[Manchester] ¿Enemigo o Aliado?

Habían pasado tan solo un par de días desde que fui a Londres, donde conseguí muestras de un individuo biohybrido que no conocía de antes; pero lo malo es que tan solo uno de ellos era libre, el otro tenía que trabajar. Así que, todos los resultados de los análisis se estaban procesando en casa sin que pudiera verlos hasta el momento en que saliera del laboratorio donde trabajaba.
Generalmente, allí estaba tranquila y casi con una expresión de aburrimiento; pero hoy me mostraba impaciente, dando golpecitos a cualquier superficie con los dedos o con los pies. El tiempo pasaba a una velocidad exasperantemente lenta, pero a pesar de saber que la impaciencia era eso lo que provocaba, no podía evitarlo. Era lo mismo que decirle a un hombre perdido en el desierto que ha encontrado un gran oasis lleno de agua, que se espere a beber.

Finalmente en cuanto pude irme de allí, salí y casi corrí por la calle para llegar a mi pequeño piso lleno de montañas de papeles y objetos. Era mi pequeño caos, y no lo iba a cambiar por nada. Al llegar a casa, me encontré a mi gato, Cheshire, mirando la pantalla del ordenador -encargado de terminar el análisis- con sus ojos verde-azulados completamente atentos. A veces me preguntaba si el gato de verdad llegaba a entender más cosas de las que debería un animal, pero quizás por eso mismo le tenía tanto cariño. ¿O debería decir que era a la única cosa viva a la que tenía cariño?
Me acerqué y comencé a leer el informe, mientras que cada vez la sonrisa se me iba ensanchando más y más... Pero un molesto pitido me sacó de mis ensoñaciones, el móvil me revelaba que el chip de geolocalización que le había puesto a la pelirroja estaba a pocos kilómetros de la ciudad. Al parecer se las había apañado para encontrarme con el abrigo... Bueno, ahora mismo, eso me venía de perlas. Así que, guardé velozmente en un pendrive la información que había sacado de sus muestras. Volví a colocarme el abrigo y abrí la puerta de casa, por encima de mis pies pasó Cheshire.

- ¿No me digas que también tienes curiosidad? - le pregunté al gato.
- Miau- dijo por toda respuesta.

Suspiré y cerré la puerta de casa. No quería que fuesen a hacerme la visita precisamente a uno de los lugares donde tenía información sobre los experimentos y demás, bien que podrían destruirlo sólo por el hecho de que no hubiese más híbridos rondando en su territorio. O quizás, porque aún conservaba parte de su humanidad. En cualquiera de los dos casos me iba a dar problemas.

Al salir a la calle, junto a mi gato, que a pesar de ser tan lanzado para salir a la calle, odia poner las patas sobre los adoquines, al parecer porque le cogen el sabor de suciedad, y le molesta para lavarse. Así que, tenía que ir cargando con el señorito hasta la imprenta donde saqué las copias sobre lo que había obtenido de los análisis. Por suerte, el lugar estaba abierto siempre hasta tarde, y ahora mismo debían ser cerca de las once de la noche.

- Date prisa en encontrarla-repliqué, impaciente.

Seguía de manera nerviosa a BlackGatomon, quién olfateaba por los suelos de las calles británicas, gracias a la ayuda del abrigo de cierta humana metomentodo que me había drogado y me había desvalijado. También me había sacado sangre y demases, pero eso me molestaba menos. No, lo que realmemte me reconcomía era que esa puta me había robado mis espadas y mi anillo. Las tres cosas que había cuidado con recelo desde que "desperté". En ese momento, Black olfateaba en un callejón, mientras yo esperaba, invisible, gracias a la runa que pendía de mi cuello.

- Ya va, impaciente-puso los ojos en blanco y salió trotando del callejón, siguiendo el rastro de olor que había captado apenas una hora antes de aquello. Me dieron ganas de pegarle una patada para lamzarla lejos, pero la necesitaba, así que me abstuve y la seguí, con la capucha de cuero de la chaqueta colocada sobre la cabeza, ocultándo el rostro y guareciéndolo en las sombras. Estaba invisible, sí, pero para cuando llegara el momento, tendría que mostrarme de nuevo, y no quería llamar la atención de nadie más.

Black empezó a avanzar más deprisa, torció una calle y miró para delante, buscando algo con la mirada.

- Está cerca-anunció.

- Bien...-murmuré, extrayendo de un bolsillo un cuchillo de estilo militar que había robado con anterioridad y acariciando la hoja con un dedo.

Volví a mirar la pantalla del teléfono. Al parecer la quedaban aún unos cuantos minutos hasta que localizaran el rastro más fresco, a fin de cuentas, vivía en esa ciudad y seguramente habría olores residuales míos por todos lados. Aunque el viento ayudaba mucho a eliminarlo, pero no había que quitar la opción de que tuviese que esperar. Bueno, cuanto más tiempo, mejor, indudablemente. Así me daría tiempo a leer el informe, aunque los datos iniciales ya me habían demostrado que el procedimiento de hibridación de la pelirroja había sido en sus fases más iniciales de desarrollo, es decir, como un feto. Y eso es la mejor conclusión que llegaron mis padres, a fin de cuentas, al nacer con esa naturaleza dual, habría menos inestabilidad y problemas mentales derivados de la fusión. Si luego los padecían es porque como humanos normales también los hubiesen padecido.

- Bueno, Chess, hasta que llegue mi invitada, ¿dónde quieres que vayamos?- pregunté a la bola de pelo negro en mis brazos.
- Mmma... Prrrrrr mia- respondió el gato antes de saltar de mis brazos y comenzar a andar por la calle en dirección al sitio que quería... Luego me tocaría lavarle las patas si no quería que estuviese toda la noche jorobando con que lo hiciera.

Seguí a mi peludo compañero hasta un café que era veinticuatro horas. Un sitio al que solía ir bastante a menudo, sobre todo si no tenía suficiente café e iba a estar toda la noche despierta. Así que, entré al lugar, y me senté en uno de los sillones verdes justo al lado de la ventana. Mi gato, se sentó enfrente mía, a pesar de que tenía espacio para sentarse a mi lado, puesto que era uno de esos sillones de dos plazas... Por cierto, los animales estaban permitidos, o al menos a mí, puesto que mi pequeño gato era capaz de comportarse de manera bastante educada en los lugares públicos y era clienta habitual. Así que...
Al cabo de unos minutos vino el camarero a tomarme nota: un plato de leche caliente para Chess, un café bien cargado para mí y un bollo de chocolate. Tenía la sensación de que iba a ser una noche larga.

Black continuó dirigiéndome por la calle, deteniéndose cada vez menos para recobrar el olor. Yo caminaba, silenciosa y determinada a encontrar a la humana y recuperar mis posesiones. Les había cogido mucho cariño a las espadas, y el anillo realmente era algo que me encantaba también, y no iba a dejar que esa ratera los vendiese a cualquier perdedor. De modo que pronto la gata se detuvo, y clavó la mirada a un local abierto a esas horas de la noche. Yo noté la intensidad de esa mirada, y comprendí su significado, así que me dirigí rápidamente al sitio, leyendo en el letrero "café veinticuatro horas". Aproveché que una señora anciana entraba para pegarme a ella y entrar yo también sin que nadie sospechara que un "fantasma" abría la puerta. Empuñé el cuchillo y di una mirada circular, buscándola, hasta hallarla junto a una ventana.

<< Ahí estás... >>pensé, sonriendo de manera siniestra.

Mientras me acercaba por la espalda escuché los inconfundibles tacones de Beelkomon traspasar el umbral de la puerta, siguiéndome a una prudente distancia para no levantar sospechas. Una vez las dos dentro del establecimiento, avancé, colocándome justo a la espalda de la chica y mirándola con profundo desprecio. Me agaché, y justo en ese momento volví a hacerme visible, cuando le amenazaba la garganta con el cuchillo en la mano.

- Creo que tienes algo que me pertenece, humana...-susurré en su oído, ignorando los sobresaltos de los demás clientes al verme aparecer de repente-No me apetece provocar un derramamiento de sangre innecesario, así que... ¿Por qué no me lo das...?

Me senté tranquilamente, aunque antes de nada, le eché un vistazo al móvil. Estaba justamente fuera del local, sin embargo, cuando miré de refilón allí no había nadie. Sólo una gata negra, que juraría que ya había visto en Londres, pero no estaba del todo segura, tampoco había prestado demasiada atención. En fin...
Recibí mi café al que dirigí mi atención completa en ese momento, mientras que Chess ya estaba metiendo los bigotes en la leche, lamiendola a toda pastilla. Yo por mi parte me llevé la taza a la boca y le dí un sorbo, justo en el momento que entró una rubia vestida de cuero al local... No sé, diría que había algo raro con ella, algo que no era normal precisamente, pero era más una sensación sacada de la primera impresión.

Quizás estaba cansada por toda la actividad del día y por eso no podía pensar con claridad. Así que llevé la taza a mis labios, pero no pude dar el sorbo, porque en ese mismo instante, noté el frío de un metal en mi cuello, mientras que pegada a mí acababa de aparecer la pelirroja. Como es normal me sobresalte, pero por suerte, mi cuerpo no pegó un salto. Inspiré hondo y dí un trago a la taza, para después dejarla con total calma en el platito, tardando en responder a la pelirroja. Tenía una completa expresión de indiferencia en el rostro, en sí el cuchillo no me provocaba demasiado terror, más bien me producía la curiosidad de saber qué sensaciones se tendrían al ser desgarrada la garganta por su filo. Pero aún seguía alterada por la aparición repentina, así que, necesitaba unos buenos segundos para calmarme.

- Presupones que puedes matarme si no te lo doy, pero dime, si me matas, ¿crees que podrás encontrarlo? Es más, ¿qué te dice que yo aún esté en posesión de eso?- sí, aún tenía las cosas en mi casa, no me había dado tiempo a nada. Pero me gustaba hacerla pensar en más variables.- Así, pues, ¿por qué no bajas el cuchillo y te alejas al menos diez centímetros de mí? Podemos hablarlo como personas civilizadas. Además de que podemos negociarlo; tengo interés en saber ciertas cosas sobre tu creación.

Moví mis ojos para intentar mirar a los suyos, pero la capucha me impedía verlo. Pero me hizo gracia verla de esa guisa, quizás fuese muy imponente y tal con ese aspecto. Pero para hacerme tener miedo hace falta mucho más.

- Por cierto ¿qué haces con eso puesto? Aquí no llueve.- dije con tono algo burlón.

Los ojos rasgados de Chess se clavaron en la pelirroja unos segundos, antes de volver a interesarse más por su plato de leche. Era tan mono cuando miraba de esa forma tan indiferente ♥...

La chica no pareció sorprendida de que me encontrara allí, o al menos, no lo demostró físicamente. Me pregunté cómo es que uma humana normal no se inmutaba ante esa amenaza, cuando seguramente otro cualquiera se habría meado en los pantalones. Era valiente, sin duda lo era. Quizás eso fuera algo que admiraba en general. La dejé depositar la taza de nuevo en la mesa, y después escuché todo lo que tenía que decir.

Mis ojos se entornaron, peligrosos, pero no moví ni un músculo. No había desechado la idea de que se hubiese separado de mis cosas, vendiendolas o abandonándolas por ahí, pero no me había esperado que me amenazara de forma tan sutil con no encontrarlas si ella moría; quizás no fuera tan estúpida como había pensado al principio. Iba a preguntarle que qué quería a cambio de mis espadas y mi anillo, cuando ella pareció leerme el pensamiento. Me propuso relajarme, pero yo ya estaba tranquila, mis dedos no temblaban al agarrar el cuchillo, y mis ojos no titubeaban. Sin embargo, decidí seguir escuchando todo lo que tenía que decir, por curiosidad.

Y no me defraudó: efectivamente, esa humana conocía de la existencia de biohybridos y digimons; de no ser así, ni siquiera habría mostrado interés alguno en mí, seguramente. Pero ella quería hablar de mí, de mí y del método por el que crearon. Obviamente, Beelkomon ya me había hablado de eso, y conocía todos los detalles. Tras unos segundos de espera en los que me pensé lo que hacer, finalmente retiré el cuchillo y lo guardé, aunque aún lo tenía a mano.

- ¿Qué quieres saber?-inquirí, hoscamente, mientras me sentaba en una silla y la miraba con desconfianza. A mi lado, Beelkomon se quedó de pie, como un guardaespaldas, vigilando que nadie hiciera nada raro.

Victoria. Una única palabra sencilla, pero que indicaba perfectamente que había conseguido quitarme el "problema" de una muerte prematura. En cuanto me vi libre del cuchillo moví el cuello a los dos lados, para destensarlo, aunque tampoco es que lo tuviese muy tenso. Le di un moridisco a mi bollo, mientras que la pelirroja y su compañera digital -no me cabía duda puesto que tener tres ojos de color rosa no es normal- se colocaban en sus respectivas posiciones. Sonreí levemente, me hacía gracia la manera en que se colocaban. Siempre había pensado que los humanos trataban a los digimons asignados como si fuesen compañeros, no sirvientes.

- No sé a que vienen tantas prisas. Pide algo para tomar si quieras, esta vez, mantendré las manos lejos de tu vaso. Lo prometo- quizás por eso de que engañar habiéndolo prometido me parecía absurdo, era alguien al que no le gustaba faltar a su palabras cuando la daba, pero imagino que para ella seguía siendo tan mentirosa como cualquier humano.- Y otra cosa, ¿seguirá ahí plantada? Digamos que llamamos demasiado la atención, y juraría que ña esclavitud fue abolida hace mucho como para que tenga el suficiente estatus para sentarse.

Dicho eso, saqué los papeles del bolso, aquellos donde ponía toda la información pertinente sobre su creación. Aunque parezca algo irreal, cada laboratorio y profesor chiflado que crea a los híbridos deja una marca en su ADN, difícil de reconocer en algunos casos, pero el nivel de fusión que tenía ella entre su cadena humana y las digitales era demasiado fuerte. Algo que sólo habían conseguido hacer mis padres. A pesar de que era la forma más lógica de poder crearlos de manera perfecta, pero al parecer a los demás les gustaba más el hecho de jugar con un humano ya vivo y desarrollado. Pero no podía descartar la opción a que otros laboratorios hubiesen encontrado el mismo método.
Cheshire, en ese momento, dejó de beber leche y de un salto se subió a la mesa para mirar los papeles, con ojos atentos, como si pudiera leerlos de verdad.

- ¿Qué quiero saber? Sería todo, pero creo que será mejor que te delimite las respuestas con mis preguntas. La gente suele desvariar cuando pides respuestas largas.- aclaré la garganta, quizás en un intento de imitación de algunos presentadores antes de hacerle las preguntas a sus invitados.- De momento quiero saber el nombre de tu creador, y con qué propósito lo hizo. Dependiendo de eso, quizás quiera saber algo más o quizás sólo te entregue una de tus cosas. A fin de cuentas, no eras lo que buscaba, pero siempre podría ayudarme a buscar.

Había que saber negociar en esta vida. Ya sabía que no podía hacerme daño para poder recuperar sus cosas, pero el que aceptara responder a mis preguntas no la iba a dar todo lo que quisiera. Sólo le daría todo si sus respuestas eran las "correctas" para mí, aquellas que me interesaban por encima de todo lo demás. A fin de cuentas, me parecía mal que ese hombre se hubiese quedado con el nombre de los estudios, por no decir, que había traicionado la confianza de mis padres, y la lealtad para mí es algo fundamental en la vida.

Clavé los ojos en la chica, vigilando todos y cada uno de sus movimientos, e ignorando por completo al gato que la acompañaba, ya que solo era un animal normal. Me crucé de brazos, esperando a que terminara de comer (¡O te acabas ya el bollo, o me lo como yo!) y me explicara lo que queria. Torcí el gesto, molesta por que me ofreciera tomarme algo. ¿En serio? ¿Después de que me hubiera drogado se atrevía a ofrecerme algo? Aunque ella misma me asegurara que no me haría nada, no iba a fiarme tan rápidamente.

- No tengo hambre, ya he cenado. Pero se agradece tu preocupación-murmuré, sarcástica. Claro, claro, se agradece mucho. Sobretodo que me hubiera desvalijado como a una cualquiera.

- No soy ninguna sirvienta-replicó Beelkomon, frunciendo el ceño. Obviamente, yo tenía mis dudas sobre eso, dado que por ahora solo la consideraba como una herramienta que me servía. No obstante, con un gesto de la mano le indiqué que se sentara a mi lado.

Observé a la humana sacar cosas del bolso, entre ellos papeles y documentos, y mi curiosidad aumentó, pero no musité palabra. El gato se subió a la mesa y olisqueó dichos papeles, con un brillo inteligente en los ojos. No me sorprendió, los felinos fuelen ser más inteligentes que los canes... Y sí, me gustaban más que esos babosos animales, me parecían más elegantes e inteligentes.

- Todo...-repetí, pensativa, tratando decidir por dónde empezar, pero ella misma me sugirió un patrón para resolverle las dudas. Un patrón que decidí escuchar primero al completo antes de responder nada.

Mi rostro se ensombreció, y mis ojos brillaron de manera peligrosa, con odio, al dar mentalmente con las respuestas. No recordaba a mi padre, pero sabía que había sido él mi creador, el que me había hecho tal y como era ahora. A pesar de gustarme mi naturaleza, le odiaba por toda la infancia perdida que me había hecho pasar. No lo recordaba, pero Beelkomon me lo había contado todo, y aunque Andrew no entraba entre los primeros en mi lista, tenía pensado vengarme de él también.

- Mi padre y creador... fue Andrew Frozen-mis ojos plateados relampaguearon de furia ante la sola mención de su nombre-. Me adjuntó genes digimons cuando estaba en el vientre de mi madre... Ignoro el motivo, pero imagino que quería convertir a su propia hija en un arma.

Apreté los puños con fuerza. Yo no era un arma, y menos una que él pudiera usar como le diera la gana. Era superior a él, en todo caso tendría que ser la herramienta, no yo.

- Ya te lo he dicho. Ahora devuélveme mis cosas-exigí, alzando la vista hacia la chica y mirándola fríamente.

Me encogí de hombros al ver cómo malentendía mis palabras sobre que se tomara algo. Le decía que se lo pidiera al camarero ella y se lo pagara ella. En definitiva, que no iba a meter las manos en sus consumiciones, sobre todo porque era algo anormal tocar la comida de otras personas cuando no les habías invitado. Así que, no le dí ni la más mínima importancia.

- En sí no era preocupación. Prefería no tener que denegar el darte algo de mis cosas. A fin de cuentas, las he pagado yo. Pero si quieres verlo como una preocupación hacia ti, adelante.- repliqué dándole un sorbo al café.

Solté un bufido a modo de comienzo de risotada, pero no solían acudir con facilidad a mi boca, con lo que, se podría decir que acababa de reírme de la motera por sus palabras.

- ¿Segura? Has necesitado que te hiciesen un gesto para que decidieras sentarte. Si no eres una sirviente, es que no tienes capacidad de raciocinio por ti misma, lo cual es bastante más triste... - creo que no era difícil la manera en la que se lo había explicado, pero a saber, tampoco parecía muy lumbreras.

En fin... Tras esas pequeñas contestaciones mientras que la pelirroja pensaba sobre lo que la había preguntado. En las cuales puso cara de rabia u odio contra algo o alguien. Pero cuando habló, la primera palabra me dejó en un pequeño estado de shock. ¿Hija? ¿En serio? Al parecer no tenía suficientes sujetos de experimentación, o bien, quería denominar como suyo a su creación, lo cual también era bastante triste para un investigador. Que patético todo...
Pero debo decir, que todo eso lo pensé después, porque pasada la sorpresa al saber que mi objetivo era el creador de la pelirroja, una sonrisa -la primera que ponía con la pelirroja- fue macabra. Sentía músculos que habitualmente no movía, tensarse con fuerza, ampliando la sonrisa hasta niveles casi insospechados por mi habitual inexpresividad.

Sin embargo volví a una calma casi glacial cuando exigió que le devolviera las cosas. Cierto, mi mayor avance en años había perdido la memoria, por lo que no tenía nada sobre lo que informarme de verdad. Con lo que sería una pérdida de tiempo seguir hablando con ella. Saqué el anillo de la chaqueta y se lo lancé para después hacer un gesto de que se marchara.

- Si esa va a ser toda la información que tienes, entonces vete. No me sirve de nada, sólo me has dado un dato extra, pero lo demás ya sabía que tenías la marca de él en tu creación. - hice una pausa, porque tanta imprecisión científica me parecía demasiado perturbadora.- Y debo decir que la mitad de ella está mal dada. A fin de cuentas, tu creación no fue en el vientre de una humana, sino fuera, en tubos y material de ensayo.

Nacer por y para ser un experimento era algo triste, o al menos así lo veía yo, pero peor era creerse que se había nacido de una manera normal y natural. Cuando los seres humanos juegan a ser dioses, sus creaciones han de tener muy claro su lugar en el mundo. Sobre todo, si deciden cambiar la historia para poder asemejarse a sus creadores.

Miré hacia el fondo del local con gesto distraído, ignorando por completo lo de que no era preocupación. Había sido sarcástica, me sorprendía que aquella chica no lo hubiera notado a la primera. Pero en fin, no me importaba. De todas formas, tampoco tenía hambre para pagármelo yo. Por lo que había sido sincera con lo de que en realidad no tenía ganas de comer. Me había empachado demasiado con la tarta de fresa que Beelko me trajo en la habitación del hotel, para animarme por la pérdida de mis cosas.

Hablando de esta, después de que la tipa de enfrente mío la respondiese, la motera parpadeó, sin comprender a qué se refería la humana con lo del raciocinio. Yo ya había notado que muchas luces no tenía la motera, pero eso debía de ser por su color de pelo. Algo, sin duda, muy irónico y gracioso. Algún día debía de dedicarme a lanzarle puyas para molestarla y ver cuanto tardaba en entender los insultos.

- ¡Habráse visto!-dijo al final, entendiéndolo, después de que sus orejas saliera un ligero humillo del sobreesfuerzo.

Me hizo esbozar una sonrisa divertida, por primera vez desde que me había mostrado ante la humana. Alcé una mano hacia mi cabeza entonces, percatándome de que aún llevaba la capucha puesta, pero no me descubrí completamente, solo para que la luz iluminara parcialmente los rasgos de mi cara, como los ojos (un poco), y mis labios (bastante más). Al realizar el movimiento, un mechón del flequillo se deslizó, cayendo sobre el ojo derecho, el que no tenía cicatriz. Alcé una ceja, extrañada, por la sonrisa de gato psicópata que esbozó la otra. ¡Hola! Estoy aquí y te estoy viendo. ¿Podrías decirme qué es tan terroríficamente gracioso o divertido como para sonreír de manera que pudieras matar a Batman? Gracias.

Cogí el anillo al vuelo cuando me lo lanzó, y rápidamente lo coloqué en su respectivo lugar, en el dedo central de la mano derecha. Pero aún faltaban las espadas, mis preciadas espadas. Levanté la mirada del anillo plateado y esperé a que las sacara de algún lado, pero no hizo ningún movimiento más. Molesta supuse que no me las daría hasta que le contara algo más, pero ¿qué otra cosa podría decirle de él?

- Tiene otra hija, biohybrida también. Pero de esa no tengo ni idea de qué métodos usó con ella...-de repente, me di cuenta de algo-. Un momento, ¿de qué conoces a mi padre? Si sabías que él fue quien me creó, deberías de haber oído hablar antes de él.

Simplemente puse los ojos en blanco en el momento que la motera había atado cabos con lo que había dicho. Sí, acababa de descubrir que debía tener cierto retraso mental, que muchos dirían que era por el color de pelo, pero dudo que fuera por eso. Lo único que pasa es que cuando una mujer saca provecho de su cuerpo en vez de su cerebro, este último sufre degeneración avanzada, lo cual es bastante patético... Al parecer usar tantas veces esa palabra referida a la motera me hacía creer que la había etiquetado como eso: "patética".

- Eso también es interesante, pero no me importa su familia ni tus hermanos. De hecho, seríais lo primero que evitaría cuando hablase con él, no me interesa tener a un crío detrás recriminandome que dónde me llevo a su papi... Y ahora que lo pienso, ¿no se supone que al ser su "hija" deberías tenerle cariño, aprecio o algo de eso?- acababa de percatarme de eso, quizás el cariño hacia su padre hacía que se olvidase de algunos detalles importantes. - Lo que me interesa es a cuantos tiene de guardaespaldas, si sigue trabajando, dónde vive... Rutinas, costumbres, vicios, gustos, etc.

No creo que fuese tan difícil relacionar que mi cara de psicópata era porque tenía ganas de arrancarle lentamente la piel a tiras, dejar que cicatrizase y volver a empezar el proceso... A ver cuánto tardaba la pelirroja en hacer relaciones mentales de ello. Aunque como las dos poseyesen la misma capacidad mental, era mejor que contratara a un teleñeco para que se enteraran de algo...

- Tu padre mató a los míos para hacerse con el trabajo de los míos sobre la hibridación. De hecho, tú estas hecha en base al trabajo de mis padres, no al de ese traidor de poca monta, que demuestra no tener ni un gramo de lealtad corriendo por las venas... - carraspeé porque cuando hablaba del tema, me ofuscaba y me iba por las ramas.- Después quemó la casa donde vivíamos, y me habría matado a mí también de no ser por la "suerte" que tuve cuando se cayó parte de la casa de que no me hiciera nada más que algunas heridas.

Froté mi frente con algo de fuerza y allí apareció el comienzo de una de ellas: me pasaba entre ambos ojos de manera diagonal. Siempre oculta por el maquillaje para que no se me vea, a fin de cuenta, no es una herida bonita ni fina, sino de un grosor elevado y con un color distinto al de mi propia piel.
Lo cierto es, que no recuerdo mucho de aquél entonces, pero que se te caiga una casa encima y sólo te lleves un corte profundo en la cara no es demasiado en comparación con todos los huesos rotos que podrían haber sido.

La historia de la chica era interesante, muy interesante. A medida  que hablaba, iba interesándome más, mirándola con curiosidad, recostada contra la silla, con las piernas y los brazos cruzados. Estaba más que claro que odiaba a Andrew por haber asesinado a sus padres y por haberle arrebatado el hogar. Ya comenzaba a comprender el por qué de su curiosidad desmedida hacia mí y hacia la persona que me creo.

- Veo que a ambas nos jodió la infancia ese hijo de perra...-murmuré, frotándome la barbilla-. Yo no tengo aprecio a nadie más que no sea yo. No lo recuerdo, pero sé que ese bastardo me abandonó por otra familia cuando era pequeña. Tuve que vivir en un orfanato, y allí no me trataban mejor. Por eso mismo, le odio.

Miré a Beelkomon un momento, cruzando mis ojos con los suyos. Ella suspiró y los cerró, resignada, quizá porque a lo mejor no le gustaba que lo hubiera pasado tan mal de pequeña. Lo normal para una persona es recordar su infancia de manera alegre, y sin arrepentirse de lo que hubiera hecho.Yo era una de las excepciones, ya se sabía que porque tenía amnesia. Pero igualmente, de haberlo recordado todo, habría sido igual, con el mismo resultado. Apreté los dientes, frustrada por ese hombre que había jugado primero con mi vida, y después por los otros dos que lo habían hecho. Juro que en ese momento pudo sentirse una vibración en el aire a causa de la furia resultante de la mezcla de todas esas frustraciones.

- Tsk...

Sacudí la cabeza para despejar esos pensamientos de mi mente. Pronto, pronto cumpliría con mi venganza. Solo tenía que esperar al momento idóneo para empezar a mover las piezas y jugar con las del contrario, antes de eliminarlas una por una para dejarle sin salida y acabar con él de un solo golpe. Sonreí. Sí, me iba a divertir mucho. Solo con pensar en ver las expresiones de estupefacción al verme viva me hacía sentir un cosquilleo de placer.

Levanté la mirada, justo a tiempo para ver a la chica frotándose la frente con tanta insistencia, que el maquillaje se corrió, mostrando una línea oscura recorriéndole parte de la cara. Otra con cicatriz, curioso.

Analicé las palabras de la pelirroja con atención y cuidado. ¿Por qué iba a querer un científico deshacerse de su creación? Sólo había dos posibles respuestas, o bien sólo la había hecho para comprobar la teoría y por tanto, después era desechable; o bien es que tenía un error que no la hacía ser útil. ¿Cuál de las dos? ¡Era tan interesante todo lo relacionado con ellos dos! Una pregunta tras otra que sólo me hacía querer encontrar las respuestas. Pero para tenerlas, tendría que tener paciencia, es una de las maldiciones para conseguir la verdad.

- En realidad, a mí no me la jodio. Simplemente me cambio el lugar donde vivir. De hecho, posiblemente gracias a su actuación gané lo más cercano a una infancia normal. Salvo por el hecho de que yo preferí no tenerla, o al menos completamente normal.- expliqué mi caso- Aunque en tu caso es indudable que sí... Por cierto, ¿sabes el motivo de que te abandonara? Aparte de estar con otra familia. Es raro que un científico se vaya del lado de su creación, sobre todo si es válida.

Lo cierto es, que estaba dando algunas vueltas en círculo de manera absurda. Así que, mientras que contestaba a eso me puse a pensar, intentando centrarme en ser objetiva. Veamos, ella odiaba a su padre, y yo solo quería recuperar el trabajo de mis padres para que su nombre volviera a ser reconocido. Y para quitárselo sin que hiciera mucho escándalo lo mejor era matarle. Y aunque fuese cuidadosa a la hora de eliminarle, no dudaba que sería fácil atar cabos, sobre todo al tenerme en el país donde residiera en las mismas fechas en las que él muriera... Pero si contaba con un sicario podría hacer ambas cosas... O puede que, incluso, los secuestrara y me dedicara a jugar con él.

- Uhm... ¿Qué te parecería una alianza? Tú me ayudas a mí con eso, y te vengas de paso de tu padre. Y yo podría ayudarte en algo que quieras. Obviamente, te devolvería las espadas, puesto que la mejor forma de trabajar con alguien es teniendo confianza. Pero espero que no seas como él y que traiciones a la primeras de cambio.

- Ya te he dicho todo lo que sé... Dame mis espadas-supuse que habría mirado la funda para comprobar que hubiera una guitarra en su interior. Ni me imagino la cara que habría de haber puesto al encontrarse con mis dos pequeñas joyas.

Me incliné hacia delante, apoyando los brazos en la mesa, escuchando su historia. No había sido peor que la mía, o al menos para ella, al parecer. Pero si yo hubiese estado en su lugar, seguramente sí que lo hubiera pasado bastante mal. Pero si ella decía que no había sido tan dura, pues entonces tendría que creerla, ¿no? Suspiré, y apoyé la cabeza sobre una mano, sujetándola, pensando yo misma en por qué me habría abandonado. No podía ser porque no era un "espécimen" útil. Según lo que me había contado Beelkomon, había dado muestras más que suficientes de mi fuerza y poder. ¿O quizá... por miedo?

- No lo sé... ¿Por miedo, tal vez? A fin de cuentas, por su culpa también murió mi madre, y no es que se portara demasiado bien conmigo cuando vivía con él. Igual se esperaba represalias por mi parte...-Todo esto, por supuesto, me lo había contado Beelkomon en su momento. No es que yo lo supiera, sino que mi compañera me había contado con pelos y señales lo que me había ocurrido, y mis reacciones ante los hechos.

Empecé a impacientarme. ¿Me iba a dar mis armas o no? No podía soportar estar más tiempo sin ellas. Me las habían concedido a mí, eran mías, y tenía que darles uso. ¡Que me las devolviera ya, cojona! Iba a repetírselo otra vez, cuando me interrumpió, proponiéndome algo. ¿Una alianza? ¿Con una humana? En otro momento me hubiera reído en su cara, pero había conseguido primero localizarme, y segundo dejarme en un estado de indefensión que nunca habría imaginado... Además, parecía tener conocimientos sobre biohybridos, digimons y demases. La seguí escuchando, para ver si decía lo que tenía pensado ofrecerme... Y no me decepcionó. Ella conseguía a Andrew, yo me vengaba de él... Y además con el plus de poder pedirle lo que quisiera.

Hasta el momento había estado seria, casi todo el tiempo. Quizá alguna mirada de curiosidad y diversión, o una leve sonrisa, pero nada fuera de lo normal. Hasta el momento. Poco a poco, comencé a esbozar una sonrisa siniestra, y los ojos me brillaron, anhelantes, triunfantes. Me había gustado esa idea.

De nuevo, me llevé una mano a la cabeza, y ahora sí, me retiré completamente la capucha, mostrando mi rostro tal y como era, pero sin perder la inquietante sonrisa que se había aposentado en él.

- Una alianza... ¿Cuándo empezamos?

Al parecer mi pregunta algo "arriesgada" en el caso de que ella fuese un lobo solitario había tenido un resultado muy positivo. Al parecía saber lo bien que funcionaban los números contra los enemigos y eso demostraba que era inteligente. Sobre todo, si había estado bastantes años intentando tomar represalias contra él sin conseguirlo. Hubiera perdido o no la memoria, imagino que es porque algo la faltaba para conseguirlo, y si sólo no podías hacerlo, entonces, debías cambiar la táctica.

- La alianza si quieres desde ya mismo, pero tampoco tenemos que adelantarnos a los acontecimientos. Para que una caza tenga éxito hay que tener paciencia y tener todos los cabos bien atados, para que cuando se ataque, la presa no pueda huir.

Cheshire, que en toda la conversación solo nos había mirado a ambas, maulló repentinamente antes de saltar sobre mí y hacerse una bola de pelo negra, indicándome que tenía sueño y que quería volver a casa. Justo a tiempo, porque ahora que trabajabamos "juntas" tendría que ir a devolverle sus armas.

- Por ahora te devolveré las espadas como muestra de confianza, como ya te he dicho. Pero traicioname y la próxima vez no sólo te dejaré sedada. Por tu parte, espero el mismo accionar en caso de que te traicione... Detesto la deslealtad, me parece algo tan rastrero... - murmuré al final mientras que me levantaba para salir a la calle.

Me puse el abrigo, tras guardar las anotaciones y con Chess en brazos salí fuera. El frío aire me revolvió los cabellos largos hacia atrás, pero en seguida, dejé esa sensación al ir andando. No dudaba en que la pelirroja y su compañera me seguirían... Ahora que lo pensaba no sabía sus nombres.

- Ahora que me acuerdo, nunca me dijiste tu nombre. Yo soy Kira.- no hacía falta ningún nombre más.

Me levanté, y le indiqué a Beelkomon que hiciera lo mismo. Ambas caminamos hacia la salida, y en la puerta esperamos a que la humana terminara de recoger sus cosas. La motera salió primero, pero yo me quedé esperando a la chica.

- Puedo esperar lo que haga falta-respondí-No me interesa que esto salga mal por ser impaciente...-me miré las uñas de una mano unos momentos-. Mientras tu no me traiciones, yo no te traicionaré... Pero si se da el caso, no tendré piedad.

La dejé salir a la calle a ella primero, quizá para tenerla vigilada, o también para asegurarme de que nadie intentaba seguirnos para espiarnos o algo parecido. Salí cerrando detrás de mí. Beelko me prestó su gabardina para que no pasara frío, porque a diferencia de mí, ella era completamente digimon, y no creo que los azotes meteorológicos de allí la afectaran demasiado.

- Zayyn-respondí, cuando la humana se presentó como Kira-. Y ella, Beelkomon.

Bueno, al parecer, me hacía caso mientras que dijera cosas coherentes -lo raro es que no las dijera- cosa que demostraba que al menos un mínimo de cabeza tenía. Ahora sólo era cuestión de saberlo cuando discrepásemos en algo, porque dudo sinceramente que pudiéramos estar 100% de acuerdo en todo. Me arrebujé mejor en mi abrigo, y en ese momento se me ocurrió preguntar por el que se había llevado la pelirroja, de ahora en adelante, Zayyn. Aunque cuando me presentó también a su sirvienta/zombie descerebrado sigue-órdenes, me sacó una sonrisa burlona.

- Vaya, no sabía que había que presentar a las mascotas. Él es Cheshire.- dije mirando a la bola negra que tenía entre brazos, acurrucado dándome calor.
- Prrrrrrrr- fue lo único que salió del felino.

Las manzanas pasaban rápidamente porque no me encontraba con ganas de caminar despacio. Quería llegar cuanto antes al lugar tan calentito que era mi pequeño piso, y no salir de nuevo al aire exterior. Debería comprarme algún abrigo más grueso si iba a estar haciendo salidas nocturnas, pero el mejor que tenía había desaparecido. Hablando de eso...

- Ahora que lo pienso, tú también tienes algo que devolverme: Mi abrigo. No es uno que se pueda encontrar en cualquier lugar, y la verdad, preferiría recuperarlo ahora que no voy a perder a un sujeto interesante de estudio.- eso era verdad, en su momento lo había pensado y todavía ahora lo pensaba. Faltaría más tiempo para que pudiera pensar de otra manera.

Pero para que la conversación no muriera, decidí preguntarla sobre lo que me iba a pedir, quizás ya tenía claro en qué iba a tener que ayudarla. Sobre eso podría negociar si me convenía o no, nunca había aceptado que pudiera hacer cualquier cosa que ella quisiera. Y en todo caso, también podría añadir condiciones extra.

- ¿Ya has pensado qué pedirme?

El comentario de Kira me sacó una leve sonrisa. Ahroa que lo pensaba, Beelkomon a veces podría considerarse una mascota, puesto que podía transformarse en gata, además de en una perrita también. Pero eso no hizo que la motera se riera, no. Beelko frunció el ceño. Aunque hubiera tardado en entender sus palabras, parecía que lo había entendido.

- Deja ya de molestarme, humana-gruñó, fastidiada. Miró mal al gato de Kira y se cruzó de brazos mirando para otro lado mientras caminábamos.

Se me ocurrió entonces algo. Ya que iba a darme las espadas, tendría que devolverle su abrigo, el cual se había quedado en el hotel. Mandé a Beelko a que fuera a buscarlo, y que se reuniera con nosotras en... Bueno, ya nos encontraría ella. Además, así podría conocer un poco más a mi nueva "aliada". Si íbamos a trabajar juntas, debía de acostumbrarme a ella y a sus formas de comportarse. Así que pronto, las dos nos quedamos solas, avanzando hacia donde quiera que me estuviera llevando. No creía que fuera a traicionarme de nuevo, sería muy tonto por su parte, puesto que esta vez estaba con los cinco sentidos puestos.

- Pronto te traerá tu abrigo, y tu me darás mis armas-asentí, mirando al frente.

No respondí a ese último comentario del sujeto de estudio, porque a fin de cuentas, a menos que me ofreciera algo interesante, no me iba a dejar pinchar, ni sacar muestras ni nada de esas cosas. Por alguna razón que en ese momento desconocía, me daban algo de miedo las agujas. Pero poco, una minucia. Veía uno de esos pinchitos, me ponía nerviosa y ya. O al menos eso creo, porque la ultima vez que me habían metido una de esas jeringuillas, estaba medio grogui, y apenas me enteraba de nada.

- Sí-respondí unos minutos más tarde, cuando me preguntó sobre la parte del trato que ella debía cumplir-. Quiero vengarme de las dos personas que me dejaron en este estado... Una puede que te interese: es un biohybrido.

Sonreí de lado, sin mirarla, de manera misteriosa. Pronto tendría que ir empezando a buscar pistas sobre ellos, pero no creo que me resultase muy difícil. Si Beelkomon tenía razón, aún recordaría su olor de haber estado tanto tiempo con nosotras, y podría rastrearla con eso por distintos lugares. Era un poco jugar al azar, pero no teníamos nada mejor. ¿O sí?

Me hizo gracia que la digimon al final se cansara de mis pullas, aunque no habían sido demasiadas, y solo cuando se daba la ocasión, tampoco quería abusar. Y al parecer, a la pelirroja el daba igual cómo tratase a su compañera, indicativo de que no la veía más que como a algo de usar y tirar en caso de que ya no fuese útil. Mientras que la motera parecía más que capaz de dar la vida por Zayyn; ¡pobrecita!... Que injusta es la vida. El sarcasmo no se ha notado, ¿verdad?
Pero de todas formas, no iba a tener que preocuparme más por ella, al menos de momento, puesto que desapareció completamente de escena, dejándome a solas con mi gato medio dormido y la pelirroja.

- Creo que empiezas a confiar en mí al venir tu sola. No sabes cómo me conmueven estas cosas.- era totalmente falso, pero estaba de buen humor y en esos momento me daba por ser hacer más comentarios irónicos.

Pensé su propuesta, sí, podría serme interesante, pero requería de más información al final. No iba a meterme en la boca del lobo solo porque ella quisiera, desconocía toda la información, así que, mientras que paraba frente al portal de mi casa y rebuscaba cuál de todas las llaves era la correcta, seguí preguntando.

- Dime más cosas, con eso me dices poco. Y aunque sea biohyrbida, no me voy a meter en un lío en el que tenga posibilidades de morir por desconocimiento. Así que, cuéntame más sobre esos dos.

No sabía a qué estado se refería, pero de todas formas era irrelevante para mí.

- Por algo se empieza-respondí a su sarcasmo, arrebujándome en la gabardina de Beelkomon, agradeciendo con una mueca de satisfacción el calor que esta me proporcionaba.

Enmidecí durante el resto del trayecto, tratando de pensar sobre mi pasado, y, aunque sobreesforzándome, tratando de recordarlo. Pero no conseguí acordarme de nada, y era molesto no saber ni siquiera cosas que una misma ha hecho o dicho. Así que al final desistí, porque comenzaba a levantáseme un ligero dolor de cabeza y no quería que luego fuera a más.

Poco después llegamos a una casa grande, posiblemente un edificio de apartamentos en los que tienes a tus vecinos prácticamente al otro lado de la pared. Le eché al edificio una mirada evaluadora, sopesando el poder adquisitivo de mi acompañante, pero no supe al final en qué catalogarla. Mientras ella sacaba las llaves, yo me di mi tiempo para contestar a sus preguntas. Di un suspiro.

- Un chico y una chica. Ella es rusa, pero él parece de América del Sur. Ella antes portaba espíritus digitales pero motivos que diré más adelante los abandonó. Él posee compañero digimon. Los conocí a ambos en Rusia. Como me aburría, decidí que sería divertido darles caza como si no fueran más que presas. Debido a eso, comenzó una relación de hostilidad hacia mí, pero sin embargo, al final acabé saliendo con la rusa.... No, ya no tengo esos extraños gustos, gracias al cielo.... La cosa es que ella me traicionó, y él trató de matarme.

Hice una pausa, cuando hubo abierto la puerta y hubo pasado (ya lo presupongo, que las llaves son difíciles de encontrar en el bolso, pero no tanto (?) XD), la seguí. Una vez dentro, continué con la historia.

- Todos pensaron que había muerto. Pero se equivocaron. Ahora mismo no hay mucha gente que sepa que sigo viva, y prefiero que siga siendo así.

Escuché con atención su análisis. Al parecer no me podía dar más que datos parciales, con los cuales podía presuponer algunas cosas, pero no tenían por que ser ciertas, sino que eran estereotipos. Por ejemplo, ella sería muy alta, rubia y de ojos posiblemente de colores fríos, con gusto por el vodka, y podía ser un horror o una belleza. En cuanto a él, sería moreno de ojos castaños y dependiendo del país tendría algún estereotipo u otro. Pero también me faltaban los datos de edad para saberlo realmente.

- Entiendo... Aunque si pudieses decirme algo que a mí me fuese útil, como edades o apariencias, en vez de los motivos por los que quieras vengarte de ellos, me ayudarías más a saber qué es lo que debería buscar.

Al parecer podía ser inteligente para ir hacia sus objetivos, siempre que tuviera que asentir o negar ante algo. Ahora eso sí, la sacabas del sí y el no, y tenía que pasar todas sus preguntas hacia sí misma a pesar de que no era eso lo que había preguntado. Aunque bueno, imagino que era normal, humanos egocéntricos había a patadas. No era de extrañar que ella también intentara serlo, sobre todo si había sido rechazado por ellos. A causa de eso, debería haber sacado un sentimiento de superioridad que no hacía más que mostrar su gran problema de autoestima, y que en el fondo, aunque no lo reconociera nunca, se sentía inferior e incomprendida a la sociedad. Pero no iba a decir nada, cada uno hace lo que quiere con su vida y con sus problemas psicológicos, ya fuese enfrentarlos o hundirlos tan profundamente que casi parecía que no existían.

- De todas formas, ella será fácil de localizar. Aunque primero deberíais saber en que país, o si es ciudad mejor, está viviendo. Después sólo es cuestión de que consiga encontrar todas las criaturas híbridas en la ciudad e ir desechando de una en una.

Con la puerta abierta comencé a subir las escaleras -no había ascensor- hasta detenerme en el segundo piso. Allí abrí una puerta, pero antes me dirigí hacia la pelirroja.

- ¿Prometes no tocar nada?

Mis cosas podían llegar a estar en pilas cuyo equilibrio era muy delicado, no quería que se acabasen cayendo sólo porque alguien había decidido toquetear donde no debía.

Esperé a que se moviera, porque a parte de que no sabía cual de esos era su piso, si estaba en una de las plantas superiores, tendríamos que subir, y tampoco estaba al tanto de si Kira prefería ir en ascensor o por las escaleras. Estas últimas fueron las elegidas por la humana, de modo que la seguí. ¿Viviría en un primero o segundo y por eso decidía ir andando? ¿Tendría miedo a los ascensores? ¿O lo gustaría hacer ejercicio? Esas preguntas fueron las que se me ocurrieron al ascender, pero en cuanto pidió más información acerca de los dos de los que me quería vengar, obligué a mi cerebro trabajar, tratando de recordar todo lo que Beelko me había contado.

- La rusa no era más alta que yo. Rubia de ojos azules, alegre, en ocasiones algo infantil y corta de luces otras tantas. Dieciséis años. Le encantaban los peluches y los cuentos, pero odiaba profundamente a las arañas y los orfanatos. Vivió bastante tiempo robando por las calles de su ciudad, hasta el día en el que se encontró conmigo-hice una pausa para pasar a describir al chico-. Él es de pelo castaño, ojos marrones, de unos quince años aproximadamente. Su compañero al principio era un Agumon, pero extrañamente en nuestro enfrentamiento tenía un Gaomon. De él no sé mucho, solo que se preocupa por sus amigos, y que me odiaba por intentar matarle a él y por corromper a un amigo suyo.

Metí las manos en los bolsillos de la gabardina para ver si la motera había conservado algo, pero estaban vacíos. Hubiera sido interesante comprobar qué podría haber llevado ahí, pero tampoco tuve mucho tiempo, porque llegamos al segundo piso, y allí Kira se paró rente a una de las puertas.

- Es una petición extraña, no creo que me interesen tus cosas-repliqué, frunciendo el ceño-. Pero tienes mi palabra.

Con la nueva información que me había dado, era más fácil pensar en cómo atraer al enemigo a una trampa de la que no pudiese salir. Pero se notaba que conocía más a la chica, posiblemente por eso de haber sido pareja, y por tanto, nuestro objetivo primordial por ahora. Sobre todo, si podían estar juntos. A fin de cuentas, ella parecía mucho más crédula e infantil que el otro a primera vista, pero no estaba segura del todo.

- Por ahora propongo centrarnos en la rubia, que al parecer es el objetivo más fácil y que mejor conoces. Después habrá que buscar información... Aunque primero, claro, tendremos que saber dónde reside la chica.- murmuré pensando... Posiblemente esto me llevase tiempo y mucho material invertido en el espionaje y aprisionamiento -al menos de ella- puesto que me interesaba poder investigar directamente sobre alguien. Y para eso, nada mejor que poder tener un perro guardian que evitase que otras personas husmeasen.- Aunque ahora que lo pienso, ayudarte a hacer eso, me conllevará tiempo y dinero. Así que, para que todo sea más justo, debes subvencionar mis experimentos, y a la híbrida la quiero con vida para estudiarla.

Al abrir la puerta de casa, se podría ver una pequeña entrada sin demasiada decoración, pero posteriormente un trozo del salón en el que sólo había pilas tras pilas de papeles y libros. Algunas de ellas, llegaban a la altura de la cintura de una persona, pero otras llegaban hasta el techo, pero para que no se cayeran, tenían maderas a los lados haciendo de topes. Podría parecer caótico, pero estaba en un orden perfecto y predefinido. Tendríamos que pasar al lado de algunas y eso no podía hacerse andando demasiado rápido, de ahí que la dijera que no tocase nada, puede que tirara algún folio y lo dejase en una pila que no era, o con tan poco cuidado que desarmara otra.
Girando la cabeza a la izquierda -cosa que no se podía ver desde la entrada por la pared- se encontraba un sofá de color gris en forma de L, un mueble lleno de dispositivos de juego y audio debajo de una tele enganchada a la pared de un tamaño más que decente. La cocina, era de tipo americano, aunque no demasiado grande.
Al fondo del todo había tres puertas: una al baño y las otras dos habitaciones.

- Espera aquí, ahora vuelvo con tu cosas.- una cosa era entrar a las zonas comunes de las casas y otra muy distinta a las habitaciones personales.

Dejé a Cheshire en su propio cuarto y luego me dirigí al mío para recoger las espadas de la chica. Regrese al salón, esperando que no hubiese tocado o roto nada, para entregárselas.

- Aquí las tienes.

Al parecer, primero iríamos a por Natasha. Personalmente, lo prefería así, porque era de la que más cosas sabía, y con el otro quería cerciorarme para averiguar más cosas sobre él. Además, por alguna razón, le tenía más ganas a ella. Quizá porque su traición me había dolido más que la del humano.  Asentí en silencio una vez, conforme, mientras metía las llaves en la cerradura de su casa para abrir la puerta.

- Como quieras, aunque depende de qué cantidad de dinero sea. De una forma u otra, podría conseguirlo más o menos rápido-me pasé una mano por el pelo rojo, dando un suspiro-. Tendrás a la rusa, pero recuerda que antes quiero divertirme con ella.

Al abrir la puerta, esperé a que ella pasara y me cediera el permiso para entrar. Al obtenerlo, caminé al interior, observando la residencia. No parecía muy decorada, pero si ordenada y silenciosa. Al llevarme a la sala descubrí columnas y columnas de papeles y libros, y entendí a qué se refería cuando me dijo que no tocara nada. Sorteé de manera ágil todos los pilares, casi como si fuera un laberinto, hasta encontrar un lugar espacioso en el que no me sintiera amenazada por que ninguna columna de libros se cayera sobre mí.

Cuando Kira salió del salón, yo esperé cruzada de brazos sobre el pecho a que volviera con mis cosas. Con mis espadas, aquellas que iba a utilizar para eliminar a las personas que aparecían en mi lista negra. Ah, demonios. Quería empezar ya a buscar, pero sabía que debía ser paciente. No me iba a arriesgar a pisar un suelo poco estable solo para vengarme antes...

Al cabo de un minuto, Kira regresó, con la funda para guitarra entre sus brazos. Sin esperar a que me la tendiera, prácticamente se la quité de las manos, ansiosa y aliviada. Abracé la funda, como si hubiesen pasado meses en vez de días desde que las perdí. Cualquiera pensaría que era absurdo abrazar a unos objetos, pero ellas eran las que me completaban. Abrí la funda, cerciorándome de que allí estaban, y sí, estaban allí, las dos, metidas en las vainas entrecruzadas que Vulcanus me había regalado al arreglármelas. Las saqué de dentro para comprobar que seguían intactas, sin ningún arañazo, y al verlas perfectas como siempre me llevé la parte plana de una de ellas a los labios y la besé. Si pudiera, creo que me casaría con ellas (?).

- Come with mum ♥-susurré mientras las volvía a enfundar y a esconder en la funda para guitarra, la cual me colgué después a la espalda. Miré a Kira-. Beelkomon aún conserva el olor de la rubia. Nosotras también buscaremos.

Parecía conforme con el planteamiento de cómo llevar a cabo su venganza contra la rubia y el otro chico. Aunque era algo bastante obvio si se tiene en cuenta que era de la que más sabía... Tampoco podía descartar que fuesen más ganas hacia ella por haber sido su antigua pareja y haberla dejado en la estacada. Pero los sentimientos en una venganza, ya fuesen buenos o malos, provocaban que estas fallaran miserablemente. Por ello, para llevar a cabo la mía había decido actuar con gran calma. También es cierto que me faltaban datos, pero no quería cometer algún error al obtenerlos rápidamente.

- Me da igual lo que hagas con ella, mientras que me llegue con todos los órganos, todas las extremidades y viva, me vale.- repliqué a la última parte porque me preocupaba más- En cuanto al dinero, lo que puedas conseguir, en principio, aunque si falta iré mucho más lenta...

Adelanté las manos para entregarle la bolsa, pero ella se movió antes de que me hubiese colocado de manera que al darselo no tocase nada de su piel, y cuando agarró el asa de la bolsa, rozó mis manos sin guantes. Siseé molesta por el contacto, apartando los brazos velozmente, como si me hubiese quemado con algo. Y ya puedo decir, que el fuego era menos incómodo que sentir el roce de una persona. Pero por suerte, había sido en las manos, que tenía más acostumbradas a notar a las personas.
El comportamiento tan peculiar que tenía hacia sus espadas no me pareció demasiado sorprendente, aunque no era muy practicado por la gente. A fin de cuentas, veo más lógico querer a un objeto útil que a una persona que sea un lastre. Aunque es posible que eso le llevase a futuros problemas con la motera en caso de que esta última se enterase de ese detalle.

- Deberías decirle a tu "amiguita" que no la ves más que como a una herramienta. Incluso por debajo de esas espadas tuyas. Luego no quiero que haya problemas porque se haya enterado y se sienta tan despechada que quiera interponerse en mis planes.

Dije a modo de consejo, luego no quería sorpresa estúpidas por tener a alguien que no era capaz de efectuar las cosas con precisión. Me acerqué de nuevo a la puerta de mi casa, indicándole a la pelirroja que me siguiera. Ya no tenía nada más que hacer allí, al menos de momento.

- Es hora de que te vayas, ya hemos terminado, a menos que tengas algo más que comentar. - la dije, puesto que si alguien iba a ponerse en contacto con la otra, en esta ocasión iba a ser yo. No me sería difícil rastrearla, y de todas maneras ibamos a empezar por su parte del plan.- Por ahora, dedícate a averiguar más cosas de Andrew y de la chica. En cuanto tengas una idea aproximada de en qué continente o ciudad viven, continuaremos el plan. Pero por ahora, yo tengo cosas que terminar de hacer. Así que, me pondré en contacto cuando esté totalmente disponible para buscar exactamente dónde vive tu rusa.

Le puse clara las cosas para que se fuese ya, aunque a saber si tenía alguna otra cosa que pedir o hacer aquí. Esperaba que se largara ya para que pudiera irme a dormir.

Sonreí ampliamente, mientras me reía de forma interior, cuando mencionó que Beelkomon podría demostrar "celos" de mis preciadas espadas. Me importaba poco que ella lo supiera o que no, yo sabía que aunque fuera consciente de ello, no me traicionaría. No en vano, todos los digimons idolatran a sus compañeros, da igual de qué forma los traten. Así que de momento, no me preocupaba.

No perdí el tiempo cuando me dijo, sin rodeos, que me fuera de allí. La verdad es que yo tampoco veía la necesidad de estar más en su casa, ya tenía mis espadas y mi anillo, y una bonita alianza con una humana la mar de interesante.

- Estoy de acuerdo-respondí, caminando hacia la puerta de la entrada, sorteando de nuevo con cuidado los tacos y tacos de papeles y libros.

Abrí la puerta, sin despedirme, para salir de allí y dejarla sola. Tendría que buscar a Beelkomon ahora, eso si ella no me encontraba antes, cosa que no me sorprendió que hiciera cuando, al salir al pasillo, me topé de frente con la motera. Llevaba el abrigo de Kira en un brazo.

- Ya era hora-bufé, saliendo. Beelkomon le tendió a la chica castaña su abrigo, mirándola con evidente molestia pintada en su rostro-. Nos vamos, tenemos trabajo que hacer.

Comencé a bajar las escaleras, sin mirar atrás, y sin tener que darle ningún número de contacto. Tenía la certeza de que la misma Kira sabría encontrarme, pues ya lo había demostrado en Londres, y en el café de hacia un rato, cuando casi ni había dado muestras de sorprenderse por mi presencia allí. Comenzaba a sospechar el motivo, pero por el momento decidí no mencionar nada.

Minutos más tarde, una moto negra recorría las calles de Manchester velozmente, hacia cierto hotel en el que nos habíamos hospedado.