sus aguas. Se trataba de un grupo de cinco: dos que posiblemente fueran los padres, un hijo mayor, y dos pequeños que jugueteaban entre ellos. El hermano mayor, que parecía incluso ser demasiado grande para ser de su raza, reprendió a sus hermanos, y suspiró, agotado por la energía que los dos despedían.

Mientras, a unos veinte metros de la zona, entre el denso bosque, una figura miraba atentamente a sus presas, con ojos tan rojos como la sangre, como el fuego, o como el atardecer. Con un leve movimiento, ladeó su cabeza y continuó observando a las crías las cuales pronto saciarían su hambre...

Las dos pequeñas crías jugueteaban entre sí, ya que su hermano mayor, el primogénito, se quedó mirando al humano que acababa de llegar, y que le saludaba a él y a su familia de manera tan tranquila. El Sangloupmon le miró con algo de desconfianza, pero devolvió el saludo inclinando la cabeza y cerrando los ojos. Fue a buscar a sus dos hermanos con la mirada, cuando descubrió que estos, se habían alejado de la manada, casi internándose en el bosque...

- ¡Hey, volved aquí!-gritó el digimon cuadrúpedo, corriendo hacia sus hermanitos.

OFF: Perdona lo escueto, pero me gustaría que siguieras al digimon, para que no sea solamente un tema de caza y ya... Tengo pensada una pequeña tramita.

De repente, en cuanto los dos cachorros cruzaron el linde el bosque, introduciéndose en él, dos largas y metálicas patas surgieron de la nada, agarrándolos a ambos y arrastrándolos a lo más profundo de la masa boscosa. Los pequeños chillaron, aterrorizados, mientras eran lelvados involuntariamente a quién sabe dónde. Su hermano mayor, el Sanloupmon grande, se alarmó al escucharles gritar y pedir ayuda, por lo que no se entretuvo más, y salió en pos de sus hermanitos para protegerlos defenderlos.

- ¡Hermanos! ¡Esperad!

La criatura malévola que había raptado a los dos pequeños, era nada menos que un Infermon, pero Duskmon no lo pude ver hasta que hubo llegado a su guarida: una especie de agujero profundo en el suelo que se curvaba hacia un lado en el subsuelo, creando un túnel de roca, por el que desapareció la araña de metal con sus dos presas.

Sangloupmon, mientras tanto, corría por el bosque rápidamente, ignorando las ramas y arbustos que se le ponían por delante. Su expresión era de horror y de desesperación total. Él era el hermano mayor, debía de haber estado velando por sus dos hermanitos, y sin embargo se había distraído con el humano... ¡¿En qué estaría pensando?!

Desde su posición, a Magnus le faltarían todavía unos cuantos de minutos para poder llegar a donde se hallaba su compañero oscuro, Duskmon, para ayudarle a él y al Sangloupmon grande a rescatar a los cachorros.

Sangloupmon continuó su carrera sin demora, aunque soltó un gruñido de sorpresa cuando sintió que el humano había saltado sobre su lomo desde alguna parte. Redujo su velocidad un poco, pero al escucharle, sacudió la cabeza y continuó avanzando. Ya tendría otro momento más tarde para vérselas con el humano, ahora no tenía tiempo...

Mientras tanto, en donde se encontraba el Infermon, al Duskmon le fue imposible alcanzar a su enemigo, puesto que este se había introducido rápidamente por el túner previamente creado, arrastrándo a las dos crías consigo... ¿Sería aquella su guarida? ¿Cómo sería? ¿Estaría oscuro? ¿O quizás podría ver perfectamente para no ir a ciegas a rescatar a los pequeños?

Sangloupmon soltó un gruñido al escuchar la órden del humano, pero obedeció, y mandó más fuerza a sus extremidades para aumentar su velocidad en la carrera. A los pocos minutos, se abrieron camino hasta un pequeño claro en donde había un agujero profundo en el suelo, rodeado por algunos árboles caídos, y algunas rocas.

- ...-El digimon cuadrúpedo olisqueó el aire, y seguidamente resopló-. Esa debe de ser su guarida... Puedo oler el aroma de mis hermanos por aquí... Vamos.

Mientras tanto, el Infermon había continuado arrastrándose por las galerías de su guarida. Los pasillos estaban oscuros, y eran algo estrechos, parecía ser una cueva perfecta para una araña metálica como esa. Desde la posición de Duskmon, podían escucharse los alaridos de los pequeños digimons, que cada vez se alejaban más y más, quedando los sonidos ahogados en la oscuridad del túnel.

Infermon percibió al instante al Duskmon, por lo que cuando este llegó junto a él, el digimon araña ya estaba preparado. Con una de sus patas, lanzó una de sus patas hacia el digimon, demanera rápida e impredecible, por lo que el digimon oscuro no tendría casi tiempo para moverse, y por ende, recibiría el golpe que, aunque no era mortal, si era bastante doloroso, pues el Duskmon estaba en etapa champion, y el Infermon era un digimon ultra.

Por otro lado Magnus decidió meterse de lleno en la boca del lobo, y así lo imitó Sangloupmon, yendo detrás de él. Aún con su gran tamaño, el digimon podía desplazarse por los angostos y oscuros túneles, aunque no de la manera más cómo da para él.

- Este sitio huele a muerte...-gruñó, desesperado-. Tengo que encontrar a mis hermanos... Ayúdame, por favor, humano...

Off:

El infermon soltó una especie de siseo al sentir un leve corte en una de sus patas. No fue nada serio, pero le molestaba que tuvieran la osadía de atacarle. Por ello, abrió su boca, y expulsó por ella varias bolas de energía desuctiva, que, si bien algunas fueron hacia su adversario, otras colisionaron con la tierra del suelo del túnel, levantando una nube de polvo que imposibilitaría la vista más allá de la posición del Duskmon. Seguidamente después, sin perder un segundo, el Infermon retrajo sus patas y su cabeza al interior de su cuerpo, formando una especie de capullo, y se lanzó, raudo, contra su enemigo, para empalarlo con el aguijón que poseía en la parte posterior de su cuerpo.

Sangloupmon, entretando, dio un suspiro de alivio, y esbozó una sonrisa a modo de agradecimiento. Luego, olfateó el aire en busca de alguna pista que pudiera decirle por dónde se habían ido los otros.

- Al fondo de este pasillo hay dos desviaciones. Ve por la derecha.

Las bolas de energía de Infermon colisionaron contra los rayos de rojos de Duskmon, disipándose, y sin que la araña metálica sufriera ningún daño. El digimon oscuro, en cambio, desapareció de la vista, pero eso no hizo que Infermon se acobardara. Volvió a echar patas al suelo, y mientras giraba sobre sí mismo de manera completa, fue lanzando más esferas de energía, para intentar acertar al digimon que había allanado su madriguera.


Finalmente, y tras andar un buen rato, tanto Sangloupmon como Magnos acabaron entrando en una sala grande y oscura, en la que el digimon secuestrador daba vueltas como idiota mientras disparaba desde su boca.

- ¿Pero qué...? ¡Tú! ¡Devuélveme a mis hermanos!-rugio el digimon cuadrúpedo, mientras se abalanzaba sobre él.

El Infermon, quien no había previsto ese cambio de digimons, quedó completamente congelado, ajeno al tiempo, como una estatua en una plaza. Sangloupmon parpadeó, sorprendido, pero soltó un gruñido de asentimiento cuando el humano le pidió que buscase a sus congéneres. El cuadrúpedo no se hizo esperar, con toda la rapidez con la que fue capaz por esos estrechos túneles, fue en busca de los dos cachorros, los cuales encontró al cabo de unos minutos, ambos hechos unas bolitas del terror, en una sala más bien pequeñita.

- ¡Hermano!-chilló uno de ellos al reconocer su silueta en la entrada. El otro, al verse alarmado, corrió junto al Sangloupmon grande, arrimándose a él y frotando su pelaje con el del mayor-. ¿Qué ha pasado con la araña? ¡Tengo miedo!

- La araña está en buenas manos. Un humano me ha ayduado a encontraros... Le debo una muy gorda-El hermano mayor les acarició a ambos con su cabeza, y después, les cogió a los dos del pellejo para llevarlos de regreso a casa.

Sangloupmon consiguió salir a los pocos minutos de las cavernas, volviendo a tener el Sol brillando sobre él. El digimon cuadrúpedo corrió sin esperar al humano para ir y dejar a sus hermanos con sus padres. Era cierto que estaba en deuda con él, pero sinceramente, apreciaba más a sus hermanos, y prefería ponerlos a ellos a salvo, antes de ir a buscarlo.

Por ello, cuando llegó al lago en donde estaban todos los demás digimons, corrió junto a sus padres y dejó a los pequeños en el suelo.

- ¡¿Qué ha pasado?!-inquirió la madre, asustada, frotando su cabeza contra los cuerpos de sus hijos pequeños.

- Un Infermon los secuestró, pero conseguí rescatarlos con la ayuda de un humano... Estamos en deuda con él, de no haber sido por él, no se que hubiera pasado...

Sangloupmon bajó la mirada unos momentos. Tenía que decirles algo a sus padres, pero no era capaz de hacerlo... Aún así, reuniendo todo el valor del que fue capaz, los miró a ambos, y también a sus hermanitos.

- Debo marcharme. Estoy en deuda con el humano, debo compensárselo... Supongo que tendré que dejaros.

Los padres lo miraron. El macho dio un suspiro, cerró los ojos y asintió, solemne, mientras que la madre se acercó a él y frotó su cabeza con la de su primogénito.

- Ten cuidado... Sé que eres fuerte, pero aún así una madre se preocupa por sus cachorros.

- Ya no soy cachorro, madre-replicó, sin embargo, la hembra le interrumpió con una sonrisa.

- Lo sé, y por eso sé que te las apañarás... Ánimo y suerte, hijo mío.

Sangloupmon parpadeó, asintió, y después miró a sus hermanitos. Al igual que hizo su madre con él, frotó su cabeza con las de los pequeños, y después, se marchó rápidamente de allí, sin mirar atrás, y buscando mediante su olfato al humano, el cual encontró al cabo de un par de minutos.

- ¡Espera!

El Sangloupmon miró al humano, al principio sin comprender, pero después, al escuchar lo que decía, se dio cuenta de que tenía razón... Sus familiares podrían ser cazados por otros, y entonces jamás volvería a verlos... Además, ¿y si quien los cazaba no los trataba bien? Ese humano, en cambio, le había ofrecido protección a él y a su familia, e incluso le había ayudado a rescatar a sus hermanos.

- Está bien, me uno a tu tropa... Atrápame o haz lo que sea que tengas que hacer. Luego iremos a por mi familia para que estén a salvo-dijo el digimon, poniendose frente al chico y preparándose para formar parte de una vez por todas de su ejército.

Sangloupmon dejó que el humano lo introdujera en el digivice, y cuando regresó de nuevo, estiró las patas.

- Está bien... Vamos-el digimon cuadrúpedo corrió de regreso con su familia, encontrándolos todavía junto al lago. Ellos, al verle, le miraron con curiosidad y sorpresa. Sus hermanos corretearon a su alrededor, y sus padres ladearon la cabeza al verle llegar.

- ¿Qué haces aquí? ¿No te ibas?-inquirió el padre, confundido.

- Sí, pero el humano me ha dicho que podéis venir con nosotros... Dice que donde él vive hay sitio para todos.

Ambos padres se miraron el uno al otro, y recelosos, clavaron sus miradas en el humano que había acompañado a su hijo. No se fiaban de él demasiado, pues nada les aseguraba que no quisiera atraparlos a ellos también.

- ¿Cómo podemos fiarnos de él?

- Madre, por favor... Él salvó a los pequeños, ¿no es esa razón suficiente para fiarnos de él?

La hembra frunció el ceño y suspiró. Por un momento pareció que iba a negarse, pero entonces, el macho se adelantó.

- Está bien, está bien... Ya hemos visto que este lugar es peligroso, así que cualquier ayuda y protección es poca... Aceptamos la protección, humano.

Sangloupmon sonrió entonces, contento, y movió su rabo dando a entender su estado de ánimo.

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OFF: Caza superada. Ya tienes a tu disposición al Sangloupmon. Disfrútalo.