Casi una semanita, crezco muy rapidito (?)

La rusa se encontraba bastante agotada, debido al tener que haber forzado las alas de Heliamon tantísimo. Aunque había disfrutado un poco por el grito de desesperación de Zayyn... Aunque en el fondo se había preocupado ¿y si no había hecho lo correcto?

La dragona aterrizó, recuperando la forma humana en cuanto tocó el suelo con las patas traseras. En brazos, la rubia llevaba al bebé. Que seguir llorando sin parar, desde que habían salido de ese lugar.
La chica lo arrulló, tratando de calmarle, haciendo soniditos inconexos a la vez que lo mecía. Su objetivo era recuperar su mochila, que ahora tenía todo un equipo para cuidar bebés.

- Ea, ea (Sheldon está aquí xD) No llores Naois. A la gente no le gustan los bebés llorones.

A decir verdad, el nombre del pequeño la gustaba mucho. Era bonito, por eso había decidido dejarlo como estaba.

Habían estado de viaje al menos tres horas, por lo que el bebé podría tener hambre, o bien, haber manchado el pañal... O puede que una combinación de ambas. O quizás debido a que era de noche, tenía sueño. Cuantas incógnitas y que pocas respuestas.

Natasha estaba por rogar al cielo por cualquier señal que la informara qué es lo que pasaba. Pero la respuesta llegó de repente a través de una ráfaga de aire. Olía mal... Apestosamente mal.

Suspiró resignada, y dejó al pequeño en el suelo, con cuidado. Después empezó a rebuscar en la mochila todo lo necesario: toallitas, talco, guantes de látex y sobre todo los pañales. Se colocó los guantes para evitar accidentes indeseados con las manchas y abrió el pijama del bebé, para seguidamente quitarle el pañal.

Después le limpió con cuidado de no hacerle daño al sujetarle las piernas y finalmente le echó los polvos de talco para evitar que la piel se le irritara. Le colocó el pañal limpio y volvió a vestirle. Esperaba que ya estuviera en silencio al menos un par de horas.

Tiró todo lo que ya no era útil tras la limpieza del bebé y se acercó a él. Sonrió tranquila al verle ahora sin llorar. En el fondo era un niño bueno y tranquilo, solo que había vivido muchas cosas en pocas horas. Y eso no les gustaba ni tan siquiera a los adultos, sobre todo porque una hora para el bebé podría ser como varios días. A fin de cuentas había vivido muy poco tiempo.

- Ves que bien, Nao. - le arrulló un par de minutos más, diciendole cosas típicas para bebés. Dejo de hacerlo al notar que hacía gestos extraños con la boca. Quizás es que tenía hambre. Sonrió levemente.- Espera unos minutos a que se caliente la leche.

Se levantó, dejando al bebé bien envuelto en la manta para que no pasara frío. Recogió un poco de agua, un cazo y realizó una pequeña hoguera. Puso el agua a calentar, para después echar los polvos de leche para bebés y hacerle un biberón.
Introdujo un termómetro para retirar la leche cuando estuviera a una temperatura óptima, como la de la madre. Hecho eso, vertió el líquido en el biberón y comenzó a dárselo.

- Que aproveche, Nao.

El tiempo pasa y en esta ocasión no hay nada diferente... Exceptuando que el niño crecía a una velocidad anormal. Los años transcurrían en él en días. Si ese ritmo de crecimiento seguía estable, acabaría muerto en apenas un par de semanas. Aunque por ahora la rusa trataba de llevarlo lo mejor que podía.

Al menos ya era un niño más independiente, y además bastante listo... Aunque el mayor problema estaba en que ella no podría explicarle muchas cosas, puesto que no había estudiado más allá de sus siete años. Y ya no digamos leer cosas, puesto que solo conocía el cirílico.

- ¿Nao, te apetece jugar a la pelota un rato? ¿O prefieres que pintemos?- preguntó tratando de hacerle al menos los días divertidos al pequeño.

La chica rió ante el entusiasmo del pequeño, entregándole el material necesario para que realizara su tarea. Ella se sentó a su lado con las piernas estiradas, disfrutando del Sol en su blanca piel. Le gustaba notarlo, puesto que en las frías tierras rusas era raro poder estar así.

- ¿Hoy qué pintarás, pequeño Nao?

La sonrisa de Natasha parecía ser más resplandeciente que de costumbre. En cierto sentido podía notarse como madre adoptiva del pequeño, así que se sentía realmente contenta. Pero... También temía perderlo más que a cualquier otra cosa en su vida.
Sus ojos revisaron el cielo en busca de alguna señal de peligro, para escapar antes de que la loca llegara.

La rubia dejó el pequeño a su aire. Sabía que le encantaba pintar, y como a todo artista no había que molestarle en su momento de inspiración. Siguió observando el cielo con los ojos entornados, como un conejo que quiere evitar ser visto por las águilas. Y en cierto sentido era así como se sentía, puesto que si la loca llegaba a descubrirla, muy probablemente acabara devorada.

Parpadeó cuando al paso de unos cuantos minutos apareció Nao, enseñándole el dibujo que ya había acabado. Los ojos se le humedecieron un poco, pero parpadeó para que no se le notara. No era fácil explicar a un niño que también se puede llorar de alegría. Eran ellos dos, como uno de los dibujos que hace cualquier niño donde salen sus padres.

- ¡Que bonito!¡Me encanta! ¿Me lo puedo quedar?

La chica correspondió al abrazo, con fuerza. Definitivamente no dejaría que se llevaran al pequeño lejos de ella. Se negaba; era algo que ya no era una opción. No dejaría que nadie se lo llevara de su lado. Aunque por ahora estaba a salvo, ese desarrollo acelerado a la vez era una ayuda para ella. Aunque seguía poniéndola nerviosa que la esperanza de vida fuese baja.

- Nunca lo perderé, te lo prometo.- le dio un beso en la frente.


Los días seguían pasando, inexorables, y el pequeño pelirrojo continuaba creciendo. Sin embargo había algo que molestaba profundamente a Natasha. El pelo del niño era demasiado llamativo, de un rojo intenso como el de su madre. Y además poco a poco los rasgos infantiles se iban perdiendo. Haciéndole ver más como sus progenitores. Lo cual indudablemente era un problema para ella. Pero por una vez, o una de las pocas veces, en su vida tuvo una idea. Que hasta se podía considerar buena.

- Nao- llamó al niño de diez años frente a ella.- ¿Te gusta tu color de pelo?

A la chica le provoco un poco de culpabilidad esa mirada de total indefensión del niño. Le abrazó para tranquilizarle un poco.

- No es que sea feo... Pero algunas personas dicen que el tener el pelo rojo es señal de maldad. Y por eso no quiero que te pase nada si alguien te ve con ese color en los cabellos.- inventó sobre la marcha los motivos.- Había pensado en que podíamos teñírtelo. Pero solo si quieres, claro. No te voy a obligar.

Fue a sacudirle un poco el pelo, pero recordó que a Naois no le gustaba que le hicieran eso, por lo que dejó caer la mano y simplemente le sonrió. Para que él se sintiera seguro a la hora de contestar.

La rubia lo abrazó de nuevo, con más fuerza. No quería que se hiciera daño, así que también le cogió de las muñecas, de manera firme, tratando de apartarle las manos. Pero sabía que si Naois quería podía tener más fuerza que ella... Quizás eso le viniera de la madre que tenía.

- Tranquilo, Nao. Ya sé que no eres malo; por eso te quiero y te protegeré siempre de todos los que te quieran hacer daño... Pero crecerás y querrás vivir aventuras por tu cuenta. Y me dejarás sola.- bajó los parpados triste. Quería retrasar ese momento.- Te lo quito ahora, pero tendrás que comportarte y no tratar de arrancártelo. Que aunque el color sea de malos (?), sigue siendo un pelo muy bonito y muy suave.

Se levantó soltando al niño, sabiendo que seguramente se comportara tras la amenaza. Se acercó a la mochila y empezó a sacar productos para el pelo. Entre ellos tintes de colores oscuros, se acercó a Nao, extendiéndoselos para que eligiera el que más le gustara.

- Tienes color negro, marrón oscuro, marrón-rojizo, ... - le enumeró todos los paquetitos de colores que tenía en su poder, ahora era el momento de que Nao eligiera el que más le gustara.

Le miró con dulzura y comenzó a preparar la mezcla del tinte en un recipiente. Después le miró fijamente, con cariño, pero a la vez severidad en sus juveniles rasgos.

- Estaré siempre que pueda a tu lado. No dejaré que nada te haga daño, porque aunque no sea tu madre, eres como un hijo para mí. Así que, nunca te abandonaré... Solo estaré lejos de ti, cuando tú no me quieras cerca.

Comenzó a recogerle el pelo en tramos, para ir tiñéndolo de manera uniforme, incluyendo las capas más internas. Sabía que probablemente se pusiera nervioso con lo de pasar la brocha por los cabellos, pero es lo que tocaba si quería pasar a ser moreno.

Siguió trabajando, soltando una pequeña risita al notar como Naois trataba de no moverse cuando ella le estaba tocando tanto el pelo. Pero le gustaba esa seriedad a la hora de tratar algunos asuntos, aunque solo fuera un tinte de pelo. Cuando se hiciera algo más mayor se volvería alguien sorprendentemente confiable.

Sus dedos se apretaron con más fuerza al mango de la paleta con la que aplicaba el tinte, mientras que sus ojos se oscurecían por la rabia. ¿Que si la conocía? Claro que lo hacía.

- Sí... La conocí... O conozco. Ella no es una buena persona. - su voz se había tornado fría y profunda, reflejando que no había nada que la alegrara en pensar en esa persona.- Nos odiamos, ella porque siempre me escapo y yo porque intenta matarme o atraparme para hacerme cosas malas. Ya no sé. Así que, por ser mala te abandonó... Por suerte te encontré antes de que te hubiera pasado algo malo.

Eso último era mentira. Pero la única persona que podría desmentirlo sería la propia Zayyn. Y a fin de cuentas, Naois confiaba más en la rubia que en una persona que no había estado prácticamente en su vida.

Terminó de tintarle el pelo y le pasó un peine para homogeneizar. Y seguidamente ponerle un gorro de plástico negro.

- Ahora solo tienes que esperar unos 30- 45 min.- dijo de nuevo con una sonrisa, yendo a aclararse las manos.

La chica regresó encontrándose con un niño, con su pasado roto. Aunque todo solo por el hecho de hablar de su madre. Quizás debería haber medido mejor sus palabras. Suspiró, dandose a sí misma un golpe en la frente, por haber hecho tal crueldad. Aunque al menos de esa manera lo había entendido.

Se abalanzó sobre él, estrujándolo entre sus delgados brazos.

- Como sea tu madre no tiene nada que ver contigo. Siempre serás mejor que ella y siempre te querré por eso. No te preocupes, cómo son nuestros padres no tiene nada que ver con nosotros. Y menos si ellos no nos crían.

Le dio un pequeño beso en la frente, para que finalmente el chico se relajara. Pero no sabía hasta que punto podían haberle afectado esas palabras a "su" pequeño. Quizás que ahora comenzara a cambiar su comportamiento se debiera a eso... O quizás fueran las hormonas.

- ¿Ya estás mejor?- preguntó con una cándida sonrisa de las suyas. Esas que solían animar a los demás.

La chica miraba las nubes plomizas en el cielo, que auguraban ya un día bastante malo en comparación a los otros días. Quizás eso fuera un presagio, o quizás no. Y solo fuera una tontería mayúscula, pero ese día tan denso hacía que la rubia estuviera más tensa de lo habitual.

Miró a Nao cuando la preguntó eso. Observando que el chico ya podía confundirse con alguien de su edad, y eso la molestaba. De aquí a que aparecieran las lagartas que le rondaran no tardaría mucho, puesto que era bastante agraciado, al menos para el gusto de ella. No podía dejar de relacionarlo con un príncipe que ha perdido su reino y solo busca la venganza... Quizás era una mala comparación, puesto que no querría que buscara una vida de venganza, pero su mente tendía a hacer esa relación sin consultarla.

- No lo sé... Creo que es porque tu madre es extraña. Creo que jugaron con ella en un laboratorio y por eso se puede volver un digimon... Quizás eso te haya afectado a la hora de desarrollarte. Pero no lo sé a ciencia cierta.- colocó su mano en el hombro izquierdo del chico.- Pero salvo por eso, eres completamente normal

El agua caía y caía sin pausa, como lágrimas silenciosas de aquellos que habitaran más allá de ellas. La rubia, siguió al antes pelirrojo y ahora moreno, trotando. Si por ella fuera iría andando. Le gustaba la lluvia, significaba que no habría nieve, que era una de las cosas que menos la gustaban, porque siempre lo relacionaba con muertes y cosas malas.
Consideró la pregunta de Naois, pensativa. ¿Podría él transformarse en digimon? No lo sabía, nunca había visto nada anómalo en él, excepto su fuerza.

- Ni la menor idea- sacudió la cabeza, aunque dicha acción hizo que algunas de las gotas de su pelo cayeran sobre su rostro a más velocidad.- Quizás puedas hacerlo... Aunque no sé como uno puede volverse digimon por el método de tu madre.

Ella era una frontier, y por tanto solo entendía como funcionaba su sistema de evolución... E incluso no lo entendía del todo, aunque los detalles se los iba aclarando Selenemon. Que hablando de ella, llevaba varios días muy tranquila sin decir nada.

La chica le siguió, andando rápidamente tras él. Hasta llegar a una cueva lo suficientemente amplia como para estar cómodamente en ella. No es que la importara compartir un espacio pequeño, pero si iban a estar muchas horas como así parecía, era mejor dejarlo a un lado.

Se rió ante tanto entusiasmo, divertida de que aún pensara como un niño pequeño, con esa alegría e ilusión.

- No estaría nada mal... Además así sabría que mi espalda estaría protegida de manera muy efectiva. Porque tú nunca dejarías que me hicieran daño. Y del mismo modo, yo no dejaré que te hagan daño.

La sonrisa persistía en su rostro, pero sus palabras eran serias. Sus manos se habían cerrado alrededor del borde de la falda negra, mostrando un colo blanco en los nudillos, debida a la fuerza de apretar. Pensar en que alguien hiciera daño a Naois, la ponía furiosa.

- Pero por ahora no podemos hacer nada. Esperaré a ver qué es lo que eres al final, pero tener un compañero está bien. Al menos no estás solo.

La chica le sonrió con calidez, tras el abrazo. Había que resistir con mucha fuerza el ponerle la mano en el pelo para sacudírselo, pero como sabía que era algo que no le gustaba, apretó las manos. Resistiendo así esa enormes ganas que tenía hacerlo.

- No te preocupes, por ahora te tengo a ti. Pero en cuanto te vayas, que te irás.- dijo mirándolo fijamente, puesto aunque el dijera que no se iba a ir; lo acabaría haciendo. Era ley de vida.- Me quedaré sola y no me apetece volver a esa situación.

Miró hacia el exterior de la cueva, mirando como las gotas de lluvia caían como una cortina que no permitía ver prácticamente nada del exterior. Suspiró, puesto que estarían muchas horas allí; aunque por el lado bueno, la pelirroja no estarían tan loca como para salir a registrar todas las cuevas de la zona. Además de que precisamente mirara ese lugar. Después se sentó en el suelo mirando al exterior, observando la cortina de lluvia, hasta que poco a poco se fue durmiendo.