SE BUSCA: Un chupasangre anda suelto [Madrid]

Había que aprovechar las pocas noches de buen tiempo que quedaban, puesto que el otoño se aproximaba inexorablemente prometiendo vientos fríos y lluvias heladas. De ahí, que tres amigos hubieran decidido quedar en la ciudad natal de uno de ellos. Aquella que estaba más al Sur y contaba con un clima aún veraniego, a pesar de que las chaquetas empezaban a ser necesarias por las mañanas o a las horas más intempestivas de la noche.

Las risas de los tres se escucharon por la urbe castellana, rompiendo la quietud y el silencio que había en las calles. Habían cerrado otro bar más, y ya pocos quedaban donde pudieran ir a refugiarse. Aunque ya iban lo suficientemente alegres como para volver a la casa de la anfitriona, una mujer de cabellos castaños y piel perfectamente dorada al Sol del verano, con unos enormes y alegres ojos verdes. De carácter abierto, amable y sobre todo alegre y despistado. Su nombre era Isabel.
Al lado de esta, el único hombre del grupo, un joven de cabellos dorados algo largo, y  chispeantes y misteriosos ojos azules que atraían irremediablemente a todo el que los mirase. Y en caso de no hacerlo, su acento francés y sus frases irremediablemente bellas hacían el resto. Aunque por lástima, tenía la mala costumbre de tener las manos un poco sueltas. Francis era su nombre, y su nacionalidad francesa.
Finalizando el trío, estaba una albina de ojos rojos con un ego como una casa de grande. Ella venía desde Alemania, pero no por ello se consideraba alemana, puesto que se autodenominaba prusiana.

Los tres estaban retándose a hacer cosas absurdas, ya se sabe, los borrachos a veces no llegan a medir bien las consecuencias de las acciones. Y en más de una ocasión habían estado a punto de ser atropellados o a golpearse con las farolas, el suelo o cualquier objeto en su camino. El momento fatídico llegó cuando el francés y la española se pusieron en contra de la alemana; con el ego tan grande que arrastraba sus amigos sabían que era fácil conseguir que aceptara cualquier reto por descabellado que fuese. Y eso hicieron, la retaron a caminar hasta las afueras de la ciudad madrileña, sin tomar algún tipo de vehículo.
Por supuesto, la albina aceptó. A pesar de que era imposible recorrerse casi 15 Km con un vestido bastante corto y unos tacones de más de diez centímetros. Pero ella no se retiraba de ningún reto.

Por eso ahora, varias horas después se encontraba en un barrio con una pinta no demasiado tranquilizadora, tacones en mano y con un dolor de pies brutal. Por no decir la sed y lo cansadas que tenía las piernas. Pero no podía detenerse, tenía que llegar hasta el lugar donde habían dicho sus dos amigos que la esperarían para ver si había conseguido realizar la apuesta.
La gente comenzaba a ir a trabajar, pero tan tempranas eran esas horas, que apenas se percataban de la presencia de una chica con un vestido negro desarreglado y descalza por las calles de la ciudad. Ajena, claro está, al asesinato que había ocurrido cerca de donde se encontraba.

Demasiado centrada en el dolor de sus pobres pies estaba la joven, que apenas se percató de que pasase un coche policía cerca de ella. O que la gente hubiese desaparecido velozmente de las calles. A veces un poco de soledad no estaba de más, aunque si hubiese sido un día normal y cualquiera por mucho que estuviese sola, su digimon la hubiese acompañado dentro del dispositivo. Sin embargo, ese día no podía ser. A fin de cuentas aún estaba recuperándose de casi haber muerto por culpa de la flecha de ese idiota...
La rabia embargó el cuerpo de la albina otra vez, jurando vengarse por eso. ¿Qué mal le había hecho su compañera? Ninguno, puesto que ella solo trataba de encontrarla y protegerla. Pero ese... No había nada tan despectivo en el universo para poder referirse a él, la había atacado hasta casi hacerla desaparecer en datos.

Una voz masculina desde un coche hizo que se sobresaltara, y que casi se cayera al suelo de culo. Pero era demasiado magnífica como para hacer algo tan vergonzoso como eso. Escuchó durante unos segundos antes de estallar en carcajadas y decir:

- Soy demasiado magnífica como para que me pase algo.

Dicho eso, pareció percatarse que el coche pertenecía a la seguridad nacional. Se puso nerviosa, aunque externamente consiguió controlarlo bastante bien. El problema radicaba en que era menor, extranjera y que había bebido tanto que estaría días pitando en un control de alcolemia. Además de eso, llevaba una identificación falsa para pasar como adulta. Y para más inri, llevaba un cuchillo metido en un liguero bajo el vestido e iba sin su licencia de armas.
¿El motivo de eso? La primera vez que salió a una discoteca su abuelo la recomendó llevar uno por si tenía algún problema. Y por ahora siempre le había sido lo suficientemente útil.

- Tranquilo agente, ahora me dirijo a mi casa.

Dicho eso, salió escopetada calle abajo, para alejarse del adulto y de preguntas que pudiesen ser algo comprometedoras para ella.

Se había librado por los pelos, y eso lo sabía. No siempre se podía tener suerte de salir sin algún tipo de amonestación o multa a causa de todas las cosas que llevaba encima. Aunque ese policía por una vez no parecía tener nada de corrupto, a fin de cuentas, en su cuidad natal, la seguridad y el orden iba un poco a saltos, cuando a los cuerpos de seguridad les daba la gana.

Caminó ignorando las pintadas, los borrachos y el mal aspecto en general de la zona. En Berlín era habitual toparse con esa clase de aspecto en el propio centro de la ciudad, pero no tenía nada de malo es simplemente que era el aspecto habitual. Puesto que con las casas okupa y el haber sido una ciudad con dos mundos prácticamente opuestos hasta los 90 hacían que en el mismo centro, pareciera que hubiera barrios marginales, derivados de toda la zona comunista.

Simplemente ignoró a las personas, y siguió andando hasta toparse con un parque, o jardincillo, puesto que los de su país eran bosques en mitad de la ciudad, siendo de los más grandes del mundo.

La albina se detuvo mirando fijamente la dirección por la que había sonado un repentino grito. ¿Es que no se podía caminar tranquilamente por las calles al amanecer? Al parecer no, lo cual era un aburrimiento. Ignoró el grito y continuó con su camino, tranquilamente. Esperando llegar ya de una maldita vez al punto de encuentro con sus dos amigos. Pero parecía que el propio universo se había aliado para retrasarla.

Por ello continuó caminando por la calle, con cuidado de no pisar ningún tipo de cristal. Prefería a ser posible, evitarse una visita al médico y que le tuviesen que poner una inyección. Iba algo distraída caminando, sin observar a su alrededor. A fin de cuentas era demasiado pronto para que pasara nada. Y de nuevo se equivocó al pensar eso.

Enfrente de ella un hombre pasado de botellas, trato de ligar con ella. Soltó una risotada de diversión, hasta que trató de sujetarla. Sus sentidos se agudizaron a causa de la adrenalina y usando su entrenamiento, se apartó de la trayectoria del brazo. Ella misma lo sujetó por la muñeca, y con un elegante movimiento le obligó a ponerlo en su espalda a la vez que retorcía la muñeca con fuerza, más de la que aparentaba por su cuerpo de mujer. A cualquier movimiento que el borracho hiciera, ella podía partirle la muñeca ejerciendo un poco más de presión en un punto.
Sus ojos brillaban cargados de odio, que junto con su palidez le daban un aspecto casi infernal a la chica. No era de extrañar que la llamaran demonio, vampiro o fantasma.

- Vamos a ver, te propongo otra cosa. Tú sigues tu camino tranquilamente, sin molestar a nadie. Y yo me voy por el mío. Has tenido la mala suerte de toparte conmigo cuando no estoy de buen humor, han hecho daño a una persona cercana a mí. Y solo he venido a esta ciudad a tratar de olvidarme de eso, pero como no. Tenía que aparecer un despojo tratando de tratar con mi magnífica persona...- a veces le daba por hablar de más, sobre todo si era sobre ella.- En caso de que no quieras hacer eso, no creo que nadie te echaría de menos si mueres.

Sonrió satisfecha tras las quejas y los lamentos del hombre. En cierto sentido, hacer daño a los demás la ayudaba a sentirse mejor consigo misma y con el mundo en general. Menos con el pobre desgraciado que tenía que hacerse cargo de su estado de animo.

Remoloneó un tiempo en soltarle, porque obviamente, tener el control de una situación le encantaba. La hacia sentirse de verdad increíble, y sobre todo capaz de cualquier cosa en el mundo. Sensación útil y necesaria para conseguir calmarla y que no tratase de matar a cualquiera cuando su paciencia se agotara. Sin embargo, en el momento que iba a abrir la mano para tirar al hombre al suelo y largarse sin mirar atrás, un borrón pasó a su lado. Al pasar a esa velocidad, sintió un extraño escozor en el brazo con el que sujetaba al hombre. O al menos antes lo hacía, porque con un tirón le soltó.

No iba a ir a mirar, a saber qué es lo que trataba de matarle o lo que fuese. Pero ella no era la heroína de nadie, así que, no tenía por qué ir. Pero el escozor de su brazo no remitía. Así que miró. Una lágrima roja cayó al suelo desde el corte que mostraba en todo su antebrazo.

De haber podido hervir la sangre, lo hubiera hecho de la rabia que sintió. A fin de cuentas, su piel era preciosa e impoluta, y no negaba el hecho de que el rojo la sentase mal. Pero no por ello iba a permitir que la cortasen cuando le diera la gana a los demás. La sangre se paga con sangre. Así que, iría a cobrarse ese precio en ese mismo instante.

Trato de acercarse con sigilo, por suerte, el no llevar tacones ayudaba mucho y lo único audible eran los secos golpes de los pies contra el suelo. De por sí, un sonido que se podía ahogar con facilidad, sobre todo si había alguien gimiendo o lloriqueando por su asquerosa vida.

Facepalm. Esa fue la reacción de la albina ante la escena tan absurdamente bizarra que tenía delante. La saga de Crepúsculo había hecho daños irreparables en la sociedad, desde luego...
A pesar de que la chica la había visto, decidió dar media vuelta, no fuese a que la estupidez fuera contagiosa. Tenía el orgullo de haber sido una de las pocas personas que no había visto las películas ni haber leído los absurdos libros de esos vampiros fluorescentes. Como persona que pasaba muchas horas en interne, había visto las imágenes de burla contra esos libros. Así que, todo lo malo se lo sabía.

La tía esa ya tenía que estar desesperada por comprarse unas lentillas raras e ir bebiendo a gente, que a saber hacía cuanto se había duchado por no decir la cantidad de enfermedades que debían llevar en la sangre.

Sí, definitivamente era mejor huir de la gente poco increíble como esa chica con complejo de lampara brillante que se hacía pasar por vampiro.

- Algunas personas necesitan comprarse una vida.- se dijo en voz baja, mientras que reprimía un escalofrío de repulsión.

La albina continuó su camino, saliendo de las sombras que había en ese lugar. Ignorando los pasos a su espalda, si trataba de acercarse mucho se encargaría de neutralizarla, como había hecho antes con ese despojo humano. No tenía ningún problema con eso.

Pero, ¡ah!, entonces tuvo que decir eso la tía rara, y obviamente la albina se cabreo. ¿Qué más le daba dónde estuviera su compañera? Seguro que tendría problemas más importantes de los que ocuparse, como el ser un engendro creado en un laboratorio. Julchen detuvo sus pasos y la miró por el rabillo del ojo, con una actitud total y absolutamente altiva como: "no te mereces que te mire más que esto".

- ¿Y a tí eso qué más te da, lampara chupasangre?

Volvió a continuar andando, no iba a dejarse llevar por la rabia. Pero cada vez que recordaba a su compañera, irremediablemente se acordaba de ese pelirrojo tan idiota. Pelirrojo al cual haría sufrir hasta que suplicara por que acabara con su vida, puesto que era horrible y no quería seguir viviendo. Y con esos pensamientos una leve capa de digisoul apareció en su cuerpo, vibrando de tal manera que quedaba claro que no había alegría alguno en la joven.

Una seca risotada salió de los labios de la muchacha. ¿De verdad se pensaba que la llevaba la delantera? Esa cosa era más estúpida de lo que pensaba, para empezar se había equivocado de lleno y para seguir, ella sabía mejores formas de joder a otra persona. Sobre todo si dicha "persona" no era humano sino una plasta formada en laboratorio con aspecto humano.

- ¡Ja! Estupideces si piensas que mi increíble compañera iba a ser asesinada por alguien tan estúpido como ese pelirrojo.

Se encaró a la chica, que era más baja que ella, que en ese momento estaba siendo atacada por un poderoso dolor de cabeza. Una sonrisa cruel surgió en el pálido rostro de la humana, sabía que mal dañaba a su interlocutora. A fin de cuentas, algunos híbridos a los que habían tenido que eliminar en los laboratorios de sus padres eran aquellos que no podían controlar los datos del digimon.

- ¿No me digas que eres una rata de laboratorio estropeada? Una lástima, si no eres capaz de controlar a tu digimon es mejor que te quites la vida. A fin de cuentas, llegas a ser peor que una criatura que se dejó atrapar por simples humanos que lo único que hacen es jugar con las vidas de los demás sin importarles el daño que puedan hacer. Sólo les interesan los benefícios.

- ¿En serio? ¿Mucho? Se nota que no eres de una corporación científica grande. Hubieses sido desechada como un gran error. No hace falta más que verte... Ese problema psicológico que tienes con Crepúsculo ya indica el principio de tu propio fin.

El nombre que dijo la hizo abrir levemente a los ojos, mostrando un brillo de reconocimiento. O bien conocía a la humana, o bien había oido algo de ella. Cosa cierta, puesto que ese chico pelirrojo quería matarla.

- Sí, definitivamente eres errónea. Si estuviese ese cuerpo bien hecho del todo, no podría tener hijos. Y sin embargo lo tuvo, lo cual demuestra una baja capacidad de habilidades superiores en el cuerpo humano, manteniendo este practicamente normal. Una cagada en toda regla para ser un arma.

Dicho eso, se giró para marcharse de nuevo. La pelirroja estaba en el mundo humano, y con eso, el chaval tenía la entrada complicada. Puesto que había investigado algunas cosas sobre los frontiers, y entre ellas, que no tenían capacidad de salir desde portales creados artificialmente. Siempre quedaban el resto de métodos, ¿pero estaba seguro de poder salir por donde quisiese?

La albina puso los ojos en blanco, ¿cómo que no sabía qué era crepúsculo? Obviamente la estaban tomando el pelo, y mucho. Pero si con eso se pensaba que iba a detener su genialisima persona para iluminar esa vida tan aburrida y deprimente que debía tener la encapuchada, estaba muy equivocada. La que peor se iba a quedar era esa mujer, puesto que buscaba conversación con ella.

Lo que Julchen no se esperó es que mencionara a ese bastardo cobarde. Se giró hecha una furia ante lo del "vastago"... Error mejor dicho.

- No me cabe duda de que esa cosa debería haber estado lloriqueando hasta la adolescencia. Pero creo que ya es algo mayorcito como para eso, a fin de cuentas tiene la sangre fría de ir atacando a criaturas inocentes que no hacen el mal.- sus palabras salieron a medio camino entre escupitajo y siseo. - Y espero que la próxima vez que preguntes por eso, te responda con un: está muerto y comido por animales salvajes.

Los ojos de la chica brillaban con un color rojo intenso, como si tuviesen una siniestra luz en ellos. Una luz que no dejaría de brillar hasta haber cumplido sus objetivos.

No entendía nada de lo que estaba pasando. Primero la encapuchada dice saber quién es el criajo estúpido ese, y al minuto siguiente se queda sorprendida por saber que es un adolescente. No es demasiado complicado sacarlo, a fin de cuentas, deben haber pasado 17 años aproximadamente desde que nacio. Había que estar loco para olvidarse de eso.

- Sí, adolescencia, esa etapa en la que la gente se rebela del control paterno y hace cosas divertidas con su vida.- respondió condescendiente.

Pero la humana, nunca podría haber imaginado las palabras que la dedicó esa loca delante suya. Era una completa y total locura... Aunque... Al ser un ente tan raro, tampoco sería demasiado peculiar que el chico fuese en realidad un bebé. ¡Aunque menudo bebé! De haberle conocido en otras circunstancias y no emitir ese aura de metete conmigo, hubiera tratado de hacer otras cosas por las que la hubiesen considerado una pedobear. Y ese pensamiento fue el que la llevo a entrar en un pequeño shock. ¿Iba a vengarse de un enano? No, no podá hacerlo... Era tan solo una criatura pequeña e inocente... Criatura que había tratado de matar a su compañera a sangre fría.

- N-no... E-eso es imposible...

El odio y la compasión estaban causandola estragos por dentro, tanto, que tuvo que sentarse en el suelo para intentar calmarse, porque sentía que todo se movía sin control a su alrededor. Seguramente a causa de que estaba muy, pero que muy mareada. No la gustaba sentirse tan débil. No era para nada asombroso. Pero eso era lo único que podía sacar en límpio. Apoyó la frente contra las rodillas, con los ojos cerrados para dejar de estar tan abrumada.

- Ya te lo he dicho antes, ir atacando a criaturas que no buscan el mal a nadie.

¿Qué podía hacer? Saber que era pequeño no la ayudaba para nada a cumplir con su cometido, pero quería vengarse de alguna manera. ¡Espera! La encapuchada podía haberla mentido, no sería para nada raro. Estaba loca, así que, entraba dentro de las posiblidades el que todo fuese una cruel mentira.

- ¿Cómo puedo saber que no me mientes con respecto a su edad, tía loca?

Una vena de cabreo apareció en la frente de la chica. Él a la fuerza tenía que saber qué era el bien y el mal, puesto que si de verdad nadie le hubiera criado no sabría hablar, y mucho menos tendrái ese absurdo comportamiento caballeroso.

- Mucho hablas, pero poco sabes. No me interesa hablar con alguien que se inventa las cosas. Tengo muchas cosas de las que ocuparme, entre las cuales está ganar una apuesta y cumplir una venganza, así que adios.

Se levantó en el mismo momento que la cosa intentó sentarse a su lado, y se marchó. Ya debería aprender, no hay que fiarse de los drogadictos de la calle, nunca te van a decir la verdad. Esos van tan pasados de vueltas que es como hablar con un niño al que toda la vida le han dicho que los cuentos son reales y que de verdad todas esas criaturas mitológicas existen, pero que hay que tener muy buena vista para verlos.

No importaba lo que la dijese la criatura, no se daría la vuelta por medio de palabras. Y por medio de la violencia no era algo que fuese bueno, puesto que el humor que se gastaba era bastante de perros esa semana.

Continuó con su camino, sin evitar que la encapuchada le siguiera. A fin de cuentas, las calles son de todos, o eso se dice. Y ella no tenía ganas ni humor de mandarla a la mierda, total, por ahora mientras que no se interpusiera en su camino la iba a dejar hablar todo lo que quisiera.

- Obviamente porque él lo dijo. No me va invetarme cosas como a otras.

Parca contestación, mientras que volvía a la calle. Sacó el movil del escote, mirando el camino que debía seguir para alcanzar el lugar donde había quedado.

Tercera calle a la derecha, se avanzan diez manzanas más y después a la izquierda. Tras eso ya estaba a menos de 100 metros del lugar donde había quedado. Por lástima serían una media hora aproximadamente, y durante ese tiempo tendria que aguantar la conversación de la mujer loca. Pero bueno, al menos estaría acompañada por alguien.

- Podría decirse que sí la echa de menos, y que quiere verla. Al parecer ocupa gran parte de sus pensamientos, o eso creo. Tampoco hablamos mucho, fue más lanzarnos pullas y dejar que los puños hablaran.

Se llevó una mano a la mejilla, reprimiento un gesto de dolor, puesto que a pesar de lo blanca que estaba su piel, se debía a la gran cantidad de maquillaje que llevaba. Sin ella se observaría una perfecta mancha morada -casi negra por la claridad de su piel- sobre ambos pómulos. Por suerte daba gracias a que el chico no la hubiese golpeado en los ojos o en la nariz. Ese tipo de moratones son más difíciles de ocultar.

Extraño era que esa mujer supiera algunas cosas que eran verdad, porque la albina aún dudaba que el chico tuviese solo cinco meses, eso no cuadraba. Y por mucho que un híbrido aparente veinte años, puede tener muchos más, a fin de cuentas su desarrollo es más lento que el de los humanos.

- ¿Para qué quieres saberlo? Te diré solo una cosa: - se volteó para encararla, mirándola fijamente.- Él es mi presa, si quieres matarle, tendrás que quitarme antes a mí. Sie verstehen?

off:

La albina sonrió satisfecha con la renuncia de la chica a querer vengarse del pelirrojo estúpido. Era su presa, y como un águila que ve a un conejo entre la hierba, no le iba a permitir irse así como así. Y tampoco permetiría que otro animal se lanzara contra él para arrebatarselo de sus garras.

Frunció el ceño al ver ese horrible color de pelo, y eso que la gustaba el color rojo porque así eran sus ojos o el color de la sangre. Pero eso no hacía que todas las tonalidades de rojo la gustaran. Es más, por ella el color de pelo de la chica podía desaparecer para siempre puesto que el verlo no la provocaba más que repulsión. Así que, con eso en mente se alejó rápidamente, sin tener cuidado con lo que pudiese haber en el suelo. No quería compartir oxígeno con esa tía que además iba a dejar que su parte "humana" volviera a tener el control. ¿Para qué quería hablar ella con su otra parte? Respuesta fácil y rápida: para nada.

Así que, aprovechando el que se había quedado en off, se metió en una calle lateral para perderla por si le daba por seguirla.

- No pueden dejarme en paz esas ratas de laboratorio. Que pesados, de verdad...

A saber que le había hecho al universo para que no la dejaran en paz con los entes raros y que estaban pirados. Sacó de nuevo el movil y se puso a mirar la dirección para alcanzar bien el lugar, puesto que se había desviado. Y quizás habría alguna calle cortada delante suya y tuviera que ir por otro lugar.

Siguió caminando, segura y satisfecha de que había dado esquinazo a la pelirroja encapuchada, loca y demás cosas que había pensado en toda la mañana. Esa aparición la había hecho perder demasiado tiempo en estupideces. Tenía que dejar esa manía de ponerse a hablar con la gente por la calle.

Un grito, con un nombre a sus espaldas la hizo tensarse. ¿Cómo sabían el nombre de su compañera? Además, ahora que lo pensaba esa voz tenía un tono ligeramente conocido y que lo había escuchado hacía poco. ¡Joder! No la iba a dejar en paz en ningún momento. Se dio la vuelta muy cabreada por que supiera que su compañera era una Salamon.

- ¿Quiéres dejarme en paz, tía loca? ¡Qué yo no me meto en tu vida, preguntándote por cosas ni tampoco te acoso con que clase de bicho eres! - la albina chilló en respuesta casi sacando espuma de la boca de las ganas que tenía de matar a alguien.

Definitivamente, era preferible que el chico cumpliera su objetivo y que librara al mundo de ese error absoluto que tenía por madre.

Pequeñas venas se fueron marcando por las sienes y el cuello de la albina, mientras que la pelirroja se hacía la "loca", o al menos desde su punto de vista. Ya sabía que muy cuerda no estaba, pero no se esperaba que por eso decidiera tomarla el pelo de esa manera tan absurda. Fingiendo que no la conocía y que no había hablado con su asombrosa persona antes. Todavía otro tipo de broma lo hubiera aguantado, pero ella no era una persona a la que se la debiera olvidar tan fácilmente.
Por sus ojos se posicionó un filtro rojizo que no la permitía ver con mucha claridad sus alrededores. Sólo era capaz de ver a esa persona que había incurrido como objetivo de la ira de la albina.

- ¡Te voy a matar!- dijo tras haberle saltado encima, cosa que probablemente derribara a la otra mujer, puesto que lo había hecho de imrpoviso.

En caso de haberlo hecho, se dedicaría a una mezcla entre tirones de pelo para arrancar el cuero cabelludo con la mano izquierda, mientras le daba puñetazos con la derecha. De fallar, rodaría por el suelo para volver a la verticalidad y volver a saltar cuantas veces hicieran falta para tirar a la pelirroja al suelo.

Sonrió de manera animal cuando logró sus objetivos, a fin de cuentas le era más fácil expresarse a golpes que con las palabras. Cada tirón de pelo era una gotita de ira que salía de su cuerpo, y cada puñetazo era como el aire que se lleva el polvo. Se estaba quedando muy tranquila, de no ser, porque el sujeto que recibía los golpes no tenía ganas de recibirlos y trató de escabullirse. Como método de no soltarse, clavó uñas y dientes en la pelirroja. Apretando con fuerza, si no conseguía hacerle algún desgarrón, mucha suerte tendría esa mujer.

Ignoró el hecho de estar arriba o abajo, para ella lo más importante es tener algo que golpear. Incluso si se lo cambiaban por otra cosa o persona no tendría reparos en golpear. Porque ahora mismo no tenía ganas de pensar, sino de liberar toda esa energía almacenada en su cuerpo.

El recibir un golpe le pareció maravillosamente anestesiante por unos segundos, aunque cuando se pasó esa sensación de nuevo volvio a sentir rabia, con la misma o más intensidad que antes. Por eso clavó los dientes todavía con más fuerza, ahora sí, notando el sabor de la sangre en la boca. Soltó a la pelirroja y escupió a un lado, porque a pesar de estar dominada más por su lado animal, tantos años siendo denominada vampiro la habían hecho negarse a beber sangre, incluso a niveles de subconsciente.

Amplió la sonrisa cuando la pelirroja parecía que la iba a dar el golpe definitivo para mandarla a dormir, pero en los ojos grises observó la duda. No habría pensado que una de esas criaturas creadas en laboratorio fuese capaz de tener compasión. A fin de cuentas, ¿qué le hacía echarse para atrás ahora y no cuando era una niña pequeña? No tenía ningún sentido, y el golpe no llegaba.

Los dedos de la albina la sujetaron con más fuerza nada más pedirlo. Pero eso fue el primer segundo, antes de soltarla y dejar caer sus manos contra el suelo. Mientras parpadeaba con fuerza para retener las lágrimas que se la iban a escapar por culpa de la frustración. ¿Qué tenía que les hacía negarse a golpearla? Todavía entendía lo del chico, ya había demostrado que era estúpidamente caballeroso.

- ¿Por qué no podéis golpearme?- preguntó al aire. Los miembros de esa familia la sacaban de quicio.- Odio eso, a mí no, pero a los demás sí. ¿Qué tengo de diferente?

Se le notaba la desesperación en la voz, desesperación por no saber cómo conseguir proteger a todos sus familiares y amigos cercanos de los ataques de los biohybridos, que por algún extraño motivo no terminaban la pela, pero luego iban a por las personas que de verdad la importaban.

Seguía sintiendose muy frustrada por el hecho de que no pudiera ser golpeada por los miembros de esa familia en cuestión. Le era rídiculo ese hecho, aunque por lo menos le parecía mejor el chico, al menos la seguía el rollo un rato y no la hacía sentirse una maldita violenta.
Aceptó la mano que la tendían, a fin de cuentas ya estaba cansada por no haber dormido en toda la noche, y no parecía que fuese una burla por ser del "género débil"

- Gracias... - apartó la mirada y cogio aire antes de añadir: - Quizás no debí haberme exaltado tanto, pero llevas toda la mañana tocando las narices con conversaciones absurdas...

Podía considerarse lo más parecido que usaba la albina a una disculpa. Puesto que se negaba y renegaba a pedir perdón, puesto que lo veía como signo claro de debilidad. Y no podía permitirse eso.
Además, solo se había "disculpado" porque la pelirroja parecía haber cambiado de personalidad drásticamente, quizás la única que estuviese loca fuese el digimon ese. Y el híbrido estuviese algo mejor de la cabeza, pero aún así dudaba que lo estuviese del todo. A fin de cuentas, esos bichos eran anormales por laboratorio; no se podía decir por naturaleza porque no los había naturales.

La albina suspiró, clavandole la mirada. Por supuesto que ella no se equivocaba, era demasiado asombrosa para ello. Y sobre todo, tenía buena memoria para recordar rostros de personas que odiaba, una capacidad que había entrenado y perfeccionado por culpa - o gracias, mejor dicho- a su abuelo. Puesto que ahora que lo pensaba, su entrenamiento parecía que había sido con fines de hacerla militar. Puesto que el anciano aseguraba que era muy importante recordar al detalle el rostro de tu misión para no equivocarte, y matar a la persona equivocada.

- Claro está, estoy completamente seguro de eso.- acompañó sus palabras con un bufido de irritación.

Puso cara de sorpresa, pero no decía nada, aunque mostraba el rostro concentrado de alguien que trata de entender algo. Por suerte, tanto tiempo aprendiendo de esas ratas de laboratorio, había hecho que Julchen supiera lo que pasaba cuando hacían algún tipo de comportamiento anormal. Entre ellos, el que fuesen dos entes tan distintos que entraran en competencia por el control del cuerpo.

- Ya, ya veo que te controlaban. Pero la próxima vez, preferiría que no te tiraras cinco minutos hablando con tu propio cerebro, en vez de hacerle caso a mi magnífica persona.

Se cruzó de brazos y sacudió el pelo, al más puro estilo diva.

No se esperó la reacción de la otra persona, puesto que sonrió al ver su comportamiento egocentrico. Pocas personas eran las que no ponían cara de póker o directamente la llamaban loca o cualquier otra cosa no demasiado amable. Quizás por eso no sabía bien que decir. Cosa que no tenía nada de asombroso.

- ¿Ego? ¿Yo? Si soy demasiado humilde para lo asombrosa que soy. Debería tener un séquito de aduladores a mi espalda, pero no lo tengo, porque entiendo que a la gente le pueda dar vergüenza ajena. No todos están hechos para verme. - soltó su típica risa ególatra que sonaba similar a un: Kesesesesese~

Oh, entonces la chica definitivamente era Zayyn. No se podía estar seguro de lo que dijera un digimon que estaba más loco que cuerdo. Podía haberla engañado totalmente con lo que había dicho antes, así que, mejor desestimar todo lo que había salido por sus labios.

- Yo soy Julchen Beilschmith. Ya sé que el placer es tuyo.- sí, el ego le salía a patadas cuando se presentaba.- ¿Se puede saber qué hacias por aquí y dejando que esa cosa te controlara? No es muy habitual encontrar un bio en ese estado. Generalmente se os mata cuando empezáis a dar muestras de inconsistencia mental.

Se estiró frontandose con cuidado algunas de las marcas purpúreas que había dejado ese idiota sobre su piel. Por suerte, no tenía muchos golpes por todo el cuerpo, pero la pintura que había mantenido en sus manos había empezado a desaparecer, dejando la pálida piel parcheada en rojo y morado. A veces golpeaba con tanta fuerza a sus enemigos, que ella misma es la que acababa con más heridas que en los nudillos. Pero no se quejaba, estaba dispuesta a pagar ese precio. Hacía años que no tenía las manos suaves que toda mujer delicada debería tener, pero tampoco quería tenerlas así.

- No te recomiendo fiarte, estabas loca y decías estupideces, además de que te dedicabas a ir chupando la sangre a la gente como un vampiro desesperado de Crepúsculo. Yo que tú, evitaría que me controlasen así como así, puesto que podrías dañar a la gente que quieres sin saberlo.- hizo una pausa mirando la hora en el reloj del teléfono, ya había perdido la apuesta, así que, no tenía problemas para quedarse a hablar.- Debo decir que tu al menos me caes mejor que esa cosa.

Un encogimiento de hombros fue toda la reacción que tuvo la albina sobre sus manos. No estaban ni la mitad de mal que otras veces, simplemente necesitaba algo más de tiempo para que se recuperaran. No era su culpa reaccionar siempre de manera violenta, a fin de cuentas, cuando no sabía como solucionar una situación con las palabras sus puños eran los que hablaban.

- No te preocupes, no es nada. Ya se curara.

Julchen empezaba a sentir el cansancio de haber estado más de 24 horas despierta, el dolor de pies de haberse recorrido media ciudad a pie y además el cansancio y el dolor de sus músculos y huesos dañados aún por las peleas. Se pasaba la mitad de las peleas en el suelo, espalda contra tierra, pero eso no quitaba que no descansara nada. Miró a su alrededor para tratar de localizar alguna cafetería, puesto que tenía mono de esos churros que su amiga Isa la había prometido al acabar la noche.

- Perdona que te corte los pensamientos, pero mejor vamos a buscar algún lugar donde descansar y comer. Que no se tú, pero estoy molida.

Dicho eso, comenzó a caminar -tacones en mano aún- en busca de algún sitio donde poder sentarse. Pero con la pinta que tenían esas calles dudaba que encontrara algo donde no trataran de violarla un buen rato. Así que, tendría tiempo para hablar con Zayyn.

- Sí, imagino que tiene que ser demasiado molesto eso de perder el control de tu cuerpo. Sobre todo porque es mostrar mucha debilidad. Pero no te preocupes, siempre puedes ganarlo por medio de la voluntad o pedir que te saquen los genes digitales.- miró en un cruce a derecha e izquierda, pero no observó ningún cartel que indicara un bar.-Siempre puedes pedírmelo, a fin de cuentas, no me sería demasiado difícil. Pero el problema viene en eso de que no os gusta perder todas las evoluciones. Por eso de haberos acostumbrado al poder.

Además de todo el riesgo añadido de que si la estructura era demasiado fija y antigua el híbrido moría. Pero Julchen no les veía como personas, ni siquiera como seres vivos. Así que, uno más o uno menos le era completamente indiferente. Pero este sujeto de aquí le parecía interesante. 1- Porque parecía más humano que otros y que podía mantener una conversación normal. 2- Porque ese princeso pelirrojo buscaba a esa mujer para matarla. Y si podía joderle el plan, mejor que mejor.

Continuó caminando durante un buen rato hasta que finalmente llegaron a una amplia avenida, donde se veía unas casas más cuidadas y bonitas. Parecía que por allí encontrarían un buen lugar donde tomar unos churros. A fin de cuentas, Isabel, se lo había prometido a Julchen, el único problema era que la castaña ahora no estaba allí y la albina tenía hambre.

- Ya me imaginaba que no querrías quitartela de encima. Es algo normal. Pero si en algún momento se vuelve insostenible, avisame y trataré de conseguirte cita para que te lo quiten.

Se evitó automáticamente las palabras sanar y enfermedad. Porque no eran exactamente eso y la gente solía ser muy susceptible a esas cosas. Aunque para Julchen sí que lo fuesen. Pero entendía lo mal que sentaban que a uno le dijeran que lo que tenía por genética fuese una enfermedad.

Miró a ambos lados de la calle, hasta que pudo ver unas mesas metálicas que acababa de colocar uno de los camareros. Se acercó a ese lugar, sentándose de espaldas al Sol para que no le molestasen los rayos solares en los ojos. Su piel tendría que aguantar de momento. Pero por suerte, al menos era temprano y la luz no era demasiado cálida ni demasiado molesta.
Se estiró, en el sitio, sintiendose relajada por el hecho de poder estar sentada.

- Si tienes móvil, te digo mi número para que te lo apuntes, sino siempre podemos pedir un bolígrafo.