Un día de calma antes de volver al juego

¡Explosiones, explosiones y más explosiones! Aunque bueno, no fuesen para nada reales, dado que eran de colores: rosas, azules, verdes, moradas. Y de donde provenían era de la pantalla de una televisión en un restaurante, prácticamente vacío. El ambiente del lugar era como en el de las típicas películas americanas de los años cincuenta: cenefas ajedrezadas, barras de metal con neones en diferentes sitios, el olor dulce de los pancakes y los enormes batidos, y como no, camareras que parecían haber sido sacadas de la misma época a la que se había dedicado el lugar. Ninguna debía bajar de los cuarenta años, aunque eran agradables. A fin de cuentas, no le habían negado la entrada a Jinx, a pesar de que esta llevaba encima sus armas. Aunque la confusión era normal: Parecía venir de una convención del cómic o de los videojuegos por el extraño aspecto que llevaba, así que, sus armas eran consideradas como juguetes.

La chica movía delante y atrás las piernas, mientras que comía el enorme plato de pancakes, lleno a rebosar de sirope de mapple. Además de eso, un batido de chocolate blanco, acababa por subir sus niveles de azúcar a niveles insospechados. Estaba demasiado tranquila para lo que era ella, pero tras una laaarga y tediosa pelea con su lanzacohetes, Carapescado, había accedido a tener un día de descanso y fingir vivir tener una "vida normal". Y de momento no era nada demasiado malo, estaba viendo la extraña caja, donde la gente moría y revivía sin apenas esfuerzo, y en la que todo era muy colorido y divertido.

- ¿No crees que hoy es un día divertido, gusanito?

"Gusanito" como le gustaba apodar a la peliazul al Kudamon, sólo puso los ojos en blanco, hastiado de ese sobrenombre, pero sin decir nada. Decir algo sería darle importancia a eso, y conseguir que la chica no parase de repetirlo, incluso con más insistencia que ahora.

- Es raro sentirme entretenida sin que nada explote... Al menos, de momento.- la muchacha, sonrió como habitualmente lo hacía, dejando ver su estado mental.

La verdad nunca me había interesado ir a Norte América. Todo el mundo soñaba con pisar esa tierra "mágica" aunque fuera una vez en su vida, pero en lo personal el hecho d ya haber ido a Japón dos veces era más que satisfactorio.

La noticia se extendió rápidamente... Bueno, no todos los días uno de los iconos más "importantes" de esa zona del mundo se desmoronaba ante la vista de toda una ciudad. Si bien esto era un hecho lamentable para algunos, lo que a DATS realmente le importaba eran ese UlforceVeedramon rojo y el otro digimon negro.

Un portal se abrió en mitad de una carretera prácticamente desierta, de él salio un chico con dos "peluches" en cada mano.

- Tengo hambre. - Se quejó la criatura rosada.

- ¡Pero si comimos antes de salir! - Dijo el ser de pelaje café.

- ¡Pero es que ya tengo hambre! - Astaroth comenzó a moverse inquieto bajo el brazo del chico.

- ¡Ya basta! - Grito Carlos. - Debes ser más paciente Astaroth, como lo es Imperius. - El ser con un cuerno sonrió satisfactoriamente. - De seguro debe haber algún tipo de cafetería en este lugar, ahí podemos ordenar algo y averiguar que saben sobre lo ocurrido. - El chico comenzó a caminar tranquilamente con sus dos Digimon bajo los brazos.

Jinx siguió mirando la caja tonta, la cual dejó de ser un mundo de seres un tanto amorfos que parecían humanos, a un informativo en el que explicaban los principales sucesos del lugar. En su gran mayoría eran noticias aburridas para la chica, así que, perdió rápidamente el interés en la caja. De haber sabido que se podría cambiar de canal, hubiese obligado a todos a volver a cambiar al canal de dibujos animados.

Siguió comiendo los pancakes, mientras que miraba por la ventana del restaurante con la cabeza apoyada en una mano, en gesto aburrido. Sólo llevaba dos horas de hacer vida normal, y ya se aburría. ¿Los demás podían estar así años y años? Ellos deberían ser llamados locos por eso.

- Carapescado, ¿de verdad que no podemos romper nada? Tú has nacido como un arma, no deberías tener problemas en hacer eso.

- No, Jinx, no debemos hacerlo. Al menos por hoy, recuerda que es mi cumpleaños. - el lanzacohetes no estaba hablando, al menos no de verdad, solo era la chica que ponía su voz más grave.

- Injusto eso de que sólo tú tengas cumpleaños.

- Siempre podrás tenerlo tú, aunque para eso necesitarás encontrar un trabajo, pagar una casa, encargarte de que todo vaya bien en ella, y claro, dejar de usarnos para matar a otras personas.

- ¿Ah? ¡Eres aburrida! Aún no sé por qué sigo contigo, debería dejarte aquí. Al menos Pum-pum y Chispas saben divertirse.

- Pero yo he sido el único regalo que te han dado en tu vida, y además te encargaron cuidarme.

- ¡Calla ya!

Finalmente la conversación acabó con Jinx bebiendo del batido como si fuese una bebida alcohólica. Golpeo la mesa con el vaso al apoyarlo, y miro a su alrededor con una mirada más ida que de costumbre. A su lado, en el sillón de enfrente se encontraba su Kudamon, mirando hacia el exterior, entretenido en lo que podía moverse fuera. Que era poco o casi nada, de vez en cuando algún coche. No le interesaba permanecer mucho en ese lugar que olía raro (al menos para él). Además de que tras un espectáculo psicótico, la gente podría hacer que mandaran a unos loqueros detrás de ellos, y eso dejaría su cuenta aún más roja. Sobre todo, por la manía que tenía la chica en firmar con su nombre en todos los sitios donde hacia malas acciones.

La carretera estaba muy mal iluminada, agregando a esto el hecho de que pocos automóviles parecían circular por ella, daba una oscuridad casi total la mayor parte del tiempo. Debido a esta condición del lugar, fue muy fácil notar a la distancia un punto lo suficientemente iluminado como para ser una edificación.

- Miren eso. - Dijo el muchacho con una sonrisa en su cara. - De seguro es algún tipo de restaurant de carretera. -

- ¡Genial! - El Koromon que tenía en su brazo izquierdo comenzó a babear, empapandolo completamente.

- ¡Deja eso! ¿No vez que es asqueroso? - El muchacho aplicó un poco más de fuerza en el agarré, lo suficiente para deformar un poco la apariencia de su amigo.

La distancia comenzó a acortarse, ahora el chico podía darse cuenta que efectivamente era un restaurant, y por su apariencia parecía ambientado en los años 50. - Creo que es un buen lugar para comer una Hamburguesa ¿no? - Los dos Digimon dieron una respuesta afirmativa justo antes de que el chico empujara la puerta de entrada.

Después de la "discusión" con el lanzacohetes, la humana estuvo en un silencio hosco, igual que el de un adolescente cuando sus padres no le dejan salir con sus amigos. Comió en silencio, y con desdén el plato de pancakes, a pesar, de que era algo extremadamente dulce que le encantaba.

Kudamon suspiró quedamente ante el comportamiento de la peliazul. En qué día le dijeron que era su compañera...
Una sombra al exterior del restaurante llamó la atención del mustélido. Entrecerró los ojos para poder descifrar las sombras que había en la noche, pero fue incapaz de ver nada. La luz del interior del edificio evitaba que pudiese ver bien. Era extraño ver a humanos, eso suponía que era la sombra, sin un vehículo a esas horas de la noche, y más cuando sólo había carretera.

Con una sinuosa elegancia, el digimon bajó hasta el suelo, caminando bajo los asientos. La figura iba a entrar en el restaurante, y lo mejor que podía hacer era vigilar y comprobar que no fuese un peligro. Su misión era conservar viva a la alocada humana. Aunque esta, con sus acciones, se lo pusiese muy difícil.

La puerta del restautant no opuso resistencia para abrirse. Dentro solo habían unas cuantas personas sentadas en sus respectivas mesas y las camareras un tanto pasadas en edad. - ... - La mirada del muchacho recorrió todo el lugar hasta encontrar una mesa desocupada junto a la ventana, contigua a la de una muchacha con cabello azul. - Las modas de hoy en día... - Con paso sigiloso se adentró más en el local hasta llegar a la mesa seleccionada. - Ustedes guarden silencio... - Les susurró a sus "peluches parlantes mientras los depositaba en uno de los sillones, para luego sentarse de espaldas a la chica.

Como cabía de esperar la televisión estaba en los noticieros locales, repitiendo nuevamente la ya conocida información sobre el derrumbamiento de la Estatua de la Libertad. - Buen trabajo DATS... - Si bien ocultar la información respecto al Digimundo y los Digimon era el trabajo de DATS, eso dificultaba a sus mismos integrantes en recopilar la información necesaria. - ¿mmm...? - Un olor poco esperado en ese lugar llamo la atención de Carlos. - Chicos... ¿No huelen a pólvora? -

Kudamon abrió sus ojos ambarinos con sorpresa al ver que la figura que entraba no lo hacía sola, sino que iba acompañada de dos pequeñas "bolas"; una rosa con dos antenas del mismo color, y otra de colores anaranjados y con un cuerno. Dos digimons. Mostró los dientes, al parecer en las últimas semanas lo único que hacían era encontrarse con más gente con digimons. ¿No eran algo raro y único? A este ritmo lo raro iba a ser que los humanos no tuvieran ningún compañero digimon.

La chica de cabellos celestes, estaba muy ocupada en comer enfurruñada del plato, así que, ni prestó atención al chico que había ingresado en el local. De todas formas, aunque no hubiese estado así, tampoco se habría girado a mirar, puesto que seguramente estaría muy ocupada dibujando alguna cosa en el mantel. Sin embargo, cuando el chico habló para sí solo, sí que comenzó a hacerle más caso. ¿Qué era eso de DATS? Parecía un acrónimo. Y los acrónimos siempre resultaban ser lugares donde la gente tenía dinero, armas o cosas divertidas.

Se giró, sentándose de rodillas sobre el asiento, y apoyó los brazos en la parte superior de este. Apoyando la cabeza entre los brazos, a modo de almohada. Clavando sus extraños ojos rosas sobre el fondo del restaurante. Aunque la pregunta estaba claramente dirigida al extraño.

- ¿Qué es eso de DATS? ¿Un parque de atracciones?- su voz se escuchó genuinamente curiosa.- ¿Y qué pasa con la pólvora? Es divertida, sirve para hacer "fuegos artificiales".

Tanto Imperius como Astaroth no alcanzaron a responder, ya que la chica que estaba detrás de Carlos se giro en su asiento en su dirección. - Vamos, no creo que nadie los escuch...! - El chico se sobresaltó porque fue interrumpido por una voz femenina detrás de él. - ¿Disculpa? - Pregunto mientras intentaba tranquilizarse por la sorpresa. - DATS es... - No esperaba que alguien lo escuchara hablar sobre ese tema. - ¡Si! - Respondió apresuradamente. - Es una clase de parque de atracciones en... ¡América del Sur! - Su mejor escapatoria sería decir lo que la chica quería escuchar. - Si, pero la pólvora también sirve para armas de fuego... - Mientras decía esto  vio sobre el acolchado del respaldo en dirección a las armas que la muchacha tenía en su mesa. - Algo bastante peligroso... -

Jinx rió divertida al notar que el chico se sobresaltaba. Le gustaba causar "pánico", aunque fuese por algo normal como lo era escuchar una voz desde un lugar que no te esperabas. Lo de asustar a la gente era una de las cosas buenas que tenía estar considerada como una demente peligrosa.

- ¿América del Sur? ¿Eso dónde está? - sus conocimientos geográficos, si es que alguna vez había tenido, desaparecieron en cuanto perdió la memoria. De hecho, no tenía ni la menor idea de donde estaba. Ella simplemente seguía las carreteras para buscar su siguiente destino. - ¿Es un lugar entretenido o es abuuuuurriiiiiiiiiido? - puso cara de horror al decir aburrido. Odiaba el aburrimiento, y de hecho, solo molestaba al chico por eso.

Sonrió mostrando parte de los dientes en una mueca digna del Joker del Batman. Inclinando a su vez el rostro a un lado. Se podía percibir claramente que no estaba bien de la cabeza. Todo en ella así lo indicaba, y más cuando ponía esa expresión.

- Las armas no matan a la gente…- comenzó a decir con voz neutral. - Es decir, si no las disparas. ¡Si las disparas acaban con todo! - para acabar gritando algo alterada, pero con esa mueca casi psicótica en el rostro.

- Debes estar bromeando. - Si bien habían pocas cosas interesantes en el hemisferio sur del continente, no podía concebir que alguien no conociera su localización. - Dios, creo que esta hablando en serio... - La siguiente pregunta destruyo su anterior suposición de que solo le estaban agarrando el pelo. - ¿Sabes que estas en América del Norte no? Por lo tanto la parte del sur queda a varios kilometros en esa dirección. - Con uno de sus dedos señalo en dirección que las brújulas señalaban el punto cardinal. - Y sobre si es divertido... - Toda su vida había vivido en esa parte del mundo, y solo recientemente comenzó a conocer el resto de este. - Puedes encontrar la forma de divertirte. -

La sonrisa que mostró a continuación le heló la sangre. Claramente algo no estaba bien en su cabeza si consideraba divertidas la pólvora y andaba con unas armas aparentemente de juguete. - Claro que las armas no matan a la gente. Quienes matan son los que utilizan esas armas con... - Antes de que pudiera siquiera terminar su discurso sobre moralidad, la chica lo interrumpió con una idea perturbadora acompañada con un grito y una mueca. - ... - De inmediato vio a sus Digimon para intentar comunicar con la mirada que pensaban de la chica.

Ante la primera pregunta, la muchacha de cabellos azulados negó, borrando la sonrisa de su cara. Ella no estaba bromeando, de haberlo hecho, tendría una sonrisa graciosa -o lo que ella consideraba graciosa- en su rostro. Aún así, en Estados Unidos de América, no era tan raro encontrar con que más allá de sus fronteras, los habitantes no tuviesen ni idea de dónde estaba el resto de los países, y en algunos casos, incluso eran capaces de desconocer qué era un continente.

- La verdad, es que no tenía ni la menor idea de donde estaba. Bastante me parece con saber diferenciar entre tierras libres y tierras de psiquiatras. Y estas últimas no las recomiendo. Son gente sumamente aburrida que están todo el día diciéndote que te tomes pastillas, que te dan dolores de cabeza, y que no puedes salir de tu habitación. Y luego te obligan a hablar con ellos de qué es lo que piensas... ¡Como si de verdad les importase!

Estaba demasiado ocupada hablando sobre "loquilandia" como ella llamaba a los psiquiátricos para darse cuenta de la expresión del chico al llegar a la conclusión que sus armas no eran de mentira, sino de verdad.

Una servilleta de papel, llegó de debajo del asiento hasta donde estaba Carlos, acompañado de una patita blanca, que desapareció tan rápido como había aparecido, tras dejar la nota sobre el sillón. Escrito con una elegante caligrafía, aunque escrito en lápiz de color rosa chillón, había un mensaje para él.

" No la enfades y no sacará las armas. De hecho, ignorará el hecho que tiene las armas, hasta que sospeche que se las intentas quitar, o que quieres evitar que se divierta. "

Aunque el humano intentase encontrar a su "interlocutor" no lo encontraría tanteando bajo la mesa, porque el digimon se había colocado de manera algo peculiar bajo el asiento, enganchado bajo los cojines.

La cara del chico se transformó cuando la chica comenzó a hablar sobre psiquiatras y pastillas. ¿¡Acaso esta chica se escapó de un psiquiátrico!? Cada palabra que la muchacha decía le hacía pensar que sus sospechas estaban bien encaminadas. - Creo que... - No alcanzó a terminar la idea, cuando una nota escrita con un rosado chillón apareció sobre la mesa. - ... - Tuvo tiempo suficiente para leer la nota sin llamar la atención de la chica. - Divertirse... - Esa palabra ya la había dicho la chica anteriormente, y una idea pasó por su cabeza. - Hey, creo que necesitas relajarte y divertirte por un rato ¿Que me dices? - Carlos esperaba en su interior que no hubiese prendido la mecha de una bomba.

Jinx dejó de parlotear al notar como el chico de repente decía diversión. ¿Acaso es que entendía lo bueno que era divertirse? ¡Si era así, quizás podrían ser amigos! Inocente era la forma de pensar que solía tener la muchacha, y en cuestiones de amistad lo era aún más. A fin de cuentas, no recordaba nada de lo que era sentir verdadera amistad, así que, consideraba a toda persona con un gusto por la diversión y/o las explosiones. Pero tan rápido como podía llegar a pensar en amistad, podría pensar en eliminarte.

- Sí, diversión. ¿Pasa algo? - rotó la cabeza hacia un lado, sin dejar de mirar al chico. Estaba extrañada con lo que había querido decir.

Parpadeó repetidas veces cuando él habló, y sonrió. No era una sonrisa maniática como las anteriores, sino que podía decirse que era una de felicidad. Aunque el toque de locura nunca abandonaba su expresión.

- Me parece bien. ¿Qué propones hacer?

Bajo el asiento Kudamon respiró aliviado de haber ayudado a evitar cualquier problema con la chica de pelo azul.

Gracias a Dios la chica no había reaccionado como una demente ante la idea de divertirse. El chico había esperado que la muchacha con su idea de que la pólvora era divertida comenzara a destruir el recinto. - Mmmm... no lo se... - En mitad de la nada era algo complicado encontrar las formas tradicionales de diversión, pero de pronto una idea cruzó por su mente. - Lo tengo. Creo que dijiste hace un momento que la pólvora es divertida por el hecho de que se utilizan para hacer fuegos artificiales, lamentablemente no tengo en mi posesión y no tengo la forma de crearlos, pero se de algo que puede ser igual de divertido. - Le dio una mirada a la pequeña bola de pelo que poseía un cuerno. - ¿Sabes guardar un secreto? -

La muchacha se puso a tararear inmediatamente después de realizar la última pregunta, como si de repente hubiese pasado el tiempo más rápido y ella se hubiese cansado de esperar, o como si no se acordara de lo que acababa de decir. De hecho, incluso apartó la vista del chico para fijarla en una de las ventanas y quedarse así, mirando a la nada.

- Nananananananana ~ - tarareó completamente ida, hasta que parpadeó cuando él dejó de hablar. - Dichosa cancioncita... - musitó con total desprecio hacia lo que había estado haciendo antes.

Aunque no lo pareciese, había estado completamente atenta a todas las palabras de Carlos, así que, retomo el tema como si nunca hubiese hecho un "descanso" para ponerse a canturrear sin sentido alguno. Podía estar loca y amnésica, pero eso no implicaba que no tuviese buena memoria, de hecho, era bastante mejor que la de muchas otras personas. Quizás por el hecho de que tenía más vacía de información su cabeza.

- ¿Pólvora? Yo tengo mucho de eso, si quieres me encargo yo de hacer los fuegos artificiales... Y el resto de la gente de la banda sonora de gritos - sonrió de manera psicótica a la vez que movía la mano hacia su lanzacohetes con forma de tiburón.

Al parecer la chica había ignorado todo lo que el muchacho había dicho, ya que tarareó una melodía hasta que Carlos dejó de hablar. - ¿Acaso me ignoraste? - La pregunta quedó en el aire, ya que la chica destruyó sus sospechas infundadas con la confesión de que poseía el material que tanto le gustaba. - Bueno, si quieres... - No terminó de decir la frase cuando la de pelo celeste aportó con una idea macabra.

- ¡¿Que estas loca?! - La bola rosada que hace tan solo unos minutos parecía un peluche grito a todo pulmón.

Tanto el chico como la criatura peluda y con un cuerno posaron sus miradas primero en el Koromon y luego en la muchacha. - Puedo explicarlo... - Dijo el joven asustado por la reacción de su interlocutora.

La chica parpadeó unos segundos confusa al escuchar una voz que no tenía localizada.

- Mamá, ¿eres tú? - sus ojos rosados se movieron de un lado a otro por el techo del sitio, como si su madre fuese un fantasma o algo imposible de ver. - No, espera, mamá no puede ser. No la conozco... Y en caso de haberlo hecho, la habría matado. Así que, Jinx, no pienses en cosas inexistentes... - sí, estaba hablando consigo misma.- Porque luego vienen las terapias en las que no te puedes mover porque te atan... - la voz mostraba miedo, así como el escalofrío que tuvo la joven.

Después de eso, la chica volvió a la normalidad, y buscó con la mirada a ver que podía haber hablado.

- ¿Explicar el qué? Si ya sé que estoy loca, me lo decía siempre mi doctor. Y me lo sigue diciendo a pesar de que ya está bajo tierra. Es raro... Porque no se le debería escuchar, pero yo aún lo oigo. - sonrió alegremente.

Al parecer la chica con la que estaba hablando estaba más loca de lo que aparentaba. Al escuchar la voz de Astaroth comenzó a hablar con sigo misma sobre su madre. - ... - El chico intercambio otra mirada de duda con sus compañeros ¿Estaba bien esta chica? - ¡Eh! tranquila, nadie te atará ni nada por el estilo... < De momento > - Agrego el chico mentalmente. Dudaba considerablemente que la salud mental de la joven fuera medianamente sana, por lo que supuso que podía hablar sobre los digimon abiertamente con ella sin que le contara a todo el mundo.. ¿Y si lo hacia? ¿Quien le creería? la chica escuchaba la voz de su médico fallecido. - Quien habló fue él. - Dijo el chico tomando entre sus manos al Koromon.

- Carlos... - El Tsunomon susurró el nombre del chico en un intento de detener sus acciones.

-Tranquilo Imperius, creo que podemos confiar en esta chica. ¡Casi lo olvido! - Se volvió a girar hacia Jinx y le dedicó una amplia sonrisa. - Mi nombre es Carlos ¿Y el tuyo? -