Londres: No es la hora del recreo (Misión)

Misión:

Estábamos en Londres, en una misión. Al parecer unos niños habían desaparecido de la escuela digital. Y todo porque debían haber hablado de la capital inglesa. Aunque no podía culparlos, era una de mis ciudades preferidas. Con esta vez, era la tercera vez que estaba. Y como habíamos llegado a la tierra, mi pelo había cambiado pasado a ser corto, y mi ropa era unos vaqueros, unas botas de caña alta de tacón grises y un abrigo lo suficientemente grueso para la ciudad inglesa que estaba nevada, aunque sólo fuera otoño, pero es lo que tenía que estuviera en una latitud tan elevada.

pelo:

A decir verdad, a pesar del frío que hacía todo estaba precioso cubierto por la nieve, dándole un toque casi mágico. Estábamos enfrente del parlamente inglés y por tanto del Big Ben, en la otra orilla, justo en el London Eye. Esa enorme noria que era bastante cara para montarse. Pero lo cierto es que las vistas merecían el dinero, y sobre todo ahora más que estaba todo nevado. Por la mañana he de decir que no había estado muy puesta en la misión, porque me había ido a Candem, el barrio de punkies, góticos y demás... Un sitio en el que hacer unas bonitas compras para ampliar mi vestuario.

Kario, se había pasado todo el día en la mochila, con órdenes de no hablar, a menos que fueran a robarme algo de la mochila. Aunque ahora que estábamos en esa noria, la había dejado salir, para que me ayudara a buscar a los pequeños digimons. Desde esa altura, podríamos tener panorámicas.

- ¿Crees que los encontraremos?- me preguntó
- No estoy segura, pero creo que sí. Desde aquí podemos observar con atención lo que pasa en la ciudad. Al menos por los alrededores.

Off:
Las cosas las he sacado de memoria, pero creo recordar que el London Eye está enfrente del parlamento, o sino muy cerca.

Kario apartó la mirada de la superficie acristalada, y me miró. Pude ver como sus ojos reflejaban un profundo pesar. No la había hecho nada, era sólo por un pequeño detalle que cambiaba en la Tierra: Mi pelo corto. La pequeña lobita tenía una extraña obsesión por el pelo, y le encantaba tocarlo para peinarlo y jugar con él. Además, seguramente le pareciera extraña.

- ¿Por qué no usas el D-Arc ya? Hemos estado todo el día paseando por esta ciudad.

Suspiré. Su paciencia no llegaba a más, la entendía, porque a Kario no le gustaban las ciudades, eran demasiadas cosas que asimilar, y sus sentidos colapsaban. No había utilizado mi dispositivo, por el mero hecho de que no quería irme de allí cuanto antes.

- Está bien, ya lo saco. Pero métete en la mochila, en breve tendremos que salir

Abrí la mochila sacando mi dispositivo rosa, y dejando que Kario volviera a meterse, sacando la cabeza, para que vigilara y que no se ahogara.

Salimos de la enorme noria, y cruzamos al otro lado de Támesis. Hacia los edificios del Parlamento. Que pese a su belleza estaban cerrados al público, sólo se podía entrar con un permiso especial. Allí, como siempre había mucha gente, pero el plano del D-Arc me indicaba dónde estaban los digimons. Me dirigí a dos pequeños puntos que me indicaban donde estaban.

Al llegar casi a la misma posición que los digimons, sólo pude observar a dos chicas que eran casi iguales. Una vestia en blanco con un bonito sombrero de orejas largas de color rosa, la otra iba de gótica de color negro con un gorro con orejas también negro.

Nos acercamos a ellas, Kario me susurró al acercarnos.
- No huelen a humano

Sonreí amablemente y me acerqué a ellas.
- ¿A cuánto está el chocolate?- hice una pequeña pausa- Esa ropa es muy bonita, ¿dónde la habéis comprado, pequeñas?

La verdad es que no era muy caro, y tenía cierto problema con el chocolate. Aunque nada serio, había pasado mi obsesión con él desintoxicandome hacía algunos años durante un mes entero. Lo cual no recuerdo con mucho cariño en las dos primeras semanas.

- Está bien, dame uno

Luego sonreí a la otra, amable en apariencia la sonrisa, pero mi mirada era taimada.
- ¿Tan, tan lejos qué es otro mundo?- pregunté, mostrando el digivice. Reconociendo que era una niña elegida.- Vuestro profesor os está buscando. Le tenéis muy preocupado- dije seria.

Quizá pudiera razonar con ellas.

A punto estuve de reírme con las expresiones de miedo que pusieron ambas digimons. En cierto sentido, me lo tomaba a broma, porque sólo soy una simple humana, y mi digimon no llega al nivel Ultra aún. Pero aún así tanto miedo es exagerado.

Quizá pudiera asustarlas un poco más. Aunque a decir verdad, por ahora era mejor no usar que tenía un compañero temible que en ese momento, estaba oculto, acechándolas desde las sombras. Y que las atacaría antes de que pudieran reaccionar.

- ¿Por qué habéis venido? Por lo que observo de tí- señalé a la de blanco- No pareces estar del todo contenta por estar en este mundo, porque acabas de tener un acceso de culpabilidad al pensar en tu profesor. Así que te han tenido que convencer. Así que, dime, ¿quién es el que tuvo la idea de venir a este mundo?

Me intuía que sería un pequeño grupo de ellos, que para evitar ser castigados sólo ellos habían convencido a los otros de la clase. Aunque podría equivocarme.

- No hace falta que me contestéis, pero al menos volved con vuestro maestro... O sino tendré que llevaros a la fuerza. Vosotros decidís... Creo que a mi compañera le vendrá bien una caza- añadí lo último en un tono más bajo, pero audible, fingiendo expresar mis pensamientos en alto. Era sólo para asustarlas.

Sonreí contenta al ver la escena, al parecer lo harían tranquilamente y sin dar problemas.

- Así que Impmon... Creo que tendré más que palabras con él- murmuré pensativa, pero algo me sacó de mis pensamientos.- ¡En el parlamento no!

Estaba viendo salir una extraña niebla alrededor de los edificios. Pero extrañamente nadie más en toda la calle dijo nada, ni tan siquiera reaccionó. Esto era muy extraño. Y el mayor problema radicaba en que no podía entrar allí. Ese sitio tenía cámaras de seguridad, y dudo que la niebla evita que capten movimiento. Sobre todo, porque si la gente no reaccionaba era probable que las cámaras tampoco lo hicieran.

- Iros ya. Al próximo digimon que vea, dudo que le deje ir por las buenas- repliqué molesta y muy seria.

Me acerqué hasta las enormes verjas de hierro que rodeaban el edificio. Pensando en cómo entrar dentro, o si solo mandar a Kario ella sola a que repartiera golpes a diestro y siniestro. Mala suerte que hubiera ido yo, y que acabara de ver como atacaban un edificio elegante en mi mundo.

- Kario, sal de ahí
- Vo~y

Mi pequeña compañera salió de la mochila. La indiqué por gestos que me siguiera. Tendríamos que entrar. Sobre todo ahora, que acababa de oír una campana sonar: El Big Ben.

Llegamos lo más cerca que podíamos de la torre, y la señalé las altas verjas.
- Ábrelas o rómpelas, Kario.

Su mirada demostró diversión, abrió sus pequeñas fauces y una ráfaga de aire helado golpeo el metal, congelándolo. Luego simplemente lo golpeó abriendo un agujero por el que podíamos pasar las dos, aunque yo tenía que agacharme un poco.

Corrí lo más rápido que pude a la entrada de la torre, en realidad iba trotando, correr estaba sobrevalorado y no quería dejarme la garganta en ese aire tan frío. Al llegar una de las puertas, le hice una seña a Kario, que esta vez simplemente la golpeó, rompiendo los gozones y lanzando la puerta al interior de la torre.

Pasé una carta por el lector y le aparecieron seis alas blancas a Kario en la espalda.
- Sube arriba y detén a todos los que puedas. No te cortes a la hora de golpear si lo ves necesario. Ahora iré yo.- le expliqué lo que tenía en mente.
- Así que ¿tendré diversión?- sonrió antes de salir volando hacia arriba dejando la pregunta en el aire.

Hizo un agujero por uno de los cristales que formaban parte de los relojes y entró a la sala. Abrió las fauces de nuevo, golpeando los dos ataques de Impmon por un lado. Evitando así que golpearan a los otros dos digimons.
- Fasmatikí ánemos. No es buena idea atacar a los que son menos. Y sobre todo, en otro mundo. Espero que estéis dispuestos a sufrir las consecuencias.

Off:
• Fasmatikí ánemos (viento fantasmal): Suelta un chorro de aire helado contra el rival, lo cual puede provocar que se ralentice al recibir el ataque tres veces.

Kariomon sonrió a Guilmon y a Gabumon.
- Sí me envía vuestro maestro, bajad la torre. E iros, porque está preocupado. Además estáis causando daños en este mundo y...

Miró hacia los ataques de Impmon, poco antes de que impactaran contra ella, para cubrir sus patas de su energía y golpearlos de lado a lado con las palmas extendidas, lo que provocaría que se cortaran por el medio y fueran inofensivos.

- Y a mi compañera eso no la gusta. Ahora, si hacéis el favor iros... Aunque si no queréis mejor para mí. Porque así al menos puedo usar la violencia para sacaros de aquí. No me gusta enfrentarme a gente tan débil cuando está sola.- miró fijamente a Impmon.

Off:
Astral hit: Golpea con sus patas cagadas de su propia aura. El rival recibe daño en su propia energía además del golpe físico.

Finalmente llegué arriba para ver a un dinosaurio rojo y otro digimon que vestía unas extrañas prendas de piel azul, bajar a toda prisa de la sala de la campana.

Nada más asomarme vi como un ratón rosa, muy hortera el color, y una bola con alas atacaban a Kario. Esta simplemente mostró una leve sonrisa, y abrió sus fauces dejando salir una corriente de aire helado, que congeló el queso haciendo... ¿Helado de queso? Y detuvo y heló las jeringuillas, al oponerlas una ráfaga de viento que actuaba en dirección contraria.

- Fasmatikí ánemos- pronunció su ataque.

Miré al digimon de detrás viendo que cambiaba a nivel campeón.
- Kario. Campeón detrás detrás de ellos.- la avisé.

Ella dirigió su rojiza mirada al que estaba atrás del todo, sonriendo más que antes.
- ¿Crees que el profesor echará de menos a un alumno?

Off:
• Fasmatikí ánemos (viento fantasmal): Suelta un chorro de aire helado contra el rival, lo cual puede provocar que se ralentice al recibir el ataque tres veces.

Observé que el otro digimon mago, Wizardmon como me indicaba el d-Arc. Al verle desaparecer, ensanché mi sonrisa. Lástima que esos trucos no funcionaran con mi pequeña compañera. Porque aunque la luz dejara de reflejarse en un cuerpo, esto no se daba en las auras que seguían estando presentes.

Volvió a abrir las fauces, dejando salir un viento helado contra los dos digimons rockie que eran los secuaces del tal Impmon. después colocó el cuerpo en posición defensiva, para que en el momento que Wizardmon la atacara, él simplemente sujetara el palo con las patas para segundos después romperlo haciéndolo trizas. Y seguramente hubiera alguna patada de por medio.
- Fasmtakí ánemos

A fin de cuentas, a pesar de que tenía más ataques a distancia que cuerpo a cuerpo, Kariomon era un digimon especializado en la lucha cuerpo a cuerpo, y por eso tenía tan poco ataques especiales en ella, porque había poco que compensar.

Las chispas salieron por el cuerpo de Kariomon, pero tras una sacudida suya consiguió normalizarse. Intentando ver donde estaba el aura de ese digimon mago. Al parecer se había movido a un punto donde ella no podía verle así que eso sólo podía significar que estaba a su espalda. Saltó hacia arriba, esquivando un rayo que pasó por debajo suyo. Sonrió y haciendo fuerza hacia abajo, giró su cuerpo en el aire para lanzar una corriente de aire helado contra el mago.

Yo por mi parte esperé con los brazos cruzados a ver qué es lo que pasaba en el combate. Sin influir en este, debido a que Kario sería capaz de matarme.

El hijo de **** se teletransportaba. Aunque por conocer a mi compañera sabía que eso era un reto y que por fin había encontrado a alguien interesante para pelear. Dado que tendría que tener en cuenta la habilidad a la hora de esquivar de su rival y aparecer en cualquier posición. Algo que por fin podría poner a sus sentidos alerta.

Ella aterrizó en el suelo, con una bonita pirueta. Y salió corriendo hacia Wizardmon, para darle un buen golpe. Puesto que aún estaba cargando su ataque mágico.

- Kario- dije señalandola detrás de Wizarmon.

La pequeña frunció el ceño, y su expresión cambió. De estar concentrada a la más pura rabia y furia. Sus ojos de un homogéneo color rojo, variaron levemente apareciendo tonos de rojo más oscuro y más claros, que se movían por todo el iris, haciendolo parecer como sangre. Sangre que podría derramarse, mientras que miraban iracundos a aquel que estaba detrás.

- ¡NO! Es MÍ presa- rugió, mientras que daba un salto para caer detrás de Wizardmon y detener al otro digimon.

La cuestión era: ¿Había sido lo sufcientemente rápida?¿O quizás si el salto tenía suficiente potencia?

Kariomon llegó tarde, pero por suerte no era un ataque real. Sino un sombrero lanzado hacia Wizardmon, pero en cuanto aterrizó mi pequeña lobita está ya tenía la expresión de locura y rabia en su pequeño rostro. Buena suerte Agumon.
- Él. Era. MÍO.

Yo no me iba a meter, estaba bien que hubiera aparecido, pero:
a) nos había enviado a buscarles, no sé para qué entonces tiene por qué aparecer. Si podía venir, que lo hubiera hecho desde un principio.
b) Jamás te metas en un combate en el que Kario ha logrado llegar a una iualdad, a ella le gustan los retos. Pero el abusar en una batalla le ponía enferma.
c) Sus acciones habían hecho perder las ganas de pelear a Wizardmon, y conociendo a mi digimon ella haría de todo para que volviera a tenerlo, o lo mataría.

Tras estos tres puntos me negaba en rotundo a meterme en la pelea, puesto que aunque fuera yo el riesgo de morir era elevado.

Y era cierto, Kario se lanzó a por Agumon que estaba muy entretenido dando una reprimenda a su alumno. Posiblemente conociéndola, le agarraría del cuello de la bata, le haría dar vueltas y lo lanzaría contra Wizardmon.
Y no sé a que distancia los lanzaría, incluso si sería capaz de cargarse la pared del Big Ben. Pero siendo capaz de lanzar a un Greymon a 10 metros, la probabilidad era bastante alta.