Mi llegada al Digimundo

Despues de que en mi habitación una luz me inundara y me abracese a Zerimon cerrando fuertemente los ojos...
A los pocos segundos los abrí , miré a mi alrededor, y sin darme cuenta estaba en una extensa pradera, con la caja de aquel niño en el suelo, justo enfrente de mí y en su interior, las cartas y el Digivice. Me asuste demasiado, mi cabeza no dejaba de pensar en ¿Como había llegado hasta allí? y lo más importante ¿Dónde estaba? ¿Era aquello el Digimundo, que mi padre de pequeño me había descrito noche, tras noche antes de dormir?
Me fijé en Zerimon, él estaba contento, saltando y dando vueltas alrededor mío.
Me arme de valor y me levante, guarde el Digivice en mi mochila junto con las cartas, cogí a Zerimon y me puse a caminar, buscando alguna persona, o algún indicio de donde estaba. Pero a los pocos minutos algo me detuvo, era otro Digimon, pero huyó antes de que me acercara lo suficiente como para intentar hablar con él.
Estaba cansado, asique me tumbé en la sombra del árbol mas cercano, y cerre los ojos por unos instantes.

Lo mismo de siempre, el trabajo me tenía agobiada, quizás demasiado… al fin de cuentas apenas tenía 14 años, y llevar una organización de esta índole no era tarea fácil… pese a que solo era cuestión de esperar a que entrara un digimon al mundo humano y devolverlo, algo tan simple se podía volver muy cansado y peor aún, complicado. A veces me ponía a pensar si era realmente correcto mantener todo como un secreto, pero yo sola me respondía con frases como “El hombre es inteligente, pero la masa temerosa” y con mis locas hipótesis de que los digimon se volverían armas de los humanos y viceversa

-Misakamon… ¿no podemos ir un ratito al digimundo?- en algún momento en el que me encontraba perdida en mis pensamientos, Guilmon, de estar acostado de panza en el sofá leyendo uno de sus mangas se había movido hasta estar a mi lado y con su mano, movía de a poco la silla en la que me encontraba sentada tras mi escritorio. -no tenemos nada que hacer hoy aquí, vamos al digimundo ¿sí?- como decirle que no cuando tiene… las claras intenciones de no dejar de pedirlo hasta que acudamos

-ahh… está bien… vamos…- tecle en la terminal unas coordenadas cualquiera, con un claro dejo de cansancio en mis acciones. Pero bueno, el portal se abrió y acto seguido, lo cruzamos. Llegamos a una gran planicie de pastizales y varios árboles esparcidos en todo el lugar además de que a la lejanía se podía divisar con facilidad una cordillera de montañas que rodeaban la zona. Con la ayuda de la terminal supe en que sitio estábamos parados Guilmon y yo, el primero parecía estar lleno de energía y listo para una aventura o para lo que se nos pusiera enfrente -terminal Versandi… ¿eh?- susurre dándole un nuevo vistazo al área

-Misakamon, Misakamon, huelo a otro humano- brincoteo emocionado, y antes de que le pudiera decir cualquier cosa me cargo en brazos y se fue corriendo alegremente hasta el origen del aroma que había captado. Resulto tratarse de un humano como bien había dicho, y como ya nos había ocurrido en alguna otra ocasión, el elegido se encontraba dormido, tranquilamente bajo la sombra de un árbol

-los elegidos de hoy en día son cada vez más confiados… se duermen donde sea- murmuro para mí misma cuando Guilmon está a unos 5 metros de distancia, este se detiene dejándome bajar de sus brazos, y de esta forma nos acercamos a paso calmado hasta donde se encuentra el chico de cabellera negra -oye… amigo ¿Estas bien?- pregunté con un dejo de preocupación, aún quedaba la posibilidad de que en lugar de estar dormido, estuviera inconsciente o sufriendo algún tipo de inanición. Me acuclille junto a él a la espera de una respuesta