El Destino Alrededor de una Cuerda

Lo miré de manera divertida al ver su expresión de extrañeza, con los labios levemente curvados, pero para mi mala suerte solo repitió la palabra en forma de pregunta. Iba a decir cualquier otra cosa para turbarle, cuando repentinamente él me tomó de la mano que tenía el cepillo y la movió de manera ondulante, mostrándome el procedimiento correcto para hacerlo.

El color subió a mis mejillas ante el roce, y me quedé cortada a la hora de mover la mano. No supe qué decir, tan solo me quedé mirándolo con extrañeza y vergüenza. Luego él se alejó, y yo pude suspirar al fin del alivio de quedar libre de ese momento incómodo. Hice como me dijo: mientras usaba el ahumador, metí el panel del carrito, y en la colmena coloqué el nuevo mientras farfullaba.

- Maldito sabelotodo-farfullé en voz baja, mientras me ponía tras el carrito y lo llevaba a donde me había dicho Kenshi que fuera-. ¿Qué pasa?-inquirí de malas, cuando llegué junto a él.

Abro la caja y saco un panel, entonces señalo con el dedo un panel adentro de la caja que se puede ver claramente gracias a que saque el otro, en el se puede apreciar que están todas las abejas agrupadas en ese panel, todas muy juntas y apretadas. -En inverno las abejas hacen eso para calentarse, en el centro esta la reina, alrededor de la reina están las abejas mas jóvenes y rodeando estas están las abejas mas viejas quienes son mas propensas a morir de frió o saliendo a combatir peligros… la prioridad de toda abeja es trabajar y sacrificarse por la colmena y la reina- Digo antes de regresar el panel en su lugar y de volver a cerrar la caja. -El mundo de las abejas es muy interesante, la máxima expresión de la evolución de Darwin… en fin, si quieres saber un poco mas solo dime… y recuerda cuales son las cajas que si puedes abrir- Mientras digo eso ultimo, una abeja me pica en la mano, hago una corta mueca de dolor cuando eso pasa, pero rápidamente me quito el aguijón. -Gracias pequeña…- Digo mientras veo a la abeja que me pico, agonizar arriba de la tapa de la colmena.

Al acercarme a Kenshi y asomarme para ver lo que me quería mostrar, observé otro panel, esta vez abarrotado de abejas. Mi primer reflejo fue coger el ahumador, pero luego pensé que quizás había una razón para ello. Y así era, el rubito comenzó a explicarme que ahí era donde vivía la reina, rodeada de las abejas más jóvenes. Tenía sentido, si ella era la que ponía los huevos, sería normal que las más cercanas no fueran viejas...

En un momento dado, desvié la mirada hacia Kenshi, mientras él continuaba con sus explicaciones. Yo no estaba del todo atenta, escuchaba algunas cosas, pero estaba más centrada en mirarle.

- Son listas las abejas-fue el comentario más inteligente que pude decir... ¿En serio?

Después, ni mirada se aposentó en la mano de Kenshi cuando este esbozó una leve mueca de dolor. Vi a una abeja picarle, y alargué una mano para lanzarla volando... dpero una simple palabra me hizo detenerme. Kenshi había dicho "gracias".

- ¿Por qué le agradeces? Te ha picado-fruncí el ceño. ¿Acaso era masoquista?

-Solo pueden picar una vez, sacrifican sus vidas por el bienestar de la colmena, esa debió ser una abeja joven, ya que normalmente las abejas no me ven como una amenaza, por eso no uso el traje, pero si la mascara por que tienen tendencia a ir a los ojos y oídos… como decía… si no eres alérgico, el veneno de las abejas tiene un efecto interesante en el cuerpo humano, aumenta la cantidad de glóbulos blancos y otras defensas, además de mejorar la circulación de la sangre… en resumen una picadura de abeja te da un día de vida, esta probado- Digo mientras recojo un poco de nieve para ponerla sobre la picadura, evitando que se inflame después. -Por eso se hace apiterapia… elimina dolores articulares también, eso si puedes aguantar el dolor de la picada- Digo antes de alejarme un poco de la colmena, para observar como trabaja la chica por un tiempo.

Al oír la nueva información acerca de las abejas, entendí que debían de ser unos bichitos muy especiales. ¿Una picadura, rejuvenecedora? Hubiera sido interesante saberlo en el pasado, pero ahora no tenía ningún interés en vivir (de momento), así que esa información no resultó ser un descubrimiento increíble y que hubiera agradecido conocer.

- En otra época me hubiera dejado picar mil veces por ellas...-comenté, en un murmulló, para después ponerme de nuevo manos a la obra con los paneles.

Con ayuda del ahumador, espanté a las abejas de mi camino, con cuidado de no espantar a los del panel de la reina. Tenía que sacar los paneles que tuvieran la rejilla esa, así que durante los minutos siguientes eso fue lo que hice, extraer los paneles y guardarlos en el carrito e introducir unos nuevos en la colmena. Al cabo de una media hora, ya había terminado.

Al ver que ella reanuda el trabajo, entro a mi casa y me pongo a preparar el almuerzo, pongo un trozo de carne en el horno, salteo unas verduras y hago arroz. Mientras dejo que lo anterior mencionado se cocine, entro a mi habitación, en la que Puroromon sigue durmiendo placidamente, abro los cajones de un mueble y empiezo a seleccionar ropa para cambiarme. Mientras tanto, el olor de la carne asada empieza a inundar la casa poco a poco.

Conduje el carrito hacia la casa y entré, cerrando la puerta a mi espada para que no entrara frío. Agradecí la cálida bienvenida que me brindo la casa: olía a miel, estaba calentita y era bonita. En cambio afuera olía a miel sin extraer, hacía frío y había nieve... empezaba a no gustarme la nieve. Con un suspiro, dejé las botas en la entrada y llevé con cuidado al carrito por el pasillo, hasta llevarlo al salón, dejarlo a un lado y sentarme a ver la televisión un rato mientras se hacía la comida y mis tripas rugían al oler tan agradable aroma.

Me senté con las piernas cruzadas y apoyé el codo en la mesa mientras me sujetaba la cabeza con la mano y encendía el electrodoméstico con el mando. Luego palpé sin mirar los bolsillos de la chaqueta... pero me di cuenta de que aún debía estar secándose. Con un gruñido, me acerqué a mi mochila (que estaba en la habitación que Kenshi me había asignado), saqué de ella una cajetilla de cigarros, una hoja de papel y un mechero y volví al salón, en donde me volví a sentar en la misma postura ya con el cigarro encendido entre los dedos de la mano izquierda.

- Fuu...-miré la televisión, al parecer había problemas con un atracador de tiendas de licores... En fin, vicios había en todos lados.

Salgo de la habitación con una camiseta nueva y tomo el carrito para empujarlo hacia la cocina. -Antes se que te pongas a fumar… aun falta hacer la segunda parte del trabajo- Digo al llegar a la cocina. Mi cocina es quizás un poco mas grande que una cocina normal, tiene todos los muebles típicos y en una esquina hay un enorme cilindro metálico con una manivela y un grifo y unas cajas con frascos de vidrio vacíos. -Esta es la parte mas agotadora del trabajo… aunque creo que para ti no será mucho el esfuerzo- Digo antes de acercarme a un mueble de donde saco un enorme cuchillo y luego abro la puerta del carrito y saco un panel.

Levanté la vista al ver a Kenshi llegar y alcé una ceja al comprobar que se había cambiado de ropa. Cuando se dio la vuelta lo miré de arriba a abajo y después de suspirar, apagué el cigarrillo en el papel y allí lo dejé. Me levanté para seguirle e inspeccioné el extraño aparato cilíndrico que me mostraba.

- Creo que sé cómo se hace ahora...-respondí. Recordaba haber leído algo de ese proceso en alguna revista.

Me quité el traje de apicultor, ya sabiendo que no sería necesario en ese día, me arremangué e introduje uno de los paneles en el mecanismo del interior del cilindro. Lo mismo hice con un segundo, después del cual cerré la puertecilla y me dispuse a girar la manivela con fuerza. No me costó trabajo, mis brazos estaban acostumbrados a mover las espadas y girar una manivela no me suponía ningún esfuerzo.

-Perfecto, solo recuerda voltear los paneles, la centrifuga solo vacía un lado a la vez- Le digo sonriente al ver que ella sabe o pudo deducir lo que tenia que hacer ahora, ya teniendo en cuenta de que puede sacar la miel, regreso a la habitación principal de la casa, quito mi espada de su pedestal y la desenfundo mostrando su vieja y gastada oja para luego empezar a limpiarla, a la vez que cuento los minutos esperando a que la comida este hecha.

Tras estar un rato girando la manivela, me detuve y cambié de posición los paneles. Luego continué el trabajo, hasta un par de minutos después, tras los que me detuve para sacar de nuevo las placas. Estas ya no tenían miel, solo cera seca. Los dejé en el carrito y repetí el procedimiento con el resto, cambiando de vez en cuando el tarro en el que caía la miel cuando estos se llenaban.

Con el correr de una hora, terminé, con los brazos cansados. Di un resoplido y después de colocar todo en su sitio, fui al salón y me senté en el suelo. Me arremangué los brazos hasta los hombros y me tumbé con despreocupación en el suelo, alimentándome temporalmente con el delicioso olor de la comida.

Brrglglbl, hizo mi estómago entonces. Me llevé las manos al estómago y fruncí los labios, molesta. Sin embargo, después recordé el pequeño juego que Kenshi y yo nos habíamos inventado.

- Ok, si me dices qué te pasó con tu hermano, te contaré por qué me intentaba suicidar. ¿Te hace o no?-inquirí, tratando de olvidar mi hambre unos momentos.

Sonrío al oír la pregunta de la chica, por fin hacia exactamente lo que quería lograr hacer con el juego que propuse. Me alejo de la cocina y entro a la habitación principal para tomar mi espada del pedestal y la desenfundo, mostrando su oja viaje, magullada y con rastros de oxido. -Mi clan se fundo hace muchos años, cuando aun existían samuráis en Japón, el ancestro fundador del clan se llamaba Shinzo Haibu y esta es su espada la Suchīrusutingu, por generaciones la espada se cuido y mantuvo en las mejores condiciones posibles y se hizo tradición pasar la espada al líder actual del clan, incluso en los años en los que el dojo estuvo cerrado…- Hago una corta pausa en la que pongo la espada y la funda sobre la mesa y luego me siento junto a ella. -Recientemente se reabrió el dojo, abuelo se convirtió en el nuevo líder del clan, el paso la espada a mi padre y el me la dio a mi… yo fui un guerrero muy dotado… auque no me gustaba mucho entrenar… habían mas cosas que quería hacer y deseaba que entrenar y la escuela fuese algo secundario… pero no fue asi… por otra parte, mi hermano se esforzaba mucho, el deseaba ser el lider del clan y entrenaba hasta quedar agotado… pero nunca pudo siquiera igualarme… para cuando mi padre hizo la ceremonia en la que el me entregaba la espada, proclamándome como líder del clan, yo rechace el titulo y propuse que mi hermano debería ser el líder y eso… los volvió locos, a mi padre y a Yamato, mi hermano. Aun asi termine conservando la espada, Yamato decía que quería ganarla por meritos propios y no por lastima… yo no hice eso por lastima, el la merecía mas que yo, en fin, mi padre me propuso una apuesta simple, una pelea de artes marciales, el ganador decidiría el liderazgo del clan…- Al llegar a esta parte vuelvo a hacer una pausa, en la que mi rostro y tono de voz empiezan a demostrar tristeza. -A la mitad de la pelea, mi padre falleció, su corazón se detuvo… fueron mis faltas y caprichos que lo sobre exigió y… mi hermano me desterró a punta de espada, a pesar de que nadie mas me culpa de la muerte de mi padre, el si, Yamato se autoproclamo líder, pero no es valido si no tienes la Suchīrusutingu, asi que de vez en cuando envía gente para matarme o para robarme la espada… yo quiero a mi hermano, pero esta tan obsesionado con la espada que se corrompió y a pesar de que lo desobedecí… quiero que el ultimo deseo de mi padre de haga realidad y seré líder del clan… pero no puedo mientras Yamato este en el dojo- Termino diciendo con la misma expresión triste, sin quitar la mirada de la oja de la espada.

Le miré, escuchándole atentamente, con las manos sobre el estómago. El pareció más que conforme por contarme su historia, quizás eso era lo que había esperado desde el principio. Aun así, no le interrumpí, y mantuve el silencio hasta que hubo terminado su historia con su hermano.

Fruncí los labios cuando terminó. Mal asunto, sin duda. Las peleas por rangos siempre eran difíciles de tratar, sobre todo si se daba en una misma familia… Suerte que a mí no me había pasado todavía. Desvié la mirada para otro lado, pensativa. Tampoco me extrañaba que su hermano le culpara por la muerte de su padre, aunque en realidad no había sido su culpa. Un ataque de corazón puede darse en cualquier momento, es una muerte natural. Además, el mismo padre había decidido elegir ese destino.

- Un asunto peliagudo… ¿Por qué no tratas de enfrentarte a él? Tiene lo que tú te mereces por derecho hereditario…

Me incorporé hasta quedarme sentada en el suelo, pero no le miré. Ahora me tocaba a mí contar mi historia. Esbocé una débil, pero nerviosa sonrisa, mientras me soltaba el pelo y me acariciaba un mechón.

- ¿Por dónde debería comenzar…?-di un suspiro, y me remonté a antes de que perdiera la memoria-. A ver… Sé que esto va a ser difícil de creer, tampoco es una historia agradable. Así que, si quieres, puedes taparte los oídos… Hace alrededor de un año... Tuve un hijo, pero no amaba al padre. Di a luz al pequeño poco tiempo después, pero… me lo robaron. Concretamente, me lo robó una chica a la que por aquel entonces odiaba, pero que, por causas extrañas, acabé enamorándome de ella… Todo sucedió de manera caótica, cuando la encontré, ella ya no tenía al bebé, pero aún así la perdoné, y me quedé a su lado. Ambas viajamos, nos queríamos, pero un día ocurrió algo, y discutimos…-hice una pausa, sin que lo que le contaba me estuviera afectando, pues la verdad era que no lo recordaba-. Ella me dejó, y yo la eché de mi casa… A partir de ahí, sucedieron muchas cosas. Natasha y yo nos separamos, aunque por suerte, mi digimon y yo encontramos a mi hijo. Sin embargo, todo lo malo estaba por llegar. Vimos a Natasha, abrazada a un hombre, un chico al que yo siempre había odiado. Es de suponer que me volví loca de rabia, y me peleé con él… Pero la suerte no estuvo de mi lado en esa batalla…

Cerré los ojos, y me llevé un dedo al ojo izquierdo, rozando la cicatriz. El origen de esa marca de guerra aún era un misterio para mí, no recordaba nada de ese conflicto, y me hubiera gustado recordar ese momento… Aunque quizás eso fuera en parte desafortunado.

- Perdí la memoria, todos me dieron por muerta-dije, después de dar un suspiro-. Juré vengarme del que me hizo esta cicatriz, y de aquella que no hizo nada por salvarme. Llegué a hacer un pacto con una mujer, en el cual, ambas teníamos intereses comunes. Ella me ayudaba a vengarme, y yo le otorgaba información de mi padre. Por eso, comencé a buscar de nuevo a Natasha, y cuando la encontré… traicioné su confianza. La secuestré, y estuve a punto de hacerle algo espantoso… Pero me retracté en el último momento. La solté, pero para entonces, ella me odiaba profundamente. Traté de disculparme, pero ella se fue. Y nunca más volverá a confiar en mí.

Se acabó quebrándose mi voz. Al final de mi relato, había bajado mi tono de voz, porque cada vez me acercaba más y más al presente… Y eso era lo que más grabado a fuego tenía en mi corazón.

Levanté la mirada para clavarla en los ojos azules de Kenshi. Los míos estaban acuosos, muy húmedos, pero aún no derramaron ni una sola lágrima.

- Por eso traté de suicidarme. A pesar de que había vuelto a enamorarme de ella, estuve dispuesta a hacerle daño, al igual que con todos los que se acaban acercando a mí. Ya deberías de haberte dado cuenta de cómo soy. Soy un monstruo, y nunca cambiaré. La tierra queda yerma allá donde pise…

Escucho atentamente su historia y quedo atónito ante lo que dice, me cuesta creerle y me impresiona saber las cosas que ella a hecho y que le han hecho. Cuando ella termina su relato, noto que ella se desmorona y esta al borde del llanto, no lo pienso mucho y me levanto para darle un corto abrazo intentando consolarla. -No te veo como un monstruo- Es lo primero que se me viene a la mente, a pesar de que es una chica algo brusca, no se ve como alguien malvado. Me aparto de ella por que empiezo a sentir un leve olor a quemado, por lo que entro a la cocina y sirvo los platos para ponerlos sobre la mesa. En ese instante, Puroromon despierta de su pesado sueño y vuela directamente hacia la cocina, ignorando a todos los presentes y se abalanza contra unas frutas, las que empieza a devorar. -Respondiendo a lo que me dijiste antes… no puedo enfrentar a mi hermano… lo primero que el haría seria atacarme o comandar a otras personas a atacarme, no podría soportar herir o ser responsable de la muerte de otra persona… sobre todo si es un familiar…- Digo antes de probar un bocado de la carne que afortunadamente no se quemo mucho y sorpresivamente la sobre cocción le dio un buen sabor.

Cerré los ojos y ladee la cabeza. Las lágrimas amenazaron por salir, pero no lo permití. Me froté los ojos con un brazo, y ya iba a cambiar de tema, cuando Kenshi, sin preverlo yo, me abrazó. Parpadeé repetidamente, sorprendida, pero no traté de separarme, aparte, porque a los pocos segundos él mismo se separó de mí, y mirándome a los ojos, me dijo que yo no era un monstruo. No pude sino esbozar una amarga sonrisa.

- Dices eso porque no me conoces. Pero he hecho muchas cosas… cosas que tú considerarías horribles. Pero, en cambio, yo no me arrepiento de haberlas hecho. Solo de lo que le hice a Natasha, pero porque soy egoísta…

Lo miré mientras se alejaba para tomar la comida y traerla de nuevo. Me froté los brazos desnudos, abrazándome a mí misma. Cuando se sentó otra vez a mi lado, suspiré y respondí a su problema, para así evitar hablar de lo mío.

- Si estuvieras dispuesto a enfrentarte a tu hermano, yo podría ayudarte, pero parece que le quieres demasiado como para eso…

-Es mi hermanito… no puedo hacerle daño- Respondo antes de comer otro trozo de carne. -Es un problema que solo yo tengo que solucionar… a su tiempo…- Digo dejando de lado los palillos con los que estaba comiendo para luego clavarle la mirada a Zayyn. -Si eres tan mala como dices ¿entonces por que te arrepientes tanto de esa ultima acción? Tu me has demostrado unas pocas falencias y me has contado cosas que verdaderamente considero horribles… pero como dijiste, aun me falta por conocerte… no importa que camino siga uno, si es que logras asi tu objetivo final...- Apenas termino de hablar, Puroromon entra volando con el estomago lleno y se recuesta a los pies de la mesa.

Tomé los dos palillos y el plato, acercándome a la mesa. Coloqué los dos cubiertos orientales en los dedos de manera que pudiera atrapar entre ambas puntas la comida y comencé a llevármelos a la boca. Mastiqué con hambre, ya que las tripas me rugían como si fueran leones, pero tampoco quise parecer una muerta de hambre. La carne estaba rica, lo que me indicaba, de nuevo, que Kenshi era un buen cocinero. No le miré en ningún momento, el echo de que me hubiera abrazado tan de repente, me había puesto nerviosa, y ahora que me daba cuenta, me estaban subiendo un poco los colores.

- Él no parece pensar lo mismo de ti, si te manda sicarios para sacarte del camino-le respondí, tras tragar un pedazo de comida.

Parecía querer mucho a su hermano, pero yo no entendía cómo podía perdonarle lo de que intentara matarlo. Era su hermano, se suponía que eran familia, ¿y el otro va y trata de eliminarlo solo para convertirse en líder de un estúpido clan? Si hubiera estado yo en el lugar de Kenshi, Yamato hacía tiempo que habría muerto a mis manos.

Noté entonces que volvía a retomar el tema de mi historia. Chasqueé la lengua con disgusto, no me apetecía seguir hablando de ello, pero era un chico insistente, y sin dudarlo había hecho que el tema volviera a florecer. Dejé los palillos sobre el plato, en la mesa, carraspeé y le miré con seriedad. Por suerte, me había secado las lágrimas que habían amenazado por salir, así que ahora solamente tenía los ojos algo irritados. Lo miré largo rato, ¿que por qué me arrepentía de haberle hecho daño a Natasha? ¿Acaso no era obvio?

- Porque sigo enamorada de ella-respondí-. Nunca podré hacerle daño, sin hacérmelo a mí también. La amo, y dudo mucho que ese sentimiento desaparezca en un tiempo...

Dicho eso, volví a prestarle atención a la comida. Sin emitir sonido alguno, me llevé otro trozo de carne a la boca, y me puse a masticarlo mientras miraba al frente, de manera ausente.

-Entiendo…- Digo tras oír su repuesta -Tenemos asuntos bastante similares… yo quiero a mi hermano por eso no quiero hacerle daño y por eso me escondo en esta cabaña… tu amas a esa chica y por lo que paso ahora quieres esconderte en la muerte…- Digo antes de volver a comer un trozo de carne. Es la primera vez que conozco a una chica que le gustan otras chicas o en concreto esta es la primera vez que conozco a una persona gay, aunque realmente no lo sea por completo por que también dijo que era madre. -¿Dijiste que eras madre, no?... ¿Qué paso con tu hijo?- Pregunto curioso, mas que nada por que ella se ve una persona muy joven, por lo que deduzco que su hijo debe ser muy pequeño y ella menciono que se había perdido o algo así.

Cogí el vaso de agua y bebí un trago, después de tragarme el trozo de carne que me había llevado a la boca. Apoyé el codo en la mesa y me sujeté la cabeza con la mano, mirando los palillos fijamente mientras escuchaba a Kenshi. ¿Asuntos similares? Sí, idénticos. Él se peleaba con su hermano por una espadita y yo solamente mentía y traicionaba a los que me rodeaban por beneficio propio. Asuntos muy parecidos, sí.

- Si no quieres hacerle daño, ¿por qué simplemente no le das esa espada y ya?-pregunté sin mucho interés y entusiasmo.

Después él hizo la pregunta obvia, cómo no. "Tienes un hijo, vaya. ¿Y dónde está ahora ese bebé?". ¿Qué iba a decirle ahora? ¿Que era un chico adolescente de unos diecisiete años? ¿Que lo había abandonado? Me removí en mi sitio, no inquieta, pero si algo molesta. No me había preocupado por el chico, desde el primer momento supe que había tenido un hijo, y me había entrado curiosidad, pero nada más. Eso había sido todo.

Chasqueé la lengua y giré la cabeza para mirar a Kenshi a los ojos. Traté de no mostrar ninguna emoción al hablar, para que él tampoco insistiera con ese tema, pero vete tu a saber. Aquel rubiales tenía pinta de no rendirse fácilmente, a pesar de lo que me había contado de su hermano.

- Tengo un hijo, pero no sé dónde está ahora... Lo perdí cuando me "mataron"-me volví de nuevo hacia el plato y comí el último trozo de carne que quedaba-. De todas formas, no lo recuerdo ni lo siento cercano. Seguro que está bien sin una madre como yo, dudo mucho que pueda criarlo.

Me encogí de hombros y me levanté, con el plato, los palillos y el vaso en mano, dispuesta a ir a lavarlos a la cocina. Sin darle tiempo a hablar o a detenerme, salí del salón.

-Aunque se la de, el aun insistirá en matarme…- Respondo la pregunta de Zayyn apenas me la plantea y luego escucho el relato de su hijo, algo a lo que no se como reaccionar, aunque a decir verdad ya era suficiente conversación por el momento, ya obtuve buena información de por que quería colgarse, pero aun no tengo pistas de cómo hacerla cambiar de opinión. Cuando ambos terminamos de comer, recojo los platos de la mesa y empiezo a lavarlos. Por su parte, Puroromon se queda dormido al lado de zayyn y balbucea mientras duerme.

Después de dejar el plato, el vaso y los palillos limpios, salí de la cocina, pero ni siquiera entré en el salón, a pesar de que escuché a Kenshi a mi espalda, insistiendo en que su hermano aún quería matarle. Me detuve un momento, y lo miré de reojo, pero después sacudí la cabeza y continué caminando hasta meterme en la habitación de Kenshi. Una vez allí, cerré la puerta, abrí el futón y me tumbé sobre él, prácticamente tirándome. Miré el techo, con gesto deprimido y ausente.

- ...-di un suspiro, cansada y harta de tener que estar en esa situación. ¿Iba a tener que aguantar durante una semana? No lo iba a conseguir, simplemente, no podía. ¿Por qué no me dejaba a mi aire? ¿No era más fácil dejar que hiciese lo que me diera la gana? Durante ese día había estado de buen humor, pero eso había sido hasta que se había mencionado a Natasha, y ahora no estaba con fuerzas para continuar...

Parpadeé varias veces, pero finalmente me recosté sobre el lado izquierdo y dejé que mis ojos se cerraran, hasta que al cabo de un rato, conseguí dormirme.