Rompiendo la jaula de oro

La tranquila ciudad de Kobe, quizás no fuese una de las más bellas de Japón, pero sin lugar a dudas es una de las más limpias y con menor contaminación. Rodeada por un lado por el mar, y por el otro por las montañas, los paisajes eran bellos y espectaculares. Además, poseían gran cantidad de aguas termales de muy buena calidad, ideales para darse un baño y relajarse o para tratar dolores musculares. La vida allí, aunque fuese una ciudad, era bastante calmada, no había casi prisas.

Bueno, corrijo, no solía haber prisas.

Los pasos apresurados de alguien corriendo se escuchaban por las silenciosas calles de un barrio residencial de la urbe. La culpable de semejante escándalo que hacía elevarse en el aire a los pájaros y que los gatos observasen el movimiento antes de volver a su sueño, era una jovencita bastante hermosa y de porte elegante, incluso corriendo. Poseía un larguísimo cabello negro recogido en dos coletas, unos profundos ojos rojos tras unas tupidas pestañas y una piel clara, pero de una tonalidad más que saludable.
Su ropa estaba conformada por un vestido blanco palabra de honor sobre el cual llevaba un corsé underbust azul oscuro con remaches dorados, que era tan largo que llegaba por debajo de la cadera de la joven, haciendo también de falda. Unas botas por encima de las rodillas con una correa que se unía a un liguero; y unos mitones hasta la parte superior del brazo. Todo decorado con varios lazos de color azul. Indudablemente, a pesar de lo peculiar de la ropa, se notaba a lo lejos que era de buena calidad.

La chica respiró agitada tras correr sin parar durante dos manzanas. Pero sabía que no podía detenerse ahora, porque sus perseguidores aún la seguían. Y de hecho, se les podía ver a lo lejos vestidos con trajes negros y portando gafas de Sol. La típica apariencia de un guardaespaldas. Y es que esa jovencita se había escapado por enésima vez de la casa. Estaba más que harta de estar encerrada.

Alyson, nombre al que atendía la muchachita, giró en una calle de forma brusca. Sin mirar ni dar tiempo a que otra persona que circulase por esa calle notase el que se acercaban. Y a causa de eso, la chica chocó contra algo, cayendo inmediatamente después al suelo aterrizando sobre su trasero con dureza...

- Ayayayayayay... - se quejó tratando de ponerse en pie.

La chica parpadeo y miró hacia la persona que la había derribado, o más concretamente, con la que había chocado. Era un joven nipón de su edad o no mucho más, de cabellos de un rubio oscuro o castaño claro, vestido con prendas en colores oscuras, sin nada destacable en ellas, más allá que eran las que llevaba gente en todo el globo.
Inmediatamente después de su analisis se puso nerviosa. No estaba acostumbrada a tratar con la gente, y menos con la de su edad, todo los que ella conocía eran personas mayores. Así que, no sabía para nada cómo debía comportarse.

Aceptó la mano que tan caballerosamente le ofreció el muchacho, aunque eso provocó que un ligero color tiñera sus mejillas. La chica era muy vergonzosa y más cuando se trataba de chicos, a fin de cuentas, le eran como seres extraterrestres. De hecho, la única información que tenía de ellos provenía de los mangas y libros, así que, no pudo evitar pensar que chocarse en mitad de la calle y que el muchacho te ayudase solía indicar el comienzo de una truculenta serie de situaciones y aventuras, tras las cuales acababan enamorados.

Asintió con la cabeza aún cohibida por toda la situación, tratando de ocultar el color que cubría sus mejillas, pero hoy no contaba con el cabello suelto para taparlo.

- S-sí... Gra-gra-gracias por la preocupación.

La chica seguía parada, quieta por culpa del pánico social de ese momento, pero rápidamente recuperó la energía cuando escuchó los pasos de unas personas corriendo por la calle. Había perdido mucho tiempo por culpa de chocarse con el chico.

- ¡Maldición! ¡No puedo dejar que me atrapen!- sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, la muchacha sujetó de la muñeca al desconocido y echó a correr. Por qué había hecho eso, no tenía ni idea, pero ya era tarde para arrepentirse.

La muchacha no detuvo su ritmo en ningún momento, a pesar de que el muchacho que llevaba "secuestrado" al principio se había movido por simple inercia, sorprendido de que Alyson le hiciera moverse. Sin embargo, pasado ese momento de sorpresa el muchacho se hizo con la delantera con facilidad.

Incluso se tomo la libertad de presentarse mientras que corrían, como si no fuese lo suficientemente complicado respirar y correr a la vez sin que se te salieran los pulmones en el intento. Pero eso no indicaba más que la buena forma física que tenía el joven que había adquirido como botín de huida. Al menos había tenido suerte en eso y que no fuese un extra de peso.
Parecía, además, que el rubio sabía por dónde había que ir, dado que la llevó primero a la izquierda por un pasaje estrecho y posteriormente a la derecha en otra calle.

- M-mi nombre es... Alyson Bernadortte... - consiguió contestar la chica en un máximo intento de habla. La verdad, ya le empezaban a pesar las piernas, no por nada, llevaba varios minutos más que el chico corriendo, y el cansancio no tardaba en hacer mella en ella.- ¿A dónde vamos?

Esa pregunta era mucho más importante que se la contestara que cualquiera de las que él había realizado antes el chico. Es que esos temas se podrían tratar cuando pudiese respirar. De hecho, por ella tampoco se hubiese presentado, pero es que la habían educado a presentarse siempre que otra persona hacia dicho gesto, así que, se sentía en deuda con e chico por ese motivo.

Varias calles más atrás habían conseguido confundir a sus perseguidores, o al menos eso parecía...

La muchacha ya pensaba que no iba a poder seguir corriendo, cuando el chico delante de ella se detuvo, lo que por poco no estuvo a punto de hacer que se chocase contra él. Parpadeó confusa, sin poder llegar a sentirse alegre o enfadada por el repentino marchar del chico. De hecho, estaba tan extrañada de eso, que no se percató de que el chico seguía sujetando su muñeca.

- ¿Eh? Eh- eh... - la repentina reverencia del chico la había dejado sin palabras, pero por suerte, sus buenos modales la sacaron de la situación al imitar ella el gesto del chico. - El gusto es mío.

Sin embargo, se empezó a molestar cuando el chico confesó que no tenía ni la menor idea de a dónde se dirigía. ¡Si era así mejor que guiase ella! Ahora a saber si por un error iban a volver a la calle de donde habían salido, y la pillaran. Los ojos de la pequeña dama brillaron como si fuesen un charco de sangre, estaba enfadada. De hecho, dejando de lado su leve sonrojo de mejillas, todo en su rostro mostraba severidad.
Sin embargo, abandonó esa actitud en cuento Itsuki decidió acariciarle la frente. El rostro se le puso de nuevo rojo, y encima para empeorar la situación comenzaba a tener calor por la repentina subida de sangre. Era una maldición ser tan tímido.

- Pe-pero eso parece más bien un peluche... - musitó la chica en voz baja tratando de ocultar su rostro para que no se notase tanto el color. - Bueno... Se me olvida que aquí suelen hacer prendas ra... ¿¡Eh!? ¿¡Cómo que cargarme?!

El reclamo de la jovencita llegó demasiado tarde, porque se encontró repentinamente con las piernas en el aire, y todo su peso recostado contra el cuerpo del rubio. Y como no, eso provocó que aumentaran mucho más el sonrojo, el calor y el ritmo cardíaco. La forma de actuar del chico le recordaba a muchos protagonistas masculinos de libros y series románticas. De hecho, se preocupaba en exceso por ella, y trataba de buscar como ayudarla...
¡No! ¡Eso no quitaba que acababa de cargarla en volandas! Era algo extremadamente vergonzoso. Y por tanto, la chica debía bajar de nuevo al suelo.

- ¡Ba-bájame! ¡Pervertido! - la chica trato de bajarse por medio de empujar al chico para que se detuviera. Lo peor de todo, que cuanto más gritaba y se resistía, más los miraban las personas de la calle. - ¡Esto es demasiado vergonzoso!

La jovencita dejó de removerse y revolverse en cuando el chico consiguió -como bien pudo -sus intenciones de cargarla de esa manera. Aunque como no, el rubor de su cara continuó reluciendo de la misma manera. Acababa de ser alagada más de una vez en menos de un minuto y aún no sabía bien como asimilarlo. Era la primera vez que alguien que no fuese parte de los sirvientes de su casa la alagaban -y para más inri un chico -así que, era todo demasiado para la pobre.

- Gra-gracias por todo, Itsuki-san. Discúlpeme por haber usado esos términos para referirme a su persona- su única opción de hablar en ese momento fue escudándose en la educación.

Se mantuvo tranquila lo que resto de viaje, hasta que al llegar a un callejón con bastante mal aspecto para la joven noble, cualquiera vería claramente que cosas buenas no podrían salir de ese lugar. Pero decidió confiar en el rubio, en todo caso, podría intentar dejarlo incapacitado unos minutos para poder huir, en caso de que el chico tratase de hacer algo incorrecto. Además, ella ahora se encontraba más descansada, y él había estado corriendo con el peso de otra persona.

- ¿Se encuentra bien, Itsuki-san?- preguntó la muchacha al escucharle resollar en cuanto la bajó de nuevo al suelo.- En cuanto a lo de ser divertido... No sé que decir, podría sugerir más bien que fue emocionante y algo que no creo que vuelva a pasar muchas más veces en mi vida. Pero concuerdo con eso de que era como una escena de acción- asintió finalmente la muchacha dejando relucir una bonita sonrisa, le gustaba que la gente hiciese referencia a la ficción, porque sabía mucho de eso, a diferencia de lo que era la realidad, que la abrumaba. - En cuanto a por qué me perseguían...

No pudo continuar porque en ese mismo instante apareció una dama de largo cabello negro, que ocultaba la mitad del rostro detrás de un denso felquillo. Llevaba un traje, aunque le faltaba la corbata, y su expresión era neutral.

Spoiler:

- Ojou-sama, no debería salir de esa manera en casa. Y mucho menos involucrar a los habitantes de la ciudad. Resulta molesto solucionar el problema de que usted haya querido salir de la mansión, desoyendo las palabras de su venerable abuela.

Alyson retrocedió un par de pasos, como si esa mujer le causase un gran pavor. Y en cierto sentido así era, la jefa de seguridad de la casa, y además la protectora personal de la chica. La única persona de la casa que era capaz de encontrar a la dama y obligarla a ir a casa.

- Honda-san, no quiero volver allí... Por favor, déjeme ver cómo es la ciudad. ¡Sólo eso!- suplicar no le iba a funcionar de nada, pero eso no evito que lo hiciera. Sus ojos rojizos se posaron de nuevo en el rubio - Por favor, Itsuki-san, no dejes que me lleven allí...

Sin embargo no pudo seguir hablando, porque en ese momento, Honda, la guardaespaldas, había avanzado tan rápido que parecía un borrón y había dejado a la chica inconsciente con un solo golpe. Posteriormente la cargó sobre uno de sus hombros, como si en realidad Alyson no pesase nada.

- Lamento mucho las molestias que Ojou-sama le haya podido causar - sus tono de voz era frío, pero en sus ojos brillaba una amenaza para Itsuki: "Como atrevas a moverte o hacer algo en mi contra, te golpearé hasta que tengas que ir a un hospital."

Después, simplemente desapareció por el final de la calle. Pero había un detalle que se le había pasado por alto a la guardaespaldas, cuando echó a correr para dejar fuera de combate a su señorita, una tarjeta de trabajo se había caído de su bolsillo. En esa tarjeta aparte de algunos datos como el nombre de la guardia y su teléfono, venía una dirección. ¿Sería esa la de la mansión de Alyson? Sólo había una forma de saberlo.

La guardaespaldas a pesar de las palabras del joven lo ignoró sin ninguna clase de piedad, no le interesaba lo que decía, es más, para ella todo lo que decía el rubio era igual que el rumor que hay en las calles de la ciudad: algo que se puede ignorar fácilmente.

Montó en un vehículo que parecía esperarla al final de la calle, el cual no tardó en salir disparado hacia su destino.


La tarjeta había revelado una dirección a las afueras de la ciudad, de hecho, por una zona que quedaba justo en la montaña. Al seguir el rastro, Itsuki se encontraría con que la dirección a la que pertenecía era un enorme terreno lleno de bosque, entre el cual asomaban los tejados de una construcción que poco tenía que ver con las casas japonesas. Aunque ya solo por el color de las tejas y la forma del tejado, indicaba que era algo tradicional, aunque de aire europeo.

Sin embargo, para poder ingresar a los jardines tenía que superar una verja de hierro forjado, muy bella, pero también difícil de escalar, dado que al menos tenía tres metros, los barrotes eran bastante lisos y acababa en una despiadada punta al final. Solo en la parte de abajo podría obtener apoyo, pero no era suficiente como para poder entrar.

Spoiler:

A los lados de la puerta, los muros eran de ladrillo, y aunque era más fácil subir por ella, al final estaba decorada con la misma verja que la puerta, solo que en esta ocasión más baja.  En definitiva, era complicado entrar de manera frontal.

Quizás si investigaba por los lados pudiese encontrar algo... Pero también podría intentar escalar. No había nadie en la zona que le impidiese hacerlo.

Las horas pasaron en lo que los dos conseguían hacer un túnel con el que pasar al otro lado, por suerte, el suelo no era demasiado compacto, así que, con las manos y las ¿alas? pudieron apañarse. Aunque eso no quitó que el día pasase y la Luna iluminase los jardines, dándole a todo el bosque un aspecto más sobrenatural. Casi parecía que un unicornio iba a salir de entre los matorrales, arrojando más luz plateada.

La zona por la que habían entrado el humano y el digimon no tenía camino alguno, pero si seguían el sonido de una fuente llegarían a la parte trasera de la casa, donde una fuente arrojaba agua al aire. Se encontraba rodeada por flores y pequeños setos decorativos a su alrededor, que seguro que formarían alguna cosa, pero sin una vista desde arriba, sería imposible averiguarlo.

Pero hasta ahí la parte fácil, los grandes ventanales del piso inferior dejaban pasar la luz de un gran salón, donde se podía ver a gente vestido como el servicio clásico de época victoriana, moviéndose de un lado a otro, preparando la mesa para lo que parecía ser la cena. A pesar de todo el cuidado de los manteles y los detalles que decoraban la mesa, tan solo había un plato en la cabecera de la mesa. El resto, se encontraba vacío.
Pero eso no era todo, delante de las puertas, había dos hombres vestido con trajes negros, y a pesar de las horas, gafas de Sol negras. No debían ver nada de lejos, pero entrar en la zona iluminada enseguida mostraría a Itsuki a esos hombres, que seguro que eran grandes fans de perseguir a otras personas.

En apariencia, por abajo era imposible entrar, aunque quizás podría rodear la casa de lejos, hasta ver una ventana abierta o comprobar cuál era la sala dónde se encontraba Alyson, y luego ver cómo llegar a ella. Porque seguro que no era muy favorable ir abriendo todas y cada una de las puertas de esa mansión.

El aroma de la muchacha se podía percibir por toda la estructura, no por nada era su casa. Sin embargo, si Petitmon se concentraba podía ser capaz de llegar a ver las zonas de mayor concentración del aroma de la muchacha. Poco a poco y con lentitud llegaron a uno de los laterales de la casa, desde la que se asomaba una pequeña torre acabada en un tejado a dos aguas muy inclinado, similar al que se veía en muchas películas medievales.
Desde allí, se podía ver un enorme ventanal semicircular, con las cortinas descorridas. Y en dicha ventana, paseando de un lado a otro como un animal enjaulado se podía ver a la pequeña dama de cabellos azabache.

Pero tal y como había dicho Itsuki, no tenía forma de llegar, el piso era un segundo, pero un segundo en una construcción con techos altos, es decir, le separaban más de cuatro metros al joven para poder llamar a la ventana. Por suerte, una enredadera era lo que le iba a ayudar a ascender hasta dicho lugar.
Quizás lanzar piedrecitas hubiese sido útil para llamar la atención de la chica, pero hubiese sido inútil: la ventana estaba cerrada con llave y ella no la poseía.

Itsuki debería romperla si quería acceder a la habitación. ¿Pero, se arriesgaría él o lo haría su compañero digital? Lo que estaba claro es que cuando el cristal se quebrase, los guardias se dirigirían hacia ese lugar.

Alyson paseaba de un lado a otro de su enorme habitación, como si de un animal salvaje se tratase, se sentía frustrada de haber vuelto a aparecer en su habitación... Bueno, eso si es que había aparecido, porque tampoco lo tenía tan claro. Quizás todo hubiese sido un sueño y nunca había conocido a Itsuki.

Suspiró entristecida, sentándose sobre el colchón de su enorme cama con doseles, similar a la que podría tener una princesa. Su familia siempre la había tratado como una, pero eso de quedarse en la torre del castillo esperando al dragón no era algo que la pegase precisamente. Ella quería sentir lo que eran las aventuras, vivir diferentes emociones y finalmente hacer algo con su vida, más allá de mirar por la ventana.

- Si tan solo pudiese salir de aquí... - puertas atrancadas y ventanas cerradas a cal y canto era a lo que ella se enfrentaba.

A causa de su posición en la cama, le daba completamente la espalda a la ventana, por lo que no se enteró de que había un ser alado que rugió expulsando un cálido aliento, que poco a poco y tras mucha insistencia comenzó a crear un boquete en el cristal de la ventana. El olor fue lo único que alertó a la humana de que algo raro pasaba.
Sus ojos burdeos,  buscaron la ventana, viendo a contraluz a un ser alado, que parecía ser un dragón. Pero eso no era posible... ¿Se habría vuelto loca tras tanto tiempo encerrada? No sería raro escuchar eso.

Tras pasar la sorpresa inicial, la chica corrió a uno de los extremos de la sala donde tenía varias espadas colgadas en la pared, escogiendo un estoque. No había fiarse de que un ser tan raro fuese bueno, no por nada salían muchas veces siendo los malos de las historias.

- ¿Qué te ha traído aquí, extraño ser?- preguntó gritando. Aun no se había percatado de la presencia de Itsuki.

Aparte del dragón de repente apareció otra figura por la ventana, que atravesó el hueco del cristal. Esto provocó que la chica se mordiera ligeramente el labio inferior, estaba preocupada, el que acababa de entrar era humano. ¿Y si era una secuestrador? Estaría bien que la sacaran, pero no que la atraparan en un sitio peor que su casa, al menos allí la gente la trataba bien, no como una mercancía.
Sin embargo, el nerviosismo no hizo más que aumentar cuando la misteriosa figura habló, esa voz no le sonaba de nada, y no la ayudaba estar a oscuras en su cuarto, tan solo dejando que las luces del cielo nocturno la alumbraran.

- N-no se acerque- murmuró nerviosa la damisela, retrocediendo lo que el otro avanzaba. Sin embargo, en cuanto las sombras se retiraron y le permitieron descubrir la identidad del "principe", la chica respiró más que aliviada.- ¡Me asustaste Itsuki-san! Pensé que ibas a secuestrarme- la chica dejó el estoque sobre uno de los muebles de la habitación, no tenía ganas de colgarlo de momento.- ¿Dracomon? ¿No era ese tu sombrero?

La chica se encontraba confusa con respecto a eso, ¿cómo es que había un ser parecido a un dragón vivo? Porque le estaba viendo moverse. Y aunque fuese una gran de esos seres y ver muchas cosas, nunca había leído por internet que de verdad pudiesen llegar a existir. De saberlo, el mundo entero no haría más que hablar de ello. Pero ahí estaba, posiblemente el único dragón de la tierra, vivito y coleando. Porque claro, la chica desconocía del todo la existencia de los digimons, y tan solo podía llegar a que era un dragón de verdad.

- ¿De verdad que es real? No será algún tipo de robot o similar, ¿verdad?- la chica se acercó al dragoncito para observarle de cerca. Incluso acercó la mano a una de sus alas, pero antes de llegar a tocarla, miro al digimon. - ¿Te molestaría que las tocase, Dragomon-san?

Los ojos de la chica miraron a Itsuki cuando este la dijo que había ido allí a liberarla. Una sonrisa esperanzada apareció en los delicados rasgos de la muchachita, a la vez que un suave rubor cubría sus mejillas por la forma en la que se había expresado el chico. La verdad, no conocía a nadie que le gustase hablar como si fuese un príncipe que rescataba jóvenes todos los días.

- No hay nada que desee más en el mundo, mi caballero con brillante armadura - replicó la chica siguiendo el mismo juego.- Pero primero tengo que recoger algunas cosas. Si es verdad que vas a sacarme de aquí, no querría estar fuera sin las cosas que necesito.

No dudaba de que si Itsuki se empeñaba, la ayudaría a salir, ¿acaso no había entrado ya en la casa? Algo que era complicado, aunque no lo pareciese. Así que, sin más dilación la joven sacó una bolsa de un cajón y se puso a rellenarlo con diversos objetos, especialmente ropa y sobres de dinero, además de toda la documentación necesaria y algunos libros y cómics.

La muchacha se tensó en cuanto sintió los brazos del chico rodearla, provocando posteriormente que sus mejillas también se sonrojasen y notase una extraña, pero agradable sensación en su pecho. Suponía que sería porque poca gente la abrazaba.

Sorprendida por el hecho de que Dracomon hablase, Alyson se quedó helada durante unos cuantos segundos más. Era difícil asimilar que en el mundo real pasasen cosas propias de los videojuegos, libros o series de televisión. Pero se repuso y finalmente toqueteó las alas, estirándolas y acortándolas para comprobar su veracidad. Cuando se sintió satisfecha asintió y se inclinó ante el dragón.

- Gracias por dejarme probar su autenticidad, Dracomon-san.

Después de eso, acarició el hocico del dragón, de forma similar a como lo hacía Hiccup en cómo entrenar a tu dragón. Desconocía si era la mejor forma de acariciar a un dragón, pero las escamas no parecían ser lo más suave del mundo, además de que reducirían la sensación del contacto, seguramente.

Se giró hacía Itsuki cuando comenzó a preguntarla por sus gustos, asintiendo algo tensa. No sabía si era algo que le gustaba a los chicos de su edad, en muchas series las chicas tan solo se preocupaban de su aspecto, y no quería verse como un bicho raro. Aunque lo fuese en cierto sentido, al haber tenido tan poco contacto con el resto de las personas.

- Son mi única forma de entretenimiento aquí dentro, paso demasiadas horas sola al día. Y sí, leí esas dos series de libros- y muchas más, tenía tiempo de sobra, y los libros eran acabados a los pocos días de que los empezase.- Parece que compartimos el gusto, Itsuki-san. Aunque también me gustan las historias de misterio y suspense, incluso si tienen algo de miedo.

Aunque la verdad, debería haber dicho que le gustaban todos los géneros de lectura, aunque los románticos había ocasiones que le parecían demasiado densos, tanto azúcar provocaba diabetes cerebral.
La sonrisa desapareció y suspiró, desanimada con la última pregunta de Itsuki. Continuó recogiendo los objetos que quería bajo su poder en completo silencio, hasta que finalmente habló, con la voz baja.

- Cuando era pequeña casi morí por enfermedad tras un accidente de coche en el que caímos mis padres y yo a un río. Ellos murieron y pasó a hacerse cargo de mí mi abuela. Ella quería asegurarse de que su única nieta no pudiese empeorar y morir, y me mandó aquí, a Japón para que recuperase la salud. Los primeros años fueron horribles, porque no entendía a la mayoría de los sirvientes. E incluso era peor, puesto que no me dejaban abandonar la casa. Ahora al menos puedo pasear por los jardines, aunque siempre vigilada- narró con la mirada perdida.- Pero bueno, eso ya queda en el pasado, ahora que has venido a por mí.

La muchacha volvió a sonreír alegre y más que agradecida al chico y su dragón por sacarla de allí. Se acercó hacia ellos en cuanto ya lo tuvo todo, cerrando la bolsa.

- Ya estoy preparada, ¿qué vamos a hacer?

Sonrió suavemente, procurando evitar unas risas por la compenetración entre Dracomon e Itsuki, se les veía muy unidos. Debía estar bien tener un amigo, que aunque no fuese humano, pudieses contar con él, y ser un equipo perfecto.
Asintió ligeramente cuando hablaron sobre las series que veía, ella debía reconocer que los live-action no eran sus series favoritas, porque era bastante refinada a la hora de los efectos especiales, así que, no la gustaba demasiado porque solían ser de "bajo" coste.

- Sí, entiendo lo que es que las otras personas no compartan gustos, Itsuki-san. No te preocupes, no voy a judgar a nadie por lo que quiera ver, las aficciones son libres- sonrió de manera tranquilizadora hacia los dos.

Sin embargo, puso cara de extrañeza cuando el dragón dijo lo de su mejor forma, ¿cómo que mejor forma? No entendía nada. Pero todo se aclaró cuando hubo un gran destello de luz en su cuarto. Cuando pudo volver a ver en la oscuridad, el dragoncito había dejado paso a lo que propiamente dicho era un dragón de verdad. Sus escamas celestes habían pasado a un color zafiro, muy bello. Pero ahora sí que la imponía de verdad.

- Bastante sorprendida, a decir la verdad. Eres distinto, Dracomon-san- la chica desconocía al completo que el nombre cambiase entre formas.

La chica tomó la mano que la ofrecía, subiendo al lomo del dragón, acomodándose lo mejor que pudiese, porque aunque sabía de hípica, las púas del dragón eran pequeños impedimentos a la hora de sentarse sin acabar herido.

- Cuando quieras, Yoda-sensei- ese comentario vino a cómo había pronunciado Itsuki su última frase.

La muchacha se acomodó bien en el lomo del dragón, con cuidado de no provocarle algún problema a la hora de despegar ni de que se le cayese la bolsa de sus cosas. Inclinó el rostro ligeramente a un lado, confusa sobre las palabras del chico, juraría que no había dicho nada sobre no hablar de sus aficciones.

-   Creo que malinterpretó mis palabras, Itsuki-san, en ningún momento dije que dejasemos de hablar sobre nuestros gustos- replicó con algo de seriedad en la voz, aunque su rostro seguía mostrando una suave sonrisa.- Y sí, claro que tengo número.

Sin embargo no se lo dio, no estaba acostumbrada a que se lo pidiera nadie externo, así que, desconocía por donde iban los tiros con esa pregunta. Aunque de toda forma, sería inútil, lo había dejado dentro de la casa, puesto que por culpa de ese objeto podrían localizarla fácilmente.

De haber podido moverse, la morena se hubiese disculpado con el dragón por equivocarse con su nombre.

- Lamento la confusión con el nombre, CoreDramon-san.

Pero esto solo la puso en dudas, no entendía porqué el cambio de nombre. Pero supuso que sería alguna cuestión de los dragones.
Se sujetó con fuerza a las púas que había delante suya, pero con cuidado de no herirse con ellas. Primero vino la sensación de que el estómago se subía a su boca, pero que dejó paso a que el aire removiese sus cabellos y acariciase su rostro. Sus ojos de color rojizo se clavaron en el suelo a muchos metros por debajo de ellos ya.
Finalmente parecía que de verdad iba a poder escapar de ese lugar.

- Solo el tiempo dirá si soy libre o tan solo he estirado mis cadenas- respondió de manera cauta la muchacha.- En cuanto a dónde... Pues donde mejor le venga a Coredramon-san aterrizar. No me gustaría escoger una mala superficie para que pueda bajar.

La muchacha fijó su mirada en la gran luna plateada que les iluminaba directamente en el cielo.