[NY] Juré no volver a verte.

Cerró los ojos más calmada al sentir las muestras de cariño de su hermana. Podría decir lo que quisiera, pero no había mucha gente que pudiera hacer tan segura como su hermana mayor... Quizás Julchen, aunque generalmente cuando estaba con la albina estaba más preocupada por la salud de esta última. Así que, con los ojos cerrados se relajó.

- Gracias... Pero dime si alguna vez empiezo a corromperme... No quiero perder mi santidad.- sin embargo frunció el ceño con las siguientes palabras de su hermana.- Tu no eres oscuridad, si lo fueses, serías mala. Y sin embargo no me parece que ahora mismo lo seas. Antes quizás sí que fuiste oscuridad, pero ahora eres una luz que despierta de su sueño en las sombras. Así que, no vuelvas a referirte a ti misma con la palabra oscuridad.

Para alguien que relaciona la oscuridad con el mal puro, no hay que decirle nunca que se está sumido en las sombras, porque entonces no dudarán en atacarte. Su fanatismo les hace ser así, pero si no lo llevan hasta los extremos demuestran que pueden ser unas personas muy amables con los demás.

En el momento que dejaron de hablar regresó la albina, con las manos en los bolsillos de su abrigo. Pensando en lo que habían dicho antes de que su hermano la llamase. No podían desplazarse a la costa Pacífica, o al menos no de momento, pero podría ser un comienzo.

- Gata, ¿sabes si habría algún lugar aquí en Nueva York donde pudiese estar? Sino, sólo podría pagarte un viaje en avión hasta los Ángeles, pero no podríamos acompañarte. Yo he de volver a casa a cuidar de mi hermano. Aunque quizás los fines de semana pueda ayudarte a buscar a tu compañera.

BlackGatomon movió el rabo levemente, enroscándolo alrededor de Salamon, pero no por el lomo, sino rodeando los cuartos traseros, en una muestra de cariño. Movió las orejas ante una suave brisa que revolvió las hojas de los árboles con suavidad, aún con los ojos cerrados, sintiendo la frescura del aire. Después, cuando la cachorrita fue a responder, Black la miró, curiosa ante su respuesta. Parpadeó varias veces sobrecogida, y sonrió con agradecimiento a su hermana, contra la que se frotó nuevamente.

- Gracias...

Inspiró hondo y miró al cielo, en donde, al estar en la ciudad, no se veían las estrellas. Pero estaban ahí. Siempre las mismas estrellas. ¿Y quién sabe? A lo mejor algunas eran las mismas que las que se veían en en mundo digital.

Unos pasos la sacaron de su ensimismamiento. Julchen regresó junto a ellas al terminar de hablar por el teléfono móvil. BlackGatomon la miró cuando ella atrajo su atención, y ladeó la cabeza, pensativa.

- Uhm... La verdad es que nunca me quedé en ningún hotel por aquí... Pero creo que el bar de antes tenía también alojamiento. Podríamos ir a preguntar. Aunque si no queréis, puedo ir yendo yo a casa de Zayyn. No creo que tarde mucho, y así no tendríais que gastaros dinero.

La gata negra se levantó y se asomó a la calle para ver si había mucha gente por los alrededores. Una cosa era evolucionar de una pequeña perrita a una gata negra, y otra muy distinta era hacerlo a una motera que tenía pintas más o menos humanas.

La perrita asintió con determinación para remarcar sus palabras, y que no dudara. O sino... Bueno, ella tenía que eliminar a los seres que eran oscuridad, y su hermana había dejado de serlo tras hablar un rato. Sonrió ante las muestras de cariño de Black, a fin de cuentas, había conseguido animar a su hermana. No quería que en un arranque de tristeza atacara a su humana. Eso sí que hubiera sido contraproducente para su relación, porque una cosa es intentar detenerla, y otra muy diferente era tratar de matar a la humana.

- Pero, ¿y sí no está tampoco en esa casa? Quizás no pueda salir del lugar donde desapareció porque no tenga el dinero suficiente para hacerlo, o le falte algún tipo de documentación.
- Cierto, eso no lo había pensado. ¿Dónde dijiste que desapareció?- si el lugar era suficientemente interesante, la albina no tenía ningún reparo en ir de "vacaciones" con su hermano. Así podría tenerle vigilado.- ¿Y bien?

BlackGatomon continuó mirando por la calle, atenta al mismo tiempo de las palabras que su hermana compartía con Julchen. Visto así, tenía sentido. La caída de Zayyn había sido muy fea, y posiblemente habría perdido todo el dinero y la documentación que llevaba. Se dio la vuelta y dejó que su energía fluyera para evolucionar. Con un destello, aumentó su tamaño y evolucionó otra vez a Beelkomon. La motera salió pronto de la esfera de luz, con el rostro medio ensombrecido al recordar el lugar de la "muerte" de Zayyn.

- La última vez que la vi, estábamos en Valdivia, en Chile. En un barranco se suponía que la mataron, así que quizá siga allí.

Se cruzó de brazos, pensativa, mientras miraba a su hermana algo abstraída con sus pensamientos. Después miró hacia la calle, y de un silbido volvió a llamar a su vehículo, el cual acudió, obediente, junto a ella.

Parecía que el destino ansiaba regalarle un destino vacacional a la albina, como lo era ese lugar del mundo, si bien muchos opinarían que le faltaba playa, a ella eso le convenía. Puesto que al ser albina no podía tomar el Sol directamente a menos que se pusiese litros y litros de crema sobre la piel. Así que con media sonrisa contestó de manera positiva.

- Estupendo, pues. Te daré mi número de teléfono, y si de verdad quieres ir hasta allí, entonces, nos veremos en dicho lugar. Siempre será más fácil movernos muchos por un lugar desconocido. Aunque si no quieres nuestra ayuda...

La humana rebuscó en sus bolsillos hasta hallar un papel en el que apuntó con un bolígrafo que siempre llevaba -por si era necesario- su número del móvil. Añadiendo, obviamente, el prefijo internacional. No estaba muy segura de que la motera supiera lo que era un teléfono, y sobre todo, dudaba que se supiera los prefijos internacionales.

- Toma. Esperaré noticias tuyas, tanto si la encuentras como si no.

La motera cogió con dos garras de una mano la tarjeta y miró por encima el número de teléfono. Después se la guardó en un bolsillo de la gabardina. Observó a ambas un momento, antes de subirse en su moto y encenderla, aunque aún sin arrancarla.

- Gracias por la ayuda. Si veo a algún frontier os lo haré saber... Y también tendréis noticias sobre Zayyn.

Finalmente, miró a su hermana, cachorrita, y sonrió con cariño, con un brillo cálido en sus rosados ojos bajo el casco. Levantó una mano a la altura de su rostro, cerrando el puño y levantando después solamente el índice, en una muestra de promesa.

- Ten cuidado, hermana. Espero volver a verte. Cuídate-su sonrisa se ladeó hasta tornarse en una media.

Tras eso, inclinó la cabeza a modo de despedida hacia Julchen, y pisó el acelerador del vehículo, el cual rugió con fiereza y comenzó a moverse, lento al principio, pero veloz y casi borroso en cuanto cogió velocidad, perdiéndose por las calles de Nueva York.

La albina se cruzó de brazos tras entregar el papel, recostándose contra el muro del parque a la espera de que la motera se fuera. No era una persona de su entorno cercano, ni tampoco estaba de tan buen humor como para interaccionar de manera amable al despedirse. Entre la falta de sueño y los problemas de Gatomon no quería saber nada de nadie. Y por tanto, no era necesaria una despedida.

Por otro lado, Salamon suspiró algo apenada de que el encuentro con su hermana fuese tan corto, pero así era la vida. Además de que quizás, mucho tiempo juntas tras tanto rencor por ambas partes, podría ser contraproducente.

- Cuídate tú, más bien. Yo no creo que me meta en muchos problemas... Y sobre todo, no cometas locuras, que luego salen caras.- adoptó un tono más similar al de un adulto aconsejando a un niño.

En cuanto que la motera desapareció de delante de las otras dos, la albina miró con una mirada seria a la perrita.

- Dejar la oscuridad nunca es fácil. La luz no tiene el talante de perdonar de forma fácil. Lo sabes, ¿no?
- Claro que lo sé. Pero no te dejé de lado, ¿no? Entonces, tampoco tengo que hacerlo con ella. Si puedo ser de ayuda para traeros al lado bueno, entonces lo haré.

La albina soltó una risotada algo cínica y se separó de la pared, comenzando a andar.

- ¿Por qué escoger entre blanco y negro cuando puedes tener los dos?- replicó, volteando el rostro. Mostrando una sonrisa enigmática, mientras que uno de sus ojos era iluminado por la luz de la farola, tornándolo rojo, mientras que el que estaba en sombras brillaba en color morado. - Elegí ser de las dos, para no dejar a una de las dos abandonadas de mi asombrosidad.- su mano se dirigió al colgante de la cruz de hierro en su cuello.

Sin embargo, Salamon tenía sus dudas. Sabía que la chica tenía muchos problemas para perdonarse a sí misma, para sentirse en consonancia con los de su alrededor. Menospreciándose en el fondo, a pesar de que en sociedad pareciera una narcisista... La oscuridad de la albina provenía de la incapacidad a perdonarse a sí misma el mayor error que nunca había comentido, a pesar de que no hubiera tenido la culpa.