La motera misteriosa (?)

(Ding~Dong~Ding)

Sonaba la campana del instituto ya que era última hora; los estudiantes ya podían salir de allí y dirigirse a dónde quisieran.
Todos los alumnos saludaron a sus profesores y decidieron salir por la puerta camino del pasillo.
Mientras todos salían, un muchacho algo despistado seguía guardando cosas en su mochila ya que no estaba prestando mucha atención a la clase por estar mirando por la venta el lento atardecer.
Una vez terminó, se dirigió corriendo a la puerta y la cerró ya que era el último de la clase en salir.

El chico comenzó a andar por los pasillos mientras pensaba...-¡Un momento! Ese chico soy yo, ¿Por qué estoy contando lo que estoy haciendo?-

-Por fin terminé las clases, al fin puedo ir a comprarme el nuevo juego de fútbol que sale hoy a la vente, llevo meses esperándolo-Dije mientras sonreía como un tonto pensando que en un par de horas podrías estar jugando a tan famoso juego.
Llegué al vestíbulo donde estaba mi taquilla, me cambié de zapatillas y me dirigí raudo y veloz hacia los grandes almacenes de la ciudad de Tokio.

-Wow, que de gente hay a estas horas. Como se nota que hoy es el día en el que sale el juego, esto está lleno de estudiantes como yo-
Miré un poco a toda la gente que se concentraba por allí pero seguí caminando hacia delante, no podía permitir quedarme sin el juego, ¿Habría estado ahorrando para no tener un juego?
Según me acercaba a la puerta de los grandes almacenes más raro me sentía, no sabría explicar la razón pero así era. A pesar de ello no le dí mucha importancia y seguí caminando hasta llegar a la zona de videojuegos.
Una vez allí pude contemplar como sólo quedaba un ejemplar del juego que quería para la consola que yo tenía así que me dirigí corriendo hasta él para al fin, poder agarrarlo con firmeza.
Se me caía la baba mientras sostenía aquel precioso juego en mis manos cuando vi que un niño de unos 10 años o por ahí que me miraba con cara llorosa. El susodicho niño dejó de mirarme para comenzar a llorar mientras veía como me alejaba con el juego en mis garras.
Llegado un punto, pude escuchar como la madre de este niño se acercaba a él e intentaba consolarlo.

-Me odio, en serio-Pensé mientras me daba la vuelta en dirección al chico, con los ojos llorosos y mordiéndome la lengua.
-Niño, no llores. Toma, cómpralo tu-Y sin volver a mirar al niño ni a su madre, me levanté (ya que me había agachado para darle el juego al niño) y me dirigí corriendo hacia la salida pensando en lo tonto que había sido. Un sacrificio innecesario pero no sé por qué, debía hacerlo.

Al final, Dan consiguió salir de los grandes almacenes cuando algo dentro de su mochila comenzó a emitir un extraño pitido.
-Mierda, ¿Qué está sonando así? No será...-
Rápidamente me metí en la mochila buscando aquél extraño artefacto que habría entrado por mi ventana hacía un tiempo. Lo llevaba allí por que era bastante curioso y me reconfortaba mirarlo cuando estaba deprimido.
En efecto, saqué aquel extraño aparato y no dejó de sonar emitiendo pitidos extraños además de una luz muy potente que llamó la atención de algunos transeúntes pero le ignoraron por completo, aquel aparato parecía un famoso juguete infantil así que no quisieron darle demasiadas vueltas.

-Maldito cacharro del demonio...esto no deja de pitar, ¿Qué le ocurre?-
Pensaba con aquel aparato en mis manos emitiendo pitidos y un intenso fogonazo de luz así que tuve que guardarmelo en un bolsillo y buscar un sitio en el que pudiera sacarlo sin que la gente me mirara de forma rara así que me fui corriendo a buscar los baños del centro comercial.
Entré de nuevo corriendo en susodicho lugar para buscar los baños así que comencé a correr de un lado a otro con el dichoso aparato chillando y con lucecitas por todos lados hasta que leí el cartel que me indicaba la ubicación exacta de los servicios: la planta superior.
Corrí hacia las escaleras mecánicas esquivando un sinfín de gente de diversas apariencias a cada cual más rara, cuando, sin quererlo, impacté sobre una chica motera notablemente más alta que yo.
Educadamente pero sin mirarla la dije: -Disculpa, tengo prisa-
Seguí corriendo por las escalera mecánicas hasta que casi había llegado al final de estas cuando, de repente, me volví a tropezar pero esta vez yo solo con las escaleras, cayendo de bruces contra el frío y duro suelo teniendo que soltar el aparato en el aire que aterrizó a unos metros de mí.
-Mierda, ¿Qué cosa peor me puede pasar hoy?-Pensaba mientras me quería reincorporar y ponerme en pie.

Me recompuse como pude y me volví a poner en pie, me sacudí el polvo un poco para no dejar que se ensuciara el uniforme del instituto y me dirigí a recoger del suelo mi aparato que a pesar de haberse caído al suelo, seguía pitando y emitiendo lucecitas que llamaban bastante la atención.
Rápidamente recogí mi aparato del suelo y me lo guardé en un bolsillo para apartar la mirada de los curiosos que miraban con atención mi caída y al dichoso aparato que no callaba.

Miré a un lado y a otro buscando de nuevo el cartel de los baños hasta que al final dí con uno pero estaban lejos así que seguí corriendo, esquivando a gente o pasando muy cerca de ellos, era como estar dentro de una gran lata de sardinas en movimiento, pensé.

Por fin, había conseguido llegar al baño. Aún así, una duda me asaltó, ¿Cuál era el de señoras y cuál el de caballeros? Me fijé atentamente en los carteles pero eran muy raros, eran unos muñequitos muy andróginos por lo que entré en el primero que había, lo sentía mucho, que señalizaran mucho.
Una vez dentro miré y pude ver cómo me había equivocado de baño, no vi ninguna agradable dama que me tirara de todo a la cabeza pero sí noté que no había urinarios en las paredes así que decidí salir de allí. Justo antes de poder abrir la puerta con el pie, yo nunca toco los pomos de los baños, pude escuchar una bella voz femenina hablar de una forma extraña.

Escuché como esa aterciopelada voz preguntaba que algo se mostrara y que si había descubierto algo.

-Disculpa, ¿Estás bien?-Dije mientrás aporreaba la puerta ya que la mujer de dentro parecía preocupada o algo así, mi intención era ayudar si podía. Además, el aparato silenció de repente.

-Upps, perdona-Dije mientras veía salir a una preciosa chica de largos cabellos, un tanto extraña, malhumorada del baño.

Me quedé mirando a aquella chica, pero no sabría responder un por qué ya que no tenía ni idea: ella tenía algo que me llamaba, algo extraño.

Al poco rato de quedarme mirándola, recordé por qué había ido a los baños; el aparato aquel que tenía. Había dejado de pitar y emitir luz justo al momento de acercarme al baño y llamar a la puerta de esa chica así decidí tragar saliva y acercarme a la chica.

-Perdone, disculpe lo de antes. ¿Sería usted tan amable de responderme a una pregunta?-Dije mientras sacaba el aparato de mi bolsillo y se lo enseñaba-¿Sabría decirme usted qué es esto? Ha dejado de sonar y demás según ha estado cerca suya-

-¿Un Digivice?-Pensé al momento en el cual aquella chica me lo dijo. ¿Qué diablos sería un Digivice?. La verdad es que no tenía ni idea de lo que la chica me estaba diciendo, nunca había oído hablar de esa palabra...digivice...

Lo pero de aquella conversación era que la chica le preguntó que dónde estaba su Digimon, ¿Más palabras extrañas? ¿Qué era ahora un Digimon?.
La conversación con esa chica, lejos de sacar algo en claro, estaba resultando algo extraña ya que no paraban de asaltarme más preguntas aún, más términos raros y más misticismo hacia aquella chica de dorados cabellos.

-Lo siento señorita, pero no tengo la más mínima idea de lo que me quieres decir. ¿Podría hacerme el favor de explicarme cómo es que yo tengo esto y usted sabe cómo se llama?-Le dije a la chica de una forma entregada y con el alma en un puño, necesitaba respuestas, nada más.

Aquella bella y extraña chica me desconcertó bastante, no era un ser humano ya que detrás de su pantalón escondía lo que parecía ser una cola de animal, ¿Sería un broma?

Yo me encontraba muy nervioso, ¿Qué era un Digimon? No entendía nada de lo que aquella...chica...me quería decir así que me decidí ha hacer algo realmente estúpido. Cuando la gente no sabe que hacer hace estupideces, pues eso me pasó a mi.
Lo primero que se me pasó por la cabeza fue comprobar si la cola que tenía aquella chica en la parte posterior de su cuerpo era real o tan sólo era un truco de mal gusto, quizás sería una broma pesada pero debía comprobarlo.

Alargué mi mano para poder tocar aquel apéndice de la chica y nada más rozarlo, quité mi mano aprisa ya que me dio muchísimo repelús.

-T-tienes r-razón...eso no es de mentira ¿Por qué lo tienes? ¿Todos los seres a los que dices que perteneces son como tu...con aspecto humanoide y con cola? Te lo ruego respóndeme -Le dije a aquella chica pues quería respuesta y cada vez era todo más y más confuso...

Cada vez aquella extraña chica iba dosificando respuestas, que aunque en parte eran respuestas, seguían siendo confusas.

Así que los Digimon eran algo así como monstruos venidos de otra realidad que pueden compartir destino con seres humanos. La explicación era un tanto extraña pero podría tener sentido y era lo poco que podía conseguir en un principio.

Mientras pensaba en por qué yo no tenía un compañero como decía aquella chica, ésta se fue de los baños al mismo tiempo que unas estudiantes entraron.

Yo me quedé muy cortado por la situación; Estaba con una cara de idiota impresionante, muy agobiado por la presencia de esa chica y de sus respuestas u lo más importante, era un baño de chicas.

Según las chicas me vieron me quedé blanco, ¿Que debía hacer ahora? Me guardé con disimulo el "Digivice" e intenté irme cabizbajo para que el pelo me tapara la cara.
Las chicas me miraron como si tuviera cara de acosador mientras murmuraban, cosas malas seguro.

Una vez fuera del baño me di cuenta de que había perdido a la chica con la cual estaba hablando, debía buscarla pero no sabía dónde estaría.

Según salí del baño comencé a buscar a aquella chica de dorados cabellos que decía ser un Digimon o algo así, la palabra era rara y nueva por lo que no la había retenido todavía.

Pensé que sería una tarea fácil ya que tenía aspecto de una chica alta y por norma general, los Japoneses no es que fueran muy altos, pero me equivoqué, era muy difícil encontrar.

Al poco rato, distinguí una figura muy a lo lejos. No sabía si era ella pero era lo único que había encontrado así que debía agarrarme como a un clavo ardiendo.

Al final conseguí llegar al aparcamiento dónde la vi.

-¡Cuéntame más acerca de vosotros!-
La dije gritando puesto que además de querer saber más sobre lo que me había contado antes, quería que me explicara lo del compañero.